Derufod, caballero de Gondor. Amenazas en la Sombra

02 de Septiembre de 2007, a las 22:33 - Eolywyn De Rohan
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Capitulo 2.: Amenazas en la sombra

El gobernador de Pelargir era un hombre viejo y enfermo, se sentía tan cansado y dolorido desde que aquella extraña enfermedad lo atacó, que
difícilmente podía desempeñar su trabajo. Hacía muchos años que el senescal Denethor II lo nombró gobernador de la ciudad portuaria de Pelargir y él se sintió tan entusiasmado y orgulloso de recibir dicho cargo que no dudó ni por un instante dejar su preciada Ciudad Blanca y, junto con toda su familia, instalarse en Pelargir, una nueva ciudad y una nueva vida.

Había sido durante años un gobernador justo y supo llevar la economía de la ciudad por el camino de la prosperidad. Sus hijos, tres varones, fueron casándose y distanciándose; uno de ellos se encontraba en Dol Amroth, otro vivía en Minas Tirith y el más joven y aventurero volvió del sur de Gondor con una hermosa dama a la que tomó por esposa en Pelargir, celebrándose una ceremonia espléndida al igual que el banquete. Él se ilusionó con la decisión de su hijo de quedarse a vivir en la ciudad, y a que así vería crecer a sus nietos, pero los años pasaron y su hijo no
tenía descendencia.

Poco después de la boda comenzaron a recibir frecuentes visitas del hermano de la esposa de su hijo, se hacía llamar conde Belzagar, un hombre alto de porte orgulloso y como su hermana de cabello oscuro y ojos azul gris, un hombre atractivo, de buenos modales e inteligente. Acompañaba a todas partes al gobernador, muy interesado en todo aquello que le contaba y como la ciudad había ido creciendo y fortificándose. Al gobernador le gustaba la compañía de Belzagar, pues mostraba más interés en aprender a gobernar un lugar como aquel que su propio hijo.

El conde Belzagar era atento y cortes con el viejo gobernador y poco a poco se fue ganando su confianza y amistad.Belzagar se marchaba en su hermoso y bien construido barco, estaba un tiempo ausente y volvía a aparecer.

La esposa de su hijo, Isilbêth, era una dama de noble cuna, de exquisitos modales y una belleza parecida a las reinas de antaño. Era alta y bien
proporcionada, se movía de manera elegante y su mirada era cautivadora. Isilbêth era muy buena con él, sobre todo después de las desgracias que cayeron sobre su casa y la enfermedad que lo debilitaba, ella se había hecho cargo de su cuidado y de organizar la casa.

Las desgracias para el gobernador comenzaron un día, cuando sin saber como, se prendieron fuego varios navíos mercantes en el puerto, tan espectacular y poderosas fueron las llamas, que cuando los hombres consiguieron apagar el incendio, los barcos estaban inservibles. En aquel desgraciado día, Belzagar se encontraba allí y prometió al gobernador compensarle con navíos de su propia construcción.

La siguiente desgracia fue insustituible, su propia esposa sufrió un complicado accidente cuando su carruaje cayó por un barranco muriendo en el acto ella y los criados que la acompañaban. Aquello fue un duro golpe para el gobernador que ya empezaba a presentar síntomas de la enfermedad que lo debilitaba. Isilbêth comenzó a cuidar de él, le preparaba personalmente una medicina que parecía aliviarle, pero, más a menudo de lo que podía desear, sufría recaídas que lo mantenían en cama.

El gobernador agradecía mucho el interés y los cuidados que Isilbêth le procuraba, pero su enfermedad le retenía postrado mucho tiempo y la ciudad debía ser gobernada. Mandó correos hacia Minas Tirith pidiendo una sustitución, pero el tiempo pasaba y no recibía respuesta. Mientras su hijo junto con un grupo de soldados, solían patrullar los caminos y alrededores de Pelargir, pues se habían visto grupos de bandidos que asaltaban a los viajeros y habitantes de los alrededores.

Estos bandidos al parecer estaban bien organizados y armados, se desconocían de donde provenían, pero, su acento al hablar sonaba de muy al sur. La gente empezó a tener miedo de adentrarse en los caminos, susurraban que aquellos salteadores eran sureños de Harad, e incluso, de Umbar y que venían escondidos en los barcos que traía aquel conde Belzagar que cada vez ganaba más enemigos en Pelargir.

La dama Isilbêth aconsejaba al viejo y enfermo gobernador que dejara todo en manos de su hermano que era un hombre práctico y muy organizado, mientras él descansaba y recuperaba la salud que se había visto muy agravada. Así, viejo, débil y solo, el gobernador de Pelargir hizo lo que creyó correcto y entregó a Belzagar el control de Pelargir.

Fue de esta forma como los enemigos de este misterioso conde fueron cayendo uno a uno mientras él se volvía más fuerte e influyente y ningún correo llegó de Minas Tirith, porque Belzagar y sus hombres se encargaron de que las noticias que pudieran llegar hasta el senescal fueran de lo más normal.



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