La Odisea de Elfenomeno

19 de Octubre de 2006, a las 12:16 - Entaguas
Partidas, hazañas, relatos - Reportajes sobre juegos de Rol :: [enlace]Meneame

Tomas falsas

Aquí pongo las tomas falsas, las narraciones descartadas, que no por ello son peores que las expuestas.

Cuando la compañía va a Moria

Hay una parte en la aventura que quizás cambió todo los planes. Es cuando la compañía persigue al nutrido grupo de cuarenta uruks que portan a los montaraces, y el nazgûl dice:
- Moria ya no es un lugar seguro para los montaraces. Antes detecté un pequeño grupo que os seguía, pero lo he perdido. Cambio de rumbo, ya no iréis a Moria, si no a MORDOR.
Lo que sigue ya lo conocéis, pero que hubiese pasado, si, por ejemplo, ¿El destino Moria hubiese seguido?
Aquí os pongo una narración alternativa; Cuando la compañía va a Moria:

- Seguiréis el destino Moria- dijo el nazgûl con una voz que inspiraba terror a todos- Pronto recibiréis refuerzos. En las montañas, habrá guarniciones de orcos de moria esperándoos a todos. Yo, tengo asuntos más importantes que atender. Ferhog, confío en que esos montaraces lleguen a su destino, o de lo contrario si sobrevives, tú y tus soldados seréis empalados frente a las puertas de Mordor.
Y con el sonido de la muerte, la bestia alada se elevó para perderse en el horizonte.
- ¡Ya habéis oído, ratas de cloaca! ¡Rumbo a Moria sin descanso! ¡Presiento que alguien nos persigue!- dijo el tal Ferhog, un orco alto y veterano, olfateando el aire.
Todos los orcos se levantaron, cogieron entre varios a los montaraces y se iban corriendo a grandes zancadas, jadeantes.
Rúmil maldijo por lo bajo, aunque Burzumgad suspiró como si se hubiese librado de un buen peso.
- ¡Nos hemos librado del nazgûl!- les dijo a la compañía.
- Bien. Ahora solo nos queda una opción; correr lo suficiente para alcanzarlos antes de que lleguen a Moria y se pierdan en sus cavernas.- dijo Dimas- o tal vez podríamos disfrazarnos de Uruks y estar entre ellos, y en el momento más inesperado, caer sobre ellos.
- No funcionaría, maese enano- corrigió Burzumgad- Algunos uruks tienen un olfato excelente.
- ¡Rápido! ¡Persigámosles!- dijo Rúmil.
Todos se levantaron cansados ya de la persecución, mientras que los uruks quizás por algún tipo de embrujo o temor corrían sin descanso a grandes zancadas, y con ellos, los montaraces. A la compañía le pareció y descubrieron que en poco tiempo llevaban días de persecución, que no iban a nada, pues los uruks no paraban ni descansaban.
- Alguna… vez… tendrán… que parar….- dijo Elder entre jadeos, que no era él el menos cansado.
Sin embargo la persecución no paraba. Pronto se vieron obligados a perseguirlos entre montañas frías y duras. Todos parecían haber perdido el gusto por la conversación, excepto para maldecir, aquel ambiente los había endurecido mucho y más de una vez alguno estallaba en discusiones con otro compañero.
Definitivamente, un día los orcos pararon en una colina, con unos jadeos que parecían que se iban a morir de cansancio. La compañía podía haberlos atacado en ese momento, de no ser porque esta estaba mucho peor.
- Tomad, lembas- dijo Rúmil, dándole a cada uno un trozo del pan élfico, y al probar bocado dijo- hacía días que no comía bajo este duro clima.
- Yo no necesito lembas- dijo el enano, quién estaba más duro y agresivo- prefiero cerveza o un buen pollo asado a un fuego calentito.
- Si sigues echando chispas quizás hagas fuego, Dimas- dijo Burzumgad por lo bajo con malicia, quién estaba muy mal, pues hace poco se había resbalado y le daba la impresión de que se había roto algo en la pierna.
- No podemos estar así siempre, camaradas- dijo Abârmil, el único que no había perdido la esperanza- ¡Así no conseguiremos nuestro objetivo! ¿Qué ha sido del amable orco Burzumgad, del agradable Dimas o de los inteligentes planes élficos?
- Sigo teniendo planes- dijo Rúmil- lo malo es que este maldito frío me ha congelado el cerebro.
A todos pareció conmoverle en cierta forma lo dicho por Abârmil, mirándose los unos a los otros, y se dieron la mano levantándose.
- ¿Disponemos de fuerza suficiente para reducir a esos malditos?- dijo Adan.
- Ahora o nunca. De lo contrario podrían recibir refuerzos.
...

Adan el beórnida

Hay una parte famosa en la aventura, el enfrentamiento con el ucorno en el bosque de Fangorn. Más de una vez se me había ocurrido transformar a Adan en oso, como hacen los beórnidas, y esta era la parte donde lo hubiese transformado en oso. Aquí está la narración descartada; Adan el beórnida.

Entonces Khamûl paso por encima con su terrible grito y el ucorno os soltó, cayendo todos al suelo desde una gran altura. Todos confusos y con chillones, mientras el terrible nazgûl gritaba, estabais tirados en el suelo, cuando entonces los uruks llegan y se abalanzan sobre vosotros, sujetándoos e intentando amordazaros. Toda la compañía ofrece resistencia, sin embargo, todos están todavía muy confusos y la mayoría de la compañía es atrapada con facilidad. Mientras Adan se defiende y opone una feroz resistencia, cuando se da cuenta de que al dar un puñetazo a un uruk para que este le deje en paz; no solo lo logra derribar bastante bien si no que por si fuera poco su voz lanza un rugido parecido al de un oso. Adan se extraña y los uruks le miran patidifusos y entonces pasa; Adan observa como sus manos desaparecen para transformarse en garras peludas y todo su cuerpo cambia para transformarse en un oso lleno de furia y ansías de lucha, observando como pierde control sobre su cuerpo…
La compañía observa toda esto, ven como el violento oso marrón vapulea violentamente a todos los uruks, que estos temerosos se mueven torpes y confundidos. El oso no tarda en despejar a todos de uruks, mientras que los uruks que retienen a los miembros de la compañía huyen confundidos. El oso, no cansado de luchar contra los uruks parece dirigirse hacía los miembros de la compañía amenazante.
En ese momento, Khamûl enrabietado, pega el grito característico de los nazgûl y su bestia alada arrastra violentamente al oso lanzándolo a un árbol, no sin antes recibir un buen arañazo del oso. Entonces, el oso se transforma en Adan, quién en gritos de dolor y con la ropa desgarrada intenta escapar del ataque del nazgûl. Toda la compañía lanza flechas e incluso piedras al nazgûl, las cuales parecen dar en el blanco y evitar el ataque sobre Adan. Aprovechando la distracción, todos cogen a Adan y salen corriendo fuera de la presencia del nazgûl.
- ¡Adan, pero eso ha sido asombroso! ¿Cómo lo has hecho?- dijo Rúmil.
Sin embargo, el peligro no había pasado para la comunidad, pues pronto todos paráis al ver que varios árboles os rodean, moviéndose a grandes zancadas.
- Son ents…

La batalla en Minas Tirith

Supongo que muchos miembros de la aventura recordaran aquella narración fantástica y excepcional, una de las mejores diría yo, al igual que sus acciones, de la que recibí muchas felicitaciones. Sin embargo, estaba claro que también había otras alternativas, como por ejemplo… ¿Y si hubiese sido Burzumgad el que se hubiese enfrentado al capitán orco, Gothmog? ¿Y si la compañía hubiese permanecido unida hasta el final? Aquí os pongo varios de las variaciones de una de las mejores narraciones de la partida.

1ª  VARIACIÓN 

Burzumgad se hallaba en un barrio tirado y confuso. Se había dado un fuerte golpe que le había dejado inconciente y veía como muchos orcos descendían por la muralla sin prestarle atención; apenas había gondorianos que las defendiera. Burzumgad se levantó, pero no vio a ningún miembro de su compañía. Giró la cabeza para encontrarlos, pero no vio a nadie. Entonces vio como un gran orco, muy veterano, grande y fuerte bajaba de la muralla con una patrulla de orcos y se lanzaban contra unos pocos gondorianos.
Burzumgad no dudo, se lanzó contra los orcos en ayuda de los gondorianos, pero pronto se vio rodeado de orcos, sin ningún gondoriano. El gran orco, al verle como mataba orcos le pegó un gran puñetazo de sorpresa que hizo que se cayera grave al suelo, con la boca sangrando.
- ¡PERO QUE HACE UN ORCO, MATANDO ORCOS EN ESTA BATALLA!
Burzumgad no respondió si no que se levantó y le pegó una gran patada a un orco que se le abalanzaba e intentó herir al gran orco, quién se protegió.
- Vosotros, marchaos de aquí a sembrad el caos- dijo el gran orco a los demás, quiénes obedecieron sin chistar- Maldito orco. No se qué haces matando a los tuyos, qué haces defendiendo Minas Tirith, como una rata de Morgul, puede hacer eso. Que sepas que yo soy Gothmog, y que ahora mismo te daré muerte.
- Tú eres aquí la escoria, obedeciendo con fidelidad a un amo que te esclaviza- dijo Burzumgad- yo soy libre, y no soy propiedad de Sauron.
Gothmog se rió, y entonces mirándole fijamente, le dijo:
- Te voy a vencer, pero no voy a matarte. Quiero que esas palabras las repitas cuando mi señor Sauron haya destruido esta ciudad.
- Tu señor no sería capaz de destruir ni una hoja de papel- le respondió Burzumgad desafiante.
Y con gritos de furia, ambos se lanzaban al combate.

Dimas, hijo de Thranios, repartía hachazos a todo enemigo que se le acercara. Con una furia inmensa, incluso los orcos llegaron a retroceder con sorpresa al ver el brillo de los ojos de un enano. Pero pronto una nueva oleada de orcos llegó, y todos retrocedieron; y para su desgracia, se separaron. Dimas ahora veía los edificios en llamas, aquella maravillosa ciudad que estaba a punto de sucumbir.
- ¡Esta maravillosa ciudad no puede caer, gondorianos, esta maravilla jamás caerá bajo la mano tenebrosa, camaradas gondorianos! ¡Defendámosla, a sangre y fuego contra esas bestias malignas, por nuestra libertad, nuestros camaradas de Rohan vendrán, y con ellos mataremos al enemigo! ¡Y si no, nosotros mismos podremos acabar con ellos! ¡Por qué mientras viva un solo gondoriano, quedará esperanza!- gritó Dimas en las calles, observando el efecto de su discurso, y pronto llenos de valentía, cientos de gondorianos se le reunieron detrás, y todos en una estampida de gritos de batalla, partían contra el enemigo. Una patrulla orca al ver el hacha de Dimas no tardó en huir temerosos, pero Dimas y los gondorianos les dieron caza y acabaron con ellos. Entonces, Dimas vio como un viejo conocido se le aparecía.
-¡Hola señor enano! ¿Se acuerda de mí?- dijo con su voz tenebrosa riéndose maléficamente Khamûl, y tras esto dicho, se lanzó contra él y su compañía de gondorianos.

  El arco de Rúmil silbaba en la batalla, y sus espadas pronto se volvieron negras de la sangre orca. Había perdido la cuenta de cuantas muertes había provocado, pero pronto, un nuevo torrente de orcos se abalanzó y pronto todos se replegaron.
Rúmil miró perdido intentando buscar a sus compañeros, pero en ese momento, un fuerte Uruk se abalanzó sobre él. Rúmil le dejo primero sin brazos, y luego le degolló ferozmente. Pronto vio como ya una multitud increíble de orcos empezaba a tomar las murallas. Una hueste entera se lanzó contra él, y Rúmil retrocedió bastante, corriendo intentando encontrar algún gondoriano. Pronto se dio cuenta de que los orcos perseguidores habían desaparecido, y de que estaba huyendo atemorizado por los barrios. Avergonzado, fue entonces cuando escuchó gritos femeninos de socorro en una casa gondoriana en llamas. Rúmil no lo dudo, más cuanto entró, arco en mano vio como una elfa y unas gondorianas estaban en una mesa rodeadas de fuertes uruks. Rúmil apuntó con el arco a la cabeza de uno de los uruks.

Aikanáro veía con amargura como una lanza de un orco le atravesaba el costado. La última oleada de orcos había sido incontenible, y ahora sin sus compañeros, un orco le atravesaba con su lanza. Sintió un dolor punzante en la zona. Aikanáro cayó contra el suelo, todavía vivo. Entonces, un montón de gondorianos se lanzaron a la carga contra el grupo numeroso de orcos que dificultaba su vida, y avanzando a gatas por el suelo, se retiró. Se apoyó contra una esquina de un edifico y vio toda la ciudad; estaba en llamas. Veía como los gondorianos caían muertos, y como el dolor de su herida se extendía. Bebió un sorbo de una bebida élfica que había encontrado en el suelo, pura casualidad. A pesar de eso, no se recuperó, y siguió avanzando a gatas. Entonces oyó como el silencio de la batalla cesaba por momentos. Algo espectral acababa de aparecer en combate. Tomó fuerzas y se levantó, fue corriendo hacia la puerta, pero cuando la vio desde lejos, solo vio montones de gondorianos muertos en el suelo, y como un mago blanco sostenía la vara impasible. Lo que le dijo al terrorífico espectro no lo oyó, pero pronto vio como el espectro se alejó en una bestia alada, y como Olog-hai cruzaban la puerta, y como gondorianos se abalanzaban contra ellos. Entonces un jinete del sur entro por la puerta, amenazante portando una gran lanza en la mano, además de una espada. El jinete, le vio, lanzó la lanza al suelo como retándole, desenvainó la espada y con un rugido se lanzo contra Aikanáro, quién se levanto dignamente dispuesto a plantarle cara.

Adan estaba exhausto, y pronto una nueva oleada de orcos le separó del grupo. Se encontró por las calles de la ciudad retrocediendo y gritando los nombres de sus compañeros, esperando encontrarlos. Pero nada, todos estarían bastante alejados. Pronto con su espada en mano y el arco preparado corrió cuesta abajo, viendo como centenares de gondorianos corrían detrás de alguien que no lograba ver, envalentonados y preparados para defender la ciudad aunque solo la muerte consiguiera. Pronto vio como mataban a una patrulla de orcos las primeras filas, y entonces vio como un espectro alado muy familiar les dirigía una palabra al que seguían, que reconoció ahora al verlo de cerca; ¡Era Dimas!
El espectro se lanzó contra Dimas, quién dio un gran hachazo que le salvó, pero la bestia alada, muy furiosa se lanzó contra los gondorianos, arroyándolos a todos y dispersándolos.
- ¡Dimas, aquí estoy dispuesto a hacer frente a esa bestia y a darle la muerte!- gritó Adan.

Elder todavía recordaba cuando los torrentes de orcos se le abalanzaron y le obligaron a retroceder, perdiendo el rastro de sus compañeros. Entre confusión y valor, avanzó por las calles envueltas en llamas de M. Tirith. Veía con pena el destino que se le abalanzaba, pero no le temió. Siguió avanzando sin dejar vivo a un enemigo, y entonces oyó como un silencio inusual se hizo en la batalla. Pronto los gritos de guerra y la matanza volvieron. En ese momento, al llegar a una de las calles, vio como Burzumgad se blandía ferozmente contra un gran orco, en un combate feroz y despiadado. Sin embargo, el orco captó su presencia cuando iba a echarse sobre él, y con gran maestría le pegó un puñetazo en la cara que le hizo resbalar, pero que no le quitó las ganas de defender a su amigo orco.
 
La espada brillante de lanceloth se había teñido negra, de sangre de orco. Vio a lo lejos con alegría los refuerzos rohirrim, que estaban luchando contra los guerreros del Harad y del Rhûn. Pero pronto una ola de terror se adentró en la muralla y esta vez, fueron incontenibles. Lanceloth vio con desesperación como no había nadie a su lado, y todos habían desaparecido. Avanzando a zancadas y matando a todo orco que se le abalanzaba, escuchaba confusamente el grito de la batalla. Jadeos, gritos desgarradores como los de los nazgûl, el sonido de una casa que ardía y de alguien que gritaba élfico y otros gritos femeninos…
Lanceloth corrió hacía la casa, entró por la puerta violentamente con su lanza, la cual tenía el emblema de la marca desgarrado y ensangrentado, y al ver como Rúmil intentaba salvar a varias jóvenes de grandes uruks, con el grito de muerte, se lanzó a ayudar a su amigo, sin percatarse de que otros uruks entraban por la puerta.

Barin estaba agotado. Apunto estuvo de matarle un orco, de no ser por que Burzumgad le había salvado la vida. Pero ahora estaba confuso, perdido entre la batalla, pues un torrente de orcos le había separado del grupo. Sin embargo pronto sintió una gran voluntad de buscar a sus amigos, de ayudarles, pues sentía que estaban en peligro. A grandes zancadas corría por las calles que se empezaban a teñir de sangre negra de orco. Entonces, vio como las rohirrim, Laureth, Eva, María y Aradna, estaban en un rincón, mientras que varios orcos la trataban con varias intenciones de esclavitud. Entonces vio como Farahir se lanzaba contra el orco, pero este lo lanzaba contra las llamas. Vio las lágrimas de las rohirrim, pero lo que más le afectó a Barin, es como Farahir había sido lanzado a las llamas, y como este gritaba ardiendo y se consumía para morir de forma trágica. Barin empezó a llorar. Había fallado. No había logrado salvar a Farahir. Entonces, llenó de una furia asesina y animal, con una gran sed de venganza, con su lanza y espada en cada mano, se lanzó contra los orcos, dispuesto a vengar a Farahir y salvar a las rohirrim.

Abârmil se lamentaba. ¡Los había perdido! Todo por culpa de aquel último feroz torrente. Pero ahora, estaba montando en un veloz corcel al lado de Gandalf. Este, antes de llegar a la puerta le dijo:
-Abârmil, temo que debo enfrentarme al Rey Brujo yo solo. No me persigas ni vallas hacia la puerta, pues me dice que cuando el ariete golpeé por tercera vez, algo funesto pasará. Reúne a todos tus miembros de la compañía y retrocede a los niveles inferiores. ¡Adiós Abârmil, que nuestro próximo encuentro sea en mejores condiciones! Tal vez quieras luchar, pero tu destino no es luchar contra fuertes enemigos, pues tienes que reunir al grupo, y actuar el equipo. Tal vez el mismo destino que os ha separado, os vuelva a unir.
Aunque Gandalf se despidió de manera trágica, Abârmil obedeció y nunca puso en duda la voluntad del Istari. Avanzó velozmente por las calles, intentando encontrar a algún miembro de su compañía; pero nada, solo muerte y desolación.
Entonces, vio de repente como Barin se lanzaba con un grito de furia desgarrador contra unos orcos que manoseaban a los rohirrim. Pero lo pero fue al ver como el cuerpo quemado de Farahir yacía en el suelo.
- ¡VENGANZA!- gritó furioso, dispuesto a vengar con Barin a su amigo Farahir.

2ª  VARIACIÓN

Las oleadas orcas se hacían insostenibles en aquella parte de la muralla. Orcos por todas partes, la compañía observaba como gondorianos caían aquí y allá y como incluso dejaban de verse momentáneamente frente a las embestidas.
- ¡HAY QUE REPLEGARSE!- Gritó Rúmil a la vez que degollaba a un uruk.
- ¡TIENES RAZÓN! ¡LA EMBESTIDA ES INSOSTENBILE! ¡RETIRADA!- ordenó el capitán gondoriano.
Toda la compañía abandonó la muralla, todos detrás de otros, intentando no perderse nunca de vista. Descendieron entre barrios bajos, todos juntos, viendo como los orcos entraban como una marabunta en Minas Tirith.
- ¡Tenemos que resistir, por Aulë!- gritó Dimas.
- ¡Pero si no contamos con nadie que nos ayude!- dijo Farahir.
- No es problema. Nos hemos enfrentado solos a múltiples peligros, y quizás sea la hora de enfrentarnos a nuestro destino. Quizás vayamos a morir, quizás vivamos. ¡Nos quedamos a luchar por Minas Tirith, y no pienso huir!- dijo envalentonado Aikanáro.
Pero de repente un grito agudo se elevo en el aire, y una voz muy conocida dijo ya:
- ¡Vaya, vaya! ¡Pero si es la escoria del bosque de Fangorn!- dijo Khamûl maliciosamente, observándolos desde una casa en la que se había posado su bestia alada. - ¿Pero quiénes son esas mujeres rohirrim que gritan aquí?
Entonces en el piso aparecieron las rohirrim Aradna, Laureth, María y Eva atemorizadas con 2 orcos fuertes detrás suya amenazándolas, que de repente cayeron por unas flechas que Farahir lanzó rápidamente.
- Déjales en paz. Ellas no tienen nada que ver- le dijo al espectro- Somos nosotros los que nos tenemos que enfrentar a ti, y hacerte regresar a las tinieblas de una vez por todas.
Y con una risa maliciosa y macabra, la bestia alada se elevó y se posó en el suelo, gorgojeando, gritando de una forma brutal, que parecía anunciar o la muerte más cercana o la victoria más épica y lograda.

El sendero de los muertos

Hay una parte en la aventura, en la cuál Abârmil podría haber seguido a su señor y cruzar el sendero de los muertos, y con Abârmil, la compañía. Esta hubiese empezado con la victoria en Helm, y hubiese supuesto una transformación de las otras narraciones, siendo los elfos solos quiénes defienden solos Minas Tirith, viendo como al final de los barcos salen varios montaraces y el resto de la compañía.
Aquí os pongo un extracto de una de las narraciones:

Adan sintió el frío viento en su nuca. Era un viento helado y que hizo que un escalofrío le recorriera el cuerpo, y que el temor se apoderaba de él. Estaban cruzando el sendero de los muertos. Toda la compañía, sentía miedo.
- Estoy bastante asustado- Susurró Burzumgad a Dimas, quién había atravesado la oscura puerta dudoso, al igual que el enano.
- No creas que diciéndome eso vas a obtener una respuesta que te consuele. Estoy sujetando mi hacha tembloroso - le respondió Dimas.
Mientras, Adan se adelantaba hacia Abârmil y también le dijo su temor. Abârmil intentó tranquilizarlo:
- Estamos con el heredero de Isildur, nada os va a pasar- dijo Aragorn a todos, que había notado el miedo de la compañía.
Mientras, Lanceloth intercambiaba opiniones con los medio-elfos Elrohir y Elladan, quiénes les caían muy bien.
- Si los muertos nos ayudan, interceptaremos a los corsarios y podremos salvar Minas Tirith luego, pero creo que en  Minas Tirith no contaremos con la ayuda de los espectros- dijo Elrohir.
Lanceloth entonces pensó en los elfos, y aunque no los conocía, temía por su vida, ya tal vez habría supuesto que ellos habían ido a Minas Tirith. Pero ahora todos estaban con Aragorn, heredero al trono de Gondor. Era un hombre de porte majestuoso y glorioso, aunque iba vestido como un montaraz, sucio y desaliñado. También a este además de unos montaraces, Halbarad el señor de Abârmil, le acompañaban Gimli y Legolas, un enano y un elfo.
- ¿Ves algo Legolas?- le preguntó Barin a este.
- No, mi vista de elfo no llega a ver nada más que calaveras, ruinas y un ruido fantasmal…- dijo melancólicamente.
- Oh…- dijo Farahir, quién en esos momentos estaba muy falto de valentía.
Entonces, de repente, varias figuras fantasmales rodearon a todos los presentes, aparecieron en todos lados, como una plaga, grises y aterradas figuras, con ruidos tétricos. Uno de ellos, el que parecía ser el rey se dirigía a Aragorn con una sonrisa macabra en la cara.
- Dimas, Burzumgad- Dijo Gimli a estos dos- Amigo enano, ten preparada el hacha, y Burzumgad, contigo tengo ya una pequeña amistad a pesar de haberte conocido hace poco, y no me gustaría perder a mi único amigo orco. Estad listos.
Todos se apiñaron, Legolas preparó su arco, los montaraces desenvainaron sus espadas, Elrohir y Elladan desenvainaban sus afiladas espadas élficas, Dimas y Gimli mantenían su hacha, Burzumgad cogía su espada, los rohirrim Lanceloth y Barin sostenían amenazantes sus lanzas, Abârmil mantenía su espada junto a Farahir, y mientras, el rey de los muertos y Aragorn avanzaban el uno hacia otro…


La defensa de Helm

Esta vez, hubiese tratado de que una parte de la compañía, Burzumgad, Adan, Abârmil, Farahir y Dimas, al encontrarse por primera vez con Lanceloth este les hubiese guiado a Helm, donde el pueblo de rohan se refugiaba. Por entonces la batalla no había empezado, y por el camino a Helm la compañía hubiese tenido que vérselas con alguna pandilla de huargos. Luego al llegar conocerían a Barin, y lucharían en la batalla del Abismo de Helm, y no como refuerzos. Aquí pongo unos extractos del pequeño enfrentamiento con los huargos y de la batalla de Helm en Cuernavilla:

Enfrentamiento con los huargos (Extracto):

A Burzumgad todavía le costaba cierto trabajo galopar con el fuerte caballo que le habían dado. El animal parecía alterado igual que el de Lórien; pocos caballos tendrían como jinete a un orco. Finalmente se acostumbró, para colmo le dio un poco de envidia ver esta vez como Dimas galopaba con una excelencia perfecta, manejándose perfectamente, como hubiese nacido siendo jinete de la marca.
- Te manejas demasiado bien como jinete- le dijo Lanceloth, y Dimas le agradeció el comentario diciendo que era el caballo el bueno y no el jinete.
Mientras, a Adan, sus sentidos de beórnida le decían algo y parecía estar preocupado. Abârmil, quién lo notó, se acercó y le dijo:
- ¿Qué te pasa, por qué te sientes tan incómodo?
- Algo raro pasa- le dijo Adan- hay algo en el aire, en el ambiente, que no me gusta nada…
- Pues Burzumgad no ha notado nada- le dijo Farahir acercándose.
- ¿Qué? ¡Yo no huelo nada, Farahir!- le dijo Burzumgad, a la vez que ahora trotaba fuerte con el caballo y se ponía al frente.
Lanceloth, al ver que el orco se ponía al frente, le adelantó corriendo con el caballo. Y Burzumgad hizo lo mismo, hasta que entraron en una carrera en las que ambos reían.
Adan mientras seguía preocupado, y entonces Burzumgad frenó rápidamente como si hubiese captado algo peligroso. Lanceloth siguió corriendo sin percatarse del peligro inminente, su caballo se enfureció, cayéndose del caballo.
- ¡Huargos! ¡Se acercan a trote y muy rápido! ¡Son una banda!- dijo a gritos Burzumgad.
- ¡Excelente! ¡Voy a volver a utilizar mi hacha!- dijo Dimas aplaudiendo.
- ¡Preparaos!- dijo Abârmil- Farahir, colócate detrás mía, no quiero que te pase nada.
Farahir obedeció a regañadientes mirándole desdeñadamente. Entonces Burzumgad fue corriendo a amparar a Lanceloth. Le dio la mano para que subiera a su caballo.
Burzumgad ya veía a los lobos acercarse, y Lanceloth dudó un instante en aceptar la ayuda orca. Sería la primera vez, y se sintió raro. Pero un aullido de aquellos lobos hambrientos hizo que no se lo pensara ni una vez más.
- ¡Adan, tu arco!- ordenó Abârmil, observando los huargos que se acercaban.

La batalla de Helm (Extracto):

Abârmil chocó la espada violentamente contra uno de esos malditos uruks. Eran como ratas, había miles. Violentos y sanguinarios se lanzaban con rugidos macabros, gritos que impulsaban a la violencia, gritos que estaban volviendo loco y desesperado a Abârmil, estaba perdiendo los nervios. El uruk aguantó las 2 estacadas que le propinó en el hombro, y como una bestia le arroyó violentamente lanzándole contra un hombre. En ese momento apareció Dimas detrás del uruk, y sin que este se diera cuenta le rebanó la cabeza.
- Gracias- le dijo Abârmil.
- No hay tiempo ahora para dar las gracias- dijo Dimas, y se enfrentó contra otros de los sanguinarios uruks. Abârmil por su parte intentaba derrumbar todas las escalas posibles, pero pronto vio que había una sección de las murallas que los uruks la tenían casi entera.
Barin mataba a diestro y siniestro a uruks sin piedad. Lanceloth a su lado le ayudaba, ambos no dejaban vida enemiga a su paso. Pero los uruks empezaban a ser inaguantables, y el estandarte de la mano blanca de Saruman ya había sido colgado en algunas secciones de la muralla. Lanceloth entonces rompió su lanza brutalmente en el impacto de un uruk, que cayó al suelo con un grito desgarrado, con los ojos sangrando, mientras que Barin desesperado estaba empezando a ahogar a un uruk con su emblema de la marca enrollado alrededor del cuello del uruk.
Mientras, Adan y Burzumgad ya habían retrocedido un poco e incluso habían tenido que irse de la muralla debido al derrumbamiento espectacular de algunas partes de la muralla.
- Con que clase de magia logrará derrumbar estas murallas de dura piedra- dijo Burzumgad.
- Saruman es un bestia. Con la cantidad de uruks que hay, si estos empujan la muralla, ya la derrumbarían.- bromeó Farahir que apareció a su lado, acompañado de Gimli y Legolas.

El enfrentamiento espectral

Al principio de la aventura, no tenía pensado el enfrentamiento con las arañas concretamente, si no que pensaba en enfrentar a la compañía con unos espectros provenientes de Dol Guldur.

La compañía se levantó feliz y jubilosa. La noche había pasado sin problemas, y todos habían dormido perfectamente.
- ¡Ningún problema!- dijo Dimas, oteando el horizonte.
Entonces, unos murmullos fantasmagóricos y terroríficos surgieron de los árboles.
Rúmil echó mano a su arco al igual que todos los que lo poseían, apuntando a todos los lados. Todos dispararon en diferentes direcciones para ver que había provocado el sonido. Ninguno pareció acertar.
Siguieron caminando, muy inquietamente. Burzumgad más de una vez interrumpió la marcha porque le pareció ver un espectro terrorífico, más luego de la vista desaparecía.
Todos empezaban a andar lentamente, silenciosos y con sus armas preparadas. Entonces, un espectro salió al camino. Pero no fue el único. Aikanáro disparó su flecha, la cual impactó violentamente contra el espectro, el cuál se la arrancó diciendo:
- No puedes matarnos. Somos unos espectros… y estamos muertos ya.
- ¡Que hacemos, nos enfrentamos a ellos o huimos!- dijo Abârmil.
Mientras que la compañía decidía, los espectros avanzaban con paso lento y uniformado.

Intimidades y excesos en Minas Tirith

Se me ocurrió la idea de que con la ‘’fiesta’’ que tuvieron los personajes en el reencuentro en Minas Tirith, y el exceso que tuvieron algunos en alcohol, podían ser puestos en situaciones vergonzosas provocadas por el alcohol. Por ejemplo, Dimas se ponía a bailar en la mesa haciendo malabares con el hacha, Adan, Farahir y Lanceloth intimidaron con las rohirrim Aradna, Eva y María, mientras que Barin acabó durmiéndose en la mesa hasta que se despertó al día siguiente. Los elfos, acababan contando historias absurdas, Abârmil riéndose de forma disparatada y Burzumgad trepando por las escaleras al no poder subirlas de manera normal. Me pareció un exceso y lo descarté totalmente.

Un reencuentro en la batalla

Otra de las variaciones de la famosa narración de Minas Tirith, que se mantuvo como posibilidad a diferencia de las demás hasta última hora. Trataría sobre que Burzumgad, en medio de la batalla, se encontraría con Marzdaph, su amada. Sería una escena importante, ya que con ella se pretendería dar un toque emocional y amoroso en medio de la fatídica batalla. Al igual que otras, cambiaría el resto de la narración. Aquí pongo el extracto:

Burzumgad se hallaba en un barrio tirado y confuso. Se había dado un fuerte golpe que le había dejado inconciente y veía como muchos orcos descendían por la muralla sin prestarle atención; apenas había gondorianos que las defendiera. Burzumgad se levantó, pero no vio a ningún miembro de su compañía. Giró la cabeza para encontrarlos, pero no vio a nadie. Entonces, vio como una pequeña panda de orcos temerosos se acercaban hacia él con fiereza, Burzumgad sin ninguna dificultad los mató a todos. Pero al último no lo mató, pues hizo gestos con las manos en señal de paz. Burzumgad se quedó intrigado, mientras el orco le dijo con una voz claramente femenina que no le atacara. El casco le impedía ver la cara de la orca, pero la voz le resultaba como lejanamente familiar, y entonces Burzumgad le quitó el casco.
Su corazón dio un vuelco de alegría.
Era Marzdaph, su amada.
Ambos reaccionaron con un gran abrazo lleno de ternura y amor. Burzumgad no pudo evitar emocionarse sentimentalmente, perderse en recuerdos nostálgicos, aunque su amada tampoco dejo de llorar. Al verla, se sintió alegre y lleno de vida, capaz de parar a cualquier ejército de Mordor. Pero pronto se dio cuenta del peligro que corrían ambos si no se iban.
- ¡Marzdaph, siento que no podamos abrazarnos eternamente en estos momentos, pero debemos encontrar a mis amigos de esta aventura, para que nos ayuden! ¡Corre, debemos marcharnos de aquí!
Y juntos los 2, se fueron de aquel lugar, felices y contentos, por un momentos ambos estaban ajenos a la sangrienta guerra que se estaba librando.

El último cameo

Esta es una escena que pensé en añadir al final (Pero que por torpeza mía y olvido se me olvido añadir). Aquí pongo un extracto del último cameo:

Todos los miembros de la compañía estaban celebrando la victoria. Todos estaban tristes pues sabían que tarde o temprano tendrían que despedirse. Pero ninguno lo expresaba; Dimas disfrutaba de la cerveza, Burzumgad fumaba en pipa, Abârmil miraba las estrellas como si recordara a alguien especial. Entonces, Gandalf, apareció con un joven elfo diciendo:
- ¡Hola! ¡Habéis hecho una proeza increíble, Abârmil y compañía! ¡Y digo esto por nombrar a todos sucesivamente, je! ¡Bien, he venido para presentaros a Finfuingil Entaguas, un joven elfo que se ha prestado a recopilar vuestra aventura!
- ¡Ah, bien!- dijo Rúmil, ya con la nariz un poco roja de la cerveza- ¡Bueno, que sepas que sin los elfos esto no hubiese sido posible!
- ¡Rúmil, la nariz!- dijo Aikanáro riéndose.
- ¿Crees que recopilará bien la aventura?- le dijo Barin a Farahir.
- No se- dijo Farahir- eso dependerá de cómo se la contemos- y le guiño un ojo.
Y todos, cuales compañeros que habían pasado mil penurias juntos, se pusieron a contarle su historia al elfo, que la recopilaba exactamente como había ocurrido, mientras el fuego de la hoguera proyectaba caprichosas sombras hacia nuestros aventureros…

‘’ Al final de sus días, Dimas -hijo del general Thranios, capitán imbatible de la Guardia de Durin III de Khazad-Dûm- comenzó a escribir sus memorias a orillas del río Entaguas, en donde tantas cosas había vivido tiempo atrás, dedicando un largo capítulo a una aventura que tanto le marcó en el pasado junto a un orco, varios elfos y hombres. Dicen las crónicas enanas que en posteriores edades del sol, con todos los protagonistas de esta historia ya fuera de los márgenes del espacio y del tiempo, las hazañas narradas se convirtieron en mito, y el mito en leyenda imperecedera... ‘’



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