En aquella creciente oscuridad, con cada paso que daba, el temor se adueñaba de mí, preso de mis dudas en aquellos momentos. Tenía muchas dudas acerca de aquella extraña misión y compañía. Pero en aquella creciente oscuridad no debía de perderme en lejanas y falsas suposiciones fundadas. Ya habría tiempo para discutir todo aquello y hablar profundamente; pues aquello no era un asunto de risa, y notaba la misma preocupación en los ojos de Farahir. Farahir y yo ya habíamos atravesado esa oscuridad. Aunque no habíamos dicho nada, si el camino que escogíamos era el que nosotros anteriormente habíamos cogido... muy pocos vivirían para contar lo que habían visto... el pulso de mi corazón de aceleraba a recordar estos hechos. Esos ojos rojos, el como la oscuridad engullía a la luz, y el fuego lo consumía todo...
Sabía que Farahir no diría nada, pues era mejor que no supieran nada del terror que allí vivía. Pero si tomábamos el camino del terror, Farahir y yo tendríamos que hablar, al menos para avisarles.
De repente, oí lo que decía mi compañero Farahir. Bien hecho. Era lo menos que podíamos decir, pues el momento en el que estábamos, no era para pararase a hablar tranquilamente. Además, él sabía en el fondo mucho más del asunto que yo. Tras esto, oí que la mujer a la que llevabamos presa empezaba a llorar.
- ¿Farahir, no crees que deberíamos de haberla soltado?- le susurré.
- No. Es de más utilidad con nosotros. Evidentemente, los orcos la mantenían viva por alguna razón.
- Oye, ¿qué les piensas decir?
- Ya se hablará todo llegado el momento. Ahora, es el momento de...
En ese momento, me fijé que Gandalf había iluminado el lugar utilizando su magia. Tenía una flecha ensartada en el sombrero. La sala me era muy familiar, y Farahir suspiró:
- Creí que los orcos ya no volverían a hacer guardia
Tras esto, se dirigió a la batalla junto al resto de la compañía. Yo cogí mi arco y me dispuse a disparar flechas de forma tan certera como era habitual en mí, acabando con muchos orcos. Finalmente, cuando me quedaban pocas flechs y la confusión de la batalla me impedía seguir gastando flechas, desenvainé mi larga espada para lanzarme a la batalla. Vi como el susodicho Inglor abatía ayudado por Abârmil a uno de los grandes orientales. En ese momento vi como Haldamir se enfrentaba con uno de estos en clara inferioridad
- ¡Acompañadme para ayudar a Haldamir!- les grité a los dos, que me siguieron para ayudar a Haldamir, quién combatía en soledad contra el gigante.
¡Oh Orofarnë, Lassemista, Carnimirië!
¡Oh hermoso fresno, sobre tu cabellera qué hermosas son las flores!
¡Oh fresno mío, te vi brillar en un día de verano!
Tu brillante corteza, tus leves hojas, tu voz tan fresca y dulce:
¡qué alta llevas en tu cabeza la corona de oro rojo!
Oh fresno muerto, tu cabellera es seca y gris;
tu corona ha caído, tu voz ha callado para siempre.
¡Oh orofarnë, Lassemista, Carnimirië!
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