La noche transcurría para la compañía que se hallaba acampada al resguardo de una pequeña fogata. Abârmil estaba realizando la primera guardia, mientras el resto de la compañía dormía o al menos lo intentaba porque para Rúmil el sueño era difícil ya que miles de dudas le asaltaban la cabeza, no solo de lo que encontrarían en las montañas si no también de cómo marcharía su reino en los lejanos boques de Herindat. Entre su intranquilidad empezó a oír pequeños susurros, aquellas voces le resultaban familiares, agudizo el oído y se dio cuenta que uno de ellos era Dimas el hijo de Thranios. Volteo hacia el lado opuesto y miro de reojo a Abârmil quien se estaba quedando anonadado con aquellos susurros y se levanto con la mano en la empuñadura de su espada y seguidamente las risas de Gandalf, Dimas y Burzumgad estallaron. Todo se trababa de una pequeña broma para Abârmil al cual no le agrado mucho. Inglor también se despertó con aquel barullo y al igual que al capitán dúnadan no le hizo mucha gracia.
-Pues yo estaba a punto de estallar de risa- dije con un medio bostezo.
Algún que otro miembro de la compañía también se despertó, entre ellos el primo de Serke que seguidamente frotándose los ojos por lo que estaba viendo dijo sorprendido y a la vez temeroso:
-¿¡Pero que demonios es eso que se acerca aquí!?-
Todos alarmados por la voz del gondoriano miramos atónitos a la extraña figura de color pálido que se acercaba en la oscuridad. Apenas tarde en coger mi arco y mi carcaj, mientras los demás recogían sus armas y despertaban a los más rezagados, pues aquella criatura era ni más ni menos que un espectro y estaba desenvainando su espada. Sárelle nos repartió rápidamente antorchas a todos. Gandalf nos pregunto a Inglor y a mí que divisáramos más posibles espectros a lo que ambos contestamos:
-No creo que este sea un buen momento para mirar el horizonte-
Seguidamente Gandalf ordeno que lo siguiéramos con las antorchas en mano. Recogí el resto de mi equipaje y armas, mis espadas cortas élficas, y seguí al Peregrino Gris como el resto de la compañía. Pero inmediatamente miles de espectros nos cerraron el paso y apenas habíamos andado un par de metros de la hoguera.
-¡Se acercan!- dije alertando.
Sin pensarlo incendie una de mis flechas y la dispare hacia el primero de esos seres que divise, pero eran tan ágiles que consiguió esquivar mi certero ataque.
-El fuego solo los asusta, Rúmil.- me dijo Gilford el joven enano.
-¡Abrámonos paso entre ellos con el fuego pues!- dijo el sagaz Serke.
Así nos hicimos paso entre los miles de espectros que nos acosaban pero no era suficiente, de esa forma no nos libraríamos de ellos, corríamos un gran peligro. Pronto Burzumgad diviso lo que parecían ser unos dólmenes, de los cuales puso sobre aviso a Gandalf el cual utilizo su magia para lanzar fuego a uno de ellos que parecía quebrarse a la vez que ardía. Lanzo varias bolas incendiarias más y acabo por destruirlo, acto seguido varios espectros desaparecían como la niebla.
-¡Su punto débil son los dólmenes! ¡Necesitare mas ayuda pues yo solo no puedo! ¡Los que dispongáis de arcos incendiad vuestras flechas y quemadlos, así acabaremos con ellos!- dijo el peregrino gris.
Rápidamente clave mi antorcha en el suelo como si de una estaca se tratase y me dispuse a hacer arder esos dolmen hasta que fueran derrumbados. Barin me ayudo con la ardua tarea, al igual que Inglor y Abârmil que también disponían de arcos aunque estaban algo más distantes de mí.
-Gilford ayúdanos, intenta que ninguno de los espectros se acerque a nosotros mientras disparamos la lluvia de fuego- dije.
Sárelle la pequeña guerrera parecía defenderse de una forma magnifica ante los ataques de estas criaturas, era en verdad una gran guerrera pese a su estatura. Algunos de los espectros al ser alcanzados por las antorchas también desaparecían, Burzumgad como buen camarada intentaba protegernos a todos pero tuvo un momento de descuido y de no ser por el rohirrim Serke lo habría pasado mal. Mientras tanto Dimas, el valeroso enano, se lanzo en una carrera hacia uno de los dólmenes con una antorcha en mano y en la otra su hacha.
-Que valor tiene este enano, nunca cambiara- pensé.
-¡Dimas yo te cubro con mi arco derriba ese dolmen!- le dije mientras él corría velozmente.
Dimas logro derribarlo y Gandalf ya había destruido otros tantos al igual que los arcos de los miembros de la compañía. Hubo momentos de peligro para Serke y algún otro pero se las arregló para salir indemnes. Así pues conseguimos que los espectros fueran desapareciendo poco a poco. Los gritos de aquellas criaturas al desaparecer estremecían el corazón pero aun así nuestro arrojo no decayó y seguimos combatiéndolas hasta el final.
PD: el final no lo escribo pues creo que el master deberá decidir si salimos victoriosos o no, creo que dimas ha decidió igual que yo respecto a eso porque tampoco pone nada sobre el desenlace…
Rey elfo, junto a su amigo Aikanáro Telrunya, de los Bosques de Herindat en las lejanas tierras de Ianna. (Virreinato entre la Primera y la Segunda edad, segun el computo de Ianna)
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