Los caballeros fénix

02 de Septiembre de 2007, a las 22:48 - Serke
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Capítulo 18: Moria

Mientras cruzaban en silencio los oscuros pasillos de Moria, Aracart pensaba en lo poco que había faltado para que les encerraran. Cuando los enanos descubrieron al sanador muerto, se dio la voz de alarma. Un enano anónimo dijo a los alguaciles que había visto salir a tres humanos de allí, una de ellos cubierta de sangre. Como eran los únicos humanos de todo el lugar los descubrieron en seguida, huyendo por el camino principal a paso vivo. Los guardias, montados en poneys, les alcanzaron pronto y les ordenaron detenerse.

- Estáis arrestados en nombre del Rey de Moria- Dijo el que parecía el líder por las medallas que colgaban de su pecho.

- ¿Por qué?- Dijo desafiante Barahir, era más valiente que precavido.

- No os hagáis los tontos. Sabemos que matasteis al sanador, un testigo os vio salir de su casa. Acompañadnos al cuartel para interrogaros. Estáis detenidos.

- No iremos- Dijo Barahir- Ese hombre intentó violar a nuestra compañera, ella solo se defendió.

- ¿Qué la intentó violar? Eso es nuevo. Había rumores que decían que se aprovechaba de las mujeres que iban a verle, pocas todo hay que decirlo, solo alguna viajera que iba en una caravana de mercaderes. Las dormía con pócimas asegurando que solo de esa forma soportarían el dolor. O por lo menos esos son los rumores.

- Es verdad- Intervino Tasare con voz fría- Solo que a mí no me llegó a violar. Estuvo a punto, pero no le dio tiempo.

- Aunque aya sido así, necesitamos que prestéis declaración. Investigaremos esto y pronto estará resuelto. El cuartel está un poco más adelante. ¿Vendréis voluntariamente?

Eran solo media docena de enanos, entre los tres podrían acabar pronto con ellos, pero no eran vulgares asesinos y los enanos aún no les habían echo nada.

- Iremos- suspiró Aracart- ¿acaso tenemos otra opción racional?

- Esperaba oír eso, seguidnos.

Los enanos montados les rodearon de forma que no pudieran escapar sin matar a alguno de ellos. Avanzaron durante un par de horas, hasta que llegaron a una puerta a un lado del camino principal que tenía un cartel con runas enanas.

- Este es el cuartel- Anunció en jefe de los enanos.

Entraron al cuartel primero los compañeros, seguidos de cerca por los enanos. El cuartel consistía en una sala enorme en la que diferentes enanos entrenaban, descansaban o trabajaban en unas mesas, todo en la misma habitación. En un lado de la pared se apilaban armas y armaduras. Se dirigieron a una de las mesas, en la que había un enano de barba blanca escribiendo una carta, al acercarse ellos a la mesa levantó la mirada.

- ¿A quién me has traído?- Dijo con voz cascada, se notaba que era muy viejo.

- A unos extranjeros.- Ante la mirada inquisitiva del enano anciano hizo una aclaración- La mujer ha matado al sanador, asegura que la intentó violar durante una consulta.

El enano se quedó mirando a Tasare con sus ojos oscuros mientras Aracart y Barahir esperaban con inquietud la respuesta de aquel enano que parecía estar al mando.

- No es la primera mujer que intenta violar- Dijo en anciano- pero eres la primera que se defiende. No te haremos nada, pero mejor que nadie sepa lo que has hecho. Era muy querido entre los enanos.

- Será porque no violaba a sus esposas he hijas- No pudo dejar de soltar Barahir.

- Tienes toda la razón- Le dijo el anciano ante su sorpresa.- Tenía pensado echarlo cuando encontrara otro sanador dispuesto a asentarse aquí. Parece que a los humanos no les gusta estar bajo tierra.- Añadió con una sonrisa.

- Tiene toda la razón señor…- Aracart se dio cuenta de que no les habían presentado.

- Balan- Dijo el anciano tendiéndole una mano por encima de la mesa- y vosotros sois…

- Ella es Tasare, él es Barahir y yo soy Aracart de Bree.- Aracart se dio cuenta en aquél momento de que no sabía la procedencia de sus compañeros, pese al tiempo que llevaban juntos.

- De dónde sois vosotros, tu compañero no lo ha mencionado.

- Yo soy de Chet, en Arnor.- Dijo Barahir, Aracart estaba sorprendido. Nació muy cerca de su propio hogar,

- Y yo…- Dijo Tasare- ya no soy de ninguna parte. No recuerdo el lugar en el que nací y donde me crié ha sido destruido.

- Siento oír eso- Dijo Balan- Hoy en día han sido destruidas muchas ciudades a manos de los orcos.

- Demasiadas- Murmuró Tasare- Demasiadas…- Repitió.

- Os podéis marchar. Seguid el camino principal sin desviaros. Os pondré una escolta por si se ha corrido el rumor de la muerte del sanador, os evitará disgustos. Pensarán que es una guardia que os conduce a las mazmorras o es para echaros de aquí. Garak- Dijo al que les había llevado ahí.- Coge provisiones para la ida y la vuelta, les escoltaréis tú y tu grupo. Partid lo antes posible, antes de que se corra el rumor.

- Sí, señor- Dijo el enano llamado Garak- Partiremos lo antes posible.

El enano partió gritando ordenes he insultos por igual a sus subordinados, ordenándoles que recogieran enseguida sus bártulos y se prepararan para partir. Los enanos refunfuñaron y murmuraron algo sobre que escoltar extranjeros no estaba en su contrato, pero se pusieron en marcha sin demora. Refunfuñarían, pero obedecerían las órdenes. Partieron en cuestión de una hora, ellos a pié y los enanos en poni para seguir el rápido ritmo que marcaban los humanos. Aracart estaba sorprendido con la amplitud y el tamaño de Moria, nunca se habría imaginado una cueva de tal tamaño y se esperaba algo menor. Mientras andaba por los caminos de piedra iluminados por antorchas se preguntaba como unos seres bajos como eran los enanos podían haber construido unos techos tan sumamente altos como los que tenía sobre su cabeza. Recorrieron los pasillos de Moria durante cinco días, parte de los caminos estaba desierta, sobre todo la parte central solo habitada por grupos de guardias que vigilaban los caminos secundarios. Las únicas partes donde se asentaba la población civil eran las dos puertas. Después de tantos días de deambular por pasillos oscuros aunque seguros llegaron a la salida. La luz del sol se les hacía extraña y deslumbrante pero se acercaron corriendo hacia ella desesperados por volverla a ver. Se asomaron por la puerta ante la atenta mirada de los guardias que les habían guiado hasta allí. Se despidieron de ellos y les agradecieron su amabilidad y las provisiones que les habían dado, aún les quedaba un largo viaje hasta el Bosque Negro y necesitaban provisiones en abundancia. Antes de partir observaron el paisaje que se extendía ante ellos, una inmensa llanura verde y un bosque dorado. El bosque de Lórien. Tenían que atravesarlo para continuar por el camino que les llevaría a la carroca, las tierras de los beórnidas, y de ahí hasta el interior del bosque negro y su destino. “Qué destino más poco halagüeño” pensaba Aracart mientras miraba el paisaje “si muero en el Bosque Negro, por lo menos habré pasado por el bosque más hermoso conocido” pensaba mientras miraba el Bosque Dorado.

- Vamos- Dijo- Debemos intentar llegar a la sombra de los árboles antes de que caiga la noche.- Dijo mientras empezaba a bajar por el camino empedrado.



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