Tras un largo periplo desde las tierras de Eriador, había llegado a las puertas del palacio de Thranduil. Hermosas son sin duda sus calles, edificios y gentes, últimos vestigios del pueblo elfo del oeste. Los Grandes Anillos habían desaparecido y Caras Galadhon no era más que un suspiro en el recuerdo, mientras que Rivendel y Los Puertos Grises se agostaban cada año como un árbol en otoño. Inspiré melancólicamente y entré en aquella mansión. Un elfo de tez blanca y largos cabellos oscuros me condujo a la sala de reuniones. Cuan grande sorpresa me llevé cuando se abrieron las puertas y vi a tantos grandes amigos, me abracé a Rúmil y a Elder, tiré jocosamente de las barbas al viejo Dimas, bromeé con Barin y Lancelot, pedí a Adan que me tocará un poco de su música y me abalancé sobre Burzumgad cayéndonos al suelo estrepitosamente con una ruidosa risotada, le pregunté acerca de su hijo y su mujer:
- Cada día está más travieso, estoy envejeciendo a marchas forzadas. Menos mal que mi querida esposa está más guapa cada año para relajarme - me respondió.
Estábamos todos de pie mientras varios elfos traían comida y bebida, eso me permitió poder conversar con la gente nueva que había acudido al reino de Thranduil. Me preocupó un poco un tal Serke, que castigaba al jovial orco con una constante mirada torcida, así que me dirigí a él para tranquilizarlo:
- Todos hemos pasado por las mismas dudas que te asaltan joven rohirrim, pero temas, puedes confiar en Burzumgad tanto como en tu mejor amigo.
Hablé con él un rato sobre las tierras del norte, de donde procedía, se mostró muy alegre al contarle que Bree se estaba convirtiendo en una de las ciudades más prósperas de Eriador. También hablé con su primo, un gondoriano que me informó sobre las últimas obras de restauración de Osgiliath. Por último entablé conversación con Inglor, un medio elfo que, al igual que a mí, gustaba de errar por el mundo, nos reímos al comparar las distintas cervezas de cada país y sus consecuencias matinales.
De pronto Thranduil nos interrumpió y nos contó nuestra misión. Me pareció un tanto materialista la empresa, aunque es bien conocida la fama de codicioso del rey elfo. Tras tomar nuestras pertenencias salimos de allí dirección noroeste. Fuimos bordeando el Río del Bosque, pues ello encauzaría nuestra marcha hacia una posada donde hallar más información de las Ered Mithrin, ya casi olvidadas en mi memoria.
Por el camino hablé con mi amigo Rúmil un largo rato sobre Aikànaro y los problemas de sus tierras; luego se acercó a Burzumgad y yo departí con mis camaradas hombres jactándome de tener la mejor arma del grupo, fue divertido como todos enseguida comenzaron a contar la ilustre historia de las suyas propias.
All that is gold does not glitter,
Not all those who wander are lost;
The old that is strong does not wither,
Deep roots are not reached by the frost.
From the ashes a fire shall be woken,
A light from the shadows shall spring;
Renewed shall be blade that was broken,
The crownless again shall be king.
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