NARRACIÓN 11ª - (GRUPO 2º) (02 de Febrero de 2007, a las 15:19)
Burzumgad apenas podía contener su ira mientras aquella manada de salvajes uruks cargaban con él, Barin, Rúmil, Maelor y Gilford. De repente había clavado su espada en el dragón. Este se retiró bruscamente de él con un gran rugido, y mientras se retorcía en el suelo, su mirada le paralizó, se sintió extraño, cuando vio confusas sombras y seres parecidos a orcos a su alrededor… recibió un fuerte golpe en la espalda, y cayó, para despertar preso de aquella panda de salvajes orcos. Sus compañeros habían estado iguales, aunque Maelor era el único que había visto todo. Los orcos aparecieron de la nada cuando el dragón agonizaba en el suelo, moribundo, y cargaron contra ellos. Confusamente, muy pocos se mantuvieron en pie por lo que parecía ser una especie de hechizo del dragón. En ese momento, una descarga flecha masiva de los árboles mató a muchos orcos, y montaraces y elfos surgieron de los ardientes árboles para rescatarlos. Unos se pusieron a entretener a los orcos matándolos efectivamente, aunque cuando a Maelor lo fueron a rescatar, otro grupo de uruks surgieron de la nada. Estos eran fuertes como Maelor jamás había visto en su vida. Uno de ellos mató con sus propias manos al elfo que se abalanzaba para rescatar a Maelor. En ese momento, los elfos y montaraces salieron corriendo con los pocos aventureros que habían conseguido cargar, mientras que Gârchot, aprovechando la confusión, hizo un último esfuerzo y soltó una gran descarga de fuego hacia los elfos y montaraces, antes de desplomarse en el suelo. Los que sobrevivieron a las llamaradas, fueron atacados por los uruks. Un elfo intentó desesperadamente acabar con ellos mientras cargaba con Serke y un uruk le pegó un fuerte mordisco en su pierna. Entonces, oyó la profunda voz oscura de aquel que parecía ser el jefe de aquel grupo de fuertes y sangrientos uruks:
- Que la mitad de mi grupo se venga conmigo para llevarlo a la mitad de esas ratas a Gundabad, donde serán interrogados. Tú, Khafeg, coge a la mitad de mis hombres, coge a la mitad de ellos que intentaban huir y llévalos de momento a la cámara de sacrificios hasta nuevas órdenes.
En ese momento, Maelor contempló como los uruks los dividían a las órdenes del jefe. Luego, el resto del viaje, fue ver como los llevaban a la espalda como un vulgar saco mientras hablaban en un burdo y grosero lenguaje. Ahora habían parado, y los habían soltado en un rincón, lejos de ellos, pero lo suficiente cerca como para estar vigilados. Maelor miró a Burzumgad instintivamente y se fijó en que estaba muy atento en lo que decían los uruks y el jefe.
- ¿Entiendes algo?
- No mucho. Es un dialecto de la lengua negra que parece estar muy avanzado. No parece que lo utilicen solo para insultos como los demás orcos enemigos. Además, estos uruks son muy extraños; fíjate en su tamaño y en su fiero aspecto. El jefe debe medir por lo menos los dos metros y medio, o más, y no hay ninguno de ellos que no mida menos de los dos metros. Son fuertes, están llenos de tatuajes típicos de guerra… deben ser uruk-hai de élite. Además, lo que escucho de ellos no parece tener mucho sentido- le dijo muy bajo a Maelor y sus compañeros.
- ¿Pero qué es lo que dicen?- le preguntó Rúmil, aunque tras un instante miró a la lejanía, intentando encontrar algo esperanzador. Pero no vio nada.
- Hablan sobre una asamblea. De conspiraciones para derribar a senadores. Al parecer estos se organizan de manera diferente. Pero su líder indiscutible es la nueva sombra. Es todo muy confuso, debería de escucharlos más y analizar más sus comentarios…
‘’La nueva sombra’’. Aquello espeluznó y asustó a Gilford. En ese momento, los uruks hablaron con sus voces toscas y graves en lengua común.
- Leandro, ¿por qué llevarlos a Gundabad? ¡Deberíamos de interrogarlos aquí mismo!- le dijo un orco al jefe.
- NO- le dijo Leandro, que era el jefe- en Gundabad los harán hablar mejor que nosotros. Además, en Gundabad, si no hablan, servirán de apetito a los hijos de Gârchot…
Tras esto, todos soltaron unas ásperas y desagradables carcajadas, mirando de manera desagradable a los aventureros. En ese momento, el jefe reanudó la marcha y todos volvieron a cargar con los aventureros.
- Tú, maldito orco- le dijo Leandro a Burzumgad- tú y yo tendremos unas palabras cuando toque la noche. Sé quién eres.
Aquello impresionó en cierta manera a Burzumgad. Además, Leandro siempre le había parecido un nombre de hobbit simpático, no de un uruk gruñón.
En ese momento, sin que sus portadores se enteraran, Maelor mantuvo una intensa charla con Rúmil sobre su situación actual.
- Espero que alguien nos rescate. Si llegamos a Gundabad…
- Tranquilo, maese Maelor. Nos rescatarán. Estoy seguro.
En ese momento, varios gritos se alzaron en la lejanía. Leandro el uruk soltó un improperio y con su gruesa voz dijo:
- Los prisioneros han escapado. No importa, ya los capturaremos o los capturarán. De todos modos, si consiguen escapar, vendrán aquí… os tenemos a vosotros.
Tras esto, todos los uruks rieron mientras que con sus gruesas voces miraban a sus prisioneros.
¡Oh Orofarnë, Lassemista, Carnimirië!
¡Oh hermoso fresno, sobre tu cabellera qué hermosas son las flores!
¡Oh fresno mío, te vi brillar en un día de verano!
Tu brillante corteza, tus leves hojas, tu voz tan fresca y dulce:
¡qué alta llevas en tu cabeza la corona de oro rojo!
Oh fresno muerto, tu cabellera es seca y gris;
tu corona ha caído, tu voz ha callado para siempre.
¡Oh orofarnë, Lassemista, Carnimirië!
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