Batalla de Cuernavilla

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Fenopaedia
Lugar: Abismo de Helm
Protagonistas: Aragorn, Legolas, Gimli, Théoden, Éomer, Gamelin, Erkenbrand, Gandalf, Háma
Año o época: 3019, Tercera Edad
Otros nombres: Batalla del Abismo de Helm

Batalla librada entre los días 3 y 4 de marzo del año 3019 de la Tercera Edad entre los Rohirrim y las huestes de Saruman en la fortaleza de Cuernavilla.

Cuentan los sabios que por aquel entonces Saruman había iniciado la conquista de Rohan tras la Primera Batalla de los Vados del Isen (librada el 25 de febrero del 3019 T.E.), en la que los Rohirrim mantuvieron el control de los Vados y rechazaron al enemigo, si bien el coste de la batalla fue caro y amargo pues en ella cayó Théodred, el hijo del Rey Théoden, y porque las pérdidas en vidas fueron muy cuantiosas. Erkenbrand asumió el mando del Folde Oeste al enterarse de la muerte de Théodred, y se apresuró a enviar mensajeros a Edoras, que llegaron el 27 de febrero al mediodía, para anunciar la mala nueva y para pedir a Eomer que enviara la ayuda que le fuera posible para evitar la invasión de Rohan, argumentando que la defensa de Edoras debía hacerse en el Oeste y no cuando la capital fuera sitiada.

Sin embargo había en Edoras un enemigo encubierto dentro de palacio que se llamaba Gríma, y a quien todos, menos el Rey, llamaban Lengua de Serpiente. Gríma era el consejero personal del Rey Théoden, pero en realidad se trataba de un agente de Saruman cuya misión era la de desaconsejar al Rey e intentar debilitar su salud y enturbiar su mente para tenerlo siempre bajo su control. Gríma por tanto aprovechó el laconismo del consejo de Erkenbrand para propiciar su política dilatoria que favorecía claramente a Saruman ya que unas fuerzas dispersas eran más fáciles de aniquilar. Por este motivo Théoden retrasó la orden de enviar ayuda a los Vados aun cuando se estaba a punto de sufrir una segunda invasión en los Vados del Isen puesto que Gríma le aconsejaba que era más prioritario defender Edoras que los Vados. Por causa de estos consejos un terrible desastre se cernía sobre el reino y nadie parecía ser capaz de hacer entrar en razón al Rey Théoden.

No fue hasta la llegada de Gandalf, acompañado por Aragorn, Legolas y Gimli, a Edoras el 2 de marzo del 3019 T.E. que Théoden no entró en razón. La presencia de Gandalf y sus oportunos consejos tuvieron un efecto rejuvenecedor en el viejo rey, y se dice que incluso muchas de las arrugas de su cara, causadas por la tristeza y la desesperación, desaparecieron conforme volvía de nuevo a sentir el ardor guerrero que siempre le había caracterizado, y al ver el peligro en que se encontraban y siguiendo el consejo de Gandalf decidió partir rápidamente a los Vados con todas las fuerzas que pudo reunir en ese momento. Gríma fue desenmascarado por Gandalf, que demostró que estaba aliado con Saruman y que daba malos consejos a Théoden que podrían haber provocado la caída de Rohan y por tanto fue expulsado de Edoras.

Por tanto, al atardecer de ese mismo día un nuevo Théoden, ya curado por Gandalf, se puso al frente de un ejército de más de mil lanzas y en compañía de Éomer, y junto con Gandalf, Aragorn, Legolas y Gimli, partió a toda prisa en dirección a los Vados del Isen para ayudar a las fuerzas de Erkenbrand que allí intentaban contener al enemigo invasor. Por delante tenían una marcha de unas cuarenta leguas, y aunque los corceles de Rohan eran rápidos y resistentes también necesitaban descansar. Cuando cayó la noche acamparon rodeados de centinelas, y sin encender ningún fuego para no llamar la atención de posibles espías se enviaron exploradores en busca de información. Sin embargo la noche transcurrió sin incidentes poniéndose de nuevo en marcha nada más despuntar el día.

Transcurría el atardecer del segundo día (3 de marzo) de marcha cuando la vanguardia del ejército avistó a lo lejos a un jinete que avanzaba al galope hacia ellos. Se trataba de un mensajero que les anunció que el día antes, el 2 de marzo, el ejército de Erkenbrand había sido derrotado en los Vados por un enorme ejército venido de Isengard, siendo dispersados sus soldados y Erkenbrand obligado a replegarse con los que pudo reunir en la fortaleza del Abismo de Helm. En ese instante Gandalf le dijo a Théoden que ya no acudiera a los Vados pues ya no había nada que pudiera hacerse alli y que en su lugar se dirigiera a toda prisa al Abismo de Helm. Tras este consejo Gandalf se despidió de todos y partió como un rayo montado en Sombragrís, anunciándoles que se volverían a ver en la Puerta de Helm. A dónde partió Gandalf nadie lo supo en ese momento, pero su decisión de marchar fue fundamental como más tarde podremos comprobar.

El ejército por tanto se desvió de su camino y se dirigió al sur a toda prisa. Cayó la noche y seguían cabalgando pues de su pronta llegada al Abismo dependía el destino de Rohan. Algunas millas más allá había una hondonada ancha y verde en las montañas, y desde allí se abría paso un desfiladero en las montañas al que los habitantes de la zona llamaban el Abismo de Helm, en recuerdo del antiguo rey que tuvo allí su refugio. Desde el norte serpeaba cada vez más escarpado y angosto, y se dejaba de ver a la sombra del Thirhyrne, dos imponentes torres que se levantaban a uno y otro lado, tan altas que impedían el paso de la luz. En la Puerta de Helm, ante la entrada del Abismo, la elevación más al norte se prolongaba en un espolón de dura roca, llamado el Peñón, y sobre este espolón se alzaban unos altos muros de piedra que rodeaban una gran torre. Esta era la llamada fortaleza de Cuernavilla, porque los ecos de las trompetas que sonaban en la torre resonaban más aún en el Abismo, y daba la impresión de que un gran ejército iba a surgir desde su interior. Desde Cuernavilla se extendía una muralla hasta el espolón más al sur para cerrar la entrada al desfiladero. La muralla, llamada Muro del Bajo, acababa en una torre, denominada como Torre del Muro. A su través corría la Corriente del Bajo, que atravesaba la muralla y fluía por una garganta que descendía en pendiente desde la Puerta hasta la Empalizada de Helm, para más adelante caer en el llamado Valle del Bajo y penetrar en el Valle del Folde Oeste.

Los Jinetes estaban aún en la hondonada de entrada al Valle del Bajo, que precedía a la Empalizada de Helm, cuando los exploradores volvieron para anunciar que Orcos montados en lobos ocupaban el valle y que una gran hueste de Orcos y hombres salvajes avanzaban desde los Vados en dirección al Abismo de Helm. El ejército de los Rohirrim prosiguió con su avance hacia el Abismo con la esperanza de poder abrirse paso entre las líneas enemigas antes de que fuera demasiado tarde, y se dice que cuando habían atravesado un buen trecho del Valle del Bajo se volvieron a mirar hacia atrás y contemplaron una infinidad de antorchas que anunciaban la presencia de un gran ejército que les seguía muy de cerca.

Los Jinetes por fin llegaron al foso de la Empalizada de Helm que marcaba la primera línea defensiva de Cuernavilla, y allí se enteraron con júbilo de que Erkenbrand había dejado a unos mil hombres custodiando la fortaleza, pero sin embargo nadie sabía dónde podía estar el Señor del Folde Oeste ya que desde su derrota en los Vados no tenían noticias de él. El Rey y sus Jinetes prosiguieron la marcha y atravesaron las puertas de Cuernavilla, siendo recibidos con gran júbilo y renovadas esperanzas por los que allí se encontraban ya que ahora tenían hombres suficientes para defender la fortaleza. Por tanto, y sin perder tiempo, se dispusieron a distribuir a los hombres para preparar la defensa del Abismo, donde además se concentraban las tres cuartas partes de la población del Folde Oeste que se refugiaron en Aglarond, las cavernas que seguían al Abismo de Helm. Théoden y su séquito se quedaron en Cuernavilla, junto a algunos de los hombres del Folde Oeste, y Eomer dispuso a sus fuerzas sobre el Muro del Bajo y en la Torre del Muro, y también por detrás, pues en esta zona parecía más vulnerable la defensa en caso de un ataque en masa. También se dispuso a algunos guardias para que custodiaran los caballos, que se guardaron en el Abismo.

Y así fue como, aprovechando la noche, las huestes de Saruman se lanzaron a un feroz ataque, comenzando la Batalla de Cuernavilla. El ejército de Saruman basaba su ataque en su superioridad numérica ya que entre hombres y orcos sumaban al menos una fuerza de diez mil combatientes. El primer ataque fue dirigido contra la Empalizada, y los hombres del Folde Oeste que estaban en la retaguardia castigaron duramente al enemigo lanzándoles muchas flechas, pero éstas se acabaron y se vieron obligados a huir al galope hacia la rampa de Cuernavilla. Pasaba la medianoche y los relámpagos iluminaban el cielo cuando una marea de enemigos asaltó la Empalizada escalándola y atravesó el Foso, acercándose rápidamente a la fortaleza de Cuernavilla. Con el sonido del trueno llegó la lluvia, y cientos de formas sombrías y terroríficas continuaban saltando la Empalizada y atravesando el Foso, acercándose más y más a los muros de la fortaleza. Desde los muros de Cuernavilla nadie respondió a las flechas enemigas y los atacantes se detuvieron desconcertados, sin embargo los Orcos prorrumpieron en gritos y lanzaron una nueva lluvia de flechas sobre las murallas y se lanzaron contra el Muro del Bajo y contra la Explanada subiendo por la rampa que llevaba a las Puertas de Cuernavilla. Fue entonces cuando se produjo la respuesta de los sitiados y una nube de flechas y pedruscos fueron lanzados sobre el enemigo, que fue sorprendido por la violencia y la contundencia del ataque, provocando una primera retirada. Pero la retirada iba a durar poco, ya que se volvieron a reunir para atacar de nuevo con más contundecia. Fuera de la fortaleza resonaban las trompetas, y una horda se adelantó de entre la marea de atacantes portando los escudos en alto y empujando entre ellos dos enormes troncos para intentar derribar la puerta de la fortaleza. Tras ellos los arqueros orcos lanzaron una lluvia de flechas contra los defensores de los muros, permitiendo que los atacantes comenzaran el derribo de las puertas de Cuernavilla. Se dice que por cada orco que caía muerto otros dos ocupaban su lugar y que a cada embestida de los arietes la puerta cedía más y más. Ante la desesperada situación Aragorn y Éomer, acompañados por un grupo de valientes guerreros, fueron desde el Muro del Bajo y subieron al patio exterior en lo alto del Peñón, y saliendo por sorpresa por una pequeña poterna situada en un sinuoso y estrecho camino al oeste de la puerta principal lanzaron un furioso ataque contra los enemigos que portaban los arietes, abatiendo a los que osaban resistirse a ellos y arrojando al resto de los que se encontraban en el Peñón. Aragorn se dio cuenta de que la puerta estaba gravemente dañada, pero no podían quedarse allí puesto que nuevos enemigos corrían a reemplazar a los que fueron abatidos, y por tanto se retiraban hacia la poterna cuando unos diez o doce orcos, que habían fingido estar muertos, se levantaron y les atacaron por las espaldas. Pero en ese momento hizo su aparición Gimli, que con su inigualable manejo del hacha decapitó a dos de ellos, haciendo que los demás huyeran atemorizados. Tras regresar a Cuernavilla a través de la pequeña poterna, amontonaron piedras e hicieron una barricada en la maltrecha puerta principal de la fortaleza.

Las nubes comenzaron a dispersarse y el campo de batalla fue iluminado por una luna clara y luminosa, pero esta luz trajo la desolación a los Jinetes pues vieron como nuevas fuerzas llegaban del valle y cruzaban el foso en un reguero que parecía no tener fin. Tras el ataque al Peñón la embestida contra las puertas se acrecentó más aún. Las huestes de Saruman se estrellaban contra el Muro del Bajo como las olas contra las piedras, y los Orcos y los Montañeses lanzaban escalas y cuerdas a los parapetos con tanta rapidez que los defensores no daban abasto para arrancarlas. Legiones de Orcos trepaban por ellas, y daba igual que cayeran pues otros corrían a reemplazarlos en una furia desmedida. Se dice que a los pies de las murallas se apilaban montañas de enemigos caídos de las murallas, pero esto no desanimaba a los atacantes que, como una negra marea, no cejaban en su intento de tomar el Muro del Bajo. Los Jinetes empezaban a notar el cansancio y habían agotado todas las flechas y lanzas cuando un gran griterío se alzó desde el Abismo. Los Orcos se habían arrastrado con sigilo por debajo del canal que atravesaba el Muro del Bajo y se disponían a atacar a los Jinetes que estaban en lo alto del muro. Entonces Gamelin, Legolas y Gimli, junto con muchos Jinetes, atacaron con gran furia a los Orcos, que fueron abatidos y arrojados por el precipicio que se abría frente a los guardias de las cavernas de Aglarond, pues muchos Orcos intentaron atacar a los guardias que custodiaban las cavernas y a los caballos. Tras esta incursión se decidió taponar el canal por donde transcurría la Corriente del Bajo, tarea que fue supervisada y dirigida por Gimli, con el objeto de evitar que el enemigo les volviera a sorprender por allí.

Mientras, Cuernavilla seguía inexpugnable. Sus puertas estaban derribadas, pero por ahora ningún enemigo se había atrevido a traspasar la barricada que cerraba la entrada a la fortaleza. De repente resonaron de nuevo las trompetas y en seguida hubo un estallido atronador, una gran llamarada y mucho humo. Las aguas de la Corriente del Bajo se desbordaron pues un gran boquete se había abierto en el muro, por donde una horda de enemigos prorrumpió con grandes gritos. El enemigo lanzó un doble ataque, Orcos que trepaban las murallas atacaron desde arriba, y las huestes que estaban en tierra se lanzaron por la abertura que el fuego de Orthanc había provocado. Todo estaba perdido, la situación era desesperada y los Jinetes retrocedían a los Abismos y a la fortaleza mientras se batían en rápida retirada. Aragorn junto con Legolas y muchos otros lograron refugiarse en Cuernavilla, junto con el Rey y su guardia, mientras que Éomer y Gimli retrocedieron luchando a través del Abismo hasta refugiarse en Aglarond. El enemigo se había apoderado del Muro del Bajo y habían barrido a los defensores, pero muchos habían logrado refugiarse en la fortaleza del Peñón y en las cavernas de Aglarond, más allá del Abismo.

La pesadumbre se apoderó de los sitiados. Cuernavilla nunca había sido tomada, pero todo apuntaba a que esta vez sí lo iba a ser. Théoden estaba abrumado pues sabía que tarde o temprano las enormes huestes de Saruman lograrían la victoria, y por tanto decidió que moriría luchando antes que quedarse encerrado en un asedio sin esperanza alguna de salvación. Por tanto decidió que al amanecer se haría sonar el cuerno de Helm y que partiría montando su caballo Crinblanca en compañía de su guardia, cuyos caballos se guardaban en el patio interior de Cuernavilla, para presentar una última batalla al enemigo y así morir dignamente y con valentía. Y así fue como al llegar el alba del día siguiente hubo un rugido un una intensa llamarada. La bóveda de la puerta de Cuernavilla se desmoronaba y la barricada era destruida. Los Orcos daban grandes gritos y se arremolinaban en sus cercanías para lanzar el ataque definitivo cuando sonó del gran cuerno de Helm en lo alto de la torre. Súbito e intenso se elevó su sonido, sus ecos resonaban en el Abismo que devolvía su sonido como si otros cuernos fueran soplados en respuesta, y los Orcos se estremecieron al oír los sonidos de lo que creían era un gran ejército que acudía a la batalla. Un gran grito fue entonado por los Jinetes, “¡Helm! ¡Helm! ¡Helm ha despertado y retorna a la guerra! ¡Helm ayuda al Rey Théoden!” y en medio de este clamor apareció el rey montado en su caballo, y a su derecha estaba Aragorn y tras ellos cabalgaban los Señores de la Casa de Eorl el Joven, y la luz del día iluminó los cielos. ¡”Adelante, Eorlingas”!, gritó Théoden, y tras este llamamiento los Jinetes se lanzaron al ataque arrasando a las huestes de Isengard osaban cruzarse en su camino. Por detrás de ellos llegaban los hombres que se habían refugiado en las cavernas y se sumaron al ataque en una marea incontenible ante la cual los Orcos y los Hombres malvados corrían desesperados en dirección al valle.

Théoden partió por tanto de la Puerta de Helm y se abrió paso entre los enemigos hasta llegar a la Empalizada, y entonces observaron algo muy extraño, pues donde antes había un valle verde ahora había un bosque. Hileras de árboles silenciosos y oscuros ocupaban toda la depresión del valle, y bajo sus ramas todo era oscuridad. A un cuarto de milla de la Empalizada se extendía este misterioso bosque, y allí se concentraban las desconcertadas huestes de Saruman, que intentaban escapar aterrorizadas tanto por el súbito ataque del rey como por la aparición de tan amenazante bosque. Los enemigos intentaban escapar por las paredes del valle, pero en el este las laderas eran demasiado escarpadas para ser escaladas, y cuando intentaron escapar por el oeste sucedió algo inesperado. Porque de improviso apareció en una cima un jinete vestido de blanco que resplandecía con la luz del sol, y en las colinas resonaron los cuernos, apareciendo un millar de hombres a pie que se lanzaron corriendo colina abajo, y entre ellos estaba Erkenbrand, que hizo resoplar con todas sus fuerzas un gran cuerno negro. Gandalf había vuelto tal y como prometió, y con él traía a Erkenbrand junto con todos los hombres que pudo reunir en el Folde Oeste y los que huyeron de la batalla de los Vados, pues en realidad eran más los que se habían dispersado que los que habían muerto en las batallas de los Vados. Las huestes de Isengard gritaban desesperadas y desde la torre sonó de nuevo el cuerno de Helm. La compañía del Rey se lanzó en una furiosa carga a través del foso de la Empalizada y los hombres de Erkenbrand, junto con Gandalf, cargaban colina abajo contra los enemigos que intentaban huir del valle.

La victoria de Rohan sobre Isengard fue absoluta. Los Orcos, que intentaron huir a través del bosque, fueron aniquilados por los Ucornos que habían acudido siguiendo al ejército de Saruman desde que partiera de Isengard para prestar ayuda a Rhoan en su lucha contra su odiado enemigo. Se dice que ningún Orco quedó con vida y que sus cadáveres eran incontables. Pero muchos Montañeses se habían rendido, y tras prestar juramento de que no volverían a atacarles ni a aliarse con los enemigos de los Hombres se les permitió volver a las Tierras Brunas en libertad tras ayudar a los Hombres de Rohan a reconstruir la Empalizada y los muros semiderruídos de la fortaleza.

Tras la Batalla de Cuernavilla se levantaron dos túmulos en el interior de la Empalizada donde se enterraron a todos los Jinetes que cayeron en la batalla, los del Folde Oeste a un lado y los del Folde Este al otro, y en una tumba a la sombra de Cuernavilla sepultaron a Háma, el capitán de la guardia del Rey, que había caído luchando frente a la Puerta. Los Hombres de Saruman también fueron enterrados, pero en un túmulo por fuera de la Empalizada, mientras que los cadáveres de los Orcos fueron amontonados en grandes pilas lejos de los túmulos de los Hombres, sin embargo no pudieron quemarlos pues la leña de que disponían era muy escasa y porque nadie se atrevía a levantar un hacha contra el bosque de Ucornos. Se dice que ese mismo día, en mitad de la noche, los hombres escucharon un gran fragor, como si un vendaval azotara el valle. La tierra temblaba y nadie se atrevió a salir para ver qué estaba pasando, y no fue hasta la mañana siguiente que pudieron ver lo que había ocurrido. Los cadáveres de los Orcos habían desaparecido, y también los árboles. En las profundidades del Valle del Abismo las hierbas estaban aplastadas y pisoteadas, y una milla más abajo del valle se había cavado un foso profundo y sobre él había una colina de piedras. Los Hombres entonces sospecharon que allí se encontraban los orcos muertos en la batalla y que quienes habían hecho tal acción habían sido los Ucornos que ya habían abandonado el Valle durante la noche y habían partido de nuevo hacia Fangorn. La Quebrada de la Muerte se llamó desde entonces, y desde entonces jamás creció allí una sola brizna de hierba, y de este modo los Ucornos se vengaron de los Orcos.

Esta batalla también fue conocida como la Batalla del Abismo de Helm.
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