Los caballeros fénix

02 de Septiembre de 2007, a las 22:48 - Serke
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Capítulo 2: La clérigo

- ¿Qué balrogs hace una clérigo de Manwë en el Bosque Viejo?

Esa pregunta salió de los labios de Incrit pero estaba en la mente de todos los de la caravana. Cuando el explorador la trajo estaba inconsciente y así seguía, los sanadores habían intentado despertarla de diversas formas que solo ellos conocen. Aunque el resultado era nulo, también habían intentado un método menos sutil, tirarle un cubo de agua a la cabeza o darle tortas en la cara, aunque sin ningún resultado. Pensaban que estaba en coma hasta que gritó en sueños y empezó a decir incoherencias y unas palabrotas que nadie diría que era una clérigo de no ser por el medallón con el águila que llevaba al cuello.

Los líderes de la caravana estaban reunidos alrededor de una hoguera. Acababan de salir del bosque y habían acampado en una colina cercana al camino, mañana llegarían a Bree.

Aracart no pudo resistir la tentación de ver a la clérigo y fue a su caravana. Había algo en la clérigo de misterioso, con la excusa del cansancio por la batalla de antes, se retiró en dirección al campamento.

Cuando llegó al lugar donde habían tendido a los heridos, Aracart buscó a la clérigo. Estaba tumbada boca arriba cerca de un carromato. En la oscuridad pudo distinguir su pelo negro, su rostro anguloso y su nariz pequeña. Aunque tenía los ojos cerrados, pudo recordad que eran verdes. Se acercó a su lado y cuando estaba apenas a un metro la clérigo se despertó y comenzó a gritar. Fue un grito horrible, de puro miedo que te helaba la sangre en las venas.

En seguida llegó un sanador para mirar que le pasaba. El sanador se arrodilló a su lado e intentó que dejara de gritar. Al poco paró, lo primero que hizo al parar de gritar fue mirar a los lados con expresión aterrada y ponerse a llorar. El sanador pidió que se fueran todos de ahí, por entonces se había formado un corrillo de curiosos, pero cuando Aracart se empezaba a dar la vuelta le dijo que se quedara.

A los pocos minutos, cuando por fin todos los curiosos se largaron, el sanador le preguntó porqué estaba junto a la clérigo, ahora otra vez dormida, ante eso respondió:

- Sólo quería comprobar si estaba en buenas condiciones- Respondió Aracart.
- Seguro- Respondió con sarcasmo y resopló- ¿Qué Balrogs le has hecho para que gritara como una posesa?
- Nada, no llegué hasta ella. Me quedé más o menos a un metro-
- Vale, entonces ¿Por qué gritaba?
- Yo puedo responder a eso- dijo una voz femenina.

Tanto el sanador como Aracart se volvieron. Había sido la clérigo.

- Has hablado- dijo impresionado el sanador
- Si, siento haberos preocupado, pero estaba en trance.
- ¿En trance? ¿En un bosque asolado lleno de orcos? O es una mentira o una verdad sin sentido.- Replicó Aracart.
- Puede que sea una locura, pero llegué en trance a este bosque enviada por mi señor Manwë.
- Sí, seguro- Dijo con sarcasmo el sanador, al igual que Aracart parecía más bien escéptico.
- Entonces- Comenzó Aracart- si estabas en trance con tu señor, ¿por qué gritabas?
- Vi…- Empezó casi con miedo- una sombra, un poder enorme. Vi la muerte en forma de un señor oscuro enorme y terrible.-

El sanador y Aracart se miraron, era la descripción de Sauron según los escritos de Isildur cuando lo derrotó cortándole el Anillo.

- Puede que fuera un sueño- Intentó tranquilizarla el sanador- solo una pesadilla.
- Puede- en la expresión de la clérigo se veía claro que ella no pensaba igual- Pero puede que no-
- Dejemos esta conversación- Cortó Aracart- estas cosas es mejor ventilarlas a la luz del día. A propósito, ¿cómo te llamas?
- Tasare-

<< Tasare… eso significa sauce en elfo, la verdad es que le queda bien, es tan delgada como una vara de sauce>> Mientras pensaba eso, Aracart se dio cuenta de que Tasare le estaba mirando fijamente. Incómodo Aracart se despidió del sanador y de Tasare, tras lo cual se dirigió a su catre, con las palabras sobre el señor oscuro resonándole en su cabeza.

Cuando llevaba un par de horas durmiendo escuchó gritos guturales y voces de alarma. Aunque no las entendía sabía de qué avisaban las voces. Orcos. Se levantó de un salto, desenfundó la espada, nadie era lo suficientemente idiota como para dormir sin ella, y se dirigió a la reyerta.

Era un pequeño grupo de Uruks, pero no parecían dispuestos a luchar, estaban rebuscando entre los carromatos. Un grupo de soldados inició una carga y Aracart se dirigió con ellos a cobrarse cabezas orcas. Cuando quedaban menos de cinco metros para llegar hasta ellos, los orcos huyeron. Pararon la carga. Los soldados se miraron estupefactos. Los Uruks no huían. Pero sí se retiraban cuando habían cumplido su misión. El carromato en el que estaban buscando era de la clérigo y se la habían llevado.

Incrit decidió buscar a la clérigo. Puede que ella fuera la única clérigo de esta zona y sus plegarias sanadoras eran muy útiles, si tenían respuesta.


Salieron de inmediato, con antorchas y un rastreador. Aracart se quedó en el campamento ayudando a los sanadores con los heridos y los muertos. Al amanecer todos pudieron escuchar el ruido de la batalla. Duró muy poco, todos rezaron a los Valar para que volvieran todos sanos y salvos.

Al rato volvieron. Por extraño que parezca no hubo ninguna baja por parte de los soldados. La clérigo parecía estar bien aunque cansada, sus oraciones habrían salvado a más de uno en esa escaramuza.

Cuando acomodaron a la clérigo en su carromato la caravana partió hacia Bree. Era uno de los pocos lugares donde no había orcos, aunque los bandidos pululaban como moscas en un cenagal. A la caravana los bandidos molestarían más que causarían problemas, aunque no tendrían ningún problema en agarrar a todo bandido que fuera lo bastante tonto como para salir al encuentro de la caravana. << Por fin algo de verde para variar- Pensaba Aracart- los hombres estaban deprimidos tras meses de sólo ver cenizas como paisaje. >>

A lo lejos todos vieron humo que salía de la ciudad. Aracart pensó lo peor. Espoleó su caballo y cabalgó a Bree. Cuando llegó se echó a llorar. Toda la ciudad había sido reducida ha cenizas. Sus habitantes estaban esparcidos por la ciudad pasados a cuchillo.
La escena era horrible. << Mis hermanos… Mis padres… Todos… Muertos…>>
Buscó la posada El Pony Pisador, la dirigían su familia desde hace quinientos años. En la pared aún estaba la placa que puso Cebadilla Mantecona en su momento que decía: “Aquí se encontraron por primera vez Aragorn rey de Gondor y el Portador del Anillo.”
Entró dentro de la posada. Allí estaban, sus padres, pero ni rastro de sus hermanos. La esperanza renació en él. Eran pequeños, puede que consiguieran escapar. Los llamó y los buscó por toda la ciudad.

- ¡¡Cetril!! ¡¡Bardo!! ¡Responded!

Siguió vagabundeando hasta llegar al centro de la ciudad. Allí toda esperanza de encontrar a sus hermanos vivos fue destruida. Ahora sabía donde estaban todos los niños y bebés que no encontró en la ciudad. Estaban ahí. Apilados, sin cabeza. Todas ellas clavadas en estacas. Ninguno se había salvado. Habían decapitados hasta los bebés.

Aracart no pudo aguantarlo más, se dio la vuelta y vomitó hasta que no le quedaba nada más que la bilis en el estómago. Cuando llevaba unos minutos ahí tirado escuchó unas voces guturales. Orcos, los asesinos de su familia, de su ciudad, de su vida. Giró la cabeza y los vio salir de una callejuela con su botín en las manos. Lo miraron y sonrieron con suficiencia. Pensaban que cinco orcos contra un humano abandonado sería pan comido. Se equivocaban. Aracart se levantó y se lanzó contra ellos con las manos desnudas, pero ocurrió otra vez. Las llamas que ayer inflamaron su espada acudieron a su cuerpo. Todo su cuerpo estaba envuelto en llamas. Los orcos lo miraron aterrados, era como ver a un demonio del averno atacando. Los orcos empezaron a huir pero no les dio tiempo, el primero cayó partido por la mitad de un solo golpe de sus manos, el segundo atravesado de parte a parte de un puñetazo, el tercero sin cabeza de un golpe de revés, el cuarto murió cuando le atravesó la garganta con sus dedos y el quinto… El quinto murió sólo después de que Aracart lo torturara hasta que le dijera quién los mandaba, ante eso el orco respondió:

- El Señor Oscuro…- Tras decir esas palabras el orco murió entre estertores.

Tras la muerte del último orco las llamas que le recorrían el cuerpo se extinguieron. Por extraño que parezca, el corselete de cuero reforzado con tecnomagia aguantó, al igual que los pantalones. La capa y las botas no tuvieron la misma suerte.

Acababan de extinguirse las llamas cuando escuchó una voz detrás de él.

- Fénix-

Aracart se dio la vuelta y reconoció el rostro de quién se dirigía a él. Era Tasare.

- ¿Qué mierda dices?- Respondió con enfado Aracart- No tengo humor para tonterías así que explícate o déjame sólo.
- Eres un Fénix, uno de los humanos bendecidos por los Valar con capacidad de crear fuego.
- ¿Qué? ¿Tú has tomado hierba de Morgul? Esa planta provoca alucinaciones.
- No me he drogado si ha eso te refieres- Era extraño como su voz podía ser tan fría teniendo en cuenta el espectáculo aterrador al que se enfrentaban- Soy una de las observadoras que recorren la Tierra Media buscando a esos pocos elegidos.
- Entonces, ¿no eres una clérigo?
- Lo soy, aunque sea una tapadera para mi mayor misión, encontrar a los fénix.
- ¿Y para qué sirve?, ¿tenéis una academia o algo por el estilo? ¡Venga ya! Ahora déjate de tonterías y lárgate de aquí.
- No.
- Vete.
- No me iré hasta que no vengas conmigo.
- De acuerdo- Accedió Aracart- De todos modos nada me ata a este lugar ahora. Nada… Por cierto, ¿Y el resto de la caravana?
- Entrando en la ciudad. No tienen tiempo de enterrar los muertos, reunirán madera y formarán una pira funeraria.
- ¿No les darán sepultura?
- No pueden. La ciudad lleva unos días así, dentro de poco aparecerán enfermedades.
- Interrogué a un orco- Reveló Aracart- Dijo que les ordenaba atacar un Señor Oscuro.
- Lo mismo que en mis visiones…- Murmuró para si misma- Algo se remueve, algo oscuro. El mar cercano a los Puertos Grises está revuelto, aunque no hay tormenta, se crean remolinos que se tragan barcos enteros. Y hay quien dice que es como si el nivel del mar empezara a bajar, como si la tierra de debajo empezara a subir. Temo que vuelvan los tiempos más oscuros de la historia de Arda. Temo que vuelva Beleriand. Temo que Melkor vuelva a Angband.
- ¿Melkor? ¿Angband? Todo el mundo sabe que Beleriand se hundió tras la Guerra de la Ira y que Melkor fue expulsado al Vacío como castigo.
- Lo sé, pero los Valar están inquietos y los signos apuntan a un solo causante. Melkor.
Nos vamos al santuario de la orden.
- ¿Ahora? ¿Qué pasa con mis compañeros?
- Da igual, debemos partir ya.
- ¿Cómo?
- Ahora lo verás.

Bajó la cabeza y empezó a susurrar unas palabras que Aracart no pudo asociar a ningún idioma conocido. Tras terminar de susurrar, Tarare levantó los brazos y una puerta que parecía hecha de fuego apareció frente a ella. Bajó los brazos y dirigió su mirada al estupefacto Aracart.

- Entra- Tras eso entró y Aracart la siguió a quién sabe donde.



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