Los caballeros fénix

02 de Septiembre de 2007, a las 22:48 - Serke
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Capítulo 10: Preludios de una destrucción

Templo de los fénix:

Un hombre avanza con paso decidido por los pasillos del templo. Se dirige hacia la parte más recóndita del lugar, el habitáculo de Tasare. Llama a la puerta y entra sin esperar contestación. Tasare estaba sentada en la cama con los ojos cerrados. Levanta la vista y mira al hombre.

- Llévame a mi hogar- Ordena con un tono que no deja opción a la réplica.
- De acuerdo Amrem. Te llevaré al lugar para morir por él.- Tras eso lo tocó y ambos desaparecieron en un haz de luz.

Unos instantes después una sombra se cierne sobre el templo. Una sombra y una llama. Las enormes puertas de piedra saltan de sus gozones y el balrog entra para encontrarse con la sala vacía. Avanza por el templo y llega al patio de armas. Allí le esperan medio centenar de hombres con sus brillantes espadas desenfundadas y delante de ellos el Maestre. El Balrog lanza un grito de guerra y otro balrog entra por la puerta. Dos contra cincuenta. La batalla sería rápida y mortal. Los soldados no tenían ninguna oportunidad.
Los balrogs cargan. Gritos y más gritos de agonía. Un par de alaridos monstruosos. Un último sonido de espadas entrechocar. El sonido de un cuerpo al caer. La noche se cierne sobre la Tierra Media.

Templo del Agua:

Un novicio pasea por los oscuros pasillos del templo. Llega a la cascada del patio de armas. Se deja llevar por el sonido embriagador del agua al caer y cierra los ojos para disfrutar de ello. De pronto un compañero llega corriendo y le grita:

- ¡A las puertas! ¡Nos atacan!

El novicio no pierde el tiempo y corre a defender el templo. Al llegar a las puertas se encuentra con una escena espeluznante. Un balrog muerto alrededor de un centenar de hombres. Otro balrog decapitando al compañero que acaba de entrar y se deleita con la sangre derramada. El novicio se da la vuelta y corre a la cascada. Salta dentro de ella y respira bajo el agua. Esperaba sinceramente que el balrog no le encontrara dentro del agua. Rezó a Ulmo para que no le encontrara. Vio un destello rojizo fuera del agua que pasó del largo. Había tenido suerte. De momento. Miró a las profundidades del estanque y se sumerge más todavía. Allí se encontraba el túnel que solía usar para sus escapadas fuera del templo. Se adentra en el túnel y escucha el silbido de agua al evaporarse. El balrog le había encontrado. Nada con todas sus fuerzas con la espada fuertemente agarrada en su mano crispada por el miedo. De pronto siente un calor a sus espaldas que desaparece de pronto, el balrog se había ido. Estaba solo. Salvado en un mundo que se venía abajo.

Templo de la Tierra:

Un sacerdote de la tierra corre por los pasillos de su templo vegetal buscando un lugar donde ocultarse. Los orcos habían asesinado a toda la orden sacerdotal después de acabar con los mercenarios que los custodiaban. Ahora corría para salvar la vida. Una vida que era la última de su templo. Escuchaba a los orcos correr tras él. Agarró fuertemente su maza y se detuvo, moriría, pero no sería huyendo.

Templo del Aire:

El maestre del templo escucha gritos en el exterior. Gritos de dolor y sufrimiento. Coge su espada y la desenvaina sin molestarse con coger la vaina. Sale de su dormitorio y llega a las puertas. Allí ve a dos balrogs masacrando a sus muchachos. Mientras miraba uno de sus hombres clava la espada al balrog el la cabeza y el monstruo cae al suelo. Pagó cara su valiente acción porque el otro balrog lo decapita de un tajo con su espada antes de que le diera tiempo a recuperarse de la caída. El resto de los soldados atacan con renovada furia al superviviente. El maestre se concentra y la espada toma un brillo verdoso acorde al resto de las espadas de los soldados y se lanza a la carga. Si moría, moriría con honor y valor. Se encara con el monstruo y le corta la mano que no sostenía nada. El balrog grita de dolor y se vuelve con su espada precediéndole a él. La espada atraviesa limpiamente el cuerpo del maestre. Se hace la noche en sus ojos que no verán el final de su templo.

Templo de la oscuridad:

Una figura oscura y encapuchada pasea por los pasillos de una caverna tan oscura como él. Se adentra cada vez más, pasando por alto las grandes telarañas y sus moradoras gigantes. No lo atacarían. Al poco llegó a una galería enorme, en cuyo centro se encuentra un trono ocupado por una figura inmensa que acecha en las sombra y cuyo rostro no está permitido ver a los mortales.

- Ya está hecho, mi señor-

La figura en el trono se ría con una poderosa y oscura voz. Sus mayores enemigos habían caído. La profecía no se cumpliría. Solo restaba esperar a que las débiles naciones humanas, elfas y enanas cayeran ante su poder.

Abismo de Helm:

El rey de Rohan pasea por la almenas pasando revista a sus hombres. Los rohirrim formaban una fuerte resistencia cuando se trataba de proteger a sus familias, protegidas dentro de la cueva de la inminente batalla, aunque con una protección fuerte por las puertas de las cavernas enanas no sería bastante fuerte para resistir a los ejércitos orcos si los hombres caían.

Los enanos defenderían las puertas del abismo, los sobrantes ayudarían a los rohirrim a defender la muralla. Ente enanos de las cavernas centelleantes y rohirrim habían cincuenta mil buenos soldados. Más que suficientes para defender esa fortaleza. Mientras el rey pesaba en esto su mirada captó el pelo blanco de un soldado. Se dirigió hacia él y lo miró.

- Hola, padre- Dijo Amrem.
- Hola, hijo-

En aquella hora negra se reencontraron padre e hijo para defender su amado país de los orcos.

- ¡Ya vienen!- El vigía gritaba con todas sus fuerzas. - ¡Traen fuego!-
- No es fuego- Dijo Amrem- Es un balrog.-
- ¡Tomad posiciones de batalla!, ¡preparad los arcos y ballestas! ¡Sacad los venablos! ¡Devolved a esas bestias a la oscuridad de la que salieron!

El rey se dirigió a su posición de batalla mientras que Amrem se quedaba en la muralla.

- Adiós padre- Susurró- No nos veremos más en esta tierra. Nos vemos en Mandos.

Su mirada se dirigió a las puertas de las cavernas. Allí un haz de luz le señaló que Tasare habían partido. Su mirada se dirigió al frente, hacia los orcos, hacia el balrog. Hacia la Muerte y la Gloria.

- ¡Escaleras!- Avisó un soldado a su lado- Los orcos comenzaban a saltar al interior. Amrem sacó la espada y besó la empuñadura. Tras eso la espada se inflamó en llamas. Miró a los orcos y cargó. Moriría, sí. Pero moriría con honor y luchando.

Se escuchó el sonido de madera crujiendo. Las puertas habían caído. Corrió a defenderlas, si caían, caería la fortaleza y masacrarían a los que no podían defenderse. Tajó sin quedarse a mirar si mataba o hería. Tenía que llegar a las puertas. Subió las escaleras de dos en dos y llegó al portón. Era una carnicería. Sangre enana, humana y orca se mezclaba en un espantoso tapiz por las paredes. Los enanos machacaban cráneos con sus martillos y sesgaban miembros con sus hachas. Los rohirrim estocaban, tajaban, mataban a todos los que se les pusiera por delante con un fragor suicida. Las bajas eran abundantes por ambos bandos. Amrem se adentró en la masa de cuerpos y atacó a los orcos con cuidado de no herir a sus camaradas. Entonces llegó. Un calor. Una sombra. Una llama. El fin de Helm El fin de Rohan. Todos los contendientes pararon. Amrem rezó a los Vala y besó la empuñadura de su espada antes del último ataque. Moriría defendiendo a sus camaradas. En balrog entra y carga contra orcos y defensores por igual. La última defensa de Rohan.