Telelli

28 de Febrero de 2004, a las 00:00 - Anthelea Teler
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La Batalla de lo Hermanos de Alqualondë

En Rivendell se contaban historias en la Sala del fuego, grandes batallas de los Eldar y los hombres, conquistas y perdidas, amores perdidos o encontrados. Un joven grupo de Eldar rodeo a un elfo de pelo oscuro y mirada perdida, que miraban las llamas de la chimenea.
- ¿nos contareis de nuevo la leyenda, señor Hîrbein?-. dijo uno de ellos
- No fue una leyenda, ocurrió en realidad, pero tantos años hace de aquello... otras hay mas alegres, o cualquiera triste, pero aquella batalla...
- Por favor-. Apremió otro de ellos. El elfo Hîrbein miró a todos aquellos jóvenes, apenas de dos millares de años. Incluso el señor Elrond lo miró con interés, aquella historia era bella a la par de triste y les recordaba que cualquier corazón puede ser corrompido.
- De acuerdo, pero no interrumpáis, dejar que mis recuerdos fluyan poco a poco en aquella triste batalla, la batalla de los hermanos en Alqualondë:

Mil leyendas cuentan las aventuras de los Eldar, hombres y enanos, pero antes de que los segundos nacidos aparecieran en la tierra, antes de que el sol se alzara por primera vez, aconteció otra historia que tan solo se recuerda en los que vivieron y la sufrieron, mas allá del gran Belegaer. Pocos en estas tierras que puedan recordarla pues tan solo se canta hallen del mar.

Los Eldar eran niños entonces, cuando los Valar los condujeron a la hermosa tierra de Aman. Los dos árboles relucían en la tierra de los Dones, la hierva verde esmeralda, altas montañas cubiertas de un suave manto blanco y el mar, hermoso mar que los rodeaba. Los Vanyar de cabellos dorados vivieron siempre cerca de los Valar, en Valinor, la ciudad de las campanas. En Tirion vivieron los Noldor, de poderosas manos y mentes, que construían hermosas casas, trabajaban el metal, la madera, las joyas, cualquier cosa que sus mentes pudieran imaginar. En las montañas encontraron ricas minas de piedras preciosas con las que hacían hermosos collares, sus casas eran brillantes como el cristal, todas ellas decoradas con ópalos y cristales claros. El señor de estos, Finwë, sentía una gran amistad por los últimos en llegar a las tierra de los Valar, los Teler.

Últimos fueron por y durante una edad vivieron en la Isla solitaria. Fue cuando se trasladaron al continente cuando aprendieron el arte de navegar y construir los bellos barcos cisne. Eligieron para vivir una bahía donde llegaba la luz de los dos árboles, pero casi en un continuo atardecer tras las altas montañas Pelori. La bahía se encerraba y tan solo se podía entrar a ella por un arco tallado en la piedra, por donde los barcos cisnes podía cruzar. La ciudad estaba igualmente cercada por la piedra, los Teler se desalentaron al llegar pues no tenían nada, tan solo sus primeros barcos de Eressëa. Fue con la ayuda de Finwë con la que se levantó la ciudad de los cisnes. Se construyeron dos portones en la piedra, uno al norte y otro al sur, cientos de casas, almacenes para guardar las redes y la pesca, astilleros para construir sus barcos, su puerto de piedra blanca que se adentraba en el mar, dando cabida a cientos de naves. Cuando ya estuvo acabada los Teler la llenaron de luces y lámparas, la ciudad brilló por el nácar y las perlas que decoraban toda la ciudad. Los Noldor les trajeron diamantes, zafiros y muchas mas gemas y ellos las arrojaron al mar y con la luz de los dos árboles el mar brilló con miles de colores.

Aquel fue el apogeo de Aman. Se celebraron cientos de uniones y se festejaron cientos de nacimientos. Fue uno de esos nacimientos los que vengo a contaros ahora.
Ocurrió cuando los Teler llegaron a Aman, sobre la isla de Eressëa. Había una hermosa mujer llamada Neniel, una primera nacida, que estaba embarazada de Falmëa, uno de los hombres de confianza del príncipe Olwë. Cuando Neniel vio por primera vez la luz de los árboles y sus rayos de luz cayeron sobre ella, dio a luz a una niña y la llamó Alcie, rayo de luz. Al poco de nacer se trasladaron a Alqualondë, donde viviría desde pequeña.
Mientras la ciudad de los cisnes era construida, muchos Noldor hicieron gran amistad con los Telelli. Uno de ellos fue el gran constructor Silmatar y su hijo Arcalimo, que por aquel entonces contaba con apenas veinte años, un niño Eldar...

Con tres años, Alcie como el resto de los niños, comenzaron ha aprender el arte del mar. Entre los Vanyar y Noldor se decía que los niños Telelli aprendían antes a navegar que ha hablar y por muy poco se equivocaban. Todos los niños, con diez años, eran expertos navegantes de sus pequeños botes de entrenamiento, las niñas aprendían a tejer las largas velas de los barcos y bordar los escudos de sus casas. Ambos sexos aprendía a tejer redes con las que luego pescarían, a hacer fino sedal y lo poco que conocían de forja, como crear los mejores anzuelos, arpones y navajas. Los Noldor les regalaron también muchas hermosas dagas, aunque prefirieron cambiarlas por magníficas perlas blancas. Desde entonces se abrió un mercado en Alqualondë, donde los Teler intercambiaban su pescado, marisco, perlas, peces de colores por cereales u objetos de orfebrería, libros o incluso por caballos.
Fue de este modo como muchas casas prosperaron, entre ellas la de Falmëa y Neniel. Falmëa capitaneaba un barco y su hijo Ëarion otro con el pequeño (más aún que Alcie)  Hònen. En los dos barcos de la familia Alquamorë (como se llamaron entonces a la familia, la casa del cisne negro) también viajaba otro primer nacido llamado Hyarion, porque de todos los primeros nacidos era el de aspecto más joven, y al contrario de la mayoría, este no nació con una compañera al lado, ni con padres ni hermanos, fue el primer huérfano entre los Eldar. Fue siempre el benjamín cuando los Telelli aparecieron en la costa del Cuivienen y entre todos lo cuidaron, pero fue Falmëa quien más lo amó como un hijo propio.

Mientras los hombres viajaban por el mar, los niños aprendía las ciencias del mar o simplemente todo lo que sus pequeñas cabezas podían asimilar. Durante años Alcie viajó a la tierra de los Noldor Silmatar y Arcalimo, a Tirion la torre brillante. Silmatar llevó a los dos niños a los lugares más hermosos de Aman y se enriquecieron de sobre manera. Aprendieron las artes de los Vanyar, el trabajo de los Noldor y la tranquilidad de lo Teler. Aunque Arcalimo se entusiasmaba por los viajes, Alcie (y en ocasiones Hònen) prefería los lugares donde corrieran las aguas, el lago Lorellin de Nienna y Lorien o las fuentes de Varda. Los grandes bosques la asustaban, árboles tan altos que parecían tocar las estrellas pálidas. Tan solo una vez amó a los árboles y fue ante la visión de Valinor, de Telperion y Laurein. En muchas ocasiones podía verse como en la pequeña playa de Alqualondë, cercana al puerto, Alcie cantaba las melancólicas canciones de los Teler, bordando, mientras Arcalimo leía una de las grandes historias que los Vanyar componían.

Pasaron los años, los más pequeños de la casa cumplían ya cincuenta años y casi estaban en la plenitud de sus fuerzas. Ëarion era igual que su padre Falmëa, de ojos azules, pelo negro y corto, de anchas espaldas por el trabajo en la pesca. Cercano a ellos andaba Hònen, solo que con el pelo más claro y ojos verdes y algo más bajo que su hermano. Muy parecido a él era su hermana mayor, Alcie, eran de la misma estatura, con el pelo castaño y largo pero sus ojos eran grises como el cielo nublado y , dependiendo del brillo del día, se volvían azules o verdes brillantes. Por otra parte Arcalimo, como descendiente de Indis, tenía el pelo dorado y los ojos siempre azules como el cielo brillando sobre el sol, aun por nacer. También habría que hablar de Hyarion, el nacido joven, aunque ya superaba la centena su cabello había adquirido un brillo plateado al igual que sus ojos, que aunque era normal entre los Teler no dejaba de asombrar a cuantos lo veían.
Pero ocurrió que Alcie se cansaba de las redes, de bordar siempre y de tejer las velas, ella quería navegar como sus hermanos y descubrir las tierras del norte y del sur. Aunque su padre nunca le impidió viajar con él, ella quería hacer algo en lo que fuese buena, ser útil y que se lo reconocieran, fue en una de las posadas del pueblo donde encontró la solución y es a partir de aquí donde empieza la verdadera historia.

A pesar del continuo Atardecer de Aman, los barcos siempre llegaban a la misma hora al puerto y todas las familias y amigos se reunían en las tabernas para conversar, no tanto las mujeres pero siempre había alguna. En un lugar apartado se juntaban siempre los jóvenes para escuchar las historias de los marineros, entre ellos Alcie, Hónen y algunos muchachos más. Fue entonces, cuando un hombre entró a la taberna, con las ropas de trabajo completamente manchadas de sangre.
- ¡Narar! ¿qué te ha ocurrido? ¿Han sido los atunes? Sabes que esos malditos peces te llenan de sangre el barco y después hay que limpiarlo a fondo-. Dijo el tabernero riendo
- ¡Ojala fuese sangre de atún! Por desgracia es la mía-. Se hizo un silencio en la Taberna esperando que el pescador contara la historia-. Ha sido en el arrecife, estaba buscando perlas cuando apareció entre el coral un Lingwilókë-. Todos exclamaron a disgusto
- ¡¡malditas serpientes marinas!! Antes de ayer también lastimaron a mi sobrino-. Dijo otro de los hombres
- Son demasiado rápidas...-. Dijo Narar
- ¡¡o tu demasiado lento!!-. se escuchó entre risotadas pero Narar pareció ignorar el comentario.
- No tenemos suficientes reflejos para ellas, como sigan creciendo no podremos recoger más las perlas del norte. Esperemos que en el sur no se multipliquen.
- Yo podría hacerlo mejor que cualquiera de ellos -. Dijo Alcie a Hònen, pero en ese mismo momento todos estaban callados y su voz se escuchó en toda la taberna.
- Alcie, eres solo una niña. Una serpiente te podría partiros en dos, hay que tener mucha fuerza para luchar con ellas-. Alcie se sonrojó, pero su mente bullía de actividad.
- No necesito fuerza, sino velocidad...-. Dijo y todos la miraron-. No quisiera ofenderte Narar, pero yo soy mas pequeña y delgada que tu... y que la gran mayoría de los aquí presentes-. Se escucharon algunas risillas de las mujeres presentes y los hombres se miraron algo ofendidos-. Puedo nadar con más facilidad y también huir de una serpiente con más rapidez. Con un puñal y una bolsa podría bucear por perlas, si las mujeres quisieran serían las mejores buscadoras.

Muchas mujeres aplaudieron la idea y los hombres no tuvieron más que decir que "eso ya se vería", entre aplausos y murmullos Hyarion miraba a Alcie conversar con otra de las jóvenes, pensó que esa idea era de valientes.

Dos horas más tarde apareció una muchacha con una bolsa llena de perlas, Alcie había tenido razón e incluso había mas que decir. La muchacha (llamada Ettelië) se había dado cuenta que no solo eran más rápidas en velocidad, sino que podía aguantar la respiración más tiempo que los hombres, pudiendo bajar a mayor profundidad. Desde entonces muchas mujeres se lanzaron a las aguas en busca de perlas y corales, pero Alcie seguía en su casa ensimismada en sus pensamientos.

Un día su padre y sus hermanos se marchaban al norte en busca de pesca y Alcie decidió acompañarlos. Durante la salida del puerto y algunas millas más Hyarion hablaba con la Eldar.
- Mira, estamos llegando a los arrecifes...-. Acaso hubo acabado Hyarion la frase cuando Alcie se desprendió de su falda, bajo ella llevaba unos finos pantalones y una camisa hasta el codo. En la cintura le colgaba una bolsa de cuero y un puñal de plata y esmeraldas de los Noldor que Arcalimo le había regalado. Dándole las ropas a Hònen se lanzó a las aguas del arrecife.
- ¡¡se matara!!-. gritó Ëarion y todos estuvieron pendientes de que Alcie apareciera sobre las aguas.
Los segundos pasaban y todos temían que hubiera chocado con una roca. Desesperado Hyarion se comenzó a desvestir
- Voy a por ella, esta tardando mucho...
- ¡¡ahí esta!!-. dijo riendo Hònen y todos miraron al agua, la Eldar les saludaba sonriente.
- ¡¡Maldita niña!! No puede mantenerse quieta, siempre tiene que hacer alguna locura -. Dijo Falmëa volviendo al trabajo entre los aparejos y las risas de los hombres, en cambio Hyarion se puso furioso-.

Al acabar la jornada todos regresaron al puerto, después de descargar la pesca la familia Alquamorë con Hyarion se dirigieron a la casa de este para descansar. Las casas del puerto son todas blancas, aunque diríais que son grises pues siempre están a la sombra de las Pelori. Están decoradas por perlas y muchas por gemas de los Noldor, la de Falmëa tenía en lo alto de la puerta un cisne hecho con perlas negras, muy raras aun en las aguas de los Valar. Mientras Neniel servía la comida, Alcie parecía despistada, cantando y bailando por el jardín interior. Hyarion fue hacia ella y esta corrió a mostrarle todo lo que había encontrado, desde perlas a corales de extrañas formas y colores, pero el rostro serio del Eldar la paró.
- ¡Que estabas pensando cuando te tiraste al arrecife desde el barco!-. la Teler le miró con reproche
- Conozco ese arrecife como las calles de la ciudad, sabia lo que hacia.
- ¡pero podía haberte pasado algo!-. le siguió gritando -. Ha sido de locos tirarse al mar de esa forma, no puede saber en verdad que podría haberte ocurrido.
- ¿Qué hubiera pasado si me ocurre algo? prefieres que pase las largas horas en la orilla, viendo como todos trabajáis y recogéis el fruto de vuestro esfuerzo mientras yo me quedo en la orilla, tejiendo inútiles estandartes o curando vuestras heridas cuando una serpiente os acata.
- ¡¿Aun no te has dado cuenta que solo me preocupo por ti?!-. dijo Hyarion y Alcie lo miró con extraño, Hyarion la mantenía sujeta por el  brazo-. Cuídate más Alcie, aunque solo sea por mi-. Tras darle un beso en la mejilla Hyarion se marchaba del hogar. 

En ese momento toda la sala del fuego, en Rivendell, permanecía en silencio, atentos a las palabras del narrador. Muchas elfas se habían unido y esperaban impacientes.
- ¿qué pasó después?-. dijo una de ellas-. ¿Al final se casaron?-. el elfo sonrió mientras se calentaba las manos en la chimenea
- Pasarían algunos años de noviazgo que Alcie hizo bien en no comentarme, era su vida personal y lo sigue siendo. Pero es cierto que años después se celebro que construirían su Barco de la Unión...
- ¿Barco de que?-. dijo otro y el elfo sonrió de nuevo.
- Perdonad a este cansado elfo, no recordaba que sois Sindar.

"Como ya dije entre los Teler es normal que cada familia tenga, al menos, un barco. Pues los enlaces entre estos eldar se celebran sobre el primer barco de la futura familia. Todos los novios construyen sus barcos con todo el amor de este mundo, serán sus futuras casas flotantes, el medio por el que vivir, su vida en conclusión. Ahí radica en verdadero amor por sus barcos.
Como cualquier pareja Hyarion y Alcie se dedicaron por completo a la construcción del Tuilindo, la golondrina, pero fue a partir de ese momento cuando las cosas comenzaron a torcerse.

Los astilleros estaban situados al norte de la ciudad, para que os guiéis os diré que al sur había una pequeña playa, luego le seguía el gran puerto y al norte otra playa donde en la tierra se construían los hermosos barcos. En ese lugar comenzaron la construcción del Tuilindo. Toda la familia ayudó, trasladando la madera, formando la gran estructura, en especial Hònen. Recordad que el hermano pequeño de Alcie nunca se separaba de ella, más parecían gemelos, pues llegó un momento en que los dos parecían iguales a los ojos de un extraño, solo diferentes en rasgos del rostro y la larga melena de Alcie.
Cuando la estructura se completaba y se alzaban por primera vez los mástiles era costumbre que alguien subiera a lo alto del mas alto mástil, que podía superar los quince pies, para poner el estandarte de los novios. En esa ocasión fue Hònen el que quiso subir hasta la galleta de madera que coronaba el mástil mayor, un tocón de madera en forma de pera ancho por la base y delgado en lo alto que hacía de tope en el palo mayor.

- Hònen, no tienes porque hacerlo-. Dijo Alcie, pero Hònen la abrazó, se ató una bandera con una golondrina en un fondo gris al cuello y se dirigió sonriente al palo principal. En ese momento, cuando Hònen comenzaba a escalar, llegó Arcalimo en un caballo castaño.
- ¡llegas tarde!-. dijo Alcie corriendo hacia él-. Te esperábamos hace mucho tiempo
- lo sé, pero tuve que retrasarme para poder regalarte esto. Es para el Tuilindo-. Dijo enseñándole una gran caja-. Será mejor que la coja Hyarion, es demasiado pesada.- el teler la cogió con curiosidad y al abrirla no tubo mas que sorprenderse, estaba repleta de diamantes transparentes y azules oscuros que brillaban cegándolos.
- Esto ha debido costarte mucho-. Dijo Hyarion
- ¡¡es precioso!!-. reaccionó Alcie
- Si a ambos, no os lo negare. Podéis incrustarlos en el barco y brillara mas que un sillmaril.
- ¿un que...?-. dijo Alcie pero entonces todos lo ahí reunidos (gran parte del puerto) rugieron en aplausos, Hònen había llegado a los más alto y colgaba la bandera.

Fueron unos instantes en los que todos quedaron petrificados, como estatuas saladas entorno al esqueleto del barco cisne. Hònen sonreía colmado de alegría, con un pie en lo ancho de la pera y el otro en el aire, saludaba a las gentes feliz cuando el pie resbaló y se sujetó con ambas manos a la base de la pera, pero redonda, nueva y pulida que era hizo que resbalasen las jóvenes manos cayendo desde quince pies de altura, atravesando el primer suelo del Tuilindo, hundido entre la tierra y la quilla de la nave. Nadie se atrevió a moverse hasta que Neniel corrió hacia el cuerpo de su hijo menor, que yacía con los ojos azules abiertos en un charco de sangre.

Durante días Alcie se encerró en su alcoba, mirando al Tuilindo desde un ventanal que seguía en los astilleros, pero solitario como un fantasma, nadie volvió a poner las manos en aquel barco durante esa edad. La Falmari no comía, no hablaba, no cantaba ni lloraba, parecía un figura que tan solo miraba al mar. Todos quisieron reconfortarla, Hyarion fue el que más sufrió pues aunque intentaba hablarle ella no le respondía. Fue un día, cuando Arcalimo visitaba a la ausente Alcie, cuando el padre de ella decidió que este se la llevara del puerto a las estancias de Nienna. Durante muchas jornadas Arcalimo cabalgó con Alcie hasta llegar al oeste del oeste, cerca de las grandes estancias de Mandos.
Pudo ver como se acercaba a unas tierras de hierva verde gris, con riachuelos y altos sauces llorones. Al llegar le esperaban dos mujeres de rostros blancos y cabellos grises, emitían tal luz que era difícil mirarlas si no era uno de los eldar. Fue al mirar Alcie a las maiar cuando se hechó a llorar desde que Hònen muriera.
- Marcha ahora buen Noldor, Alcie esta a buen cuidado con nosotros.- dijo una de ellas y Arcalimo no tubo mas que obedecer.

Durante mucho tiempo no se supo mucho de la teler y nuevas ocurrieron en toda Aman. Se contaba que Feänor había peleado con sus hermanos, que el brillo de las joyas Sillmaril lo había cegado y los Valar lo condenaron por desenvainar la espada a su propio hermano.
En Alqualondë todo parecía seguir su ritmo tranquilo y pausado, pero todos sabía de la pena de la familia Alquamorë y de Hyarion. Como de costumbre el cuerpo del joven eldar fue entregado al mar donde los espíritus del agua cuidarían de él. Las fiestas fueron menos alegres, pues aunque siempre habían accidentes en los astilleros y los barcos naufragaban, era la primera muerte de un joven de menos de cien años, ni si quiera había llegado a los cincuenta, cuando su destino era el de vivir hasta el fin de los días.

 * * *

Alcie regresó en silencio. Primero fue a saludar a Arcalimo a Tirion, a las casas de joyas, y la alegría fue inmensa, pero Arcalimo notó en ella algo extraño. Era cierto que ya no eran los jóvenes de treinta años (ahora superaban la centuria con creces), pero su sonrisa, aunque no forzada y tan fácil de lograr como cuando era niños, parecía ocultar algo, aun tenía aquellos ojos tristes.
También Hyarion lo notó al llegar al puerto, había ganado en sabiduría y en humildad, había apagado sus penas, pero siempre las tendría con ella, sus ojos ahora siempre grises lo demostraban.
Nada mas llegar parecía que el tiempo había marchado hacia atrás, cambio las ropas de Nienna por los vestidos de lino blanco y cinturones verdes de los Teler, recogió su daga y se fue al puerto, ni si quiera miró al que iba a ser su barco, el esqueleto del Tuilindo que seguía erguido.

El mercado de la plaza mayor, frente al palacio del príncipe Olwë, seguía tan bullicioso como de costumbre. Todas las hermosas razas eldar se reunían, ya no solo para los trueques, sino para conversar sobre las ultimas noticias. Se decía que los valar iban a obligar a Feänor a acudir a lo festejos, después de que lo hubieran desterrado de Tirion, y que su hermano lo liberaría de la condena.

- Fëanor es sabio, no acudirá a los festejos con los Sillmaril-. Dijo Arcalimo sentado junto Falmëa
- Lo comprendo, no expondría yo mi preciada nave a una tormenta-. Dijo el segundo pero Arcalimo lo miró con extraño-. Aunque sigo sin entender esa disputa contra los Valar
- ¿cómo comparas los Sillmaril con los barcos? No sabes lo que dices-. Fue entonces cuando Falmëa lo miró extrañado
- Son igual de preciados para nosotros los barcos que para vosotros las gemas brillantes. Hechos con nuestras manos después de miles de años, joyas de madera blanca y nácar.
- En las minas es peligroso andar, mucha sangre cae por culpa de estas. Ese precio es incomparable. Un barco no tiene mas dificultad...
- Te equivocas de nuevo, también la sangre de los Teler se vierte en nuestros barcos al construirlos y al montarlos. Tu mismo lo viste una vez. En ocasiones no podemos controlar la furia de Ossë y nuestros barcos y sus tripulantes no regresan. ¿crees que esas muertes son menores que las vuestras? Si tan sabios son los Noldor ¿por qué no crean ellos sus propios barcos?-. la pelea cada vez subía más de tono, hasta que por fin apareció el príncipe Olwë caminando entre el mercado, al escuchar la disputa se acercó y todos callaron.
- ¿porqué peleáis cuando sois hermanos? Los Teler y los Noldor siempre han permanecido unidos, no quiero temer que la oscuridad también haya llegado al puerto de los cisnes. Ambas joyas, los Sillmarill y las naves cisne, han sido creadas con nuestras manos, sudor y sangre. Dejar las querellas, pues todos estamos en igualdad.- Olwë los miró con gravedad, como aquel padre que separa a sus hijos en una pelea.
- Eres como un hijo para mi, Arcalimo, pero no deshonres la tierra que estas pisando delante mía, o ya no tendrás mi amor ni el de mi familia.-
Nada dijo Arcalimo, mirando al Teler se levantó y marchó veloz sobre su caballo hacía Tirion.

En ese momento, al sur de Alqualondë, entre el puerto y Eressëa, había un lugar donde más crecían las ostras. En ese lugar había anclada una pequeña barca y dentro un elfo miraba con agobio al fondo del mar. Pasaban los minutos y nada aparecía del agua, cuando al otro lado de la barca apareció un fina mano, que con un pequeño toque hizo volcar la barca. El elfo cayó estrepitosamente y cuando salió a la superficie escuchó una suave risa.
- ¡¿Dónde te habías metido?! Hacia mucho tiempo que no subías
- ¡Hyarion! Siempre igual.- los dos volvieron a colocar la barca en su lugar y completamente empapados se dispusieron a intentar "secar" sus ropas
- Aun me preocupo por ti, Alcie-. Le dijo este con una sonrisa-. ¿qué encontraste que tanto llamó tu atención?-. dijo adivinando los pensamientos de la elfa
- Mira...-. Hyarion extendió su mano y Alcie dejó caer dos bolas negras, Hyarion las fue mirando una a una contra la luz que se reflejaba por Tirion de los Dos Árboles.
- Perlas negras... son muy raras... pero preciosas ¿qué harás con ellas?-. le preguntó curioso
- Pues no lo había pensado. Podría decir a Arcalimo que hiciera unos anillos y las incrustara-. Alcie las devolvió a la bolsa que llevaba colgada del cinto del puñal noldor.
Los dos se quedaron juntos en la barca, mirando el paisaje de la isla solitaria, con el alto faro de Ëarwen brillante y las casas blancas entre los árboles, casi escondidas entre estos. Algo mas a su derecha se veía las altas estancias de Tirion, no tenían el mismo brillo de otros días.
- ¿por qué las luces de Tirion están apagadas?
- Hoy son las fiestas en Valinor. Todos se han marchado para celebrarlo, además de que Fingolfin liberara a Fëanor de la condena impuesta por los Valar.
- ¡ah!-. dijo algo despreocupada Alcie, poco le interesaban las disputas de gentes que jamás había visto. Tan solo a Fingolfin en la unión con la hija del Príncipe Olwë y le vio muy parecido a Arcalimo, serio y altivo, aunque algo había en él que le decía que había mucho en su interior.

Siguieron unos minutos en silencio, mirando hacia el hueco de las montañas, como la luz se reflejaba en el mar, cuando ambos notaron que algo ocurría. No hizo falta que nada se dijeran, con solo mirarse comprendieron que había algo pasaba, podían notar que tras Tirion, camino a Valinor había algo, pero no veían nada. Hyarion levantó la pequeña ancla, y Alcie alzo una pequeña vela y pronto se dirigieron al puerto. De camino a la ciudad ocurrió lo que ningún Eldar de Aman creería, en sus más terribles pesadillas podían ver tal calamidad. Poco a poco la luz de los Dos Árboles fue menguando hasta desaparecer por completo, las sombras de las Pelori se hicieron mas largas hasta que la gran oscuridad cayó sobre ellos. Alcie despertó un grito y se abrazó a Hyarion, temblorosa por lo que estaba sucediendo, pues nunca había vivido en la total oscuridad, pero algo distrajo por unos segundos su atención e Hyarion la comprendió pues él mismo, en Cuivienen, lo presenció. En el cielo ahora negro brillaban miles de estrellas, brillantes como diamantes en un fondo de terciopelo negro. Una exclamación surgió de sus labios, pero volvió ha aparecer el miedo. Un gran ruido, un estruendo, se escuchó en las Pelori. Una bestia tan grande que parte de su cuerpo sobresalía por las montañas, caminaba sobre sus ocho patas llenándolo todo de terror. Los gritos desde Valinor se escuchaban, terroríficos y junto a semejante bestia vieron a Melkor, con el aspecto maligno que tenía en su interior. En sus anos guardaba algo brillante y su rostro reflejaba el dolor. Veloces como el viento cruzaron Ungoliath y Melkor hacia el Heraclaxe, cuando tiempo después, con fuego en los ojos, pasaron raudos Tulkas y Oromë, pero rápidos son los pies del malhechor que escapa de su prisión y a Melkor no pudieron alcanzarlo.

Cuando aquella visión hubo pasado el viento pareció revivir y empujarlos hacia puerto. Al entrar, mientras atracaban, vieron un gran movimiento en la ciudad y fue por la gran cantidad de gente. Extrañados caminaban por el puerto hacia la plaza central. Hacia el norte de dicha plaza estaban los astilleros, donde muchos marineros permanecía serios. Hacia el sur los hogares, donde más gente había y en especial algo que los asombró. Se fijaron que entre los Teler había muchos noldor vestidos de batalla, con grandes espadas en los cintos, escudos largos y brillantes armaduras.
- ¿qué ocurre?-. le preguntó Hyarion a uno de los marinos
- Al parecer a ocurrido una desgracia, cuentan que en los festejos Melkor y Ungoliath han matado a los dos árboles, por eso tenemos esta oscuridad-. Dijo tristemente el eldar-. Los noldor dicen que los Valar no se movieron para defenderse y dejaron escapar al malvado, solo Oromë y Tulkas fueron tras el.
- Ciegos están los noldor si creen que los Valar deben moverse para hacer lo que les plazca-. Dijo Alcie y el marino asintió
- Pero no solo estas son las nuevas. Pues Melkor, veloz, se presento ante Finwë y después de matarle le robo los Sillmarilli.
- Triste muerte, pero no entiendo ¿qué hacen todos los noldor aquí?-. una mueca de disgusto hizo el marinero y los acompañó hasta el interior de una de las casas blancas.
- Al parecer Fëanor se ha vuelto contra los Valar abiertamente, quiere marcharse lejos, a Endor. Solo hay dos caminos para llegar, a través de los hielos mortales del Heraclaxë y cruzando el mar...-. Cuando dijo esto Alcie se agarró al brazo de Hyarion-. Pretenden convencernos para que marchemos con ellos-. Hubo un silencio, pero todos los teler pensaban lo mismo.
- ¿por qué? ¿por qué tenemos que marcharnos? Esta es nuestra tierra, nuestra vida, no quiero ser gobernante de nuevos mundos, no quiero contrariar a los Valar que tanto nos han dado, somos lo que somos porque Ulmö nos cuidó y porque Ossë nos enseñó. No quiero otro señor que el príncipe Olwë y no me equivoco si digo que la casa de Fëanor sería la gobernante.
- Tranquilo Hyarion, el príncipe nunca se dejara convencer. Tienen que entender nuestra postura, nuestra vida esta aquí. Nunca encontraremos mayor paz para nuestros corazones que la costa de Aman. No podemos regalar el trabajo por el que vivimos, a ti te digo Hyarion, si a mi barco le ocurriera algo, yo moriría y antes moriremos los dos que verlo partir de mi lado.

Salieron de nuevo a las calles cuando escucharon un ruido de caballos acercándose y vieron a los mas nobles de la casa de Finwë dirigirse hacia el palacio de Olwë, al oeste de la gran plaza. Sobre hermosos caballos vieron llegar a los siete hijos de Fëanor con el padre a la cabeza. Tenían todos el semblante serio y todos vestían para la batalla. La gente se amontonó en la puerta del palacio del príncipe, fue cuando el corazón de los teler se cerró.
Fëanor salió del palacio de Olwë con el rostro desencajado de furia y mandó a sus hijos que lo acompañaran a las afueras de la ciudad. Los noldor que caminaban entre la gente intentaban convencerles con palabras apresuradas, pero los Teler no entendían .
- ¡¡Venid con nosotros!! Fuera de esta prisión hay un mundo nuevo, tierras por conquistar, caminos nuevos que descubrir-. Dijo un noldor abrazando a los tres teler, que miraban extrañados-. Tan solo nos falta cruzar el mar y el mundo será nuestro.
- ¿nuestro? No lo es amigo, Arda es de Eru y Manwë es su representante en Arda-. Dijo el marinero que les acompañaba y el  noldor lo miró con enfado-. Voy a pedir a Ulmo que se acerque, no quiero quedarme solo en el puerto...-.

- Fue la primera espada desenvainada-. Dijo el elfo en la sala de Rivendell  con los ojos llenos de lágrimas-. Y desgraciadamente no fue la única. He de contaros que la tensión era tal entre los dos pueblos que si alguien osaba tropezar  con otro, ya comenzaba la pelea, lo de Hyarion fue solo la chispa que encendió los corazones y cegó los ojos.
El marino se giró para ir al puerto cuando el noldor desenvainó la espada dispuesto a impedirle llegar hasta el mar, pero Hyarion sujetó su brazo. Los dos peleaban por la espada, Hyarion estaba apunto de conseguir quitársela cuando varios noldor corrieron a auxiliarle. Al fin Hyarion consiguió la espada pero con el tumulto de gente formado alguien le empujó y la espada se clavó por completo en el cuerpo del noldor.
Hyarion soltó la espada como si ardiera y el elfo cayó al suelo. El miró a Alcie, que parecía mas asustada que el mismo y notó como algunos tiraban de él, muchos elfos teler lo arrastraban hacia la ciudad.
Un gran numero de noldor, encabezados por Fëanor, se dispusieron a tomar los barcos. Dispuestos a llevarlos por la fuerza, pero los Teler no se darían por vencidos, formaron una muralla delante del puerto, sobre las naves había cientos de marinos dispuestos ha cualquier cosa por sus naves. Uno de esos cisnes era el de la familia de Alcie, el Alquamorë (el cisne negro). Sobre él, su padre, su hermano y muchos marinos esperaban el ataque con los finos arcos Teler.
- ¡¡Escóndete!! -. Le gritó Hyarion a Alcie-. Voy a ayudar a tu padre, tu escóndete y no salgas hasta que todo haya acabado-.

Hyarion corrió hacia los barcos, esquivando las tropas Noldor y justo cuando Alcie lo vio subir al blanco velero se escuchó un cuerno y miles de elfos desenvainaron sus espadas de oro y plata, comenzó la batalla.
Los Teler no estaban desarmados, tridentes, arpones y dagas lucharon contra las espadas y hachas que blandían sus hermanos. Los noldor atravesaron la plaza del marcado, sin mirar o sin tener en cuenta todo lo que tiraba a su paso, con la mirada puesta sobre las blancas nave. En la cabeza Fëanor sobre un caballo castaño y tras él sus siete hijos. El Caballero Noldor desenvainó la espada y la alzó, los teler esperaban nerviosos el ataque y cuando Fëanor inclinó la hoja cientos de caballos se abalanzaron contra los elfos que protegían el puerto y muchos de ellos murieron aplastados por los grandes Mearas, pero también la respuesta fue dura, pues cientos de arpones volaron y atravesaban las armaduras de los Noldor. La respuesta de los que todos consideraban como simples pescadores fue más dura de lo que imaginaron. Las dagas que abrían las conchas mas duras ahora atravesaban sus yelmos y los tridentes podían acabar con varios de ellos de una vez, la voluntad de los Noldor se resquebrajaba con los caídos en la batalla. Las piedras blancas de la ciudad se llenaron de gotas de sangre como estrellas rojizas. Esa fue la primera vez que los noldor se tuvieron que replegar, pero no estaban dispuestos a perder la oportunidad de dejar Aman.
Los soldados de a pie se juntaron y con los escudos formaron caparazones donde las flechas delgadas rebotaban, tras ellos los arqueros noldor, con flechas de tres pies apuntando a los elfos para no dañar los barcos. Aquel ataque parecía ser el decisivo, las espada sobresalían por los escudos y los teler apenas si podían defenderse. En ese momento Alcie se encontraba al sur de la pelea, en las casas, con todas las mujeres. Muchas de sus compañeras lloraban por sus compañeros muertos mientras otras, las más jóvenes, recogían sus dagas de perlas y corrían en ayuda de los marineros. Los muertos de ambos bandos se comenzaban a amontonar en los rincones de las casas.

- ¡mi señor! Tenemos que distraer su atención. Pronto estaremos atrapados entre el palacio de Olwe al este y los marinos del puesto al oeste -. Dijo un Noldor
- No hay salvación ya. Prender fuego a los astilleros que más cerca estén del puerto-. Dijo el príncipe Fëanor y desde los hogares blancos Alcie y las mujeres y el resto de los Teler vieron volar por el aire dos grandes flechas como antorchas, clavándose al final en una estructura blanca que en su alto mástil portaba una bandera con una golondrina o Tuilindo
- ¡¡¡No!!!-. ambos gritaron lo mismo, Hyarion desde el barco Alquamorë y Alcie en las casas del pueblo, tan grande fue el golpe que las mujeres tuvieron que recogerla del suelo, aunque abandonado siempre se conservó la esperanza de que un día fuera el hermoso barco que iba a ser.

Todos los teler maldijeron aquella temible y magnifica idea. El incendio estaba tan cerca del puerto que podría llegar a quemar los barcos mas cercanos a él, cientos de Teler corrieron a apagar el desastre y aunque consiguieron salvar las grandes naves, las pequeñas embarcaciones de los niños que se guardaban en los astilleros flotaban como velas en el mar. Fue el momento elegido para el segundo asalto de los Noldor, con todas sus fuerzas corrieron hacia los pocos teler que ahora protegían el puerto, pero tampoco esperaban la rabia de los Teler. Desesperados atacaron con más ira, lanzándoles las fuertes redes que ningún animal puede romper, ni las grandes espadas de lo noldor, dejándolos atrapados y vulnerables.
Alcie miraba ahora con furia e ira a los Noldor mientras estos estaan abalanzándose hacia sus naves, el Tuilindo brillaba como una gran estrella y con firmeza miró a las mujeres.
- Nada nos queda ya, por nuestros maridos, por nuestros amigos y por nuestros cisnes ¡¡¡Kuive falmar earo!!! (Despertar Olas del mar)-. Gritó y todas las mujeres, jóvenes y viejas, se abalanzaron hacia las tropas Noldor al mismo grito. Como si el mar las hubiese escuchado unas pequeñas olas comenzaron a moverse y poco a poco fueron en aumento, se preparaba una tormenta.

De nuevo los Noldor se retrasaron y giraron al norte, atrapados entre el fuego al norte, los pescadores al oeste y las mujeres al sur. Pero casi fue su perdición cuando las puertas del palacio de Olwë se abrieron y de ellas apareció la guardia del príncipe de los cisnes, cientos de caballeros de verde y blanco con espadas relucientes, los únicos armados para la batalla de toda la ciudad, con largas espadas blancas y en la otra mano afilados tridentes de mithril y otros metales más fuertes, otros llevaban escudos de nácar y redes de plata. Los yelmos eran cisnes y las ropas blancas y verdes, todos con los cabellos plateados y los ojos claros como el hielo. Poco faltó para que los Noldor perecieran, atrapados en las manos de aquellos que ellos mismos había enseñado a luchar,  cuando en la batalla se escuchó un claro cuerno que cantaba brillante y al galope entraron miles de caballos, sobre ellos otros tantos caballeros de doradas cabelleras. Las huestes de Fingolfin y Finarfin iban en ayuda de Fëanor y arrasaron con todo aquel que intentaba oponerles. Contra aquella gran fuerza, tres veces mayor que la de Fëanor, nadie tubo esperanza, pero aún así lucharon por salvar los barcos.
Alcie corría por las calles que conocía como la madera de su barco con su puñal en mano y acompañada por las mujeres, cuando unos trescientos hombres las desarmaron y encerraron en las casas. Con lanzas atrancaron puertas y ventanas, dejando guardias para que ellas no volvieran a sorprenderles. Ahora no se trataba de huir, si no que los hijos de Indis trataban de matar a aquellos que habían matado a las gentes de su hermano. Luchando por abrir una de las puertas, Alcie alcanzaba a escuchar el ruido de la batalla, los hierro chocando y gritos de dolor, cuando una vocecilla le sorprendió.
- ¿Ammé? Ammé ¿estas aquí?-. era una de las niñas del pueblo que había pasado inadvertida para la batalla
- ¡Selda! Rápido, ábrenos la puerta.
- ¿Alcie? No puedo, hay una barra de hierro cruzando la puerta. 
- Selda, tienes que romper la madera, lo suficiente para que podamos salir. ¡¡Rápido!! Busca cualquier cosa para salir de aquí.-

Durante unos minutos que parecieron horas, todas las mujeres esperaron a la niña. Después creyeron que ya no vendría, que algún soldado habría dado con ella, cuando se escuchó unos golpes en la puerta. Al tiempo se hizo un brecha suficiente para que la niña pudiese mirar.
- ¡¡Alcie!! Cogí un hacha, creo que puedo pasarla por el agujero-. El hacha pasó y Alcie la cogió con miedo, estaba cubierta de sangre.
- Déjame a mi, yo soy la mas fuerte-. Dijo otra joven elfa de su edad con una forzada sonrisa.
- Ettelië-. Le dijo sonriendo, no conocía nadie mas valiente que la joven que ahora limpiaba con su vestido el mango del hacha, manchada de sangre fresca.

La elfa golpeó la madera con todas sus fuerzas hasta que después de intentos la hizo saltar por los aires y todas huyeron de aquel lugar. Muchas fueron al puerto, otras hacia el palacio de Olwe en busca de cobijo, con las primeras fue Alcie. La niña que les había ayudado buscaba a su madre, pero al no encontrarla decidió seguir a Alcie hasta el puerto. Desde la última casa se podía ver todo el puerto sin problemas y Alcie respiró más tranquila cuando vio que su padre, hermano e Hyarion seguían sobre el Alquamorë, no a salvo pero si al menos con vida. Los Noldor ya comenzaban a tomar las naves y los marinos, antes de ceder, pretendían hundir sus propios barcos, para que no lo consiguieran los Noldor mataban con lluvias de flechas a todo Teler que permaneciera sobre ellos.
Alcie escuchó como un grupo de soldados, una decena aproximadamente, pasaban por delante de ella hacia el puerto. Cuando ya le daban la espalda la niña, que estaba oculta tras Alcie, vio a lo lejos una amada persona-
- ¡¡¡Ammé!!!-. gritó y corrió hacia ella chocando contra las piernas de los soldados Noldor.

El primero de ellos se asustó del choque y desenvainó, la niña gritó asustada llamando la atención de su ammé (mama) pero el soldado frenó el ataque al ver que tan solo era una niña. Durante unos instantes el soldado y la niña parecían de piedra, mas no así la madre que veloz se dirigió hacia ellos blandiendo un tridente. Todo sucedió tan deprisa que Alcie apenas pudo respirar, el ataque de la madre iba hacia el soldado pero otro de ellos fue más rápido que la elfa y con un ágil movimiento de su espada le cortó desde la cintura hasta las costillas. La mujer, calló al suelo y la niña corrió a sus brazos, pero ya había muerto.
Demasiado aguantó Alcie en la casa, ante sus ojos veía de fondo el fuego, los pescadores luchando y muriendo, cientos de cadáveres flotando en el agua y ante sus ojos una mas que injusta muerte. Agarró con firmeza el cuchillo y mirando por ultima vez a su familia, a lo lejos, corrió hacia los soldados, pero algo la hizo despistarse. Una lluvia de flechas y dos cuerpos cayendo al agitado mar, eran su padre y su hermano. Tras ellos, con una daga en el pecho, se desplomaba Hyarion. Aquel momento de debilidad fue aprovechado por el soldado que antes matara a la otra mujer.
Al principio no notó nada, solo un extraño silencio roto por un gritó "¡¡No!!". Ante sus ojos otro soldado, el que se sorprendió por la niña, empujó al soldado lanzándolo al agua, Ossë haría el resto.
- ¡¡Señor!!-. dijeron el resto
- ¡¡¡Atreveos tan solo a mirarla y esta vez no dudaré en mataros!!! ¡¡Marchaos, esta guerra ya no tiene sentido para mi!!-. dijo el soldado y los noldor se marcharon confusos-. Alcie...-. Dijo cogiendola de la mano, esta le miró
- Arcalimo...-. Dijo, pero pronto pareció que esta ya no respiraba.

Asustado la levantó en brazos y corrió en busca de ayuda. La batalla parecía haber acabado, los barcos huían del puerto y muchos soldados se alejaban al norte hasta que la ciudad pareció quedar bacía en una triste soledad. El mar se volvió bravo, las trompetas del mar sonaron y Uinen lloro por los marineros muertos. 

- ¿La Dama Alcie murió?-. preguntó uno de los elfos que estaban en Rivendell, en la ahora silenciosa Sala del Fuego.
- No murió, pero apunto estuvo. Su alma viajó y casi la abandona, pero en ella brilla un gran fuego que no puede apagarse. Sigue con vida, al menos desde la ultima vez que la pude ver.
- ¿y que fue de Arcalimo?-. el elfo que narraba la historia cogió aire y continuó hablando
- Como miles de noldor, se quedó en Tirion. Durante muchos años élficos se dedicó a reconstruir el puerto de los cisnes, pagando la deuda por el daño hecho.
- Mi señor Hîrbein. Dijisteis que Alcie quiso hacer unos anillos con perlas engarzadas. En vuestra mano hay uno ¿No será el mismo?-. el elfo la miró sorprendido y después miro aquel fino anillo que llevaba en su mano.
- Mi dama, esta perla es blanca y no negra, como las perlas de Alcie. Cierto es que fue un regalo de los Teler, pero esta es otra lejana historia para otra noche.



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