El Cielo se Oscurece

18 de Mayo de 2003, a las 00:00 - Aitor E. Zuriaga
Relatos de Fantasía - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

Mira el cielo. ¿Lo ves? Está completamente negro. Da miedo, ¿verdad? No hace falta que contestes, me contento con tu compañía. Si no te importa, necesito hablar un poco para desahogarme. De todas formas, no se me ocurre otra cosa.
Señor, el cielo está negrísimo... Daría absolutamente cualquier cosa porque sólo fuera una tormenta. Pero desgraciadamente, sé que no es así.
Ahora más que nunca recuerdo la conversación que tuve con aquel extraño individuo, hace tanto tiempo. No sé si te acordarás de él. Llegó de repente, un día como cualquier otro, y su aspecto dio bastante de qué hablar, pero sólo se quedó unos días, así que también se olvidó pronto. Tenía una vieja y larga gabardina marrón, y una melena sucia y castaña oscura le caía en greñas por la espalda y los hombros.
Debería tener unos treinta tantos, pero por su piel parecía más viejo. Tenía la piel como demasiado gastada, demasiado curtida. Su cara daba bastante miedo. Era de tez morena y endurecida, y si te fijabas un poco podías verle los poros con perfecta claridad. Tenía rasgos de veterano, como ya te he dicho. Aún recuerdo su cicatriz. Recuerdo que la cicatriz era lo que más miedo me daba, esa cicatriz que comenzaba en la ceja y le caía por el carrillo izquierdo, lamiendo el ojo por el camino. Me asombró que no estuviera tuerto. Por cierto, llevaba gafas, tan gastadas como la gabardina.
Pero lo que más asustaba a la gente, a la vez que lo que más me fascinaba a mí, era esa enorme espada que llevaba semioculta debajo de la vestimenta, y que jamás de los jamases enseñó a nadie. Recuerdo lo enojado que se puso cuando en medio de aquella conversación le pregunté si podía sacarla un momento de la vaina.
Nunca supe su nombre, y me temo que ya nunca lo sabré. En realidad creo que nadie lo sabía, aunque la gente de por aquí lo llamaba El Cazador.
La verdad es que no sé por qué me contó lo que me contó. Supongo que no habría ningún motivo concreto, como él mismo dijo. Quizá hasta un tipo tan callado como él necesitaba hablar y desahogarse de vez en cuando, compartir esos secretos que sólo él sabía. Debe sentirse muy solo.
Yo tenía entonces dieciséis años, y era feliz. Reconozco que todo me iba bien, y yo vivía en mi propio mundo, en una alegre burbuja que había creado a mi alrededor. Era un día de otoño, poco después de empezar el nuevo curso. A mí me iba bastante bien, porque sabes que siempre he sido estudioso. De hecho, estaba estudiando. Lo recuerdo. Es decir, no exactamente de la materia, pero recuerdo que estaba solo en casa, haciendo unos deberes que me habían mandado mientras mis padres estaban fuera, trabajando. Y entonces, de repente, volví la cabeza no me acuerdo para qué, y él estaba detrás de mí. ¡Jesús, cómo salté! Te lo conté varias veces, si haces memoria. Pocos sustos he tenido en mi vida como el que me dio ese día aquel hombre tosco y temible.
No tengo ni idea de cómo entró en la casa, porque recuerdo perfectamente que por esa época hacía mucho frío y siempre lo teníamos todo bien cerrado, y no me lo dijo. Me dio un miedo cerval estar solo con aquella persona, y lo primero que hice fue agarrar una lámpara para defenderme, a pesar de que estaba temblando. Sin embargo, la respuesta de aquel lobo solitario fue de lo más sorprendente. Se sentó tranquilamente en una silla y me instó a que dejara la lámpara en su sitio. Por supuesto, yo no bajé la guardia. No obstante, algo me fue tranquilizando progresivamente, no puedo explicarlo, pero bien por su mirada o por algo que no puedo describir supe que aquel hombre no tenía ningunas intenciones de hacerme daño.
Nadie se lo creería, pero empezamos a hablar. Empecé creyendo que era un chiflado, y siguiéndole la corriente por la cuenta que me traía, pero a medida que avanzaba nuestro diálogo, que casi resultó ser un monólogo por su parte, me fue interesando más y más lo que decía, y al cabo de un rato me apacigüé y me senté a escuchar atento frente a él, tentando a la suerte. No sé de qué hablamos en un principio, pues eran cosas insustanciales sin importancia que obviamente las dijo para romper un poco el hielo, aunque no demasiado.
Por otro lado no se mostró especialmente afable, sino más bien rudo, como evitando trabar amistad. Parecía que no quería trabarla con nadie, y al poco resultó evidente que el motivo era el poco tiempo que pretendía quedarse. Por eso debe sentirse muy solo, si siempre adopta el mismo comportamiento. Ni siquiera me preguntó cómo me llamaba, ni nada referente a mi vida personal. Sólo parecía tener ganas de contarme algo, algo muy importante. Aquel hombre daba la impresión de saberlo absolutamente todo, como si hubiera estado presente en todas y cada una de las cosas que han pasado desde que existe... bueno, desde que existe todo lo que existe, si es que hubo un comienzo. Y también parecía saber mucho sobre lo que todavía estaba por venir.
Como te digo, no recuerdo cómo empezó la conversación, porque hablamos de cosas poco interesantes al principio; pero poco a poco fue internándose en unos misteriosos derroteros religiosos, o algo que debido a mis creencias cristianas relacioné mucho con la religión.
Ya recuerdo... Sí, de hecho, fue él el que me preguntó por mis creencias, y fue a partir de ahí cuando la cosa se puso enigmática. Estuvimos hablando unos minutos de religión, pese a que él todavía no quería confesar en qué creía; entonces me daba más pie para que hablara yo. Pero se veía que sabía mucho del tema. Sabía muchas cosas, y yo le preguntaba y él respondía, muchas veces en forma de acertijo, sin desvelarlo todo.
Cuando de veras empezó a preocuparme su modo de hablar y las cosas peculiares y aterradoras que contaba, que fue cuando empezó a soltarse, fue a partir de que le preguntara como cualquier otra cosa si existía el diablo.
Rumió unos segundos la respuesta.
-¿El diablo? - repitió al fin con sorna - Ah, creo que ya sé a quién te refieres. Por aquí se le llama Satanás, ¿no? Sí, Satanás, y creo que también Lucifer y Belcebú. Oh, sí, sí que existe, ya lo creo que existe. Existe, pero poco tiene que ver con la imagen que os habéis creado de él. No tiene cuernos ni nada de eso. En realidad, muy poca semejanza hay entre el Satanás verdadero y el que vosotros os imagináis. Satanás es un prototipo que habéis inventado para echarle a alguien la culpa de vuestros pecados. Pues bien, poco o nada tiene que ver él con todo lo malo que sucede en este mundo, si bien en un principio tuvo mayor relevancia. No, su cometido es mucho más limitado. Escúchame, chico, la vida no sería un ápice más bonita de no existir Satanás. El mal ya no viene de fuera del mundo, sino que hace mucho que está dentro, y cada uno es responsable de sus propios pecados. Todo se le achaca a esa serpiente de Satanás, pero hay mucha maldad diabólica inherente en el ser humano.
"Casi no puedo creerlo. La importancia que se le ha dado por aquí es ridícula. En realidad hay muchos como él, ¿sabes? Lo único que pasa es que él es el que se encuentra más cerca de este mundo, así que se ha establecido por aquí. Satanás no es nadie en la jerarquía. No es más que un cobarde que se aprovecha del mal como más rastreramente puede. Muchacho, hay cosas mucho peores que Satán fuera de vuestro conocimiento. Están ahí arriba, y ahí abajo, y en todas partes. Y hay lugares mucho más tenebrosos y dolorosos que el infierno, eso te lo aseguro. Yo los he visto. No creo conveniente describírtelos, ni a nadie de este mundo. Vuestra mente es débil. Si cualquier persona de por aquí hubiera visto sólo una décima parte de las cosas que he visto yo, habría muerto de locura.
"¿Sorprendido? Pues no has oído nada. Verás, Dios, Aquél al que llamáis Dios, también existe, por supuesto. Es una ironía que haya tantas muertes por diferentes religiones, porque aunque no lo sepáis, muchos veneráis al mismo, a pesar de que en cada cultura le pongáis un nombre y le dotéis de una historia distinta en cuanto a la creación del mundo y todo eso. Para vivir en un lugar tan normalito tenéis mucha fantasía. Por no mencionar todo ese batallón de dioses completamente ficticios que también habéis inventado y por los que también muere gente. Es absurdo. Me río de vuestras religiones, y me río también de vuestra ciencia, porque a menudo creéis que la ciencia es capaz de explicarlo todo, y que todo tiene una explicación lógica y razonable. ¡Ja!
"Pues Dios existe, sí. Ciertamente tuvo y tiene un papel muy importante en todo lo que acontece a este mundillo; pero hay cosas y lugares sobre los que Dios no ha tenido nada que ver, y de los que nada sabe, y contra los que nada puede hacer. Son lugares aparte, no forman parte del universo. De este universo, al menos. Es increíble. Pensáis que todo lo que fue, es y será está dentro de esta pequeña e insignificante bola de materia en el culo de vuestro universo, que la vida sólo transcurre en vuestras ridículas fronteras. Aún os estremecéis cuando pensáis en la creación de vuestro mundo, sea cual sea, y os fascinan esos animales que tan antiguos os parecen, los dinosaurios. Admiráis a griegos y romanos, y soñáis con caballeros medievales y piratas, y con otras cosas que campaban por el mundo hasta hace nada. Y creéis que las guerras son malas... Os da mucho miedo que estalle una guerra mundial, porque todo puede irse al carajo, ¿verdad? No sabéis nada. Si sólo tuvierais una remota idea de lo que pasa fuera... En fin, no sé para qué te digo esto, es obvio que vuestra capacidad mental no podría resistirlo.
"Atiende, chico: hay cosas mucho más antiguas y poderosas que Dios allá fuera. Y todas son malas. Él mismo las teme. En realidad estamos desamparados. Todos lo estamos. No hay nadie que pueda protegernos de ellas, porque la maldad impera en la Existencia, y poco podemos hacer los que estamos del lado del bien. Somos minoría, y somos débiles. Yo llevo mucho tiempo escapando de su poder, pero no podré seguir así eternamente. Me apena ver lo desprotegidos que estáis vosotros, que sois como cobayas en una jaula. No podéis ni escapar de aquí. A mí me entraría claustrofobia.
"Y las llamo cosas. No sé cómo llamarlas, la verdad: cosas, seres, criaturas, entidades... No tienen un nombre que las defina colectivamente. Imagino que debes imaginarte ese tipo de chorradas que los cómics y los videojuegos te han metido en la cabeza: monstruitos ridículos con fauces y tentáculos, cosas así... NO. Lo que vosotros tomáis como cosas terroríficas a mí me parecen gilipolleces. Pueden adoptar abominables aspectos, muy lejos de todo lo que habéis visto en películas, pero en realidad no son algo físico, y lo más terrorífico de ellas es su misma esencia, y el daño psicológico que producen, más que su nefasta apariencia. Maldita sea, es que para ellos sois menos que partículas unicelulares, no soporto ver la impotencia que corre por este mundo, me pongo nervioso.
"Y también me apena ver a un chico tan lleno de vida como tú, porque sé de buena tinta que nunca podrás ver cumplidos tus sueños, sino más bien al contrario. Oye lo que te digo: a este mundo le quedan seis años de vida. Seis años. Una de esas cosas, de esos entes, como quieras llamarlo, ha salido de esos lugares de los que antes te hablaba. Y viene hacia aquí. No es necesario dotarlo de un nombre, porque en cada lugar se le llama de una manera, y pronunciarlos sólo encogen el corazón. No necesitan nombres, porque no hay dos iguales. No es que tenga nada en especial contra este sitio, es casi seguro que no lo conoce; simplemente sigue esta dirección, y pasará a través de vosotros casi sin percibirlo, como cuando un hombre va andando por un camino sin preocuparse de las hormigas que pisa. No seréis el primer mundo que se lleve por delante, y desde luego no seréis el último. Pero siento de veras que estéis en su trayectoria. Es inconcebiblemente grande, y atraviesa galaxias e incluso grupos de galaxias a la velocidad de la luz. Pero hasta vuestro universo, de proporciones absurdas comparado con los de otros planos, es grande, muy grande, y como ya dije tardará unos seis años en llegar hasta aquí.
-¿Y qué podemos hacer? - logré preguntar espantado.
A mis dieciséis años yo era muy susceptible de creer ciegamente en todo ese tipo de cosas, más o menos como tú, y no era éste un hombre que permitiera la posibilidad de dudar de él.
Hasta entonces había pensado fervorosamente que llegaría un momento en que aquel siniestro personaje me confesaría el modo de impedir el holocausto, porque estaba seguro de que debía guardar un as en la manga, y que hasta el momento en que pretendiera sacarlo a relucir iba a asustarme todo lo posible.
No sabía hasta qué punto me equivocaba.
-¡¿Que qué podemos hacer?! - no olvidaré la maníaca carcajada de desesperación que profirió entonces, que me heló la sangre - ¡¿No has oído todo lo que acabo de decirte?! ¡No podemos hacer nada! ¡¡¡Nada!!! Nadie puede hacer nada. Nadie. De nada sirve rezar. Chico, de ésta ni Dios puede protegeros. Escúchame, de aquí seis años esa cosa llegará a todas las galaxias circundantes, acabando con todo a su paso. Entonces empezaréis a notar las tenebrosas sombras que emite. El cielo se oscurecerá. La gente enloquecerá. Apenas dará tiempo a retransmitirlo por televisión, como se hace con todas las hecatombes, porque todo el mundo se volverá loco y empezará a desvariar, tanto personas como animales. Y no será más que una cuestión de minutos que Él llegue a vuestra Vía Láctea, a vuestro Sistema Solar... y aquí. Todo pasará muy deprisa. Ya te he dicho que no seréis el único mundo que perezca, se llevará a millares al mismo tiempo, como una enorme lengua de mar que baña a la vez una gigantesca costa. Moriréis de locura, absolutamente todos, pero eso no será lo peor...
"Esto es lo que más te va a aterrar, chico, así que sujétate bien. No vais a tener una eternidad tranquila, precisamente. Nadie irá al cielo, a lo que vosotros llamáis el cielo. Ni siquiera al infierno. Ni al purgatorio, ni al limbo, ni demás tonterías. Es más, ni un alma se quedará pululando por los alrededores, como muchas que he visto, aunque vosotros no las veáis, al menos no muy a menudo. Él se llevará las almas. Es lo que más le gusta. Las llevará todas consigo una temporada, para finalmente depositarlas en uno de esos lugares horribles de los que te hablé, y torturarlas hasta el infinito. Dañará y torturará sádicamente todas vuestras almas por y para siempre, y se deleitará con ello, hasta el punto de llevarlas hasta su máxima degradación. Pronto perderéis la noción de todo lo que fuisteis en vida, y de todo lo que es, y el dolor y el horror os consumirán el pensamiento. Es un destino terrible, y lo siento en el alma, pero desgraciadamente no hay nada que yo pueda hacer, muchacho.
"Dentro de seis años, una fecha funesta, Él llegará, y lo mismo aquí que en multitud de lugares; y ni Dios ni Satán podrán hacer nada para protegeros. Sí, Satán, porque necesita de este miserable mundo para hacer sus fechorías, y si se lo arrebatan caerá en desgracia; y por eso los odia tanto como cualquiera de los buenos. Y por su parte Dios verá impotente cómo se desmorona sin remedio todo aquello en lo que siempre ha creído, tanto aquí abajo como ahí arriba... Porque también se llevará esas almas, como un jodido imán; y por eso de nada serviría que os suicidaseis o matarais antes, tarde o temprano acabaríais en sus dominios.
Yo me puse a llorar, intentado retener las lágrimas. Pero no había forma.
"Lo siento...
"Sólo puedo darte un consejo, chico. Vive estos seis años como nunca los has vivido. Haz absolutamente todo lo que quieras hacer mientras no molestes a los demás y les dejes pasar estos años en paz. Date todos los caprichos que quieras. Si te obligan a quedarte encerrarte en tu cuarto, escápate por la ventana y vive hasta el último segundo. No quiero ver encerrado a un muchacho que va a vivir tan poco. Deja ya los estudios, y cualquier cosa referente a ellos que estés haciendo. No te servirán de nada. Tus padres no lo comprenderán, pero para ti será muy importante vivir estos años; como para todo el mundo, pero no puedo ir por ahí como un mesías avisando a todos. En cambio, tú que lo sabes, aprovéchalos. Intenta aparcar el tema hasta que llegue el momento, porque aún hay muchas cosas bonitas que puedes hacer, mientras existan las cosas bonitas. Viaja mucho, y sal con chicas, y no seas tan retraído. No te preocupes por tener todas las relaciones sexuales que quieras porque no vas a ir por ello al infierno, cosa que se han empeñado en meterte en la cabeza; ni tampoco al cielo, condenadamente. Así que disfruta mientras puedas. Pero te aconsejo que no te cases. Sólo te pido que tengas cuidado de no traer ningún niño más al mundo, porque eso sí que sería un crimen.
Después se levantó y anduvo lentamente hacia la puerta. Antes de llegar se detuvo, y sin volverse me dijo:
-Seis años. Aprovéchalos.
Y se marchó con un portazo. Jamás volví a saber de él, y creo que nadie lo hizo, al menos nadie de por aquí.
Sólo seguí uno de los consejos, y lamento profundamente haberlo hecho: el de olvidarme del tema. Seis años es mucho tiempo para olvidar. Estuve unos días sobrecogido, pero poco a poco fui desviando el asunto hasta convencerme a mí mismo de aquel tipo no era más que un lunático, y que un día saldría en las noticias, encerrado por alguna locura. Me dije que no era el primero que venía con cuentos de que se iba a acabar el mundo, y luego nunca pasaba nada. En contra de lo que cualquiera habría pensado, me volví cada vez más escéptico con el paso del tiempo, eso ya lo sabes.
Me olvidé de ello cada vez más y más, e hice vida normal. Y ése fue mi tremendo error. No he hecho nada de lo que siempre quise hacer. No he viajado mucho, y apenas he salido con chicas. He ido postergando sueños que ya nunca podrán cumplirse. Más de un tercio de las horas de mi infancia y adolescencia las he pasado estudiando en vez de jugando y divirtiéndome, y me he dedicado efusivamente a mi carrera con la esperanza de vivir un futuro feliz, desoyendo los mandatos de aquel hombre rudo y enigmático, esperando un futuro que nunca llegará. Ése ha sido siempre mi mayor error, que siempre me he preocupado más del futuro que del propio presente, al que he dejado de lado, y llega un momento en que ese presente ya se convierte en pasado, y ahora no me gusta mi pasado. Ojalá mi vida hubiera sido más animada, porque ahora ya no hay marcha atrás, y me siento insignificante. Supongo que tú te sientes igual.
Ahora comprendo mejor que nunca lo que significa ese hermoso dicho, el Carpe Diem, del que tanto he prescindido todos estos años. Todo el mundo debería vivir cada momento de su vida como si fuera único e irrepetible, al máximo, como si el mundo se fuera a acabar al momento siguiente. Porque uno se da cuenta de que la vida es muy corta y de que los años pasan muy rápido, y luego te plantas ya en los albores de la muerte y te das cuenta de que no has hecho nada, y de que las obligaciones son inútiles si no se compensan con otros alicientes.
Ojalá todo el mundo se hubiera divertido más, y hubiera vivido sus días cantando y bailando y riendo y saltando y cumpliendo todos sus sueños, sin ponerse trabas a ellos mismos.
Ojalá no me hubiera matado a estudiar. Y ojalá mis padres no se hubieran matado a trabajar.
Y mírame ahora: tengo veintidós años, y los perros ladran rabiosos, y los niños lloran, y la gente chilla de locura. Tú también has sucumbido, y yo lo haré muy pronto...
Y el cielo se oscurece...

 


  
 

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