El décimo miembro

29 de Mayo de 2005, a las 19:52 - María Cuña
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

Hola a todos los de elfenomeno:

Me llamo María Cuña, y tengo 15 años, y soy fan, no tanto como la mayoría de los visitantes del fenomeno, de Tolkien. Mi afición empezó con las pelis, como no, y después empecé con los libros. Tengo todos, y me gustan un montón. Después de leerlos, El Hobbit, y la trilogía, (pues aun ando peleándome con El Silmarillion), empecé a imaginar posibles versiones sobre el libro que a mi se me ocurrieron. Como había ausencia en la Comunidad del Anillo de presencia femenina, pensé en añadir un personaje nuevo, una mujer por supuesto. Comencé a escribir sobre ello, después de habérseme ocurrido tres años atrás, cuando se estrenó la primera peli. He intentado hacerlo lo más corto posible, basándome en las películas, he introducido algunos diálogos de éstas, para que no resultase pesado a los lectores, y para que me quedara más bien centrado, en lo que es la historia de la protagonista. También he cogido algunas ideas de los relatos que he visto en la pagina de elfenomeno, espero que los autores no les importe. Como romántica que soy, he hecho que se enamore del solterito de oro que hay en tanto en el libro como en las pelis, el gran Légolas, Hoja Verde. Pero bueno, al margen de eso, lo he hecho para que a la gente que es admiradora de las obras de Tolkien, lea algunas historias, basadas en ello, y un poco alteradas. Con esto, no quiero ofender a nadie, ni nada por el estilo. Sé que habrá opiniones de todo tipo sobre mi escrito, y lo entiendo, pero mi intención, siempre ha sido la mejor. A mucha gente no le hará ninguna gracia que altere la primera versión de la historia, pero yo creo que si no, no le sacaríamos el jugo a toda la obra, y que nosotros tampoco disfrutaríamos, porque, ¿quién no se ha imaginado nunca como protagonista de una historia?. Creo que todos lo han hecho alguna vez, o siempre. Me parece que ya va siendo hora que corte el rollo, porque la gente tendrá ganas de leer la historia. Un saludo, muy amistoso.

María Cuña. 21/05/05

PD: supongo que también habrá algunos fallos en la historia, espero que tampoco se ofenda nadie por eso. Me refiero a nombres y cosas por el estilo. Namárië a todos.


LA CUARTA EDAD...

Lúthien, la hija del rey Elessar, estaba sentada en el trono de su padre, aquella tarde de invierno, el 27 de enero, en el año 29 de la Cuarta Edad de los hombres. La muchacha contemplaba la tranquilidad de la sala, en la que todas las estatuas de sus antepasados, se erigían imponentes, y respetuosas, pero a la vez desafiantes. Eldarion, su hermano, irrumpió en la sala quebrantando el silencio que en ella reinaba.
Eldarion era el primogénito, y por lo tanto, heredero al trono. Su hermano, a veces, era bastante arrogante, y se pasaba un poquito de la raya cuando hablaba de la época en que reinaría. Pero todo era por la edad. Joven, apenas había cumplido la veintena, pero un poco arrogante y ansioso de poder.
Al abrir las puertas principales del gran salón, el sol inundó con todo su esplendor la estancia, dejando a Lúthien, con una gran ceguera, durante unos instantes. Finalmente, Eldarion paró enfrente de ella. Llevaba el traje de capitán, con su espada enganchada en el cinto.
- Lúthien, ¿has visto a nuestro padre?- preguntó Eldarion, se notaba que llevaba prisa.
- No. ¿Para que le buscas?- preguntó la muchacha.
Eldarion, sin embargo no respondió a esa pregunta, y se marchó por el  portón izquierdo de la sala.
Lúthien olvido a su hermano enseguida, y se centró en sus pensamientos. Pensaba en la guerra que hacía solo 29 años había tenido lugar en la Tierra Media, la Guerra del Anillo. La muchacha abandonó el trono y dirigió su mirada a los dibujos que había en las paredes de aquel suceso.
Había orcos a millares, huargos, Uruk-Hais, y de todo tipo de criaturas monstruosas. Aparecía su padre, Aragorn llamado en otro tiempo, luchando contra estas bestias, mientras el mediano, portador del Anillo era en secreto poseído por el mal que este ejercía sobre todos lo hombres. No solo estaban su padre y el hobbit, sino un elfo, un enano, tres medianos mas, un mago, una mujer y el hijo mayor del antiguo senescal de Gondor, Boromir, aniquilado en la batalla por el jefe de los Uruk-Hai.
Ahora, su hermano Faramir era el senescal de Gondor, casado con la rohirrim Eowyn. Faramir era sin duda la persona mas honesta y amable que Lúthien hubiese conocido nunca. Siempre le dedicaba una sonrisa al verla, y cuando Lúthien era más pequeña, en los ratos libres, solía jugar con ella, cuando su padre no tenía tiempo, pues estaba ocupado enseñando a su hermano, como reinar.
Pero un día sintió pena por su padre, cuando le oyó lamentarse en el patio del Arbol Blanco.
- Mi pobre niña Lúthien.- oyó esta que decía, mientras sollozaba cual niño.- Mi niña. He reservado todo el tiempo que tengo libre para mi hijo Eldarion, y nada para ella.
A Lúthien aquellas palabras le causaron mucha tristeza, y desde aquel día quiso a su padre, como nunca antes lo había hecho. Cada vez que lo veía le daba un gran abrazo para demostrarle su afecto.
En aquellos momentos Lúthien veía como su padre demostraba su valor frente a todos aquellos monstruos que intentaban hacerse con el Anillo de Poder.
De todos los compañeros que le acompañaron en aquella misión, solo conocía a dos. Al enano, y al elfo. Solían visitar de vez en cuando a su padre, y cuando era más pequeña, solían jugar con ella. Hacía muchos años que no los veía, 9 años. Para ella, eso era mucho tiempo, mas que para un adulto. Pero pronto los vería, y no solo a ellos, si no a los demás hobbits que iban con él, excepto al portador del Anillo, que estaba junto con el mago en Válinor.
El motivo de su visita, era la celebración del decimosexto cumpleaños de Lúthien, que según su padre ya era toda una mujer. Estaba muy nerviosa, pues su deseo desde que era pequeña, era conocer a todos los miembros de la Comunidad del Anillo. Según su padre, llegarían mañana al alba, y que tanto Légolas como Gimli, el elfo y el enano, tenían muchas ganas de verla.
Repentinamente alguien irrumpió en la sala. Llevaba una majestuosa corona sobre la cabeza, y a Anduril colgada a un costado. El rey Elessar acababa de entrar en el castillo.
- ¡Papa!- no pudo menos que gritar Lúthien, mientras corría hacia su padre. Este la recibió con los brazos abiertos.
- Mi niña. – Dijo abrazándola.- ¿Ha habido alguna novedad en mi ausencia?
- Ni nos habíamos dado cuenta de que te habías marchado. Eldarion vino preguntando por ti hace unos minutos.
Aragorn frunció el entrecejo.
- ¿Dijo para que me buscaba?- preguntó
- Le pregunté cuál era su propósito, pero simplemente se marchó sin decir nada.- Lúthien también se extrañó- ¿Ocurre algo malo?
- No, de momento.- dijo, y sin añadir mas, dejó la sala.
Lúthien no pensaba en quedarse atrás solo por ser una mujer, como solía hacerse en aquella época. A pesar de tener todavía quince años (pronto dieciséis), era mucho más astuta que muchos hombres de los que allí se encontraban, y su padre lo sabía, así que la dejaba inmiscuirse algunas veces en asuntos de importancia para el reino.
Tal vez en esta ocasión, también necesiten su ayuda, así que siguió a su padre para descubrir que asuntos eran los que atraían tal importancia.

Lúthien alcanzó a su padre al momento, y pese a la insistencia de este a que olvidase el asunto, la muchacha era terca como una mula, así que, el rey de Gondor, no tuvo mas remedio que dejarla pasar.
Estaban en uno de los pasillos de palacio cuando Eldarion les advirtió de su presencia.
- ¡Padre!, Hemos encontrado algo que deberías ver.- dijo el joven.
Estaban en un pasillo estrecho, con antorchas colgadas en la pared. Apenas tenía adornos, y estaba hecha de la misma piedra blanca que el suelo y las demás paredes de palacio. Al final del pasillo, había dos puertas de madera, con ribetes de hierro, y un gran candado, que ahora estaba abierto. Lúthien creía saber que sala era. La de su hermano, donde se pasaba horas pensando.
Lúthien estaba dispuesta a pasar para ver lo que guardaban en aquella habitación, hasta que este le paró.
- Cielo, debes quedarte aquí, hasta que yo vea que lo que hay ahí dentro no es peligroso.- dijo Aragorn como protección para su hija.
- Pero papa, que puede haber ahí dentro que yo no haya visto ya.- dijo la muchacha sonriente para no preocupar mas de lo debido a su padre.- Un orco, un Uruk tal vez. Sabes que con lo que he aprendido de los libros de magia, acabaría con él en un abrir y cerrar de ojos.
Pero el rey en vez de ceder, se puso mucho más firme en su decisión todavía, y con semblante duro, le dijo a su hija:
- Lúthien, te quedarás aquí hasta que yo te lo ordene, y no quiero que mis ordenes sean cuestionadas más. Es mi última palabra.- y sin añadir mas, el rey atravesó la puerta.
A Lúthien le dolieron aquellas palabras de su padre, pues siempre había conseguido convencerlo en aquellas situaciones, pero en aquella ocasión debía de ocurrir algo demasiado peligroso, algo a lo que ella no era capaz de enfrentarse.
Vio como a su lado su hermano, en vez de mostrar superioridad, (como solía hacer en esos casos), se mostraba sonriente, y la miraba distinto. Lúthien se extrañó al ver aquella mirada imposible de describir en la tez pálida y casi élfica de Eldarion.
- ¿Qué crees que habrá ahí dentro?- preguntó este de repente.
Lúthien se sorprendió ante aquella pregunta.
- No lo sé. ¿Tu no has entrado?
Eldarion negó con la cabeza. Por eso no se daba aires de grandeza.
- Me extraña que a ti, futuro rey de Gondor, no te hayan permitido la entrada.- dijo ella con sorna.
Pero Eldarion en vez de reír o disgustarse, se quedó pensativo mirando la puerta, y Lúthien enseguida cambió de expresión ante el misterio que aquello entrañaba.

Estuvieron esperando durante un par de horas, hasta que Aragorn salió por fin de aquella habitación. Tenía una expresión de seguridad en el rostro, y también asomaba por la comisura de sus labios, lo que Lúthien creía que era una sonrisa.
- Que, ¿podemos entrar?- preguntó con anhelo
Aragorn, bajó la cabeza, flexionó un poco las rodillas para estar a su altura, y la asió de los brazos con ambas manos.
- Ya llegará el momento. – Contestó.- Cuando estés preparada para verlo, entrarás.
Su padre sonreía, pero la joven no le veía ningún sentido a aquella situación.

La muchacha estaba un tanto indignada por lo que su padre le había dicho. No que fuese una niña. En muchos aspectos lo era, pero en muchos otros no.
Estaba sentada frente al Árbol Blanco, mirándolo, viendo como todas aquellas flores blancas la observaban a ella sin decir palabra. Una de aquellas maravillosas flores se desprendió del árbol. Aquello alarmó en exceso a la joven. Hacía tres décadas que ninguna flor del Árbol Blanco caía. Lúthien no pudo menos que acariciar aquella flor que tuvo tan mala suerte de desprenderse del árbol. Notó una presencia a su espalda, una presencia que daba sensación de ligereza y tranquilidad. Era su madre sin duda.
- No cuestiones las decisiones de tu padre, Lúthien. Tiene sus motivos para actuar así, y no te extrañe, pues solo quiere lo mejor para ti.- dijo Arwen con voz inquebrantable e impasible.
- Pero y si aveces, lo mejor para mí fuese que yo tomara esas decisiones, que dijese que quiero y que no quiero ver.- contraindicó la chica.
- No pretende mas que enseñarte, y protegerte.- dijo su madre.
- A veces la experiencia enseña mas que cualquier cosa.- razonó Lúthien.
- Pero esa experiencia puede ser última. – Dijo Arwen sentándose a su lado- El te quiere, y tú lo sabes. En esta ocasión hay que hacer lo que él dice.
- Pero no me gusta que se me oculte nada. Por lo menos podía haberme dicho que era.- rezongó Lúthien.
- Eres testaruda, siempre lo has sido.- le dijo su madre riendo.
- Lo herede de alguien.- dijo ella riendo con su madre.
- Desde luego, tu padre es muy testarudo, y obcecado. – dijo Arwen.- A veces me dan ganas de decirle cuatro cosas.
Las dos se quedaron pensando un rato, hasta que la voz de alguien las sacó de su ensimismamiento.
- ¡Lúthien¡- gritó
Era Alatáriël, que había corrido hacia su espalda, y la había enganchado.
- Creo que deberíamos volver, la noche cae, y es hora de cenar.- ordenó su madre, y las tres juntas fueron a reunirse con sus familiares.

Aquella noche, en su habitación, estuvo pensando sobre lo acontecido aquella tarde. Muchas cosas estaban confusas. Sobre todo lo que su padre le había dicho, “cuando estés preparada”. ¿Cuándo sería eso?, Lúthien no podía esperar a ver como el tiempo pasaba, y se le negaba la entrada a esa habitación, que hacía unas horas escasas, había cambiado, de ser una habitación mas, a ser todo un misterio. Ni si quiera recordaba como era la habitación antes de que aquello sucediera. Es mas, tampoco recordaba haber entrado nunca. De repente, no pudo evitar un deseo inesperado de salir a hurtadillas para investigar sobre aquel extraño suceso. No podía esperar a estar preparada. Muy despacio, se quitó de encima la pesada colcha, que la cubría, y dejo que el tacto de la lisa piedra blanca inundara sus pies. Sin hacer nada de ruido, salió de su cuarto, con el camisón ondeándole por detrás.
Los pasillos de palacio estaban completamente vacíos. Solo las luces de las antorchas los iluminaban. Fue recorriéndolos uno tras otro, hasta que por fin dio con la puerta y el pasillo exacto. La primera expresión de la muchacha, fue de sorpresa. Era muy extraño, la puerta no tenía vigilancia.
Lúthien tampoco había contado con la presencia de guardias, pero aunque los hubiera, con algún flirteo y sonrisa tonta, habría tenido vía libre, sin embargo, ni si quiera había guardias. Aquello la extrañó, pero a la vez la tranquilizó, pues si fuese alguna criatura, o algún espía, estaría custodiada, sin duda. Sin pensárselo dos veces, abrió la puerta.
Lo que vio al entrar, fue algo casi imposible de describir. Un gran remolino azul estaba allí, incrustado en la pared, como si de un relieve se tratase. Lúthien apenas podía respirar de la impresión. La sala no se diferenciaba en mucho de las otras de palacio. Piedra blanca, y negra decorando las paredes. Estatuas, pero no de reyes, sino de elfos. Estaba la dama Lúthien, semielfa, por la que la muchacha llevaba ese nombre, y la dama Galadriel, de Lórien. El techo abovedado, apenas dejaba ver su casto color, pues la luz azulada del torbellino inundaba la sala, no muy grande.
Lúthien apenas creía lo que tenía ante sus ojos.  La luz que emanada aquel vórtice no la dejaba distinguir bien todos los detalles, así que creó una bola de fuego con la palma de la mano. Era una especie de portal. La joven se acercó temerosa para tocar aquella sustancia de la que aquella cosa estaba compuesta. Acercó el dedo índice a una de las partes de aquello, y sin pensárselo, lo tocó. Era viscoso y frío. Producía una sensación extraña de éxtasis. Aquella sensación le hacía tener deseos de entrar por entero en aquella cosa. No pudo reprimir ese sentimiento, así que se sumergió por entero.
Rápidamente se vio en un túnel azul con ramificaciones blancas en sus paredes. Este era redondo, y la muchacha simplemente flotaba en aquel vertiginoso avance por el túnel. Parecía como si todo fuese ligero en aquella estancia. Vio como la estrella de la tarde flotaba en el aire, como si de una pluma fuera.
Finalmente el avance cesó, y cuando abrió los ojos se encontraba en un bosque del todo desconocido para ella.



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