Los secretos del jardín

01 de Junio de 2004, a las 00:00 - Melîreth
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Capítulo I Viajando

Ese día como todos los sábados, mi mamá me pidió que regara su jardín. Me encontraba especialmente renuente ya que hacia frío y viento. Pero no me quedó más remedio que cumplir con mi tarea de los fines de semana. Tomé la manguera, no habían pasado más de veinte minutos cuando la palmera, gracias al viento, dejó caer un coco que fue a dar justo en mi cabeza. Sentí un inmenso dolor y me desvanecí.

Cuando abrí los ojos, este chico acariciaba mi cabello con una dulzura extrema y sus ojos celestes me incitaban a relajarme y algo más. Me cantó en su idioma y pronto comprendí que lo entendía, me senté recargada en él, se estaba tan bien allí.

-Ireth, debéis estar tranquila. Un golpe de orco no es fácil de asimilar y menos para una señorita-dijo Legolas.

Lo miré y me sorprendí de ver que sus palabras no me eran extrañas. Lo abracé para saberlo real y así fue. Lo sentí, sus músculos, su olor, su largo cabello rozando mis manos.

-Ya, querida mía. Estáis a salvo-dijo Legolas.

Entonces pude ver mis ropas. Telas de gasa en colores vaporosos me envolvían, además un cinturón tejido en malta (oro) con piedras preciosas que representaban hojas.

-¡Ah! símen (aquí) estaban. Hemos muerto a casi todos los orcos. ¿Ella está bien?-dijo Aragorn.

Le observé sin poder articular respuesta. Esa melena oscura que enmarcaba su rostro, lo hacia hermoso; su piel ligeramente morena le daba otro brillo a esos celestes ojos de rey.

-Mejor sí (ahora), Aragorn-contestó mi rubio enfermero con alguna molestia.
-Legolas, deberíamos sacarla de sinomë (este lugar), llevarla a Bosque Negro-dijo el dúnadan.
-Eso es imposible, nunca llegaríamos a tiempo al final de nuestro viaje. Debéis estar en Gondor a más tardar en neldë (tres) días-contestó Legolas.
-Tenéis razón, pero esta empresa no es fácil para Ireth y..., no quiero que esté símen (aquí)-dijo irritado Aragorn.
-Bien, dejemos que sea ella quien decida- concretó Legolas.

Fijé mi vista en uno primero y en el otro después, mi condición no era peor que la de ellos y, yo era una guerrera.

-Partiré con vosotros en este mismo momento, si así lo disponéis Aragorn hijo de Arathorn-dije.

Legolas me miró perplejo  pero a la vez aliviado, me ayudó a ponerme en pie. Caminamos hacia el claro del bosque, a reunirnos con el resto de la compañía. Legolas tomaba mi mano y Aragorn nos acompañaba mirándonos de reojo. Se sentía una extraña tensión; pero no era por el viaje, era otra la sensación.

Los elfos, Legolas y yo, decidimos comer apartados del resto. Trepamos a un árbol y nos dispusimos a comer un poco de lembas.

-No debiste ir tras ese orco sin la ayuda de Aragorn o mía-dijo Legolas.
-¿Me creéis inútil?-pregunté.
-No es eso y lo sabéis, pero sois nuestra..., mi responsabilidad-dijo Legolas.
-¿Por qué os noto molesto con el dúnadan?-le pregunté.
-¡Te equivocáis!-gritó él.
-No me equivoco y vos no sabéis mentir-dije pausadamente.
-Lo sé, pero no creo que sea el momento...-dijo Legolas.

Lo miré a los ojos exigiéndole una respuesta.

-Ireth, yo... Hace vidas que os conozco, aprendimos a llevar el carcaj juntos...-dijo con calma Legolas.

En ese momento me tomó de la mano y el dúnadan apareció entre las ramas.

-Con esas capas se me dificulta encontraros- dijo Aragorn.
-No estábamos escondiéndonos- contesté irritada.
-No he dicho eso mi lady-dijo Aragorn.

Legolas soltó mi mano.

-Quizá el señor de Gondor tiene algo que deciros a solas-dijo molesto Legolas.

Bajó del árbol con la agilidad que le caracteriza, el dúnadan me miró profundamente, se acercó a mí y...



Capítulo II Confesiones

Aragorn me preguntó:

-¿Por qué Legolas se ha ido así?
-No lo sé, señor-contesté.
-Bueno, no tiene importancia-dijo Aragorn.
-¿Queréis decirme algo, su alteza?-pregunté.
-En realidad...-dijo el dúnadan.

En ese momento me detuve en un punto a lo lejos del camino. Bajé del árbol y ya en el suelo le grité al dúnadan.

-¡Debemos partir, no esperemos más! ¡Hay peligro!-grité.

Partimos en ese momento, Legolas iba tras de mí y Aragorn unos pasos al frente. La verdad  estaba cansada de esa situación de no entender nada o de hacerme la desentendida. Tomé una decisión en ese momento, pasaría de ambos y así dejaría de partirme la cabeza y el corazón en dos. El camino se hacía pesado, pero los caballos necesitaban descansar, si los montábamos, más adelante no nos servirían para el viaje. Legolas caminaba ágil, algunas veces dejándonos un poco atrás. Yo seguía al pendiente de las miradas entre ellos y yo parecía ser el trofeo a ese juego que disputaban. No descansamos esa noche, el camino era largo y pedregoso, veíamos el bosque ensancharse en el horizonte. Pronto veríamos a Galadriel. Recuerdo a Legolas buscando mi mirada y yo mirando un poco más allá, hacia mucho que no teníamos ningún peligro y era extraño.

-Venid, hablemos de una vez-dijo Legolas.
-No quiero-contesté.

Se sorprendió de la respuesta.

-¡Claro! Debí  entenderlo antes, él ha hablado con vos y sí (ahora), no dejaréis que te diga lo que debí deciros hace tanto-dijo Legolas.
-Estáis equivocado, como siempre-dije.
-No lo estoy, pero está será vuestra ultima oportunidad. Decidiros, hablar sí (ahora), o nunca-dijo secamente Legolas.

Legolas sabía cuanto yo odiaba los ultimátums pero se atrevió a hacerlo y mi respuesta sería la más dolorosa en muchos días.

-Entonces, melda (querido) elfo obstinado, no hablaré con vos, aunque nunca más lo haga-dije con dolor.
-Perfecto, no puedo ahya (cambiar) vuestra decisión, te amo y no me habéis dejado decirlo como he querido- dijo enojado y se marchó.

Ahora sí, la había hecho. Sabía que lo que Legolas quería decirme, cambiaría nuestras vidas y también sabía que de dejarlo hablar un poco más, la empresa habría sido más difícil. Aunque sabía exactamente que se traía entre manos el elfo obstinado. Me senté a esperar el alba, cavilando sobre la noche anterior, rebobinando las imágenes de Aragorn y Legolas en la cena, sin hablarse. Ahora entendía, Aragorn, según el elfo, sentía lo mismo que él o algo muy parecido, pero ¡él estaba comprometido con Arwen! Yo no quería causar una enemistad entre ellos, y sabía bien que era por mí, pues ambos se sentían responsables. Decidí entonces que lo mejor era volver a Rivendel, yo quería ir a la guerra, pero la guerra que mi mente estaba librando era mucho mayor y necesitaba el consejo de Elrond.

Tomé a Brisa sin hacer ruido, di media vuelta y partí hacia Rivendel, mandé mensajes de que estaba en camino y uno a Galadriel, para que no os preocuparan por mí. Partí a prisa, mi caballo era rápido y entre más lejos de ellos estuviera, menos intentarían ir tras de mí. Los miré por última vez, no pudiendo saber a cual quería más. Aventé un beso al aire y marché. Confieso que lloré, al cantar esa canción; ya los extrañaba y aún no hacía un día que les había dejado, pero extrañaba más a mi amigo de siempre, a mi cómplice y compañero. Galadriel, con el viento me envió el mensaje, ellos habían llegado, por lo menos estaban bien... Yo, pronto estaría en Rivendel. Pero a pesar del mensaje de Galadriel, algo en ello no me dejaba tranquila, seguí mi marcha.

-¿Está símen (aquí)?-preguntó Legolas.
-Tranquilo, Legolas, no, ella no está aquí- le dijo Galadriel.
-¿Y dónde está?- preguntó Aragorn
-Les pido que os tranquilicéis, Ireth ha vuelto a Rivendel-dijo la reina.
-¿A Rivendel?- dijeron los dos a coro.
-Debéis estar tranquilos y descansar, ella estará bien-concluyó la tári (reina) elfa.

Cuando estuvieron a solas Legolas y Aragorn, hablaron.

-¿Qué le habéis dicho, Legolas?-preguntó Aragorn.
-¿Yo? ¿No has sido vos?-preguntó a su vez Legolas.
-Vos sois el último que habló con ella-dijo Aragorn.
-Y era lógico, vos lo hiciste, sin pensar en Arwen-dijo Legolas.
-Vos  no sabéis nada, nunca le haría daño a Arwen-contestó el dúnadan.
-¿Entonces?-quiso saber Legolas.
-Entonces elfo tonto, quería decirle que la quiero...-dijo Aragorn.
-¡Ahí está!-dijo Legolas.
-Espera, eso pasa, que sois muy apresurado. La quiero como a una hermana, iba a pedirle que sea madrina en mi boda-dijo Aragorn.
 
¡Plaff! Legolas casi cae desmayado, había hecho toda una historia que era de lo más equivocada y ahora se sentía responsable por obligarme a ir, seguramente con un cargo de conciencia terrible.

-¡Oh! Aragorn, he cometido una estupidez- dijo en un sollozo.
-Bueno, tenéis que arreglarlo como sea-dijo Aragorn.
-Pero no puedo volver, lo sabéis. Debo ir con vosotros-se quejó Legolas.
-Está bien, pero una vez, recuperado Gondor, tenéis que buscarle y contarle todo, de mi parte ya me encargaré-dijo Aragorn.

Descansaron esa noche, siendo amigos de vuelta, pero yo no lo sabía y el alma se me partía en dos, a pesar de saber que no estaba enamorada de Aragorn, me preocupaban las cosas que Legolas había insinuado... 



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