Si las mujeres hubieran dirigido la Tierra Media

02 de Octubre de 2003, a las 00:00 - Mouse (trad. Zimraphel; Morwen)
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Los Hombres De Verdad Llevan Joyas

Al escuchar aún otra ronda de bromas resonando desde el gimnasio anexo a la biblioteca, Elrond se aclaró la garganta y sumergió su pluma en el tintero. "Antes de que otro de vosotros mencione que mi hija "ilumina vuestro cielo", ¿os debería recordar a todos que tengo estrechas relaciones con los Valar y que podría muy posiblemente hacerles una recomendación para que os alargaran la pena?"

Hubo un momento de silencio; Elrond sonrió y retomó la escritura.

"Algo así estaba diciendo-" Haldir lanzó con desprecio una mirada nerviosa en dirección a la puerta, su tríceps se curvaba tembloroso rítmicamente. "Las cosas demasiado bellas murieron en la Tierra Media tras la derrota de Sauron. Galadriel se fue y Lórien empezó a echarse a perder. Ni tan siquiera Celeborn se quedó. Los Hombres se extendieron como cucarachas y se apoderaron de todo. Eras afortunado si podías encontrar una botella de vino de veinte años". Resopló con disgusto.

A su lado, Saeros hacía flexiones frente al espejo. "Personalmente, yo no bebería nada de menos de un siglo, o aún tocado por un mortal. Pero es que mis gustos son probablemente algo más refinados, habiendo vivido en Doriath". Sonrió estúpidamente mientras alzaba una mano para peinar su cabello hacia atrás, pero repentinamente frunció el ceño. Se volvió en la dirección de un débil, lastimero lamento.

"Daeron, ¿te quieres callar ya con lo de la chica? Todos sabemos que era La Más Hermosa Hija que jamás bla bla bla...Vamos, escribe una balada sobre una guerra, o sobre algo interesante...sobre mí".

Beleg, que entraba en la estancia en ese momento tras Glorfindel, se mofó del delirante Elfo. "Me alegra verte con la ropa puesta, Saeros", le provocó. La delicada aureola resplandeciente que flotaba sobre su cabeza se desprendió bruscamente golpeándole la coronilla. "¡Ay!" exclamó. "Dadme un respiro. He sido bueno durante miles de años, lo que no es nada fácil cuando tu mejor amigo es un incestuoso, esquizofrénico psicópata. ¡Dejadme ser mordaz!".

Glorfindel se acercó a Ecthelion, que estaba tumbado sobre un banco. "Bueno, bueno, bueno", sonrió éste último con complacencia, levantando una barra de pesas plateadas sobre su [delgado, desnudo y reluciente] pecho. "Mira quién ha vuelto. Me echabas de menos, ¿eh?".

El Elfo rubio rió mientras se sentaba en el suelo, estirando sus largos miembros de un vigoroso tirón. "Simplemente no fue tan emocionante volver una segunda vez. Tipo situación "ya estuve ahí, ya lo hice todo", ¿sabes?".

"Todo excepto casarte", le corrigió Ecthelion, y ambos tomaron parte de una sincera y por completo-demasiado-pagada-de-sí risita ahogada de solterón mata-balrogs.

Celeborn, que estaba tomando un breve descanso cerca, se colgó una toalla alrededor del cuello y miró a los dos Elfos con envidia. "Desearía que uno de vosotros hubiese estado cerca para evitar que cometiera semejante error".

En la biblioteca, Finarfin, que había estado completamente absorto en una tensa partida de ajedrez con Círdan, volvió lentamente la cabeza, fijando sus rápidamente entornados ojos en el rostro del marido de su hija.

Ignorante del feroz escrutinio del que era objeto, Celeborn ganó confianza cuando un pequeño grupo se reunió a su alrededor. "Consideraciones del tipo "La Más Bella De La Casa de Finwë" aparte, cuando una chica llega a ser conocida con el nombre de "Doncella-Hombre", te empiezas a cuestionar algunas cosas". Alzó las cejas y se estremeció. "Oh, es cierto, era una gran dama, cruzó el Hielo Crujiente. Simplemente nunca llegó a descongelarse del todo después de aquello". Hubo un murmullo de risas ahogadas, y el reprimido Señor de Lothlórien pareció algo más complacido con su audiencia. "Incluso entonces las cosas pudieron haber ido bien, si ella no hubiese tenido ese Espejo. Se pone fin al romance cuando tu mujer pasa la mayor parte de su tiempo ocupada en el futuro, o en las vidas de otras personas. A veces, juraría que el Espejo engendró a Celebrían. Entonces fue la época de "El Espejo"-a propósito, esto tiene que ser dicho con escalofríos bajando por tu espalda. "El Espejo de Galadriel". De todas formas, una vez que "El Espejo" le dijo que yo era infiel..."

"¿Lo eras?"

Interrumpido bruscamente, los ojos de Celeborn se dilataron mientras él daba vueltas alrededor, vacilante bajo el peso letal de la mirada de Finarfin. Tartamudeó, "El espejo, uh, muestra muchas cosas...incluso el más sabio no puede siempre contar...

Turgon, sentado en un banco cercano y con aspecto sudoroso (aunque, sospechosamente, nadie recordaba haberle visto haciendo ejercicio recientemente) fue al rescate de Celeborn, mucho menos temeroso de su tío. "Estoy de acuerdo con Celeborn. Y la peor parte del matrimonio es -- ¡es tan difícil salir fuera!" Movió los ojos, alzando su oscuro cabello sobre el hombro. "Elenwë simplemente no lo captó. "Sí, me voy a rebelar contra los Valar para seguir a Feänor y sus hijos a la Tierra Media para vivir como un Exiliado, aunque probablemente ellos quisieran matarme antes, y voy a tener que cruzar una gran cosa fría para llegar allí, y cuando lleguemos probablemente la mitad de nosotros morirá en una batalla u otra". ¿Suena eso como si estuviera disfrutando de la vida conyugal en Valinor? ¿Y qué dice ella? Dice, "Voy contigo". Capta la indirecta, mujer. Tomé el Cruel Helcaraxë para librarme de ella".

Se volvió hacia su hermano y frunció el ceño. "Luego estás tú. Soy el listo de la familia. ¿Cómo es que tú escapaste de las ataduras de la vida conyugal?".

Fingon, en una pequeña mesa a su lado, absorto en un juego de lucha que parecía incluir un totalmente innecesario montón de gruñidos, detuvo la pugna y en su lugar cubrió la única mano de su contrincante tiernamente. "¿Por qué habría de necesitar una esposa? Tengo a Maedhros".

Turgon respondió echando hacia atrás la cabeza con una vacilante risotada y palmeándose la rodilla. Cuando por fin se dio cuenta del silencio que lo envolvía y se atragantó con su propia saliva, entonces consiguió de forma impresionante recomponer su figura. "Oh...lo decías en serio", fue su torpe observación.

De pie con los brazos cruzados y una cara llena de desprecio, Eöl miraba fijamente a su cuñado (un parentesco que ninguno de los dos estaba particularmente interesado en reconocer). "Tuve veinte años de vida con tu hermana durante los cuales aprendí que no necesitaba una esposa. Mi primera lección, creo, fue durante la partida de mi primer viaje a Nogrod tras la boda. Preparado y montado, pedí mi espada. No me la trajo. La pedí una segunda vez, y me dijo dónde estaba. La pedí una tercera vez, porque sabía que debía ejercitar la paciencia con ella, una dama malcriada que no conocía los deberes de una esposa. La cuarta vez que la pedí, me dijo dónde podía poner la espada. Ciertamente, no en su lugar habitual, he de añadir".

El Elfo Oscuro lanzó de repente una fría mirada ceñuda a una de las esquinas de la habitación. "Eso fue, por supuesto, antes de que mi hijo envenenara su mente y huyera, llevándose mi espada con él. Tiemblo sólo de pensar en sus canijas manos tocando mi empuñadura". [Ei, aquello salió completamente mal...]

Maeglin, reunido en la esquina con Daeron y Gwindor (juntos formaban una activa sociedad anti-hombres llamada "Muerte a los Edain" que realizaba frecuentes mítines y algunas demostraciones), ignoró a su padre. En cambio su oscura mirada estaba fija al otro extremo de la habitación en el rostro de Tuor (a quien se veía poco cómodo y totalmente fuera de lugar como único Hombre mortal que era contado entre la raza élfica y separado del destino de los Hombres). Maeglin susurró algo a Gwindor, quien se levantó bruscamente con los ojos en llamas.

"¡Primo de Túrin!". Gwindor lanzó una retahíla de maldiciones, saltando y escupiendo a los pies de un desconcertado Tuor.

Afortunadamente, Ereinion Gil-Galad escogió este oportuno momento para realizar su entrada. Atravesando la puerta abierta de la sauna, quedó enmarcado en una nube de vapor, cubierto tan sólo de cintura para abajo con una toalla y no hallándose peor por ello. Finalmente satisfecho por haber captado la atención de todos, Gil-Galad se paseó envuelto en toda su gloria de Rey Supremo hasta unirse a Glorfindel y Ecthelion, poniendo las manos sobre las caderas y preguntando, "Tíos, ¿le habéis echado un vistazo a esa Undómiel?". Silbó por lo bajo, alzando una ceja. "Oídme bien, ella puede brillar en mi atardecer a cualquier hora. ¿Eh? ¿Eh?" sonrió burlonamente, dando codazos a Glorfindel.

En la biblioteca, Elrond partió su pluma por la mitad.

Turgon miró a Ereinion con una mueca de desprecio "Otro soltero. Te odio".

Gil-Galad no pareció particularmente molesto por la noticia, aunque se tomó un tiempo para entornar los ojos pensativamente y dirigirse a su tío. "Me robaste la corona", dijo después de un momento.

Turgon boqueó indignado. "¡Ciertamente no lo hice! Supones demasiado si crees que podrías haber sido Rey Supremo de los Noldor como niño. Un niño, debería añadir, de dudoso origen." Aquí sus ojos se volvieron hacia su hermano soltero, que enrojeció.

"Bueno-" empezó Fingon con reluctancia. "Estaba esta chica..."

Los ojos de Maedhros se dilataron por el asombro. "Nunca oí nada sobre el tema". Hundió el rostro.

Fingon parecía aún más incómodo. "Bueno...eso es porque era tu chica...".

Eärendil entró en la habitación precipitadamente y sin avisar, con el Silmaril unido a su frente y cegando temporalmente a todo el mundo. Pisándole los talones iba Feänor embutido en la versión Mandos de una camisa de fuerza (confeccionada en seda bordada - todo un placer estético), gruñendo viciosamente en la nuca de su presa, y asestándole algún mordisco ocasional que tan sólo servía para provocar que Eärendil se elevara en el aire.

"Un tío baja en busca de un poco de paz y tranquilidad -" dijo el Marinero Bendito consternado antes de precipitarse hacia la sauna. Feänor cargó detrás, con los ojos puestos en la luz del Silmaril, la boca fija en una mueca horrenda y...¿bromeando?

"Es tan embarazoso", musitó Maglor, agachando la cabeza y alzando una mano para cubrirse el rostro. Se volvió hacia el Elfo que estaba a su lado buscando un hombro amigo, y continuó. "¡Simplemente no supimos qué hacer con él! En un momento se encuentra fabricando joyas pacíficamente y al siguiente está asesinando Teleri y llamando a la rebelión. Madre nos dijo que tan sólo estaba sobreexcitado, y que cuando actuaba así teníamos que seguirle la corriente en todo lo que nos decía. Nadie se esperaba lo de ese espantoso juramento. Lo digo honestamente, ¿crees que disfrutábamos declarándole la guerra a todo el mundo?"

Fue entonces cuando descubrió que el "hombro amigo" no pertenecía a otro que a Elu Thingol, cuyos ojos estaban fijos en el otro Elfo con un resplandor de acero. "Por qué no me cuentas tan sólo, exactamente, cuánto disfrutabas" dijo suavemente. "Y después te contaré yo a ti cuánto voy a disfrutar rompiendo tus dedos bajo mi pie". Sonrió.

En el frente de la habitación, un elfo se subió a lo alto de una cinta andadora y se balanceó sobre el manillar, agitando sus brazos para reclamar atención. "Disculpen", pidió, y gradualmente las conversaciones decayeron. "¡Disculpen! Soy Argon, el hijo menor de Fingolfin. Crucé el Helcaraxë para llegar a la Tierra Media, después perecí en la Batalla de Lammoth. Me gustaría que supieran que existo".

Siguieron unos momentos de silencio. Orodreth se inclinó hasta dar palmaditas en el brazo de su tío, susurrando, "¿Quién es él?".

Fingolfin se encogió y se rascó la nuca. "Que me maten. Que yo recuerde, sólo tengo dos hijos: Fingon, Turgon - bueno, supongo que tres, si cuentas a Aredhel", rió para sí, ganándose una mirada recelosa de Eöl.

Turgon miró con enojo a su padre antes de volverse hacia Orodreth. "Ciertamente no es uno de nosotros. Algún impostor común, sin duda, intentando situarse en la línea real.

"Usurpador", siseó Curufin.

"Atrás Junior, tengo águilas".

Curufin se escabulló de allí, murmurando para sí hasta que sus ojos se detuvieron en una figura en concreto que forcejeaba con la máquina de remo. Sonrió con afectación y se agachó al lado del Elfo, burlón. "Hola, Preciosa".

Dior el Hermoso derramó lágrimas de cólera, gritando, "¡Por qué no me dejáis en paz de una vez, tíos! ¡Nunca debí dejar Tol Galen, nunca! Todo el mundo se mete conmigo...". Sorbió ruidosamente, lanzando una mirada feroz sobre el hombro de Curufin. "A él también le llaman "el Hermoso"", exclamó, señalando a Celegorm. "¿Por qué no os burláis de él?"

Celegorm alzó las manos. "Ei, ei, ei. Es completamente distinto. A mí nunca me confundieron con mi madre - y por su padre, menos aún", miró a Thingol, que en ese momento estaba demasiado ocupado persiguiendo a Maglor por toda la habitación como para responder.

"Al menos a él no le llaman Carpintero de Barcos el Carpintero de Barcos", retumbó la voz de Círdan desde la biblioteca.

Legolas Hojaverde saltó graciosamente hasta quedar a la vista de todos, gritando, "¡Ay, amigo, yo también comparto tu desgraciada situación!".

"Siéntate", ladró Thranduil. Disgustado, Legolas volvió a su asiento. Thranduil sacudió la cabeza, diciéndole a parte a Erestor, "Envié al chico fuera para que dejara de estorbarme. ¿Y qué es lo que hace ese desastre de Medio Elfo? ¡Me lo convierte en un héroe sanguinario! A cualquier lugar que vayamos hay gente que se suma a él con preguntas, y este cabeza de chorlito simplemente compone su camino a través de todos ellos".

Aegnor entró en el gimnasio, con una toalla sobre su hombro, y miró alrededor indeciso. Al instante el silencio cayó sobre todos los presentes en la habitación, y con un suspiro, Aegnor comenzó a cruzar la habitación.

"Pervertido", llegó un siseó anónimo.

"Sucio viejo Elfo", llegó otro.

Aegnor se detuvo y lanzó la toalla al suelo. "¡Era una mortal! ¡Una mortal! ¡Se desarrollan de una forma distinta a la nuestra, lo juro!".

"Oh, seguro, como si nunca hubiésemos oído eso antes", se burló Caranthir.

"Muy bien, de acuerdo, dejadle en paz", intervino Finrod, alzando las manos apaciguadoramente. Intentó una sonrisa simpática. "¿Por qué no podemos dejarle en paz?".

"Maricón", Elrond carraspeó al hacer su entrada en la habitación. "Escuchad todos", voceó, pasando un dedo por su tablón de anuncios. "Hoy tenemos boxeo de gemelos: Elladan y Elrohir versus Amrod y Amras. Están muy igualados. Hagan sus apuestas caballeros, el combate comenzará en media hora".

"Ni de lejos será tan divertido como Maedhros versus Beren", se lamentó Saeros mientras los Elfos se arremolinaban en torno a Elrond.

De repente una enorme Nada llenó la habitación, y directamente desde el centro de la Nada llegó una voz profunda. "Me gustaría apostar por Elladan y Elrohir".

La multitud de Elfos se condujo asombrosamente bien, ordenándose en filas cerca de Elrond y esperando pacientemente su turno. "Sí, por supuesto, Señor Mandos, Señor", dijo Elrond suavemente.

La Nada debió bajar la cabeza -- ¿quién lo diría? - y susurró algo en los oídos de Elrond. Entonces comenzó a moverse, deteniéndose tan sólo una vez, al lado de lo que parecía una nerviosa pareja de gemelos feänorianos.

"Ganad", dijo la voz profunda. "Y os reencarnaré en mujeres".

Fin



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