El ascenso por la montaña continuó lentamente debido al estado del malogrado Abârmil. A unos metros delante de mí se encontraban Burzumgad y Inglor, que
Tuvieron que aminorar su marcha debido a la lenta marcha que llevaban detrás. Junto a mí iba la callada guerrera Sárelle que me miraba con una especie de interés y curiosidad, como si quisiera decirme algo. Como nos estábamos distanciando demasiado decidí esperar al resto del grupo. Al girarme vi las montañas grises en todo su esplendor con tintes anaranjados por la puesta del sol. Una vez que nos juntamos, continuamos el ascenso, pero la noche se nos echaba encima.
Me acerqué a Rúmil y le indiqué que sería considerable informar a Thranduril de la situación.
Al cabo de un rato, cuando los últimos rayos del sol desaparecían en el horizonte, llegamos a un llano y todos nos paramos a descansar. En ese momento vi que el orco se alejaba.
-¿Dónde vas, Burzumgad?
Le pregunté al tiempo que me indicara que lo siguiese. Al momento vi que un poco más adelante había una bifurcación de caminos.
-Me parece que este sitio es más transitado de lo que creíamos. Amigo orco, aquí hay algo raro…- le dije.
-Este sendero huele a humo...y a muerte...y este otro...también...- me contestó el nervioso.
En ese momento vino a mi cabeza una serie de fugaces imágenes de sombras y fuego…Me estremecí.
-Indeseables personajes han puesto sus plantas en estos sitios...Volvamos...Esto no me gusta...
Cuando regresamos con el grupo me encontraba un poco aturdido aún. Estaban discutiendo sobre si enviar a Alion con un mensaje. Yo les dije que consideraba oportuno avisar al elfo de la presencia de ese ejército tan cerca de su reino y todos estuvieron de acuerdo, por lo que decidimos enviarla la mañana siguiente tras pasar la noche donde nos encontrábamos.
-Disculpadme, pero necesito descansar
, me excusé ante mis compañeros y me alejé hacia una roca.
Me senté allí y en ese momento vinieron a mi mente más imágenes que había querido olvidar. Tambores, bum, bum …fuego… abismo…gritos y… oscuridad ¡¡Gaaandalf!! ¡¡Gaaandalf!!
-¡Gandalf, Gandalf!
Ante mi se encontraba Dimas llamándome por mi nombre. Aún estaba un poco mareado. Detrás estaban todos los demás. Burzumgad me miró con cara preocupada
-Peregrino, creíamos que te había pasado algo. Estabas como en un trance
, me dijo el enano.
-No, no… e…estoy bien. Solo estoy un poco indispuesto. Me encuentro cansado.
Una vez que hubieron comprobado que me encontraba bien todos se alejaron dejándome solo. Miré al cielo nocturno. Ya habían aparecido las primeras estrellas. Llamó especialmente mi atención la llamada amante del mar brillando sobre todas las demás. “Espero que nos sirvas de guía en el duro camino que nos espera, Eärendil, aunque es posible que allí donde nos dirigimos no se vean las estrellas”, pensé.
Mithrandir, Mithrandir, cantaban los elfos, ¡oh Peregrino Gris!. Pues así les gustaba llamarlo.
Soy la espada en la oscuridad. Soy el vigilante del Muro. Soy el fuego que arde contra el frío, la luz que trae el amanecer, el cuerno que despierta a los durmientes, el escudo que defiende los reinos de los hombres. Entrego mi vida y mi honor a la Guardia de la Noche, durante esta noche y todas las que estén por venir. Juego de Tronos. GRR Martin
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