Los caballeros fénix

02 de Septiembre de 2007, a las 22:48 - Serke
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Capítulo 16: Destino

Pasaron unas cuantas semanas en Rivendell, reponiéndose del cansancio del viaje y de los horrores vividos en los últimos meses. Aracart pasó mucho tiempo recorriendo los pinares que rodeaban Rivendell, deleitándose con los verdes pinos y con la naturaleza exuberante. Aquello era el verdadero territorio de Aracart, el bosque. Nació en uno, combatió por uno y ahora estaba otra vez en uno. “Y en mi sueño muero en uno”, pensaba en aquellos momentos. Se sentía en paz dentro de un bosque, perdiéndose en su espesura, recorriendo sus sendas y disfrutando de sus sonidos. Estar dentro de un bosque era algo que le completaba. Solía pasar días perdido por la espesura, pedía algo de comida a los elfos y partía sin decir nada, pero siempre volvía al cabo de un par de días. Le gustaba estar ahí, aunque la verdad es que se marchaba para dejar intimidad a Tasare y Barahir. Estaban cohibidos cuando estaba presente y no les dejaba amarse en paz. Sabía lo que hacían cuando se marchaba, durante el día hablaban o paseaban cogidos de la mano y por las noches… No lo había visto, pero era algo seguro. Una virgen poseería todos sus poderes clericales, algo que le faltaba a Tasare. Últimamente estaban más unidos que nunca. Desde que Tasare confesara su falta de poder, Barahir la colmaba de atenciones, aunque tan hábilmente que no parecía una babosa. Cuando Aracart estaba presente se miraban tiernamente y Aracart hacía como si no se enterara. La verdad es que sufrían un poco al no poder amarse libremente estando Aracart presente, porque pensaban que él no lo sabía, “Algún día se lo diré” pensaba “mientras me divertiré un poco…” solía añadir riéndose para sus adentros. Solía interrumpirlos cuando se besaban en la intimidad para ver su reacción. Era un poco cruel, pero para él era divertido. En sus escapadas al bosque también pensaba. Meditaba sobre lo dicho en el concilio, las advertencias, la presencia de los magos… “Muy extraño” pensaba “No intervinieron casi nada en el consejo y no habrían hecho un viaje tal para decir tan poco. Estoy seguro de que visitaron a Eldacar en privado para comunicarle algo… Pero no se que podría ser.” También meditaba sobre su sueño, había intentado preguntarle a Alatar y Pallando sobre él “Ten cuidado” le habían dicho “No te acerques a ese bosque en mucho tiempo. Nunca, si es posible” No habían añadido nada más, solo habían dicho eso y partieron, no habían pasado la noche en Rivendell. Habían partido nada más terminar el concilio, preocupados por el destino de su tierra, Rhun. En aquél momento Aracart estaba intranquilo. Sabía que debía volver a partir y Barahir también lo sabía. Un par de días atrás habían vuelto a sentir esa sensación de apremio y habían decidido partir. Solo había un problema, no sabían donde. ¿O sí? Siempre que andaban sus pies les llevaban a ambos al Este, en dirección al Bosque Negro… Un lugar que querían evitar a toda costa. Aracart sabía que en aquél lugar le esperaba la muerte… Pero no había forma de escapar del destino ¿O sí? Un sabio dijo una vez “La espada del destino tiene dos filos, uno eres tú” Un sabio anónimo en un libro sin nombre, aunque muy valioso, en el que estaban escritas diversas profecías que atañen al mundo. Según aquella frase, el destino está forjado, la mitad por uno mismo y la mitad por la providencia. La providencia no es más fuerte que el hombre, están parejos. Aunque Aracart no pesaba lo mismo. No podría resistir mucho tiempo aquello. Algo le empujaba al Este, debía partir. No podía dormir por las noches no comer en condiciones. Había perdido el apetito y el sueño. Se desesperaba por momentos y su única vía de escapa era el bosque, un lugar para él sagrado y relajante. Pero incluso ahí se sentía nervioso. Estaba decidido, partirían pronto, cuanto antes mejor. Estaba seguro de que Barahir también sentía lo mismo, aunque lo disimulaba bien. Aracart se levantó y se disponía a dirigirse a Rivendell cuando escuchó un crujido de una rama. Era un sonido casi en el límite auditivo, muy leve. La mayoría de la gente no lo habría percibido, pero él llevaba casi toda su vida en el bosque y percibía los más leves cambios. Se puso en guardia y desenvaino la espada con cuidado que no rechinara demasiado. Escuchó nuevos leves crujidos cerca de él, había alguien acechándole, de repente los crujidos se multiplicaron, unos humanos vestidos de negro saltaron hacia él con las espadas de acero negro desenvainadas. Uno, dos, tres, tres hombres de negro había alrededor suyo en un abrir y cerrar de ojos. Le rodearon y lo observaron. Aracart se dio cuenta que eran del mismo lugar que el otro que le intentó matar. Atacaron al unísono, sin hablar entre ellos. Eran profesionales, sus tajos eran certeros y Aracart lo tenía muy difícil para parar sus golpes. Encendió su espada que se inflamó con llamas anaranjadas, ellos hicieron lo propio con las suyas concentrando las sombras. Volvieron a atacar. Aracart desvió un tajo del que estaba enfrente suyo, esquivó una estocada del que estaba a su derecha y paró como pudo al que estaba detrás de él. Estuvo así unos pocos minutos, luchando por su vida, no pudiendo hacer otra cosa que parar golpes, sin poder contraatacar. Cada vez estaba más cansado y pronto no podría parar más golpes. De pronto sintió una ráfaga de energía que le salía del corazón, la espada le comenzó a brillar con una cegadora luz blanca y cobró nueva fuerza, sonrió. Conocía aquella sensación, era la tercera vez que le ocurría y nada había sido capaz de detenerlo entonces. Destriparía a aquellos asesinos. Comenzó a contraatacar. Paró un tajo y le cortó la garganta al que estaba frente a él, la sangre manó de él como una fuente mientras se llevaba las manos a la carótida en un vano intento de parar el flujo de sangre. Se encaró con otro, le atacó golpeando desde arriba con denuedo mientras el asesino se cubría como podía, sintió un golpe por detrás, como un puñetazo “No es nada” pensó y continuó atacando hasta que le quebró la espada al asesino y en ese mismo golpe rajarle la cara y la garganta de arriba a bajo. Se dio la vuelta, el otro le miraba asustado, de su espada goteaba sangre, se arrodilló.

- ¡Piedad!- Gritó desesperado mientras miraba la expresión de la cara de Aracart- ¡Piedad!-

Aracart no se la dio. Le cortó la cabeza de un solo golpe de derechas. La sangre manó del cuerpo descabezado y se mantuvo unos instantes arrodillado antes de caer. La espada dejó de brillar y con ella la fuerza que animaba a Aracart se extinguió. Solo entonces notó que estaba herido en un constado y alrededor de la herida la piel estaba negra, podrida. Sintió que perdía las fuerzas. Se desmayó con un suspiro de dolor.

*********

- ¡Se está despertando!- Se oyó decir a una voz femenina- ¡Se está despertando!

Aracart abrió los ojos y miró alrededor. Se encontraba en su cama, cubierto con una delgada sábana. A su lado se encontraban unos sonrientes Barahir y Tasare y un elfo vestido con una túnica blanca.

- ¿Qué ha pasado?- Preguntó confuso. Su cabeza parecía estar llena de lana.

- Te hirieron unos asesinos- Le informó Barahir- ¿No recuerdas?

Aracart cerró los ojos haciendo memoria. Recordaba vagamente a los asesinos, habían luchado en el bosque. Sus recuerdos eran borrosos, recordaba que había notado una herida en su costado... Intranquilo se tocó el costado, notó unos vendajes profesionales que le cubrían la herida.

- Está cicatrizando bien, no te preocupes.- Le informó Tasare- Durante un par de días temimos por tu vida, había un veneno muy poderoso que impedía a la herida cicatrizar y perdiste mucha sangre. Pero gracias a mí y a los conocimientos de los elfos la herida sanará.

- El cierto- Verificó el elfo que estaba detrás de Tasare.- Era un veneno que no había visto en mi larga vida, las dotes clericales de tu amiga no podían eliminarlo. Pero al final se eliminó el solo, auque un hombre más débil habría muerto por su efecto y por la sangre perdida. Si me disculpáis, debo atender a los demás heridos.

- ¿Hay otros heridos?- Preguntó Aracart.

- Sí, también no atacaron aquí- Dijo sombrío Barahir.- Eran una docena, tal vez más. Nos atacaron a Tasare y a mí, su objetivo éramos nosotros, no los elfos, aunque los elfos les vieron y se desató una pequeña batalla, fallecieron seis elfos y todos los agresores. Hirieron a quince elfos, pero todos ya han sanado excepto dos. Los asesinos eran los mismos que te atacaron a ti. Cuando nos atacaron a nosotros nos preocupamos y salimos en tu busca. Te encontramos en un charco de tu propia sangre con tres asesinos muertos rodeándote. Nos temimos lo peor. Te llevamos como pudimos hasta aquí y te curamos.

Aracart leyó en los rostros de ambos que habían estado muy preocupados. Por suerte no parecían haber sido heridos en el ataque. Aracart tomó una decisión. Aquel ataque había sido el detonante, debían partir y averiguar lo que pasaba. Había un grupo de asesinos que les perseguía y puede que no solo a ellos. Partirían de Rivendell cuando se encontrara en condiciones de montar. Los asesinos no cejarían en su empeño y no quería poner a inocentes en su camino. Irían al Bosque Negro. Si sus sueños eran proféticos, demostraría que el destino lo forjaba él mismo. La espada del destino… El aquél momento se le vino aquella frase a la cabeza. Forjaría su propio destino con sueños o sin ellos. Iría al bosque negro para saber que mal se había introducido en el bosque.

- Partiremos en cuanto esté recuperado- Anunció- En una semana espero. Haced los preparativos.

- ¿Dónde?- Preguntó Barahir

- Ya sabes donde, lo has visto en tus sueños.

Barahir asintió serio, aunque con un leve brillo de miedo en sus ojos.

- ¿De qué lugar habláis?- Preguntó esta vez Tasare.

- Del Bosque Negro- Dijo con voz queda Barahir.

- ¡¿No hablaréis en serio?!- Tasare estaba muy alterada- Ya oísteis a los elfo, el Bosque Negro se ha convertido en un lugar verdaderamente maldito. ¡Y ahora vosotros pensáis ir allí! ¡Estáis locos!
- No estamos locos- Dijo con calma Aracart- Debemos ir allí. Nuestros sueños lo dicen y algo nos empuja. ¿No te has dado cuenta cuando paseabas con Barahir que sus pasos lo llevaban siempre al Este? No, estabas muy concentrada en otras cosas para darte cuenta de ello.- Tasare le miró dándose cuenta de que lo sabía- Partiremos lo más pronto posible. Tasare, puedes elegir. Venir con nosotros o quedarte aquí hasta nuestro regreso.

- Partiré con vosotros- su voz temblaba- no os dejaré. “No le dejaré” pensó mirando a Barahir.

- Entonces de acuerdo. Podéis iros.

Barahir y Tasare salían por la puerta en el momento que Aracart volvió ha hablarles.

- ¿Por qué no os dais la mano, tortolitos?- Dijo riéndose.

- ¿Qué estás diciendo?- Dijo Tasare ruborizándose- Nosotros no…

- No intentes mentir Tasare- Dijo Barahir sonriendo- Estoy seguro de que el condenado lo sabe desde hace mucho-

- Desde el principio.- Dijo éste entre risas- He disfrutado interrumpiéndoos mientras intimabais, ha sido divertido.

- Condenado c… ¿Lo hacías a propósito?- No le estaba gustando nada a Tasare- ¿Y nosotros estábamos intentando ocultarlo mientras tú lo sabías? Si no estuvieras herido te, te…

- Déjalo, Tasare- Intervino Barahir, ahora riéndose también- Es inútil engañar a este viejo zorro.

Tasare les miró a ambos y salió de la habitación. Barahir miró al sonriente Aracart y volvieron a estallar en carcajadas. Aún se reía Barahir cuando salió para buscar a Tasare. Aracart cruzó las manos en la nuca y sonrió al techo. Se había divertido mucho.



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