Elligänth

23 de Enero de 2005, a las 22:07 - Elligänth Glíenel
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- Hermosa te ves a la luz de la Luna, y hermosa serás a la luz de las velas, acompañadme al castillo, Dama mía, que una palabra quiero deciros.  Elligänth retrocedió unos pasos. - No creo que sea una buena idea, amigo mío. Si hemos de conversar, que sea en la libertad de la noche, bajo la mirada de la Luna, y no en el frío de la piedra, bajo la mirada del techo gris. ¿Qué es lo que me ibais a decir?. Faramir bajó la mirada. Una sonrisa le asomó al rostro. - Lo que os voy a decir, ya lo debeis de saber, puesto que yo jamás he sido muy cauteloso con mis sentimientos, ni menos con mis palabras. Es algo que todos notan y comentan.  Faramir se acerco a Elligänth, y con las manos temblorosas por la emoción contenida, la tomó de las manos. Antes de que Faramir pudiese hablar, Elligänth se volteó, con una expresión de molestia en el rostro. - ¡No lo digáis, os lo pido! Pues si lo haces, los artilugios del Enemigo estarán cumplidos, ya que Sauron es quien origina esos sucesos en los corazones de los Hombres.¡No hagas que los deseos del Enemigo se vuelvan realidad!. Bastante a maquinado ya en mi destino en despojarme al gran amor de mi vida, Boromir. No quiero que ahora me aleje de mi amigo, Vos, que sois más como mi hermano. Pues si he de amaros, siempre sera como a mi hermano.  Faramir se alejo unos pasos, y la tristeza le embargó el corazón. Repentinamente, se volteó hacia las murallas blancas, que se veían ahora alegremente iluminadas por el fuego danzante y las sombras graciosas de las gentes de Gondor, que celebraban con alegría la boda de los primos del Senescal. Sin embargo, pese a la jovialidad del pueblo, Faramir lloraba en lo alto del jardín principal, consternado, tratando de sobrellevar las palabras de Elligänth. De pronto, volvió a hablar, pero ahora con una expresión seca en el rostro, y los ojos grises como metal brillante de espada . - Me duele el saber que penséis que mis sentimientos son obras del Enemigo - dijo - Si en mi corazón crece el amor y la pasión,  es obra de vuestra belleza y sabiduría. A mi opinión el único sentimiento que Sauron no puede dominar, es el amor. Y mi amor hacia Vos, es amor de verdad, ya que gracias a vuestra armonía, he podido sonreír de nuevo, pese a la ausencia de mi Hermano.  Faramir calló de pronto, como si estuviera recordando algo lejano. De pronto su rostro se conmovió con una amargura total.

- Lo único de lo que puedo culpar al Enemigo, es que por las extrañas artimañas del cruel destino, Vos seas la mujer de mi difunto hermano, lo que hace que mi corazón se sienta agobiado por amaros. ¿No os dais cuenta, de que es lo único que bloquea vuestra mente?, aquel sentimiento de culpa . ¡Miradme a los ojos, Elligänth, y decidme si no tengo la razón! Yo os amo, os amo, y podría repetirlo y gritarlo así  por toda la eternidad, si solo Vos también me amaras. Elligänth se alejo de Faramir. Hubo un largo silencio. Faramir fue quién  retomó la conversación. - Me amáis, lo sé. Pero os cuesta reconocerlo. Os  amo, Elligänth, y no creo que nadie antes haya amado de esta manera tan triste y apasionada, como amo yo. Pensadlo. Faramir se cubrió con el raído manto verde, y ya se disponía a bajar por la escaleras, cuando oyó la voz de Elligänth. - Lo creo, Faramir. Pero nadie jamás tendrá la amargura que yo tengo en el pecho. Pues el primer y el último hombre que ame, el único, me fue despojado de una manera trágica.  Faramir volvió hasta donde había estado antes, y contempló a Elligänth, absorto y melancólico por el amor que le tenía. - Es ahí, donde Sauron opera, Faramir, porque no cabe duda que en mi pecho ya no hay cabida para el amor, ya que al enterrar a Boromir, también fueron sepultados mis recuerdos, alegrías, mi espíritu, y mi alma. Es por eso, que yo jamás, os podré amar. Y ahora, Capitán de Gondor, le doy mis disculpas, y me retiro. Námarië!, y que la luz de las estrellas de Varda, os despeje la mente de las negras nubes de duda .Elligänth hizo una pequeña reverencia al estilo élfico, y envolviendosé en un capa roja como la sangre, se dispuso a partir. Faramir observó como la silueta de la Dama se iba empequeñeciendo a manera que se alejaba, y un escalofrío le subió a la espalda. - ¡Maldigo a el destino!, Pero no me daré por vencido solo por unas frías palabras. ¡La amo!. Y diciendo estas palabras al aire frío de Invierno y al humo dulce de las fogatas, dió media vuelta y se fue.

 Al otro día, unas nubes grises, con destellos de plata y de oro, cubrían todo el cielo, como si el gran manto de la propia Elbereth envolviera toda la bóveda celeste.

Faramir estaba paseando en el jardín de la torre de Ecthelion, como era su costumbre, cuando un guardia real que tenía en su yelmo unas alas blanquecinas, le llamó: - ¡Capitán Faramir Ithil! , ¡El Señor Denethor quiere verlo! - ¿Sabes para que quiere verme ?- preguntó Faramir un poco tenso -. - No lo dijo, su señoría. Pero al parecer es muy urgente. Faramir se apresuro y fue hacia donde su padre, el cual se encontraba ahora en las habitaciones superiores. Y ahí es donde encontró a su Padre, todo vestido de negro, encorvado por los años, y las muchas aflicciones en su vida. Al ver Denethor a su hijo, un gesto de un malgusto eminente se le dibujó en el rostro, marcando las arrugas provocadas por dolores de antaño, y con una voz fría y seca, llamó a su hijo.

- ¡Faramir! Os he aclamado todo el día , y ahora recién te a dignas a aparecer. Necesito mostrarte algo que es muy importante. Sígueme. Denethor condujo a Faramir  por una de las entradas secretas hacia el Palacio de la Torre. Estaba cubierta por la hierba trepadora, lo cual oscurecía el trayecto. Al final llegaron a una pequeña salita, modestamente adornada con unas rosas silvestres, y en el fondo de la sala , había un pequeño diván de color azabache, en donde dormitaba una doncella de piel blanquísima, envuelta en doradas vestimentas. Faramir sonrió, puesto que la mujer que dormía en ese diván no era otra que la bella Elligänth . - Es realmente hermosa y elegante - acotó Denethor con una sonrisa torva, al ver el rostro de su hijo - Sin considerar lo sabia y docta que es. Es la mujer perfecta. Faramir solo asintió embobado. La belleza de Elligänth lo tenía envuelto en un mundo dulce e irreal. - Lamentablemente, su único defecto, es el  más grave. Faramir miró a su padre extrañado.- Ella es perfecta. No tiene error alguno puesto que Eru puso todo su poder al darle la vida. Su alma no tiene maldad , es totalmente pura.

 - Faramir, - dijo Denethor - Elligänth nunca más podrá volver a amar. Si te he traído hasta este lugar, es para que abras los ojos de una vez por todas y te des cuenta de que tu amor no es correspondido, y así dejes de perder el tiempo. Faramir miró a su padre con agudeza. - Te equivocas Padre mío, ya que mi amor por ella es correspondido, puesto que me ama , y si no lo comenta es por acción de casta cautela. Denethor movió la cabeza, y con un gesto de su mano, indicó el lecho de Elligänth . - Acércate a su lecho de profundo y armonioso sueño, y acurrúcate junto a ella. Compruébalo tu mismo. Faramir preocupado, se acerco a Elligänth, y se tendió junto a ella. Mientras contemplaba la belleza de la dama, sintió unas ganas enormes de besarla. Se inclinó entonces, y la besó en el blanco rostro, cuando vió que los labios de Elligänth se movieron, y dijeron una sola frase : - Yo también te amo, Boromir. Faramir se alejó rápidamente, consternado. La mente de Elligänth no le pertenecía como el lo creía. Le pertenecía a un solo hombre, su hermano. - No puede ser, padre mío. - dijo Faramir con un grito -  Yo estaba seguro de que me amaba. Denethor , molesto, caminaba de aquí para allá por la pieza. - Si ella te amara, solo sería por que tu le recuerdas a Boromir, ya que eres la imagen viva de este. Tienes los mismos ojos, el mismo cabello, el mismo bello rostro, el mismo cuerpo ; pero nunca tendrás la valentía, ni la fuerza de Boromir. Nunca tendrás la astucia, y jamás la estrategia vendrá a tu mente. Pues de eso es de lo que se enamoró Elligänth, de un guerrero, no de un poeta, lento y asustadizo como tu. Ella lo que quería era sentirse protegida, resguardada. Pero tu solo le ofreces palabras dulces, dignas de un trovador, no de un noble y majestuoso hijo de la casta de los Senescales. Convéncete de una vez, esta mujer no te ama, solo te aprecia. Mejor dedícate a planear sobre el futuro de tu patria. Faramir volteo indignado. Unas lágrimas ardientes le corrían por el rostro. Lanzó su última mirada a Elligänth, y luego se volvió de espaldas, y con una voz seca murmuró algo entre dientes. - Si quieres arremeter contra mi,- inquirió Denethor -, hazlo en voz alta. - Pues bien. Así lo haré, - respondió Faramir -  aunque luego tenga que arrepentirme de mis palabras. Siempre haces lo mismo, Padre. Siempre me disminuyes, ante todos y frente todos. Siempre comparándome, siempre. Nunca te he oído decir “Mi hijo Faramir es bueno en esto, o en esto otro”. Nunca he sentido la sensación de que yo valgo. Yo soy el chivo expiatorio de todos, pero el hijo de ninguno, pues para ti, siempre a sido Boromir ; Boromir el valiente, Boromir el audaz, Boromir es todo un noble, Boromir, Boromir esto, Boromir aquello. Y aún después de muerto, sigo siendo opacado por sus logros. ¿Y mis logros, qué ?. Nunca  has reconocido logro alguno mío. Nunca me has entregado afecto, nunca. Para mi, Boromir era mi padre. El fue el único que preocupó de mi todo el tiempo. El fue quien me enseñó a luchar con espada, a montar a caballo y a ser galante con las damas. Tu siempre estuviste lejos. Y diciendo esto, Faramir se retiró presurosamente, con lágrimas en los ojos y rabia en el corazón, y el manto negro le envolvía como sombra de muerte. Y esa misma ira, fue lo que llevo a errar durante días a Faramir , en lugares donde antes ningún mortal había estado, puesto que al perder el amor por Elligänth, perdió el amor por su propia vida. Y así fue como en un día después de muchos, Elligänth subió al último piso de la torre de Ecthelion, y una vez allí, comenzó a cantar una canción, cuya melodía podía oír solo Faramir. Y éste, atraído por aquella dulce voz en la mente, regresó a casa, con una triste agonía en el corazón. Y cuando ya estuvo de vuelta , lo primero que vió fue una figura blanca, brillante en lo más alto de la torre de sus antepasados, y entonces supo que en su corazón que aún amaba a Elligänth, ya que ella había sido quien la había llamado de vuelta al hogar, con la voz dulce de trompetas matutinas, acompasadas de cansados pies, y limpios recuerdos. Y volando veloz como un ave, llegó al último piso de la torre, y allí estaba Elligänth, con los  ojos grises nublados por las lágrimas de angustia.

- Me has llamado, y he vuelto, Dama de los Errantes. Faramir se hincó de rodilla, y  tomándole la mano a Elligänth, se la beso. Elligänth solo asintió con el rostro serio y pálido, mojado por el rocío matutino. - Has vuelto, bien decís, y yo fui quién os llamó en los cantos de la naturaleza por vuestro nombre. Y si lo hice fue porque la angustia me mataba, y por la gran incertidumbre que sembrasteis en todo el pueblo, y entre vuestros  soldados.    - ¿Sentisteis pena por mí, Elligänth ?¿Acaso aquel duro caparazón se rompió ? .- No Faramir, lo que sentí fue la pérdida cruel y dolorosa de un ser muy amado, el último que queda en estas tierras de muros blancos. Te quiero Faramir, pero no te amo. Ahora disculpadme. Ya he cumplido con la misión de traerte de vuelta, y estoy muy agotada, pues me he mantenido en vigilia ya desde hace dos días. Elligänth ya entraba al helado umbral de piedra del pórtico, tallado con la singular figura de un ave marina, cuando Faramir le tomó el brazo y la atrajo a si. - Decís que ya cumpliste con tu misión, ¿Acaso no puedes cumplir con mi pasión ?. Elligänth quedó plasmada, y antes que pudiera contestar algo, Faramir puso su mano en su rostro. - Tan bella, tan tersa, pero tan fría como el  invierno. ¿Es así como pagáis a mi deseo y mi amor ?.- Pues si he de ser invierno, que la nieve de mi cuerpo os congele el espíritu y el alma, para que ese amor se disuelva . Dijo Elligänth bastante molesta, con las mejillas enborladas de rosa. Y Faramir, rodeándola con ambos brazos, le susurró de cerca : - Pues si tu has de ser nieve, que mis manos y mi pecho ardan en fuego, para así derretir los hielos que cubren tu corazón y sus sentimientos. Y diciendole esto, la beso en los labios, en lo alto de la torre, a la vista de muchos ojos, algunos buenos, otros no. Rápidamente, Elligänth se despojó de los brazos del enamorado, y llorando, bajó veloz las escaleras, como nunca había hecho, llegando al primer piso del palacio, ocultándose en las sombras mortecinas del camino a las Tumbas. Hasta allí la siguió Faramir, quien no paraba de lamentar lo estúpido que había sido. Y allí encontró a Elligänth, sentada en la fría piedra de las escaleras que daban el paso a la calle de los Lamentos, lugar donde reposaban los muertos, bajo pesadas losas talladas con la figura del difunto. - ¿Que hacéis aquí , Dama mía ? Este es el paseo que solo dan los muertos, o los que quieren estarlo. - ¿Acaso venisteis para seguirme molestando y humillándome ?, déjame a solas, en el camino que pronto seguiré. Faramir se alarmó. - Yo nunca he querido molestarla, ni menos humillarla, yo solo la he amado. Reconozco que fui imprudente al besarla, eso lo se, pero es que ya no podía seguir reteniendo mi amor por vosotros en mi pecho. Elligänth lo miro con compasión. - Os comprendo. Faramir sonrió, y acercándose a ella, le tomó las manos, y se dió cuenta del verdadero pesar que está llevaba en el corazón. - Ya lo he decidido, Faramir. Me iré de aquí.  Me iré a el lugar desde donde vine, y allí, dormiré el último sueño, ya que yo no soy inmortal como los Elfos.

- ¿Pero porqué ? - le preguntó preocupado Faramir - Aquí tenéis tu hogar, Dama mía, aquí es donde os conocí, y aquí es donde me enamoré de vos, no os valláis, os lo pido.

- Es por eso que me voy, Faramir. Es por vuestro amor que me voy hacia la Tierra de Lórien. Eso será lo mejor para los dos. - ¡Pero no puedes irte! Eso significaría que nunca te volvería a ver, y eso sería mi muerte. - No Faramir. Tu tienes mucha vida por delante, al cambio yo ya llevó muchos años luchando en está vida. El Nigromante me ha vencido esta vez. Créeme, sera lo mejor. Mañana mismo ensillaré mi caballo, y partiré sola  en el amanecer, como un día, ya hace muchos, llegué cabalgando hasta aquí. - Algo sucedió en ese momento en la mente de Faramir. - ¿Te encuentras bien ?- preguntó Elligänth, quien lo miro perpleja y asustada, ya que el rostro del joven estaba pálido. Faramir no pudo evitarlo, y comenzó a llorar. - Entiendo . Hasta aquí hemos llegado, Dama mía. El destino así lo quiere, y yo os amo demasiado como para negarme ante ti, poderoso, tan poderoso es el amor, que aún así ,os dejare partir. - Elligänth se levanto, y  se tomo del brazo de Faramir, y así los encontró el Anochecer, saliendo del oscuro pasaje mortecino.

Y así fue, como a la mañana siguiente, Faramir se levanto silencioso, para presenciar por última vez, el rostro de su amada, quien retornaría sola y con los vástagos recuerdos de una antigua vida, sin decirle a nadie.

Velozmente fue hacia el encuentro de la doncella, que envuelta en azul y plata, estaba sentada en su negro corcel. - Este es el adiós, joven guerrero - dijo Elligänth - Lo que no significa que no nos encontremos nuevamente alguna vez, quizás en esta vida o en la otra. Pero de lo que estoy segura , es que tu saldrás adelante, y conocerás pronto el verdadero amor, pues lo he de prever, y caerá de manera inesperada, y el rostro de ella sera hermoso, tanto como su valor.

Faramir agradeció con una pequeña reverencia. - Os extrañaré mi buena Dama, pero os dejaré partir con el pensamiento de que quizás después de nuestras muertes nos podremos juntar a los pies del palacio imperecedero de Amân, y allí podrás amarme.

Elligänth no dijo nada, y con la mirada perdida en borrosos momentos, beso en la frente a Faramir,  diciendo : - Que la luz de quienes me criaron, los bellos Elfos de Lórien, os den la Gracia y Valentía, y que las manos mortales de mi Padres, os protejan de la muerte. Yo soy Elligänth Glieniel, La “ Niña mortal de los Elfos”, una más de los Montaraces del Sur. Que la sabiduría de mi sangre, sea vuestro escudo en la noche sin fin. Námarië! . Y dicha la buenaventura, Elligänth cabalgó rauda hacia el Poniente, alejándose de la tristeza, esparciendo el dulce y fragante pensamiento, por las tierras de Gondor.

 Faramir, extrañamente reconfortado, se oculto entre sus asuntos de guerra, dejando de lado sus sentimientos, volviéndose frío, acompasado eternamente de las peticiones crueles de su padre, Denethor, quien no le perdonaba el cansancio, la desesperación y el sueño.

Todo el pueblo veía diariamente como el pobre y desdichado de Faramir, se esmeraba de manera casi inconsciente de cumplir las ordenes de un padre, el cual nunca le había entregado amor verdadero, solo lástima y pesar, sin causa aparente.

El rostro antes sonriente de Faramir, quien ya solo tenía en la mente un pequeño eco del gran amor hacia Elligänth ,era ahora un hombre que pensaba que sonreír era solo un pequeño gesto fingido. Sus ojos grises, antes jovenes y ardientes, ahora eran los ojos de alguien que no tiene vida. Las bellas facciones se habían ennegrecido por el llanto nocturno. Los cabellos azabaches que antes flotaban al viento, habían sido cortados por el mismo, con su propia espada, en un acto de rebeldía en contra de su imagen antigua, ya que Faramir siempre fue reconocido por su hermosa cabellera negra, la cual le cubría hasta los hombros, como una pequeña especie de sombra que lo seguía. Era espeluznante el darse cuenta del agudo cambio del joven, antes servicial y jovial, ahora frío, callado, y con la grisácea vista oculta siempre detrás de una delgada capa de lágrimas. Las personas que le querían de verdad, trataban de ver el porqué del cambio. Pero el callaba y negaba. Decía que su pena era infundada por la constante pérdida que había tenido de sus seres queridos. Algunos le creyeron, otros veían la verdadera causa, reflejada en los crueles e inexpresivos ojos de Denethor, su padre. 

Fue así, como en menos de algunas semanas , Faramir ya había perdido el amor propio, el amor a los demás, el amor a su nación, y había ganado odio, y aflicción, dones otorgados de manera sencilla y dolorosa, por su insatisfecho padre, incluso llegando a detestar el bello nombre de Elligänth .

Y así fue como el partió, con un rumbo referencial, a las tierras que son parte de su principado, Ithilien.  Allí fue en donde, para su alegría, y de manera muy sorpresiva y enigmática, conoció a un nuevo amigo, Frodo...

 


  
 

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