El Epílogo de El Señor de los Anillos

23 de Febrero de 2005, a las 20:59 - Elfa Árwena e Ireth Tinehtele
Sobre la Tierra Media - Reportajes Tolkien :: [enlace]Meneame

Y una noche de marzo el Maese Samsagaz Gamyi descansaba junto al fuego de la chimenea de su estudio, y los niños estaban reunidos en torno a él, algo que no era raro, pero que siempre indicaba una ocasión especial.
Había estado leyendo en voz alta (como acostumbraba) de un gran Libro Rojo apoyado en un atril, y en una banqueta a su lado se sentaba Elanor, una hermosa niña que tenía la piel más blanca y era más esbelta que la mayoría de las muchachas hobbits y que ya había entrado en la adolescencia; y sobre la alfombra estaba Frodo, que a pesar de su nombre era una copia exacta de Sam, y Rosa, Merry y Pippin estaban sentados en sillas demasiado grandes para ellos. Rizos de Oro se había ido a la cama, pues en la predicción de Frodo había habido un ligero error y Rizos de Oro nació después de Pippin, y sólo tenía cinco años y el Libro Rojo todavía era demasiado para ella. Pero no era la última del linaje, ya que parecía probable que Sam y Rosita rivalizaran con el viejo Gerontius Tuk en el número de hijos y lo superaran igual que Bilbo lo había superado en edad. Estaba el pequeño Ham, y Margarita en la cuna.

- Bueno, querida –dijo Sam-, crecía allí antes, porque yo la vi con mis propios ojos.
-¿Sigue creciendo todavía, papi?
-No veo por qué no, Eli. No he vuelto a viajar más, como bien sabéis, porque tenía que ocuparme de vosotros... la gentuza de siempre, habría dicho el viejo Saruman. Pero el señor Merry y el señor Pippin han estado en el sur más de una vez, porque ahora son un poco de allí también.
-¿Y verdad que se han hecho muy grandes? –preguntó Merry-. Me gustaría hacerme tan grande como el señor Meriadoc de Los Gamos. Es el hobbit más grande que jamás existió: más grande que Bandobras.
-No más grande que el señor Peregrin de Alforzada –dijo Pippin- y tiene el pelo casi dorado. ¿Es el Príncipe Peregrin en la Ciudad de Piedra, papá?
- Bueno, él nunca ha dicho eso –repuso Sam-, pero sí sé que está muy bien considerado. Y ahora ¿por dónde íbamos?
-Por ningún lado –dijo el joven Frodo-. Quiero oír otra vez lo de Araña. Las partes que más me gustan son cuando apareces tú, papá.
-Pero, papá, estabas hablando de Lórien –dijo Elanor-, y de si mi flor aún crece allí.
-Supongo que sí, querida Eli. Como iba diciendo, el señor Merry dice que aunque la Dama se ha ido los Elfos aún viven allí.
-¿Cuándo podré ir a verla? Quiero ver Elfos, papá, y quiero ver mi propia flor.
-Si miras en un espejo verás una más hermosa –dijo Sam-, aunque no debería decírtelo, porque muy pronto lo averiguarás tú misma.
-Pero no es lo mismo. Quiero ver la colina verde y las flores blancas y doradas y oír cantar a los Elfos.
-Entonces puede que lo hagas algún día –indicó Sam-. Yo decía l mismo cuando tenía tu edad, y mucho después, y no pareció haber ninguna esperanza, y sin embargo lo hice.
-Pero los Elfos todavía siguen partiendo en sus barcos ¿no?, y pronto no quedará ninguno, ¿verdad, papá? –preguntó Rosa-. Y luego sólo serán lugares, muy hermosos, pero, pero...
-¿Pero qué, Rosita?
-Pero no como en las historias.
-Bueno, sería asís si se marcharan todos –dijo Sam-. Pero me han contado que ya no se hacen a la mar. El Anillo ha abandonado los Puertos, y aquellos que decidieron quedarse cuando el Señor Elrond partió siguen aquí. Y por eso habrá Elfos para mucho, mucho tiempo.
-Pero pienso que fue muy triste que el Señor Elrond sé fuera de Rivendel y la Dama se fuera de Lórien –dijo Elanor-. ¿Qué le pasó a Celeborn? ¿Está muy triste?
-Supongo que sí, querida. Los Elfos son tristes; y eso es lo que los hace tan hermosos, y la razón por la que no podemos verlos mucho. Él vive en su propia tierra como siempre ha vivido –dijo Sam-. Lórien es su tierra, y ama los árboles.
-Nadie más en el mundo tiene un Mallorn como nosotros, ¿verdad? –dijo Merry- Sólo nosotros y el señor Celeborn.
-Eso creo –repuso Sam. Secretamente era uno de los mayores orgullos de su vida-. Bueno, Celeborn vive entre los Árboles, y es feliz a su manera élfica, no lo dudo. Los Elfos pueden permitirse el lujo de esperar. Su hora aún no ha llegado. La Dama llegó a su tierra y ahora se ha marchado; y él aún tiene la tierra. Cuando se canse de ella podrá dejarla. Lo mismo sucede con Legolas, llegó con su pueblo y viven en la tierra del otro lado del río, el Ithilien, si se puede decir así, y la han hecho muy hermosa, según el señor Pippin. Pero algún día se irá al Mar,  no lo dudo. Pero no mientras Gimli esté con vida.
-¿Qué le ha pasado a Gimli? –preguntó el joven Frodo-. Me gustaba. Por favor, ¿podré tener pronto un hacha, papá? ¿Queda algún orco?
-Supongo que sí, si sabes dónde buscarlos –contestó Sam-. Pero no en la Comarca, y no tendrás un hacha para cortar cabezas, Frodo. Nosotros no las fabricamos. Pero Gimli, fue a trabajar para el Rey en la Ciudad, y él y su pueblo trabajaron tano tiempo que se acostumbraron y se sintieron orgullosos de su obra, y al final se instalaron en las montañas, lejos, al oeste, detrás de la ciudad, y aún siguen allí. Y Gimli va algún que otro año a ver las Cavernas Centelleantes.
-¿Y va Legolas a ver a Bárbol? –preguntó Elanor.
-No lo sé, querida –dijo Sam-. No he oído de nadie que haya visto a un Ent desde aquellos días. Si el señor Merry o el señor Pippin han visto alguno lo mantienen en secreto. Los Ents son muy cerrados.
-¿Y nunca encontraron a las Ent-mujeres?
-Bueno, nosotros no hemos viso a ninguna aquí, ¿verdad? –dijo Sam.
-No –repuso Rosita-, pero yo las busco siempre que estoy en el bosque. Me gustaría que encontraran a las Ent-mujeres.
-A mí también –dijo Sam-, pero me temo que ese es un antiguo problema, demasiado antiguo y profundo como para que lo pueda solucionar gente como nosotros, querida. Ya basta de preguntas por esa noche, por lo menos hasta después de la cena.
-Pero eso no es justo –dijeron al unísono Merry y Pippin, que aún no habían llegado a los diez años -. Tendremos que irnos directamente a la cama.
-No me habléis de esa manera –dijo Sam con severidad-. Si no es justo que Eli y Fro se queden despiertos después de cenar no es justo que ellos hayan nacido antes, y no es justo que yo sea vuestro padre y no vosotros el mío. Así que basta de eso, domad vuestro turno cuando os llegue la hora, o se lo contaré al Rey.
Ya habían oído esa amenaza, pero algo en la voz de Sam la hizo parecer más seria en esta ocasión.
-¿Cuándo verás al Rey? –preguntó el joven Frodo.
-Más pronto de lo que piensas –repuso Sam-. Bueno, seamos justos ahora. Os contaré a todos, a los que os podéis quedar despiertos y a los que tenéis que iros a la cama, un gran secreto. Pero no os pongáis a murmurar y a despertar a los más jóvenes. Guardadlo hasta mañana.
Un silencio expectante se apoderó de todos los niños: lo miraron como los niños hobbits de otros tiempos miraban al mago Gandalf.
-El Rey vendrá aquí –anunció Sam con solemnidad.
-¡Vendrá a Bolsón Cerrado! –exclamaron los niños.
-No –dijo Sam-. Pero vendrá al norte. No vendrá a la Comarca porque ha dado órdenes de que nadie de la Gente Grande entre en esta tierra de nuevo después de aquellos Rufianes; y él no lo hará para demostrar que habla en serio. Pero llegará hasta el Puente. Y ... –Sam hizo una pausa-. Ha enviado una invitación muy especial para cada uno de vosotros. ¡Sí con vuestro nombre!
Sam se dirigió a un cajo y sacó un pergamino grande. Era negro y estaba escrito en letras de plata.
-¿Cuándo llegó, papá? –preguntó Merry.
-Llegó con el correo de la Cuaderna del Sur hace tres días [escrito arriba: el miércoles] –dijo Elanor-. Yo lo vi. Venía envuelto en seda y cerrado en grandes sellos.
-Así es, mis ojos brillantes –dijo Sam-. Y ahora mirad.- Lo desenrolló-. Está escrito en élfico y en el Lenguaje Llano. Y pone: Elessar Aragorn Arathornsson el Rey Piedra de Elfo de Gondor y Señor de las Tierras del Oeste se acercará al Puente del Baranduin el primer día de la Primavera, o según el Calendario de la Comarca el próximo veinticinco de marzo, y allí desea saludar a todos sus amigos. En especial desea ver a Maese Samsagaz, Alcalde de la Comarca, y a Rosa su esposa, y a Elanor, Rosa, Rizos de Oro y Margarita, sus hijas;  y a Frodo, Merry, Pippin y Hamfast, sus hijos. Ahí lo tenéis, están todos vuestros nombres.
-Pero no son los mismos en las dos listas –dijo Elanor, que sabía leer.
-Ah –dijo Sam-, es porque la primera lista está en élfico. Tú apareces igual en las dos, Eli, porque tu nombre es élfico; pero Frodo es Iorhail, y Rosa es Beril, y Merry es Riben [> R..el > Gelir], y Pippin es Cordof, y Rizos de Oro es Glorfinniel, y Hamfast es Marthanc y Margarita es Arien. Ahora ya lo sabéis.
-Es fantástico –dijo Frodo-, ahora todos tenemos nombres élficos, pero, ¿cuál es el tuyo, papá?
-Bueno, es un poco peculiar –dijo Sam-, porque en la parte élfica, si queréis saberlo, lo que pone el Rey es Maese Perhail que debería ser llamado Lanhail, y creo que significa “Samsagaz o Medio-sagaz que debería ser llamado Simplemente-sagaz”. Sí que ahora que sabéis lo que piensa el Rey de vuestro padre quizá prestéis más atención a lo que diga.
-Y hacerle muchas más preguntas –dijo Frodo.
-¿Cuándo es 25 de marzo? –preguntó Pippin, que no acababa de entender las medidas de tiempo mas grandes que un día-. ¿Es pronto?
-Una semana a partir de hoy –dijo Elanor-. ¿Cuándo partiremos?
-¿Y qué nos pondremos? –dijo Rosa.
-Ah –dijo Sam-. Eso lo dirá la señora Rosa. Pero os sorprenderéis, queridos míos. Hace mucho que recibimos noticias del evento y nos hemos preparado para el día. Iréis vestidos con las ropas más hermosas que hayáis visto nunca, y marcharemos en un carruaje. Y si os portáis bien y estáis tan adorables como ahora, no me sorprendería que el Rey nos invitara a ir a su casa del Lago. Y allí estará la Reina.
-¿y nos quedaremos levantados hasta la cena? –preguntó Rosa, para quien la proximidad de la promoción la convertía en una preocupación constante.
-Nos quedaremos semanas, por lo menos hasta la cosecha del heno –dijo Sam-. Y haremos lo que el Rey diga. Pero en cuanto a quedarse despiertos hasta la cena, sin duda la Reina tendrá algo que decir al respecto. Y si ahora no tenéis suficiente para murmurar durante horas y para soñar hasta que salga el sol, entonces no sé qué más os puedo contar.

Las estrellas brillaban en un cielo despejado: era el primer día claro y luminoso de la temporada que llegaba cada año a la Comarca a finales de marzo, y que cada año era bienvenida y alabada como algo sorprendente para esa época del año.
Todos los niños se hallaban en la cama. Las luces aún resplandecían débilmente en Hobbiton y en muchas casas desperdigadas en la campiña oscura. Sam estaba en la puerta y miraba hacia el este. Acercó a la Señora Rosa y la sostuvo a su lado.
-18  [> 25] de marzo –dijo-. Este día hace diecisiete años, esposa mía, creí que nunca volvería a verte. Pero no perdí la esperanza.
-[Y yo nunca albergué ninguna, Sam –dijo ella-, hasta aquel mismo día; entonces, de pronto, me sentía esperanzada. A media mañana empecé a cantar, y mi padre dijo: “Silencia, muchacha, o vendrán los Rufianes”, y yo le dije: “Que vengan. Su tiempo acaba. Mi Sam vuelve.” Y volvió.]
-Volví- dijo Sam –al lugar más amado del mundo. Entonces estaba partido en dos, pero ahora ya estoy entero. Y todo lo que tengo, y todo lo que he tenido aún lo tengo.
Entraron en la casa y cerraron la puerta. Pero el mismo tiempo Sam oyó de pronto el suspiro y el murmullo del mar sobre las costas de la Tierra Media.



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