Jinetes wargos parecen ser muchos... la situación no me agrada mucho. Sin embargo, estamos en las orillas de mi río, mi río, y en un momento se me ocurre una brillante idea. Con voz baja aunque suficiente alta para que me escuchen todos, me acerco a las orillas del río y canto en un idioma élfico que muy pocos de mis compañeros comprenden:
- Cuando vas de este al oeste,
cuando vas a cruzar estas aguas, pregunta,
¿Cuál es el río que fluye, que da el poder a los ents?
¿Cuál es el río que acaba fundiéndose en el Anduin?
¡Ay, me temo que el tiempo ha desgastado sus aguas y las ha enfurecido, pues mucha sangre enemiga ha derramado y tragado, mucho el tiempo le ha perjudicado!
Pues ya no presta ayuda al viajero desafortunado, pero a pesar de eso,
¡arremete con fuerza al enemigo, pues lo hace encayar y lleva sus barcas al fondo de sus aguas!
¿A quién vas a prestar ayuda si no a mí, aguas benevolentes que no dejan de fluir constantemente? ¡De día o de noche, que mas dá, muestra tu lealtad al bien, sé benevolente y ayúdanos!
¡Guardián de las aguas, despierta y muestranos el poder de estas aguas!.
La canción seguía, pero bastaron esas palabras para que de las aguas, un rugido imponente y poderoso sonara, haciendo eco en todo el lugar. Un torbellino se formo alrededor del río y el agua rugía embravecida, y cual torbellino y olas furiosas se lanzaban contra los orcos, que estaban muy cerca de la orilla.
La mayoría de los lobos aullaron y atemorizados huyeron en seguida, mientras que los más valientes se agruparon, y después de unas miradas asesinas hacia nosotros, se fueron, pues un imponente rugido se escuchó más poderoso que todos los anteriores de ls aguas, y un ser oscuro salió de ellas, extendiendo sus largos brazos hacia los lobos, que salieron ya corriendo como perros asustados. - Volverán- dije a mis compañeros, mientras veía como las aguas volvían a su cauce tranquilas y una oscura y gigantesca figura se ocultaba bajo las aguas.
¡Oh Orofarnë, Lassemista, Carnimirië!
¡Oh hermoso fresno, sobre tu cabellera qué hermosas son las flores!
¡Oh fresno mío, te vi brillar en un día de verano!
Tu brillante corteza, tus leves hojas, tu voz tan fresca y dulce:
¡qué alta llevas en tu cabeza la corona de oro rojo!
Oh fresno muerto, tu cabellera es seca y gris;
tu corona ha caído, tu voz ha callado para siempre.
¡Oh orofarnë, Lassemista, Carnimirië!
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