La Odisea de Elfenomeno

19 de Octubre de 2006, a las 12:16 - Entaguas
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La primera guardia con Abârmil y Aikanáro no sucede nada extraño, y pasa apacible y tranquila. La segunda de Burzumgad y Dimasalang también, y estos se permiten el lujo de hasta dormirse un rato. En la tercera guardia de Elder y Rúmil, mantienen una entretenida conversación sobre reyes elfos, pero de repente, todo cambia. Un chillido agudo se oye en la noche, y todos os despertáis asustados. Elder, Rúmil y Aikanáro palidecen, temerosos. Abârmil y Adan se echan al suelo tapándose los oídos, pues el grito era desgarrador. Dimasalang señalo al cielo con temblor y dijo:
- ¡¡¡Mirad compañeros!!!- Todos miraron y vieron como una bestia alada volaba en el cielo, y un jinete negro montado encima de ella olfateaba el aire, gritando terriblemente. Burzumgad que conocía que era eso, dijo con dificultad:
- Nazgûl...
Todo conocen esa palabra, y con temor, Elder acierta a decir:
-Vamos todos a los botes... este lugar ya no es seguro, debemos partir.
No tardan en meterse con gran rapidez en los botes, y remad río abajo. Finalmente, tras avanzar gran tiempo con las barcas, el nazgûl se marcha y mientras remáis en las barcas, completamente callados todos os hacéis una pregunta: ‘‘¿Tan importante era lo qué sabían esos montaraces? ¿Que hacía un nazgûl allí, quizás guardarles las espaldas al grupo que tenía raptado los montaraces?’’
Sea lo que sea, cada día que pasa, los acontecimientos les lleva a creer que estaban en una misión mas arriesgada.
En la primera barca estaban Dimasalang, Rúmil y Burzumgad, en la segunda barca estaban Aikanáro, Adan, Elder y Abârmil. Habían dejado 4 barcas más, lo que les hace pensar que el grupo que había  raptado a los montaraces era más numeroso.
Mientras, un gran silencio reina, roto solo por el ruido de vosotros al remar. Cada uno espera que uno rompiera el silencio diciendo lo que piensa de lo sucedido y sobre si estaba de acuerdo con el plan de Rúmil, que por ahora, parecía el más sensato y el que habían cumplido. Aún así, aceleran el paso, pues no tardan en ver por el río circulando desperdicios, lo que os hace creer que los Uruks estaban cerca.
La situación había tomado un aspecto oscuro, silencioso y totalmente abrumador. Entonces cuando todos callaban ante las primeras luces del amanecer, Aikanáro decide romper el silencio absoluto en que estaba sumida la compañía:
-Aunque los restos que flotan en el agua creo que nos llevarían hasta los Uruks, lo mejor sería desembarcar a la altura de Loeg Ningloron y dirigirnos campo a través hacía el Valle del Arroyo Sombrío; atajaríamos y puede que llegáramos poco antes que el enemigo para tenderles una emboscada.
 Entonces mira  a Burzumgad y con algo de inquietud le pregunta sus peores temores:
-Burzumgad, ¿crees que ese Nazgûl seguirá el camino que llevan los Uruks supuestamente hacía Moria? pues creo que se dedicaba a guardarles de cualquier intento de asalto para conseguir a esos dos montaraces; no se que poseen, pero por lo que se ve los montaraces son bastante importantes para las fuerzas de la oscuridad.
-Estos espectros son nueve. El más poderoso, al que conozco bien, sigue ocupado en el gobierno de Minas Morgul, mi ciudad. Me guardaré de silenciar su nombre, dado el terror que suele inspirar. Los otros se hallan parte allá, parte en Dol Guldur.... a este que pasó volando jamás lo había visto. Como veis, estamos rodeados- rió con amargura Burzumgad.- Conjeturar acerca de si custodiaban a los prisioneros... pues eso no lo sé. Hay guerras por todos lados y puede tratarse de simples inspecciones militares. No obstante os confieso que ese tío algo buscaba, pues desde aquí yo escuché como olfateaba. Una suerte esta ventisca mañanera que dispersa olores... por la visión de los fulanos no os preocupéis, son algo cegatos, y no andan de día.
Cierto que a Burzumgad tampoco le placía en exceso la proximidad de esa alba que pintaba despejada. Masticó un poco de mi comida sin ofrecer, pues a todos parecía repugnarles ``tontos, no saben lo que se pierden`` pensó Burzumgad.
Mientras los primeros rayos deslumbran en nuestras afiladas armas aprovecha para fortalecer la confianza y la moral de la compañía hablándole de la eterna esperanza y la certeza ciega que deben tener para nunca demorarse ni decaer:
-¡Amigos, nunca debemos perder nuestro aliento ni la expectativa de encontrar a esos montaraces y lograr lo que nos hemos propuesto! ¡Pues yo me uní a vosotros con una sola ilusión: cumplir dicho objetivo y volver a casa con los montaraces sanos y salvos!
La compañía sigue por el Anduin remando de forma apresurada para no perder la pista de los Uruks.
-Creo que la misión de los dos desafortunados montaraces es más importante de lo que esperábamos, quizás tengan información esencial o porten algo de gran valor, debemos ser aun más cuidadosos, no sabemos en que nos estamos metiendo- Dice Elder, mientras siguen  remando mientras los demás hablan de lo que ha ocurrido y lo que nos espera más allá del largo Anduin.
En la pequeña embarcación de Dimasalang, Burzumgad y Rúmil no se hacía otra cosa que hablar de la aparición de los temidos Nazgûl, hombres del pasado ganados para la voluntad del mal. Aun restaban unas cuantas leguas para el Arroyo Sombrío.
- Un nazgûl en dirección al sur, hacia Moria, y posiblemente en funciones de vigilancia de los uruks que secuestraron a nuestro montaraces. Algo gordo está pasando- dijo el Enano mientras no dejaba de remar- Hemos de llegar a Moria y tratar de contactar con los Enanos de Balin. Alguno de ellos sirvió a mis órdenes en el pasado y doy fe de que entrará con igual fervor a mi servicio.
Las dos barcas han cogido un ritmo rápido. La del elfo silvano, el orco y el enano iba en primera posición. A continuación Dimasalang se dirigió a sus compañeros:
- Tras mucho pensarlo creo que deberíamos seguir remando hasta las estribaciones del Arroyo Sombrío, no pararnos en Loeg Ningloron, como sugirió Aikanáro. Si desembarcamos tan atrás puede que perdamos un tiempo precioso. Ahora que si atracamos en las proximidades del Arroyo podríamos estar más cerca de nuestros enemigos y pensar mejor lo que hacer. Esto, por supuesto, si estáis todos de acuerdo.
En espera de decidir este punto, sólo el jadeo del esfuerzo del remo y las enérgicas paladas en el agua rompían un silencio que a todos parecía amenazador.
Al parecer como todos habéis dicho los montaraces son bastante importantes para el enemigo, lo cual me inquieta aun más...
Rúmil oye los comentarios de sus camaradas sobre dónde desembarcar, y dice:
-Desembarcar en las orillas del Valle del Arroyo Sombrío es la elección equivocada, puesto que para llegar debemos remar a contra corriente durante un difuso trayecto, y además de eso hay que cruzar todo Lórien, lo cual es inadmisible ya que los elfos nos impedirán el paso, pues llevamos con nosotros a un enano y un orco, cosa que no será del agrado de los elfos de allí. Con lo cual lo mejor es desembarcar antes de llegar a Lórien, entre Loeg Ningloron y el bosque, y continuar el camino a pie. De esta forma ahorraremos en males contra los elfos que puedan recelar de nuestros propósitos.
Habían sido cinco días de peripecias con sus compañeros, habían sido atacados por arañas, unos uruks les habían engañado, habían cruzado medio bosque; pero esto... un Nazgûl ni más ni menos. En el pueblo de Adan solo los conocían por las historias que cuentan de Dol Guldur, jamás esperaba en su vida ver uno, y desearía no haberlo hecho. Ahora entendía la decisión de Burzumgad de huir de aquel terror... Todo esto iba pensando mientras navegaba por el Anduin, acercándonos cada vez más a la zona de su infancia. Todos los miembros iban hablando, y tras escucharlos expuso su opinión:
-La forma más rápida de llegar a las minas de los enanos es sin duda estar el mayor tiempo posible en el agua, pero los elfos del Bosque Encantado no nos dejarán pasar por el río, nunca ningún hombre pisó esa tierra misteriosa y no querría ser el primero. Así que creo que tendremos que desembarcar y bordear Lórien para llegar a Moria.
``Habían sido cinco días desde que su señor Grimbeorn le había encomendado la misión, una que no se repite todos los días pero que tampoco era nada demasiado especial. Pero ahora las cosas se habían complicado mucho y había dejado de ser una misión normal y corriente`` Pensaba Adan Eädur.
Abârmil callaba, pues la presencia del nazgûl lo había inquietado, y su chillido todavía sonaba en su interior, daba igual que se tapara las orejas, se había metido dentro de él.
-Sí, creo que lo mejor es aprovechar al máximo la corriente del gran río y bordear Lórien por el norte, jamás nos permitirían atravesar el bosque encantado dados quienes somos, o más bien por la raza de alguno de nosotros- Al decir esto el montaraz mira sonriente a la otra embarcación donde remaban Burzumgad y Dimas y continúa- Respecto a la experiencia con el nazgûl..., casi es mejor olvidarlo cuanto antes. Os contaré que cuando abandoné mi misión alcanzando la deshonra, teníamos informes de que algunos de los nueve se dirigían hacia nuestras tierras, y que en caso de encontrarlos debíamos intentar detenerlos. Ahora compruebo que poco podría haber logrado frente a tamaño rival salvo demorarlo en sus oscuros y abyectos designios. Desconozco su implicación en los hechos que nos rodean, pero está claro, como decís todos, que mis compatriotas portaban o sabían algo importante. Esto me desconcierta, ya que no somos muy dados en nuestro pueblo a salir de nuestras fronteras, sobre todo siendo tan pocos y teniendo que abarcar un reino tan extenso. Tal vez llevaban un mensaje secreto a los pueblos libres del este, no se, ya lo averiguaremos, siempre y cuando nos mantengamos unidos y no caigamos en la desesperanza, tal y como dice Aikanáro.
El viaje era largo y tedioso, así que Abârmil comenzó  a relatar a sus camaradas alguna hazaña de juventud, a lo que todos respondieron con otra por su parte, los tres elfos las contaron con ciertos lapsus memorísticos, debido a la lejanía en la que se encontraban sus recuerdos juveniles. Así consiguieron alegrar un poco sus corazones. Abârmil empezaba a apreciar al extraño grupo de aventureros.
Ya anochece, y una vez más, la compañía se decide por el plan de Rúmil, ya que parece el mas sensato, y Burzumgad sabía que si entraba en la región de Lórien sería blanco de una oleada de flechas élficas, aunque al enano, quizás le dieran tiempo de explicarse. Entonces desembarcan en Loeg Ningloron, o los Campos Gladios. Nada más desembarcad, siguen viendo pequeños rastros de pisadas uruks, lo cual os indica que el enemigo está muy cerca. Abârmil encuentra un escudo con un estandarte que tiene una mano blanca y todos interrogados os preguntáis por qué tendría ese estandarte. Finalmente seguís avanzando lo más rápido que os permiten vuestras piernas, y de repente, Elder, con su vista de elfo, divisa al grupo de Uruks. Al parecer estaban descansando, y eran muchos, unos 45. Estaban alrededor de una hoguera y esta vez no había duda; Unos montaraces amordazados y atados contra un tronco, se movían intentando escapar, cosa imposible. Estaban apunto de conseguir vuestra misión, y avanzaban lentamente y a gatas, escondiéndose detrás de pequeños y arbustos, sin hacer el mínimo ruido. Entonces otra vez, el mismo sonido agudo, el mismo grito, y el mismo espectro alado vuela por vuestras cabezas. Esta vez se sienten paralizados, y desde unos 10 m aproximadamente ven como el grupo de Uruks se levantan y el nazgûl les dice:
- Moria ya no es un lugar seguro para los montaraces. Antes detecté un pequeño grupo que os seguía, pero lo he perdido. Cambio de rumbo, ya no iréis a Moria, si no a MORDOR.
Todos la compañía se miran asustados. Si los montaraces llegaban a Mordor ya el fracaso estaba asegurado, pues Mordor hasta entonces era inexpugnable.
- Antes de eso te aclararé unas cosas, espectro del caballo muerto- dijo el Uruk jefe y hablaba demasiado arrogante, con demasiada autoridad- Nosotros no entregaremos estos montaraces a Sauron. Lo llevaremos a Isengard, la mano blanca que nos da de comer ¡Mira nuestros estandartes!
El nazgûl pego un chillido, y acto seguido la bestia alada se tragó de un bocado al Uruk.
- ¿Con quien estáis de acuerdo? Ya rendiré yo cuentas con Saruman. Ahora marchad, hacia Mordor, me da igual por donde valláis, llevadlos vivos y de una pieza... o sufriréis unas terribles consecuencias- Y soltó una gran carcajada, y los uruks llenos de temor obedecieron.
Aun así un Uruk tuvo el valor de decir:
- Que-re-mos infor-ma-ción... sobre la misión, de los montarace...
- Soy demasiado generoso, os diré que poseen demasiada información, sobre futuros planes de guerra de mi señor, pues al parecer, estos montaraces no me lo explico como, consiguieron adentrarse en Mordor. También posee información vital de los suyos. Algo relacionado con el heredero de Gondor... todo se le extraerá a base de las mas abominables torturas.
Los Uruks tragaron aire y recogieron a los montaraces, a quién llevaron en un saco a las espaldas y marcharon. El jinete negro permanecía encima de ellos a la vez que avanzaban. Paralizados por los acontecimientos veis como el grupo de Uruks formado por 44 guerreros con un nazgûl volando encima de ellos se aleja.
Ahora la compañía los observa alejarse, paralizada y preguntándose que hacer, si seguirlos, pedir ayuda... o esperar a que el nazgûl bajase la guardia, cosa poco probable.
Era la primera vez que conseguíamos verlos claramente a los montaraces, ahora que tenían controlado a   su objetivo y sabían cuantos enemigos les esperaba decidir que hacer...
-Bien compañeros, creo que deberíamos intentar planear un rescate durante la noche, pienso que son demasiados en número para acabar con todos en un ataque directo y además contamos con el problema del espectro con lo que atacar durante el día sería un suicidio. Hay que aprovechar la oscuridad para que dos de nosotros intenten llegar hasta ellos cuando los Uruks estén descansando y los demás acabar con los que estén de guardia, quizás tengamos suerte y el Nazgûl deje el grupo un instante para vigilar los alrededores- Dijo Elder que  estaba ansioso por saber que otras ideas aportarían sus acompañantes  aunque antes añadió algo más- No se que pensáis vosotros, pero cuanto más cerca estemos de Mordor más complicado estará rescatarlos, es posible que estén esperando refuerzos pronto y no sabemos si vendrá algún otro Nazgûl más.
Desde que comenzó la aventura, a Adan le sorprendió la extraña historia de Burzumgad, ¡orcos que rehusaban de sus amos! Pero ahora sabía que esto era una cosa no tan rara, tras ver como el Uruk replicaba al Espectro. Aunque le llamó mucho la atención cuando nombró a Saruman. Hacía escasos meses había ido a Rohan y se enteró que tenían problemas con dicho mago...
Escucho a Elder y le replicó:
No creo que les importe si es de día o de noche, Burzumgad nos ha dicho que no ven como nosotros, pero sí creo que tenemos que sorprenderlos por la noche, que es cuando descansarán. De saltos a compañías de orcos poco se, en el bosque no suelen haber muchos, así que decidid vosotros, gente como Abârmil o Dimas está acostumbrada a luchar contra ellos.
No obstante el enano Dimasalang, mientras se mesaba las barbas y dejaba escapar un círculo de humo tras aspirar fuertemente su pipa, atisbó otra posibilidad:
- No sé por qué, estimados amigos, que no me acaba de convencer lo de un ataque frontal, de día o de noche. Nuestros enemigos son numerosos y cuentan con la ayuda inestimable del Nazgûl- dijo mirando a Elder-. Cabe compañeros una tercera posibilidad, pero temo que pueda demorar nuestra persecución. Todos miraron atentamente al bregado hijo de Durin, mientras éste proseguía su explicación:
- Veréis. Lórien no dista muchas leguas de aquí. Me preguntaba si quizá alguno de los venerables elfos que nos acompaña podría recabar la ayuda de algunos de sus hermanos de esa población y unirse algo más tarde a la Compañía. Si el ofrecimiento es osado, hasta yo mismo estaría dispuesto ir a la puerta oriental de Moria en el Arroyo Sombrío para solicitar la ayuda de alguno de los enanos que la habitan, aunque estén en lucha con el balrog del que anteriormente hemos oído hablar. Sea como fuere, estaré a lo que decida el grupo.- continuó Dimasalang, y esperó la respuesta de sus compañeros.
Entonces, lentamente Burzumgad sorbo del humo de su vieja pipa. Habiendo escuchado a sus compañeros, dijo:
-Conozco demasiado y a mi pesar a los nazgûl como para aconsejar ni si quiera enfrentarlo. Nosotros siete juntos: hombres, elfos, enano y orco no tenemos potestad para hacerlo. Nos destrozaría a todos de un solo golpe, tal su poder. Creo que no nos queda sino aguardar a que se vaya... lo de la Mano Blanca no me extraña tanto como a vosotros. Se que algún desertor de mis tierras fue a un lugar al oeste... Isengard creo que se llama. Y el señor de esas tierras es ese tal Saruman... a mí me lo propusieron, pero creí que eso era mudar de amo. Por otra parte los orcos que huyeron hacia Isengard eran de muy mala calaña. Lo aportado por Dimas no está mal, pero nos llevaría, creo, tiempo y eso es lo que nos falta.... cuando el nazgûl se vaya (si es que se va) yo me ofrezco como señuelo. Si me hago evidente, los jefes de la expedición me atosigarán a preguntas, eso lo se bien, yo les referiré que soy un espía solitario enviado tras vosotros y este relato los distraerá y podréis actuar... mas tened en cuenta que la cosa será bien difícil, pues ellos nos superan grandemente en número y esto también debe ser evaluar.
Abârmil todavía estaba meditando sobre el estandarte con una mano blanca pintada. Meditó sobre su significado, mas no comentó sus reflexiones a sus compañeros. Al poco rato, sus sospechas se confirmaron cuando encontraron, por fin, al grupo de Uruks que tenía a los montaraces; ¡Saruman un traidor! Tras escuchar la conversación del aterrador nazgûl comentó:
-La perfidia de Saruman es un duro golpe para los Pueblos Libres. No hace mucho tiempo, padecí malas experiencias con orcos que vivían en la ladera oeste del sur de las Montañas Nubladas, a la altura de Isengard, y que servían a un personaje poderoso. Mis compañeros y yo dudamos de la lealtad de Saruman, pero yo me perdí y no pude saber nada más. Fue entonces cuando me dirigí hacia el Bosque Negro y comencé a trabajar como mercenario. El asunto es grave y deberíamos informar al señor Elrond en cuanto cumplamos nuestra misión, así que ¡Hagámoslo cuanto antes! Los nazgûl son más poderosos en la noche que a la luz del día, pero estamos obligados a utilizar su momento de descanso para rescatar a los dúnedain, dado el número excesivo de orcos que son. Por ello no es necesario un ataque frontal, acabemos con los somnolientos guardias en medio de la noche y que dos de nosotros desaten a los montaraces, yo mismo me ofrezco para esta última tarea, estoy acostumbrado a ocultarme entre sombras sin emitir sonido. Que nuestros elfos, con su inigualable puntería, sean los que se ocupen de los vigías. Esta es mi opinión- Según dijo esto aguardó impaciente la decisión final del grupo. Ésta podría ser la medida más complicada de nuestra aventura, pensó para sí, y tubo ganas de comunicárselo al resto, pero entonces  Aikanáro se dispuso a hablar:
-Aunque lo mejor sea lo que tú dices Elder, si fuéramos superiores o equiparables en número a sus fuerzas, todo sería más sencillo, pero eso no sucede … ¿Aún conservamos las armaduras de los Uruks?, nos serían de una enorme ayuda para infiltrarnos y una vez dormidos matarles mientras otros se encargan de los que hacen guardia poniéndoles de cebo a alguno de nosotros, como Burzumgad se ofreció, que luego se revelara para unirse al combate, ¿qué os parece?
Aunque su idea parecía sensata, algo le decía que el olfato del Nazgûl era superior; imposible hacer la opción de Abârmil porque era muy arriesgada y les olfatearían, por lo que debían matarles; aunque tenían alimento del orco para camuflarse, además de toda la noche para prepararse y no fracasar; de todos modos debían actuar sin el Nazgûl para no decaer en la inexpugnable victoria del enemigo si estuviera presente el espectro. Después, miró a su alrededor con ansia a ver si divisaba la indumentaria Uruk, viéndola a un lado entre unas ramas tirada sin haberla tenido en cuenta para nada:
-Allí está, opino que lo mejor sería utilizarla, aún así, todo será muy arriesgado y debemos ser como las flechas de la gente de mi raza en las batallas, tan rápidos como podamos en la lucha. Nunca pensé que esta aventura nos llevara hasta tal cauce dónde tenemos que decidir nuestro futuro y estar de acuerdo para no perder, ¡estoy perplejo! Tu idea Dimas, es la mejor, pero creo, al igual que Burzumgad, que sería demorarse mucho ante la situación que debemos asaltar y teniendo en cuenta el Nazgûl que meterá más prisa de lo común al grupo para que no tarde, y partirá al amanecer o incluso antes del alba.
La luz tenue de las hogueras del grupo enemigo apagándose hacía llegar el sueño cada vez más temprano al grupo, mientras el ambiente entre la compañía estaba caldeado por la intriga y la desesperación, entonces Aikanáro se gira sobre la hierba echado boca arriba, esperando a que Rúmil opinase algo, y no tardo en responderle:
-Al parecer Saruman el blanco se a torcido en demencia... lo cual hace mas peligrosa la misión en parte...
Bien, no hay duda de que debemos actuar rápido y con certeza, pero al mismo tiempo es prácticamente un suicidio. Los Nazgûl, como bien ha dicho Abârmil, son más poderosos durante la noche que a la luminosidad del día. También hemos de saber que temen al fuego y al agua, factores que debemos tener en cuenta-Para un momento y miro a Dimasalang y a continuación sigo explicando su opinión-Tu idea de pedir ayuda es buena, uno de nosotros: Aikanáro, Elder o yo mismo, podríamos ir sin respiro hasta Lórien e informar de la noticia. Además ser un refuerzo seria una forma de aseverar el rescate pese a un posible fracaso, ya que Galadriel y Celeborn estarían avisados de la importancia de estos montaraces y dudo mucho que los dejaran a la mano de Sauron- mientras sigue pensando y les comenta otros detalles a tener en cuenta- Según el lugar en el que nos encontramos, los Uruks tendrán que bordear Lórien e ir casi pegados a las Montañas Nubladas, luego llegaran a Fangorn, lugar por el cual dudo que se adentren, así que lo rodearan también; y más tarde tendrán que cruzar todo Rohan para llegar al Salto de Rauros, donde imagino dispondrán de algún medio de transporte, ya que dudo que se dirijan más hacia el sur por la proximidad de Gondor. Todo esto contando con que no les esperen barcas en algún otro lugar del Anduin. En definitiva si siguen más o menos este camino... les retardara mucho y se toparan con nuestros aliados de Rohan.
La misión era muy peligrosa, y aunque se hallaban entre la espada y la pared, supieron trazar un plan adecuado. La idea de ir a avisar a los elfos del bosque era buena, pero sin duda, ¿Como se podrían localizar luego? Era evidente, que si el enemigo cambiaba de dirección y se dividían para buscar ayuda, acabaríais fragmentados y perdidos. Finalmente, la idea de entrar y librar a los montaraces era también buena, pero tenían que esperar a que se fuese el nazgûl. Era de noche y estaban observando cualquier irregularidad en el enemigo, pero parecía que estaban descansando. Amaneció y seguían parados, quietos. Visteis como se levantaban, pero el nazgûl no reanudaba la marcha, lo cual indicaba tal vez que iban a recibir refuerzos. Finalmente, Aikanáro y Elder se despidieron de vosotros y se fueron lo más deprisa que pudieron y sin descansar hacia Lórien, para ir a pedir los refuerzos. Ahora la comunidad estaba partida en 2 grupos, Rúmil, Abârmil, Burzumgad, Dimas y Adan, y el otro grupo Elder y Aikanáro que avanzaban hacia Lórien en busca de ayuda. Pronto vendrían con refuerzos, pero debían de darse prisa. Mientras que el primer grupo mantiene los ojos fijos en el enemigo, el segundo grupo avanzaba rápidamente.
Sin embargo el nazgûl no tarda en reanudar la marcha, hacia donde vosotros estaban. Pero no porque os habrían localizado, si no por qué como decía Rúmil bordearían Lórien. Finalmente corréis todo lo posible, y ahora, el primer grupo es el ``perseguido``. Mientras la compañía corre rezando para que no los detecten y entonces si sea una persecución, el nazgûl se mantiene detrás de los uruks por vuestra fortuna, quizás para aterrarlos y que su bestia alada se comiese a los que se cansaban.
Pocas veces Rúmil se despedía de su compañero Aikanáro, y se despidió de el y de Elder con un fuerte abrazo y les dijo:
-¡Que la bendición de Eru os acompañe y cumpláis con vuestro cometido! Espero volver a veros pronto amigos. Ahora partid cuanto antes.
Los dos emprendieron su caminata apresuradamente y sin tardanza hacia Lórien, mientras, el resto del grupo, continuaba vigilando el enemigo tranquilamente. Pero ahora la situación ahora era muy diferente; de pronto los Uruks restablecieron la marcha, pero algo extraño pasaba... el Nazgûl no se movía de su lugar...
Cuando todos pensaba que tal vez los Uruks volverían a viajar solos o que tal vez esperaran algún refuerzo, el Nazgûl con su Bestia Alada realza su vuelo y el enemigo viene hacia su posición. Por suerte estaban bien ocultos y el Nazgûl al sobrevolarnos no les ve. En cuanto da la vuelta para situarse tras los Uruks, comienza a correr y asombrosamente ahora ellos eran los perseguidos, entonces Rúmil comentó:
-Si seguimos así tendremos que entrar en el bosque de Fangorn ya que en las llanuras de Rohan seremos vistos por el Nazgûl con facilidad. Será mejor que usemos los lindes de ese bosque antiguo para ocultarnos mientras el enemigo pasa y así nos adelanta, de esta forma ellos volverán a ser los perseguidos y el riesgo de ser descubiertos será menor si vamos tras ellos y no a la cabeza de ellos.
Tras su comentario siguió corriendo con premura sin dejar atrás a sus compañeros-¡Vamos démonos prisa antes de que el enemigo nos vea!
``Esperemos que no tengan problemas en su viaje y puedan volver con ayuda en el menor tiempo posible`` pensaba mientras corría Abârmil. Cuando la bestia alada paso por encima suya un noto se le hizo en la garganta y pareció que su corazón dejara de latid, pero luego, volvió a la normalidad para comprobar como el Uruk les dirigía hacia su lugar.
-Está claro que debemos camuflarnos lo más posible, para ello hasta que lleguemos a Fangorn tendremos que aprovechar todos los árboles, bordeemos Lórien por entre los que están en sus lindes, si no nos adentramos, los elfos no nos harán nada y quizás podamos escapar de la vista de los orcos- Comento el montaraz, mientras continuaban corriendo a un ritmo frenético, consiguiendo alejarse poco a poco. Parece que el miedo que infundía el nazgûl alentaba las piernas más que a las de los uruks. Abârmil se puso a la vera de Burzumgad y Dimas, cuyas cortas piernas respecto a las suyas podrían necesitar de su ayuda en cualquier momento, aunque por ahora parecían rápidas y seguras como pocas.
-Vamos amigos, corramos tan raudos que hasta los mearas queden deslumbrados si nos vieran- Les dijo.
- Yo me muestro favorable para ir a Fangorn- Dijo Adan- Esta bastante lejos, lo que nos espera una gran caminata por un terreno ahora abandonado; desde luego no se llega en unas horas.
Burzumgad miró alternativamente a Abârmil y a Dimas, quienes marchan a sus lados ¿cuanto tiempo más resistiría el enano, quién a pesar de su orgullo y vigor debía luchar con el corto alcance de sus piernas, cuanto más resistiría él, que aunque avanzaba con sus zancadas de orco no era bueno en la carrera? En Abârmil, en tanto, no se advertían signos de fatiga. Raza de hombres fuerte resulta la suya, aunque le cueste reconocerlo pensaba Burzumgad.
Y de golpe toma conciencia de que la aventura desborda sus propios límites para llenarle de asombro: un elfo le salva... descubre aun hombre incansable... se halla sumida en una inverosímil confraternidad de razas... Hasta la misión, hasta entonces por completo accidental para él, de rescatar a los montaraces estaba comenzando a interesarle de veras.... bien sabía el orco lo que les aguardaba a esos dos en Mordor.
De golpe apremiado por sus propios fantasmas, alzo la voz para alentar:
-¡Fuerza, compañía, que todo esto recién comienza!- Dijo el orco, y su entusiasmo maravilló a toda la compañía.
El Enano se sentía reconocido porque finalmente la compañía había dado por válida su propuesta. Y es así como Aikanáro y Elder partieron hacia Lórien, con la finalidad de conseguir algunos refuerzos de sus compañeros. Mientras tanto el resto corría jadeante entre la maleza tratando de evitar la confrontación con el nazgûl y los uruks. Aunque nadie quería decirlo, esta carrera inesperada atenazaba sus corazones, pues eran conscientes de que en cualquier recodo podría encontrar nuevamente el peligro, o, quien sabe, alguna ayuda esperada. El objetivo ahora era llegar a los lindes de Fangorn, bosque en el que se sabía que habitaban los seres más antiguos de la tierra. Dimasalang, iba el último del grupo. De sobra sabía que sus piernas estaban más hechas para saltar entre riscos y zonas rocosas de las profundidades del mundo, habilidades que le habían hecho salvar el pellejo en multitud de ocasiones en combate mortal con los orcos, con uno de los cuáles precisamente compartía ahora camino.
- Amigos. Espero que vuestras previsiones sean ciertas y que el Bosque de Fangorn no nos depare ninguna ingrata sorpresa. Hasta que allí lleguemos tendré presta mi hacha contra cualquiera que se interponga en mi camino- Dijo el enano, y delante de Dimas, hijo de Thranios, marcaba el ritmo Rúmil, seguido de Adan, Abârmil y Burzumgad.

<`PAGINAR>

-Si la compañía ha decidido que nos separemos yo me ofrezco voluntario para partir de manera inminente a los bosques- Decía Elder.
-Me ofrezco voluntario junto con Elder, viendo que estas de acuerdo, para ir lo más veloz posible a Lórien y pedir ayuda a los elfos que residen en el bosque. Es lo más sensato que podemos hacer en este momento, puesto que los más rápidos somos los elfos y dudo que a cualquiera de otra raza le dejarán pasar o incluso no le rechazaran al acercarse como a Dimas o a Burzumgad, así que será mejor que partamos de inmediato por lo menos para intentarlo- Tras su breve charla sobre los más adecuados para ir, aunque el resto de la compañía ya lo sabia, Aikanáro se despidió del resto del grupo deseándoles la mayor suerte posible y le da las gracias a Rúmil por la bendición querida y su insaciable sentimiento del bien.
-Te lo agradezco amigo, me deleita mucho tu confianza y la de todos en nosotros dos, es una misión no muy complicada pero sobre todo larga y costosa, espero que el buen tiempo y las fuerzas nos acompañen en esta larga jornada que nos espera hasta Lórien- le contestó a Rúmil Aikanáro.
Aikanáro volvió a la realidad y dejo de acordarse de lo sucedido antes debido a que Elder le susurra al oído mientras caminaba:
-Aunque seamos elfos puede ser complicado convencerles de la importancia de estos dos montaraces y conseguir su ayuda, espero poder conocer a la dama Galadriel sería todo un honor. No creo que sea difícil encontrar a los elfos, seguramente ellos nos encontraran primero.
Por el camino iban relatando historias de sus largas vidas y las comparto con las que se entretienen y  hacen la marcha más amena, Aikanáro habla sobre todo sobre Rúmil, compañero de casi toda la vida, mientras que Elder comentaba como sufrió el asedio de la capital debido a un traidor llamado Arack, que provocó una revuelta entre humanos y elfos y la enemistad, y al cabo de alguna hora empezamos a ver el inicio del bosque a lo lejos:
-Elder, lo veo, estoy de acuerdo, debemos amainar el ritmo y prosperar en lo que nos han encomendado, ¡pues el tiempo es oro y no debemos malgastarlo!-A continuación sus ojos junto con los de su amigo comienzan a llenarse de alegría y satisfacción al notar como empiezan a ver cada vez más cerca la densa espesura del tranquilo bosque de Lórien.
-Vamos Aikanáro, nuestros ojos ya pueden divisar Lórien, hay que subir el ritmo- le contestó Elder.
Había un terrible silencio en los bosques de Lórien. Elder y Aikanáro corrían por estos misteriosos bosques de lo que se contaban extrañas leyendas, esperando encontrar a Galadriel y a Celeborn para pedirles ayuda. Avanzaban rápidamente, ya estaban cerca del Valle del Arroyo Sombrío.
En ese momento, los elfos silvanos les encuentran y uno de ellos se dirige hacia ellos y les dice en élfico:
- ¿Que hacéis, elfos extranjeros, aquí en Lórien? Me extraña de que no nos hallamos encontrado antes.
- Tranquilos, no venimos en son de guerra. Tenemos que hablar con el audaz Celeborn y la dama Galadriel- Responde Aikanáro- Solo necesitamos su ayuda y vuestra hospitalidad.
El elfo les inspecciona, y les vuelve a decir:
- Entiendo. Vuestras palabras parecen sinceras, y sois elfos, disculpad nuestra desconfianza, pero a pesar de que fuese verdad, tenemos que desconfiar por nuestras medidas de seguridad.
No son amordazados, pero son llevados sin armas y apuntados con las flechas hacia Celeborn y a la dama Galadriel, que al verle, la dama exclamaba:
- Extraña edad. El mal resurge, y diversas comunidades son encargadas a misiones muy peligrosas. Vuestra misión no se a mantenido en secreto, y nos hemos enterado, pero temo que el enemigo se haya enterado más bien. Solo sois 2, los 5 restantes los hemos divisado y estarán cerca de Lórien. Pero sabed que os ayudaremos porque es nuestro deber, pues tenemos asuntos más importantes que atender, ya que la Comunidad del Anillo ha partido, y el hobbit Leandro...
- Frodo, se llamaba Frodo- Dice Celeborn- Bien, no nos entretengamos. Tendréis un ejército de aguerridos elfos y arqueros dispuestos, serán unos 100, ya que perseguís a unos 40 aproximadamente, pero nuestros espías hablaban de un terror alado... Bueno ¡no os quedéis allí parados! ¡Avanzad!
Las acciones suceden rápido en Lórien, y a una velocidad vertiginosa, para sorpresa de los perplejos Aikanáro y Elder.
Pronto Elder y Aikanáro corrían con los lindes del bosque con un gran ejercito y Elder le dijo a Aikanáro al ver su intranquilidad:
- Tranquilo compañero, vendrán, tienen que bordear Lórien para llegar a Fangorn.

La carrera estaba siendo agotadora para los demás miembros de la compañía, y pronto, el nazgûl pego un grito que hizo que Dimas cogiera una velocidad inaudita, poniéndose el primero.
Pronto, parte de sus pesares se aliviaron cuando vieron el ejército de elfos preparados en los lindes del bosque dispuestos para la lucha,
-¡Por fin! ¡Hay llegan nuestros amigos con los refuerzos!- Exclamó Rúmil.
 Los elfos fueron generosos y prestaron sus vidas -inmortales de no perecer por causa violenta- para la noble causa que en aquel tiempo enfrentaba a los pueblos libres de la Tierra Media. Flechas, cimitarras, espadas y escudos se entremezclaban en sonora confusión en un claro del bosque. De lejos parecía que los valientes guerreros de la hermosa Lórien estaban tomando la iniciativa. Las filas de Uruks poco a poco iban aminorándose, entre sangre y griterío dantesco y la batalla era sangrienta, en esa confusión, el espectro desapareció. Dimas miró entonces sonriente a sus compañeros Rúmil, Adan, Abârmil y Burzumgad, que celebraban la ventaja de los bravos arqueros de la otoñal Lórien:
- Hoy más que nunca me siento orgulloso y feliz de compartir camino al lado de los elfos. Siempre supe que no nos fallarían. ¡Quedan zanjadas nuestras disputas del pasado!
Rúmil asintió complacidamente. Aprovechado la distancia del grupo de uruks los cinco se dirigieron rápidamente hacia los otros dos uruks que tenían presos a los montaraces. Pero gigantesca fue la sorpresa cuando el nazgûl salió del cielo dirigiéndose hacia ellos.
- ¡Mirad!, vuelve el nazgûl. ¡Poneos a cubierto!- Grito Abârmil.
-¡Cuidado!- Dijo también Adan.
Burzumgad saltó a un lado, el beórnida Adan utilizó su agilidad para zafarse de lo que parecía ser un mortal bocado de la bestia del nazgûl, con mucha dificultad por qué un Uruk le entretuvo, y Abârmil y Rúmil saltaron sobre los matorrales. Mientras Dimasalang, agazapado tras unos arbustos, y al paso que todos se reincorporaban propuso a sus compañeros:
- Escuchad. No tenemos otra opción que luchar. Antes de que vuelva a atacar el nazgûl deberíamos reagruparnos en cuadro y mantener la posición. Si huimos cada uno por un lado caeremos como ratoncillos. Antes de que vuelva el nazgûl hemos de reagruparnos y permanecer en cuadro con nuestros escudos. Rúmil, tu podrías esconderse tras aquellos arbustos y mientras recibimos su ataque podrías asaetear con tu poderoso arco a la bestia. Creo que es la única posibilidad.
Mientras esperaba la respuesta, el brillo del hacha de Dimasalang, hijo de Thranios, centelleaba en aquel recodo del camino, ansioso por hundirla en las entrañas de aquella vil criatura.
Abârmil asintió pues le parecía bien el plan del enano, y dijo:
- De acuerdo amigo enano, nosotros lo atraeremos hacia ese claro y que Rúmil dispare a la bestia alada... Creo que Adan también debería dispararle, tiene un buen arco, y una flecha, aunque certera, puede ser insuficiente para hacer retirarse a esa terrible bestia, rápido venid conmigo, Dimas y Burzumgad.
Entonces desenfundó su espada y se levantó dispuesto a salir en cuanto sus compañeros se decidieran. Estaba decidido, pero una pequeña duda le oprimía, ¿Sería capaz de soportar el ataque del nazgûl sin salir despavorido? "Soy un dúnedain - pensó-, descendiente del pueblo de Elros, es valor lo que recorren mis venas, no cobardía, fuerza en esta hora umbría."
-¡Bien compañeros solo tenemos una oportunidad! Si no lo abatimos puede que los que hagan de señuelos caigan presas de las garras de la Bestia Alada, así que debemos abatirla a la primera. Abârmil, dispón tu arco también, no creo que ni lanzando dos flechas mías a la vez logre abatirlo sin mas- Dijo Rúmil.
Rúmil se coloco en posición para el disparo esperando el momento justo para clavar sus flechas en la garganta de la Bestia. Además, a lo lejos vio como Elder se camuflaba bajo unos árboles y tomaba posición ofensiva contra el Nazgûl, lo cual mejoraba las posibilidades de triunfo del ataque. Rúmil les miró y les grito:
-¡Adelante amigos! ¡No fallare con mi arco!
Tensó dos flechas en su arco y apunte hacia el cielo buscando a la Bestia Alada mientras mis camaradas hacían de cebos.
 A pesar de lo que dijo Abârmil, Adan no sacó el arco; ``teníamos tres elfos en la compañía`` – Pensó él. Se colocaron en posición defensiva preparados para acuchillar a la bestia si los arcos fallaban. Entonces, el Nazgûl se precipitó sobre la compañía.

Elder, ¡allí están!, los veo. ¡Alzad las espadas y colocad las flechas en posición, pues nos espera una rauda batalla! -gritó Aikanáro- y rápidamente vieron que los perseguidores eran ahora los perseguidos.
Ante la inevitable situación de la batalla, todo parecía viento en popa, mientras la compañía, menos Elder y Aikanáro que combatían cuerpo a cuerpo con los Uruks junto con los elfos de Lórien, perseguían a dos Uruks que trataban de huir con los montaraces metidos en sacos. Cuando, de repente, la bestia halada con el Nazgûl resurge de entre la espesa niebla y se abalanza sobre la compañía mientras Aikanáro y Elder sobrecogidos atienden como los esquivan a duras penas salvándose de un final catastrófico.
-Buena idea la de intentar abatirle con alguien de cebo, cargare mi arco, no os preocupéis, ¡seré certero como nadie!- Dijo Aikanáro.
Se escondieron detrás de unos matorrales, con sus dos flechas tensadas para acabar con el espectro de una vez por todas.
La compañía aguardaba inquieta y con algo de miedo al Nazgûl, en formación Dimasalang, Burzumgad y Adan mientras Rúmil y Abârmil aguardaban al lado en matorrales esperando el mejor momento, Elder y  Aikanáro dispuestos en las mejores plazas aunque lejanos de la zona pero con confianza en ellos mismo para no fallar.
-Elder -gritó con auxilio- no despistes tu mirada, pues será cuestión de segundos y no habrá segundas oportunidades, estoy convencido.
Toda la compañía asumía su cargo en dicho momento en que la compenetración y la confianza en si mismo y esencialmente en los demás era la base de su valor ante la situación viviente…
No era el Rey de Morgul, sin duda, pero si otro que no le iba a la cola en hechizos y malignidad. De su terror había huido Burzumgad y sin embargo el destino volvía a ponerlo en su camino. Su sola silueta, perfil funesto sobre la noche difusa de batallas sobrecogía en espasmos de miedo. Mas de pronto comprendió que, además de aquella misión que nosotros mismos habíamos elegido, yo estaba librando contra el nazgûl su guerra personal. Recordó en un relámpago a su padre, ese oficial del ejército de Morgul que cayó en Ithilien en una misión suicida a la que el Rey Brujo lo enviara sin miramientos: era, pues, por su padre y por todos los orcos-soldados-esclavos que Burzumgad luchaba.
Su vista se nubló de odio, mandó a paseo a sus temores y salió al claro donde la bestia era del todo visible. Las flechas de los arqueros convertían al vientre de la cabalgadura alada en un erizo.
- ¡Ahora! - Dijo Rúmil, y él y Abârmil atinaron en los ojos de la criatura.
El espectro chilló, y controló a la bestia, y esta fue cuando se abalanzó en picado contra los compañeros del claro.
- ¡Aún no, aún no!- ordenó Dimas a sus dos compañeros mientras sujetaba fuertemente el hacha de doble filo con todas sus fuerzas-¡Ahoraaaa!- gritó el enano.
Ambos salieron despedidos por la embestida de la bestia, y pronto sus cuerpos se desperdigaron por el campo. Se levantaron con dificultad pues la carga de la bestia les había causado grandes heridas, aunque afortunadamente no murieron. La bestia se retorcía nuevamente en el aire, girando como si estuviera poseída. Burzumgad le pegó un gran tajo, y el hacha de Dimas estaba clavada en la cabeza de la bestia, y la cimarra de Burzumgad estaba llena de la sangre negra de la bestia. Adan había conseguido causarle una gran herida que le recorría toda la garganta. Entonces la última descarga fue lanzada, y la bestia se retorció y se elevó hasta perderse entre las nubes, y de más de 10 m de altura cayó el espectro en mitad del campo de batalla. Los ojos élficos de Elder vieron como la bestia se despeñaba contra algún pequeño lago cercano, y luego se arrastraba hasta perderse de la vista.
Entonces el espectro se levantó y desenvaino su espada, olfateo el ambiente y les dirigió una mirada asesina.
Dimas, Burzumgad y Adan estaban en el suelo agotados por la embestida de la bestia, y bastante alejados uno de los demás, pues habían salido en diferentes direcciones despedidos; Dimas a la izquierda, Burzumgad a la derecha y Adan en el centro. Acto seguido de los matorrales salieron Rúmil y Abârmil, sosteniendo sus espadas temerosos ante el espectro.
-Vamos, amigo Rúmil, es el turno de las espadas -dijo Abârmil, intentando controlar el temblor de sus manos ante la espectral presencia.
De lejos Elder y Aikanáro venían hacia el lugar. Pero para sorpresa, una descarga de flechas incendiarias salió de los bosques de Lórien, y el nazgûl huyó envuelto en llamas.
-Aún me quedan algunas plantas medicinales, dejadme miraros- Dijo Abârmil, cuando ayudaba a levantarse a sus compañeros de fatiga.
-ya me creía finado, camaradas- Dijo Burzumgad, y perdió el conocimiento intentando saludar a Rúmil.
Sus corazones seguían bombeando fuertemente por los acontecimientos. Aikanáro miraba al norte, intentando encontrar a los montaraces. Entonces, los elfos se acercaron al lugar intentando ayudar también a los heridos, y un elfo muy anciano, les ofreció cobijo:
-No podéis seguir en estas condiciones- Dijo un elfo muy anciano- Me llamo Broceliande, y me han informado de que los Uruks van rumbo Isengard, tendrá que bordear Fangorn, pero dudo que avancen ahora. Bien, ahora nos explicaréis mas detalladamente todo sobre vuestra misión, pues con las prisas no nos hemos enterado bien. Sobre todo, por qué un orco y un enano os siguen
-Por ahora, nos hemos librado del Nazgûl, pero ahora hemos perdido el rastro de los Dúnedain capturados. Pero ahora mismo yo no podría seguir la persecución. Primero necesito descansar y recuperarme. En mi pueblo siempre se ha tenido temor a este bosque, aunque me doy cuenta de que sois elfos amables y leales. Gracias por la ayuda prestada- Dijo Adan, que estaba desecho, y al igual que sus compañeros Dimas y Burzumgad le ayudaron a levantarse.
-Si después nos permiten atajar por Lórien, seguir al elfo puede ser la mejor opción – dijo Abârmil a sus compañeros- aunque no podemos demorarnos mucho. Expliquemos claramente todo lo que sabemos y persigamos a los dos uruks, conozco el reino de Rohan y creo os puedo guiar diligentemente a través de él. Debemos referir la traición de Saruman, es muy importante que lo sepan estas gentes.
-El orco y el enano son nuestros amigos, ambos son de confianza y espero que los tratéis como se merecen, pues son valerosos amigos para nosotros y han estado a punto de dar sus vidas para salvar a los montaraces. No temáis por el orco, no es ningún espía del enemigo, él huye de la mal querencia de Sauron y sus fuerzas, es un rebelde, esta de nuestro lado- Dijo Rúmil a Broceliande, y a los demás elfos.
- Bueno, ahí va el espectro huyendo de los elfos- Dijo Elder, quién seguía mirando a la cruenta batalla.
Les llevaron a un claro donde pudieron descansar entre la inmortal belleza del país élfico. Todo parecía hermoso y tranquilo, como si se encontraran en un onírico paraíso. Los corazones de la miembros de la compañía se reconfortaban mientras los representantes elfos contaban nuestras hazañas a Broceliande y a Erwin.
- Bien- siguió Broceliande- Ahora mi ayudante Erwin os ayudará en todo lo que necesitéis.
En ese momento, Erwin ayudado de unos cuantos elfos curanderos, intervino para ayudar a los heridos.
- ¿Dónde estoy?- dijo el Enano tiempo después de haberse despertado- ¿Realmente estoy vivo?, por la belleza de este lugar diría que por fin descanso junto a Eru y los Siete Padres de los Enanos.
- Se encuentra en Lórien, maese Enano – respondió el elfo Broceliande desde lejos, estaba con sus compañeros elfos-. Sus amigos Adan y Burzumgad también lograron sobrevivir al encuentro con el nazgûl. Ahora necesitáis reposo. Sois afortunados, pocos enanos son tan bien recibidos en estos bares, y ello gracias a las buenas referencias que de usted me han dado sus acompañantes.
Dimas, se levantó, y no tardó pronto en caminar por el hermoso y bello bosque élfico, mientras, sus compañeros elfos conversaban entre ellos y con Broceliande.
-Lastima... los Uruks consiguieron escapar con los montaraces. Estábamos tan cerca de rescatarlos... Ahora marcharán hacia Isengard y no sabemos lo que la retorcida voluntad de Saruman el mago estará haciendo allí. Tendremos que salir lo antes posible en su busca, antes que lleguen a Isengard- Le dijo Rúmil, que seguía hablando con Broceliande, Elder y Aikanáro.
Entonces, miró a los mal heridos mientras reposaban y siguió la conversación:
-Si no recobran fuerzas pronto me temo que tendremos que partir sin ellos en la búsqueda de los montaraces. Nos podrían alcanzar luego, mas tarde. No podemos permitirnos perder mucho tiempo, pues cada vez estaremos mas cerca de Isengard.
-Cada uno de nosotros estamos aquí por una razón, unos por su espíritu aventurero, otros por azar, cual sabe por coincidencia; pero todos coincidimos en algo: ¡Nuestra misión es una y debemos cumplirla sin pretexto alguno que nos recabe otra atención que no sea la de liberar a dichos montaraces aun en mal travesía! Vos, Broceliande y el resto de elfos, nos han sido de enorme ayuda frente a la incapacidad que nos tenía atemorizados y con los músculos agarrotados ante el espectro y su diversificada maldad que se podía sentir en el aire de alrededor. Ante todo, os procuro las gentilezas de todos en nombre de la compañía, a ti, Broceliande, a tu ayudante, Erwin y a los restantes elfos por la manera de tratarnos, muchas gracias- Dijo Aikanáro y siguió diciendo- Creo al igual que la mayoría que convendríamos partir cuanto antes aunque solo seamos cuatro, el tiempo apremia y no debemos olvidar que los Uruks son desesperados de acción y decisión sobre la marcha puesto que podrían cambiar de idea o pelearse entre ellos como cualquier otra cosa peor que se les pase; como tenemos tres camaradas heridos, debemos partir cuanto antes, pues ellos sabrán encontrarnos y no perder la pista. Lo peor sería inutilizar un tiempo tan dado como este que malgastamos hablando, ¡lo mejor será que nos pongamos en marcha!
-Efectivamente tenéis razón, no podemos quedarnos demasiado tiempo, debemos seguir a los Uruks porque ahora será más complicado seguir el rastro. Quizás nuestros montaraces podrían escudriñar la zona de la batalla para saber que camino tomaron esos repelentes Uruks- Dijo Elder.
Ya terminando de conversar, Rúmil se sentó al regazo de un árbol y descansó tras la dura batalla, esperando a que sus amigos se recuperaran lo antes posible y así continuar la misión, a la vez que Elder se equipaba con la comida y bebida élfica gracias a Erwin, y Aikanáro llenó su carjal de flechas y afilar las hojas de sus queridas espadas.
-Debo deciros que los enanos tienen suerte de tener guerreros como tu Dimas, y a ti Burzumgad te digo que cada día que paso contigo me sorprende aún más tu determinación en la batalla- Dijo Elder dirigiéndose hacia Dimas y Burzumgad.
Luego felicitó a Adan por aquel gran tajo en el cuello a la bestia y se volvió a reunir con sus amigos elfos para brindar por la victoria conseguida.
Burzumgad despertó  tras un largo tiempo vacío, y al abrir los ojos no supo si lo que veía era bueno o malo; estaba entre las enramadas de Lórien, y a su lados tenía a dos elfos, hombre y mujer. Algo más allá estaba Dimas, atendido también y al parecer satisfecho. Y más allá todavía varios otros de sus camaradas hablaban con un elfo alto y de cabellos albos y con otro. Sus curadores le ofrecieron una rara bebida a la que Burzumgad rechazó
- Dejadme... tengo aquí medicinas de los míos... ¿Es que ignoráis que entre los orcos hay buenos médicos?
Examinó su pierna y advirtió heridas. Extrajo de uno de sus bolsillos de campaña la cajita de madera del ungüento curativo y se lo aplico, ardía bastante.
-Eres testarudo y orgulloso, orco-dijo el elfo- no dudo de tu medicina, pero la nuestra es de efecto seguro y rápido.
Burzumgad seguía guardando malos recuerdos de los elfos del Bosque Negro, quienes le trataban muy despectivamente en sus épocas de mercenario al servicio del rey Thranduil,
``Esos dos parecen empeñados en mostrarse amables conmigo a pesar de mi ceño fruncido`` pensó Burzumgad  y cuando la muchacha se ofreció a controlar el estado de su lastimadura, finalmente accedió. No más aceptó la bebida el dolor se fue y ya pudo caminar. Los otros heridos también parecían repuestos y los saludó efusivamente.
La conversación y la estancia en Lórien pasaba rápida y apacible, pero a pesar de eso, los heridos no parecían mejorar mucho y Erwin advirtió a la compañía:
- Tendrán que pasar la noche aquí para reponerse del todo, pues si parten ahora no tardaran en fatigarse y tener bastante mareo.
- Pero antes de eso- Dijo Broceliande, hablando a todos- Tengo que comunicaros algo. Desde el principio habéis sabido que vuestra misión era peligrosa, y sobre todo ahora. Pero el nazgûl que ha huido no era cualquiera, si no Khamûl, el segundo jefe de los 9.
Burzumgad entonces se acordó de quien era, y recordó que lo vio en varias ocasiones, y recordó como una noche este espectro le estuvo apunto de enviarle al antro de Ella.
- Khamûl ahora se siente humillado, y vuestra vida corre peligro. Por tanto, Elder, Rúmil, Abârmil y Aikanáro debéis partir inmediatamente y rescatar a los montaraces, pues de lo contrario temo por vuestra misión. Es posible que refuerzos vuelvan y que se complique la misión. En cuanto rescatéis a los montaraces, debéis traerlos aquí, y ya nosotros nos ocuparemos. En cuanto a Dimas, Burzumgad y Adan no os preocupéis, estarán bien cuidados hasta que vengáis. Si conseguís cumplir vuestra misión y traed a los montaraces vivos, alcanzareis gran renombre. Pero en cuanto vengáis, os tendré que contar algo nuevo, pero es demasiado largo, se lo contaré a vuestros amigos.
Dimasalang, Burzumgad y Adan no tuvieron más remedio que reposar en Lórien las heridas del combate, y ello a pesar de su voluntad de salir en rescate de los montaraces. Broceliande se había mostrado hospitalario, incluso con un enano y un orco de por medio. Elder, Rúmil, Abârmil y Aikanáro partieron sin demora, con una rápida despedida.
Mientras, Broceliande les explicaba a Burzumgad, Adan y Dimas una cosa nueva:
- Vuestros compañeros no tardaran en venir, pero cuando vengan tendréis una nueva misión. No os hemos acogido por simple gusto, esta es quizás el peligro de pedir ayuda a los elfos de Lórien, ahora estáis en deuda con nosotros y os tendremos que encargad otras nueva misión.
- Querido Broceliande. Como corresponde a un hijo de Durin es obligado agradecer la estancia y atenciones que estoy recibiendo en este hermoso enclave. El objetivo de nuestra misión creo que realmente compete a todos los que luchamos contra Mordor. Será siempre un placer tratar de corresponder a lo que nos propongas, pero también te he de recordar que como mínimo igualmente serías recibido en mi patria natal de las Colinas de Hierro y en Erebor, en donde como aliado se os proporcionaría el trato de un rey. Es más, como gratitud perenne hacia ti, juro por Aulë que si regreso con vida a mi hogar, donde me espera mi esposa Dugna, y mis hijos Zanas y Ankar, te enviaré una armadura entera de mithril engastada con joyas de la desaparecida Tumunzahar.
-Bien sabemos por aquí que no se puede cortar a todos los orcos con el mismo molde, Burzumgad- le dijo Broceliande al orco, y aquella respuesta le maravilló- vosotros elegiréis si en épocas futuras seguís sirviendo al mal o buscáis vuestro rumbo... este último camino si que os será difícil, pues aunque el Innombrable Señor Oscuro fracase (¡Y que Eru Todopoderoso escuche esta plegaria mía!), deberéis haceros de un lugar, pues que no puedo ocultarte que todos los pueblos de esta parte de Arda os aborrecen.
``¡Esto no está tan mal, ahora casi me alegro de estar convaleciente y poder disfrutar de esta maravillosa tierra!`` Pensaba Adan; pero también estaba preocupado por la suerte de la misión y de mis compañeros Abârmil, Aikanáro, Elder y Rúmil. Durante nuestro tiempo de convalecencia, tuvieron oportunidad de hablar con Broceliande y Erwin. Ellos fueron los que nos explicaron los importantes acontecimientos que se avecinaban:
-No puedo deciros mucho, pero sabed que ya nada será como lo hemos conocido. Sauron ha despertado y planea ya su guerra contra los Hombres - Explicó Broceliande. - Ahora mismo es casi invencible, pero puede ser aún más poderoso si recupera una antigua arma...
Burzumgad, Dimas y Adan seguían mirándose extrañados y sorprendidos, por la sabiduría mostrada por el anciano elfo.
-Los elfos no confiamos ya en la fuerza de los hombres - Continuó Erwin - La esperanza de salvación para la Tierra Media reside en algo muy pequeño, algo que Sauron no espera... Un arma suya vuelta contra él
Erwin cayó y me dejó sumido en mis pensamientos; no entendía mucho de sus insinuaciones, pero fuera lo que fuese, debería ser muy importante. Sin duda, grandes acontecimientos se avecinaban.
Mientras el asombrado orco, enano y hombre del bosque, escuchaban atentos a Broceliande, y mantenían una agradable conversación. Luego cenaron y descansaron, comiendo agradablemente, degustando algún que otro muslo de algún animal exótico y los platos típicos del reino. Mientras, Adan se acordaba de cuando era chico, vivía cerca de Lórien y como para él los elfos eran criaturas extrañas y les tenían miedo; aunque luego descubrió que eran temores infundados.
- ¡Espero que les vaya bien a los demás! - Dijo Burzumgad mientras que contaba anécdotas a los asombrados elfos, y pegaba un gran mordisco a la manzana. Dimas, en los días de paz cronista de la historia de su pueblo, preguntó por la vieja biblioteca de Lórien para indagar en unos años, ya agostados, en que su pueblo y el de los elfos estrecharon su amistad por el comercio y la artesanía. Ahora unían sus manos una vez más -meditaba el enano mientras acariciaba viejos legajos manuscritos- para levantar el arco y el hacha. Curioso destino el de estas dos razas casi antagónicas, pensó. Mientras Burzumgad refunfuñaba a sus curadores, que le seguían a sol y a sombra (cosa que no sabía si era por su estado o por si le vigilaban). A pesar de mostrarse gruñón con ellos, no se iban, consiguió quitárselos de encima cuando al ver como Dimas entraba en la biblioteca de Lórien, obtuvo de Broceliande la venia que le permitía ir al sitio. Había allí más libros de los que recordaba haber visto en la casa de Lagshaf, ese viejo erudito orco de Minas Morgul. La mayoría de esos libros era de veras antiguos, y estaban en lenguas de los elfos (que no comprendía) y apenas algunos en khuzdul, (del que poco sabía) al fin, textos históricos en lengua común entretuvieron su ocio forzado por largo rato ¿que sería de sus demás compañeros, en tanto?



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