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GENERAL
La dama y el caballero (01 de Febrero de 2004, a las 02:32)
Se encontraba en un lugar conocido, era un bosque con grandes árboles, en el que el canto de las aves revoloteaba alrededor como música para aligerar las penas; el aire no pesaba y chocaba en su rostro, lo que le hacía sentir un ligero frío.
Vestía un atuendo blanco que principiaba a la altura de los hombros y terminaba en los tobillos, brillaba como sólo podría brillar la luna al anochecer. Sus cabellos eran tan largos que casi llegaban a sus caderas; notó que al igual que el vestido, éstos brillaban, pero como rayos del Sol que varias veces miró despuntando el alba.
Se hallaba sentada frente a un río que nunca en su vida había visto. Contemplaba que en él las figuras de los peces iban de aquí para allá, como danzando al unísono. Recorrió el río con la mirada y a lo lejos notó la imagen de un castillo plateado, que recordó tan alto que podría llegar al mismo cielo.
Bajó la vista y lo escuchó, muy, muy a lo lejos el sonido de los cascos del caballo, acercándose. Una sonrisa se le dibujó en el rostro sin saber porqué. Se entusiasmaba por algo que sucedería, pero nada era planeado. El sonido se acercaba más y más, hasta que por fin se detuvo tras de ella.
Volteó su rostro a lo que ansiaba ver con tantas ganas y encontró la respuesta al acertijo: era el rostro de su amado, quién se encontraba envuelto en una armadura plateada y bajaba de un hermoso caballo blanco que sabía había visto en otro lugar. El Caballero tenía su rostro curtido ya por la experiencia, mostraba una sonrisa, mezcla de alegría y esperanza. Acercó su mano al rostro de la bella y lo acarició. En seguida, la incitó a tomar su mano y ella aceptó.
Subió junto con su amado al caballo, detrás de él. El Caballero dio un golpe con su pie y comenzaron a andar. Se alejaban más y más, y ahora el castillo parecía apenas un alejado puntito plateado. A ambos lados del sendero las altas copas de los árboles apenas permitían que ligeros rayos del Sol le iluminaran el rostro.
No sabía porqué lo sentía, pero eran tales la plenitud y la satisfacción, que La Bella creyó que en ese momento su vida se podría extinguir, sin que reprochara en lo más mínimo. El caballo anduvo más y más, en un tiempo indescriptible y que ella jamás alcanzaría a contar.
Notó que se acercaban a una gran luz blanca, no podría definir que era; pero cada vez estaban más cerca de ella. Se sentía cálida y placentera.
Al fin, llegaron a la luz y la atravesaron.
La Bella pensó:
-Me siento tan bien...
 morko  (Hobbit)
Aventurero (54 mensajes)
 El hobbit Morko está enamorado de Túrin Turambar. | | Desde el 19 de Enero de 2004 |
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