La Odisea de Elfenomeno

19 de Octubre de 2006, a las 12:16 - Entaguas
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Burzumgad, Adan y Dimas cabalgaban velozmente. Charlaban y comentaban como les tendría que ir a sus compañeros, y rezaban para que el bosques no les jugara malas pasadas. No tardaron en llegar a los lindes, donde allí los caballos se pararon. El bosque se mostraba amenazante, y a Burzumgad no le agradaba, y Dimas escondía su hacha. Adan, estaba acostumbrado al bosque negro, pero el bosque de Fangorn le producía una sensación diferente, pero pensó:
``Es solo un bosque, y punto, me manejare igual de bien que en mi tierra. ‘‘
Entonces Burzumgad antes de que se bajasen alzó la mano en señal de que parasen y dijo:
- Esperad... esperad... huelo algo extraño... hay algo en el ambiente... un olor que me es familiar... creo que es...
No le dio tiempo a terminar, pues entonces los árboles se agitaron de temor como un escalofrío, y entonces vieron como una bestia alada caía en picado hacia ellos a una velocidad vertiginosa, y estaba apunto de embestirlos. Adan, Dimas y Burzumgad solo les dio tiempo a pegar un gran salto y caer dentro del bosque. Afortunadamente, ese salto le salvo la vida.
- ¡Maldita sea!, ¡no merecen ese fin nuestros fieles caballos! Aún los pesares que me originó en el viaje ya le había empezado a coger cariño- lamentó Dimas escondido entre los corpulentos robles del Bosque
Los tres observaban atónitos la escena, mientas se alejaban corriendo del lugar.
- ¡Es momento de que esta bestia pruebe el mitrhil de Durin y vuelva a la oscuridad de la que nunca debió salir!- Dijo furioso el Enano mientras desenfundaba su hacha.
- No es el momento, Dimas, ¡debemos salir de aquí inmediato!- expresó Adan.
Ahora estaban apoyados contra el suelo, viendo como la bestia alada había arrollado a los caballos y ahora los agitaba violentamente con furia. Por un instante Khamûl y ellos mantuvieron un duelo de miradas, pero en cuanto este pego su siniestro silbido agudo, se fueron corriendo. Los árboles crujían y hacían sonidos extraños, parecían rugidos amenazantes. Burzumgad y Dimas se miraban aterrados pensando si aquel bosque era la muerte en persona, pero Adan avanzaba grácilmente por el terreno y al estar en un bosque se alegró, mientras Dimas y Burzumgad hicieron lo contrario. Pero Khamûl seguía volando sobre sus cabezas, y no paraba de estar sobre ellos.
- No podemos despistarle, su olfato está muy desarrollado- Dijo Burzumgad.
-¡Pues entonces vallamos hacia donde teme! ¡Hacia el Limclaro!
- No, no creo que sea buena idea, esto me huele mal, ¿no crees que es extraño que nos siga sabiendo que aquí lo único que puede hacer es aterrarnos? Además, hemos venido a encontrar a nuestros compañeros.
Por un momento, se habían olvidado de su misión, quizás al ambiente cargado del bosque. Ahora avanzaban rápidamente y Adan que iba el primero encontró unos sacos:
- Son los sacos de los montaraces ¡Lo han conseguido!- Todos aplaudieron y les subió la moral, pero Adan seguía- Las huellas se dirigen hacia el Limclaro...
El instinto de Adan le decía algo, pero las huellas seguían en esa dirección, y el nazgûl temía al agua.
Finalmente, siguieron avanzando, Dimas y Burzumgad detrás agotados, y Adan con mucha energía todavía, eso si, todos con esperanzas de encontrar a vuestros compañeros.
Pronto oyeron unos ruidos extraños, como el de madera crujiendo, y poco después gritos de voces; voces familiares...
-¡Los que gritan son Abârmil, Aikanáro, Elder y Rúmil!- Exclamó Adan.
- Junto a ellos hay otras dos personas ¡deben ser los montaraces!- Añadió Dimas.
- maldigo la hora en que nos metimos en esta fronda, amigo- dijo Burzumgad casi al oído de Dimas- no se tú, pero yo saldría corriendo sin más, a tontas y a locas.
De pronto, Burzumgad se paró, olfateó en el aire y dijo:
-Hay orcos por aquí, concretamente Uruks-Hai.
Siguieron avanzando, ya podían ver a sus compañeros. Un árbol los tenía atrapados ¿un árbol? no cabía duda era un árbol... o algo parecido a ello. En toda su vida de guardabosque Adan había visto nada igual.
El ruido de las pisadas de los Uruks se hicieron audibles para Dimas, Adan y Burzumgad. Dimas y Burzumgad sacaron sus armas. Adan sacó su arco de Lórien.
- ¡Allí están!- voceó Burzumgad señalando con el dedo.
- ¡Por las canas de Fundin!, O me he vuelto loco o están enzarzados con las ramas del árbol- aclaró el enano.
-¡Que hacemos, ayudamos a nuestros compañeros, nos enfrentamos a los Uruks o huimos!- Dijo Adan.
-¡Liberemos a nuestros compañeros y salgamos cuanto antes del Bosque!, Adán quizá tu podrías persuadir al árbol de nuestras buenas intenciones- Expresó Dimas.
-¡Convence a esos árboles o lo que sean, tú que eres hombre de los bosques, Adan!- gritó Burzumgad a su amigo el beórnida. Pero ya sin embargo advirtieron que los elfos lo hacían, y las vetustas copas se les acercaban, como prestas a la confidencia.
Ansioso, Burzumgad alzó la cabeza para aspirar rastros. El aire del bosque era hostil y malsano, y no obstante el fárrago de hedores desconcertantes que flameaban, siguió captando algo muy familiar
-cerca de aquí hay uruks, y de los peores-dijo.
El viejo ucorno era antiquísimo, había visto mucha guerra y tenía el corazón podrido, no obedecía a Yavanna ni respetaba a ningún ser vivo, y tenía un gran rencor hacia todo ser que pudiese hacerle un peligro. Pero entonces, cuando terminó de hablar Rúmil, el ucorno calló y replegó sus largos brazos y raíces, y Elder volvía a respirar. Todos le rodearon como esperando que dijera algo, o que hiciera algún signo o símbolo de aprobación. Pero nada de eso, tan pronto como las ramas y sus raíces estaban replegadas, las volvió a extender rápidamente como un manto, lanzando por los aires a toda la compañía, incluida a los montaraces y a Adan, Dimas y Burzumgad. Justo en el aire les cogió a todos en un movimiento rapidísimo, y quedaron a su merced, pues os tenía agarrados por los pies bocabajo suspendidos en el aire. Entonces Khamûl paso por encima con su terrible grito y el ucorno les soltó al escuchar el estrepitoso chillido del nazgûl, cayendo todos al suelo desde una gran altura.
-Cuidado, parece ser que no se va ha dar por vencido nunca… Se dispone a lanzarnos o algo peor, prevenid, pues los Uruks andan muy cerca y no nos deben pillar en ningún momento desprevenidos, sería nuestra perdición- Dijo Aikanáro incorporándose.
Todos confusos, mientras el terrible nazgûl gritaba para variar, entonces los Uruks llegaron y se les abalanzaron, intentando cogerlos como rehenes y maniatarlos. Justamente Burzumgad se levantó y se alejo actuando desesperadamente, y Rúmil escapaba, pero entonces el espectro vio como Rúmil se iba, y Burzumgad se abalanzó sobre Rúmil y dijo:
- Tranquilos, ¡Aquí lo tengo!- Decía el orco temeroso, y al ver aquel acto que parecía de traición, todos se les llenaron la mente de odio, y pensaron que les había traicionado desde el principio- Lo tengo preso.
- ¡Traidor! ¡Como has podido!- Decía Rúmil tirado contra el suelo-¡Maldito traidor! ¡Todos confiamos en ti y nos lo pagas así! ¡Jamás pensé que pudieras hacernos esto traidor, rata de Mordor!
- ¡Maldito orco traidor! ¡Hube de haberte afeitado el cuello con mi hacha de mithril cuando te conocí en el Bosque Negro! ¡Por Ilúvatar que el doble filo de mi arma echa ya de menos el repugnante color de tu sangre, que a litros hice derramar en Azanulbizar!- Gritaba Dimas mientras se veía inmovilizado por varios orcos no sin antes recibir varios golpes de los servidores del temido ulairi.
Entonces Burzumgad, desesperado y atemorizado, le dio una patada que le dolió a él más que a Rúmil y le dejo inconsciente. Mientras, Adan escuchaba el grito de Rúmil, ¿Burzumgad les había traicionado? Imposible, pero no pudo saberlo, pues un golpe en la frente le dejo inconsciente.
-No puede ser, este golpe ha nublado mi razón o toda mi fe se viene abajo, no puede se…- Dijo Abârmil cuando veía como Burzumgad les traicionaba, y la oscuridad le tomó.
``Verdaderamente habrá podido mantener durante tantos días esta farsa del orco bueno y solidario o quizás pueda ser una treta para ganar una ventaja al enemigo. Espero que sea la segunda teoría por el bien de todos`` Pensó Elder, mientras estaba amordazado en el suelo por los Uruks. A Aikanáro le costaba creérselo, ¿Por qué les traicionaba ahora cuando antes había luchado a muerte por ellos?
Mientras Burzumgad contenía el dolor al ver como todos perdían el conocimiento y eran amordazados, incluidos los montaraces. Si su plan no funcionaba, ya no tendría en paz su conciencia.
-¡Buen trabajo, idiota!- le dijo un oficial cuyo ojo derecho faltante lo delataba como avezado guerrero, pero otro sujeto aún más grande y torvo se le acercó.
- Deja de ensalzar a este desconocido, Greshk ¿que sabemos de él? apareció de la nada y su acento denuncia a una rata de Morgul ¿es que algo bueno puede salir de ese ciudad? atémoslo a él también. Toda precaución es poca en momentos como este.
Greshk se masajeó el mentón.
-No te he pedido opinión, Khafeg. Odio que metas tus inmundas narices en cada cosa que hago. Y te aconsejo no darme las espaldas...
Khafeg respondió sacando su arma, y el griterío atrajo a Khamûl, ya desmontado de su bestia
- Indudablemente no podéis estar sin reñir, halo de inútiles ¿que os pasa ahora?
Burzumgad se adelantó para saludar al nazgûl con una inclinación de cabeza.
-soldado Burzumgad, Amo y Señor, y confío en que me recordéis.
Khamûl rió con su voz disfónica y chirriante:
-Pues claro, alimaña... eres uno de los vigías de la torre giratoria de Morgul... ¿Cómo demonios llegaste aquí?
-Pertenecía yo a una pequeña compañía, Noble y Terrible Amo-respondió-los inmundos elfos nos dieron caza, y ya veis, yo solo sobreviví...
-¡Un cobardón, entonces!- gritó otro uruk de ojos hundidos y con la cara llena de argollas metálicas-¡cortemos su cabeza sin más!
Pero Khamûl lo silenció con una sola mirada
- Burzumgad no goza de mi simpatía, es díscolo y holgazán, pero ha hecho hoy un buen trabajo. Le perdonaremos la vida... por ahora y si se muestra mejor soldado que allá en Morgul.
Entonces Khamûl se retiró dando otra orden más a los jefes.
- ¡Eh, tú, snaga, ven para acá, ayúdame a cargar con el enano!- Le dijo un gran Uruk.
Luego anocheció, y los Uruks montaron un pobre campamento sin tiendas de campaña, para dormir.
Burzumgad escuchó a dos uruks algo sobre que en el Entaguas, había refuerzos.
Unos guardias les vigilaban mientras estaban atados a un gran tronco incapaces de librarse, y veían como el nazgûl y otros uruks interrogaban a Burzumgad con desconfianza, y luego le dejaron en paz. Finalmente los 2 uruks le dejaron hacer libre la guardia, al parecer Burzumgad tenía mucha prisa en encontrarse con los demás, y los uruks desconfiaron, pero como eran muy vagos aceptaron con desconfianza.
-¿así que holgazán? pues tú te ocuparás de la primera guardia... - Le dijo un suboficial de brazos larguísimos.
A poco todos se durmieron, y no le costó llegarme a los suyos y desatarlos.
- ¡ssssssss...!, Tranquilo Dimas -dijo tapándole la boca- procura guardar silencio.
Dimasalang entendió inmediatamente al incorporarse y ver a su lado al resto de compañeros liberados por el orco.
Estaban perplejos y Rúmil le sonrió:
-¿te a dolido el patón? - le dijo Burzumgad- ¿No os lo habréis creído? ¡Venga ya, era vuestra única posibilidad de qué fueseis liberados! Para mí es humillante que me llamen snaga que significa esclavo en mi lengua, y que para colmo a punto haya estado de morir por que desconfiaban, pero se lo han tragado, bien, he oído que refuerzos nos esperan en el Entaguas, justamente después de su salida de Fangorn. Bien, luego del camino hablaremos, nos volveremos a adentrar en Fangorn, pues esta vez parece ser que los ucornos nos defenderán... es lo que he oído, ¡Pero démonos prisa!
-Así que es eso amigo. Por un momento llegue a pensar lo peor de ti, te pido disculpas por mi duda ante tus acciones. Veo que fuiste más astuto que ninguno. ¡Gracias!- Dijo Rúmil.
-Gracias amigo orco, por momento llegue a creer que tu rebeldía se había vuelto en nuestra contra dejándonos a merced del enemigo sin motivo alguno y traicionándonos en tus propias manos, la patada achacada al cuerpo de Rúmil fue más que creíble junto con tus comentarios, buena estrategia, ¡te felicito compañero!- Le dijo Aikanáro.
Sólo les restaba huir, cosa que hicieron contando con la poca diligencia de la dormida tropa.
-¡Menudo susto me has hecho pasar maldito orco!- dijo Adan medio feliz y medio enfadado.- Ahora en serio, gracias por liberarnos. Me temo que si algún día regresas a Morgul te verás en apuros.
- Antes de nada Burzumgad te presento mis disculpas, sinceras, como no podía ser de un honrado hijo del pueblo de Durin. A decir verdad, siempre supe que podría confiar en ti, y mis improperios no fueron más que una treta para tratar de salvar la peligrosa situación en la que te había metido.
- Disculpas aceptadas- Asintió Burzumgad con una leve sonrisa.
Todos le palmeaban y felicitaban, y Dimas se reía de su astucia, pues el enano era capaz de recuperar el humor de nada.
-Burzumgad, de nuevo creo que tener un orco en la compañía es un privilegio, esta jugada no la olvidaremos fácilmente- Le dijo Elder.
-no todos los orcos son como los que acabáis de ver- aclaró Burzumgad.
-si, ya se: algunos son peores...- bromeó Abârmil y le dijo a sus compañeros montaraces-Ya veis que no exageraba con el valor de nuestro amigo orco, a cada paso me sorprende más-y le dirigió una cálida sonrisa.
-vamos hacia la vera del Entaguas – dijo Burzumgad- puede que allí hallemos refuerzos, se lo escuché decir a 2 uruks antes de dormirse.
-Si lo que nos ha dicho Burzumgad es cierto, debemos cruzar el Limclaro e ir a Rohan. Esos misteriosos refuerzos serán seguramente una Eored, si no conozco mal a mis hermanos del sur- Dijo Adan.
Finalmente cuando estabais en los lindes del este, oyeron el sonido del Nazgûl y entonces todos supieron  que se habían dado cuenta y que pronto volverían a ser perseguidos.
 -¡Rápido debemos andar sigilosos en el bosque para que el enemigo no nos encuentre! Tenemos dos opciones: ir hacia el norte hasta Lórien o viajar hacia el sur a las tierras de Rohan y pedir auxilio. Aunque también podríamos dividirnos y así el enemigo quedaría confundido y no sabría donde ir. ¿Qué pensáis vosotros?- Dijo Rúmil cuando oyó el chillido del nazgûl.
-No tenemos tiempo, sigamos por ahora en el bosque, hacia el sur. Es el camino más largo para llegar a Rohan, pero no nos podemos arriesgar a salir al descubierto. Pero recordad que los elfos de Lórien nos dijeron que nos encamináramos hacia allí- Dijo Adan, y intercambió unas palabras con Farahir y Fernando.
"Jamás me acostumbraré a ese abyecto ser", se dijo para sí Abârmil y dijo:
-Separarnos puede ser una buena idea, además nosotros los montaraces podemos dejar pistas falsas que desconcierten al enemigo en su búsqueda, permitiendo nuestra huida. Sería lógico que separemos a los dos, ya que si atrapan a un grupo, al menos tendremos al otro dúnedain para exponer toda su información a la gente de Lórien. Un grupo puede ir hacia los refuerzos y el otro seguir el Limclaro, tal y como pensamos en su momento. Si no estáis de acuerdo en separarnos, creo que lo mejor sería ir todos juntos hacia el Entaguas, tal vez esos misteriosos amigos nos saquen de aquí.
-Creo que deberíamos ir sobre seguro y formar dos grupos, uno con Fernando y otro con Farahir. Propongo que los elfos vayamos con Fernando por ejemplo a Lórien y los demás intenten llegar a Rohan con Farahir, así tendremos dos oportunidades y quizás desconcertemos al Nazgûl. ¿Qué os parece?- Dijo Elder.
-Confío en vosotros, dudo que haya ideas mejores, debemos dividirnos para que la información no se pierda o pueda ser interceptada por el enemigo, siempre habrá un montaraz libre de peligro y capaz de salvar al resto de nosotros y los pueblos libres que pueblan la tierra media. Yo iré junto con Elder, Rúmil y Fernando hasta Lórien, allí todo será sabido por nuestra raza y el resto de razas colindantes que de forma certera esperamos que se unan para vencer al lado oscuro que intenta gobernarnos a todos- Respondió Aikanáro.
- Hemos de dividirnos – Dijo Dimas y hizo una pausa mirando al grupo uno a uno y prosiguió hablando con circunspección-. Tal y como propone Elder. Un grupo ha de partir a Lórien para exponer con mejor conocimiento de causa a los elfos lo que nos han contado los dos montaraces y otro podría ir hacia Rohan para obtener nuevos refuerzos. Amigos, la guerra se extiende por los confines de la Tierra Media. Los ejércitos se han de formar con celeridad. Dispersos y perdidos seremos presa fácil de estas pequeñas cuadrillas de orcos. Quién sabe si algún día llegaremos a formar todos en perfecto orden de batalla frente a Mordor... ¡compañeros hemos de decidir ya!, el tiempo es nuestro peor enemigo, o nuestro mejor aliado- concluyó mientras se ajustaba el casco y las cotas de malla, presto, una vez más, para el combate.

Dimas, Burzumgad, Abârmil y Adan con Farahir se despedían de la otra compañía, deseándole la mejor suerte del mundo.
No tuvieron ningún problema en llegar al Entaguas, y cuando llegaron vieron a 2 elfas que tenían un arco en mano y una espada, apuntándoosles.
- Sois la compañía de aguerridos guerreros que mi señor Broceliande me mandó buscar- Dijo una elfa joven- Soy Ediana, sabed que aquí tendréis unas barcas para llegar hacia Rohan y conseguid refuerzos, nosotras solo somos mensajeras.
- En efecto- Dijo la otra elfa, más adulta- A mí me llaman la Elfa, me da igual como me llaméis, pero andad con cuidado por las tierras de Rohan, sabed que el pueblo de Edoras se refugia en el Abismo de Helm, pues Saruman manda sus tropas de bestias y dundelinos para acabar con ellos. Mejor que el orco se disfrace de Rohirrim, para pasad desapercibido y que no sospechen de vosotros. Unos Rohirrim os estarán esperando a orillas del río Nevado, un tal Lanceloth los comanda. Primero tendréis que ayudarles contra Saruman para ganaros su confianza, ahora, tomad las barcas y corred, el tiempo os falta, remad rápido y tened seguro que Khamûl no os perseguirá más, pues los ucornos y Ents se han enfurecido, y no se atreverán a perseguiros, y darán la misión por fracasada ¡Adiós, que Eru os proteja!
-Que horribles noticias nos traéis, parece que el pueblo de la Marca está en grave peligro. Mi corazón me obliga a poner mi espada al servicio de una gente tan noble como los rohirrim, pero mi mente teme por la vida de mi amigo Farahir. Busquemos a los caballeros y luego ya veremos. Muchas gracias por las barcas, guerreras elfas, espero podamos volver a vernos pronto.- Dijo Abârmil.
Y así se pusieron en camino nadando más rápido en las aguas, hasta que al final Burzumgad tuvo que repartir su ``medicina`` entre la compañía para que no se sintieran tan cansados. Dimas no le gusto pues estaba bastante amarga, pero Adan y Abârmil les encantó, saboreándola, y Farahir la comió con desagrado, aunque funciono.
- La guerra ya es generalizada, tal y como temíamos todos- decía Dimas mientras remaba con fuerza junto a Adan.
- Con Sauron y sirvientes como Khamûl es lo mínimo que podíamos esperar- terció Farahir.
Mientras a Burzumgad no le agradaba la noticia de luchar por los rohirrim, pues no aguardaba buenos recuerdos, sobre todo cuando él y su compañía de desertores fueron matados sin darse tiempo a explicarse. Se lo contó a la compañía si no se lo había contado antes, incluido otros fatídicos episodios en Rohan.
-no mal juzgues a ese soberano amado por su pueblo- me dijo Adan, quién, por cierto, consideraba a los rohirrim como sus parientes lejanos- él no mandó masacrar a los tuyos, simplemente ordenó a sus tropas "terminar con orcos", y en circunstancias como las que vivimos, nadie se detiene a conferenciar con los intrusos... y vosotros lo erais, a vuestro pesar.
A Burzumgad le convenció la explicación solo por qué provenía de Adan.
Pronto en las orillas del Nevado un Rohirrim de piel clara, cabellos rubios, y ojos negros, capitán de una compañía de Rohirrim de 12, el llamado Lanceloth.
-¿Cómo es posible que la ayuda de estos hombres cambie el destino de todo un país?- Les dijo Lanceloth a sus compañeros rohirrim. Al ver al orco vienen recuerdos cercanos de espadas quebradas y cuerpos caídos...
Los aventureros bajan de las barcas. Instintivamente el rohirrim acerca su mano a la espada mientras escudriña cada uno de sus rostros con la mirada, como buscando un pretexto para atacar... pero al repararlos se doy cuenta que no son hombres comunes; tampoco enemigos. Al menos eso parece.
- Sabemos quiénes sois, fuertes guerreros. No sabía hasta ahora nada de un orco del lado del bien, pero ahora le daremos un traje de Rohirrim y un casco que le tape la cara para menor confusión en la batalla, pues las elfas ya os avisarían de que tendréis que ir hacia el Abismo de Helm, donde nos encontraremos con Erkebrand y Gandalf, dispuestos a ganar la batalla.
Los saluda tratando de ocultar su sorpresa. Sus hombres y él le dan al orco el traje de rohirrim que habían guardado para él.
Y sin más preámbulos el rohirrim les habla sobre el caos de Saruman, y todos parecían interesados por Lanceloth.
-Saruman nos ha traicionado. Ha reunido a nuestros enemigos y los ha lanzado en nuestra contra. Dos batallas hemos luchado contra el y hemos sufrido grandes pérdidas... creíamos que no había esperanza hasta cuándo aparecieron Gandalf capa gris, y las elfas quienes nos informaron de vuestra llegada. Si sois realmente tan valiosos como ellas dicen... ¡A prisa compañeros!-.y aumentaron la velocidad. Cada momento es vital. Durante el camino Lanceloth les preguntaba algunos detalles de su aventura-¿Qué peligros habéis encontrado?... ¿Quiénes sois?... ¿Por qué queréis ayudarnos?...
Sus respuestas le tranquilizan un poco más, lo suficiente para también contestar sus preguntas, pero no podía confiar en ellos plenamente. Por lo menos no hasta que le demostrasen sus verdaderas intenciones en el campo de batalla.
-Tendrás que luchar contra orcos, Burzumgad, lo siento- le dijo Lanceloth a Burzumgad.
- no te preocupes- le respondió- se perfectamente de que madera están hechos los uruks que sirven a ese tal Saruman ... allí anda todavía quizás un tránsfuga de Mordor ... un tal Ugluk ... de la peor calaña
Finalmente toda la compañía se une a un gran ejército de Rohirrim, Erkebrand los comanda. Pronto se ven sumergidos entre el gran ejército, y se miran diciendo:
- Espero que a nuestros compañeros de Lórien les valla mejor, ellos tan tranquilos, ¡y nosotros en Cuernavilla!
Entonces Abârmil vio al más corcel más hermoso que jamás hubiera visto, emanaba una fuerza extraordinaria. Se acercó a él y comprobó asombrado que era igual que el famoso Gandalf, pero no era el mismo, bajo su capa gris se entreveía un atuendo blanco como la nieve virgen y le dijo Abârmil:
-¡Feliz encuentro querido Gandalf! Me alegro infinitamente de que líderes a este ejército, contigo lograremos la victoria, viejo amigo.
- Será necesaria otra ayuda para derrotar a las huestes de Saruman, joven Abârmil, y no será metal lo que empuñen sus miembros.- contestó el mago- Pero no pongas esa cara de incredulidad e incomprensión y dime hijo de Abârtharon, ¿Qué desea decir tu boca que tus ojos no logran ocultar?
- Como sabrás, tengo a uno de los míos que porta una información vital para la guerra, temo que la cruenta batalla sepulte esos secretos, pero no estamos dispuestos a rechazar el enfrentamiento y alejarnos de nuestros amigos con los que he sufrido tantas penurias.
- Comprendo tu preocupación -dijo Gandalf- necesitamos vuestras fuertes manos, pues sois todos guerreros expertos, algo de lo que adolecemos en este ejército, pero aún más nuestros enemigos. Seréis mi guarda personal, conmigo estaréis más a salvo que cualquiera.
- De acuerdo Gandalf, le diré a Lanceloth, a quien nos debemos ahora, que cabalgaremos a tu lado.
Mientras, de lejos Burzumgad y Farahir observaban al mago blanco. Burzumgad no había oído nunca hablar de Gandalf, pero su figura irradiaba tal majestuosidad que daba miedo verlo.
-¿sabes quién es ese que habla con el dúnadan? - le dijo Farahir acercando su caballo al del orco- Es nada menos que ese sabio poderoso a quién los elfos llaman Mithrandir, y los hombres Gandalf... ¿vamos a acercarnos nosotros también?
Abârmil les explicó a sus compañeros, y Lanceloth y Farahir se alegraron por la nueva posición de la batalla. Lanceloth, pega una voz que a su vez se transforma en un grito de guerra, para intentar darles confianza a los miembros de la compañía.
-¡Para bien o para mal, esta será la última batalla que se luche en Cuernavilla durante nuestra era!... Pero ay de nuestros enemigos... ¡Pagarán caro el haber venido a presentar armas a la fortaleza que nunca ha caído!- Dijo Lanceloth intentando darle valor a los forasteros y a sus hombres. Mientras el enano y el orco cuchicheaban:
- Han venido los nobles más linajudos de la brava Rohan. - dijo en voz baja Dimas al orco con una leve sonrisa al verle vestido con ropajes humanos- Como en Azanulbizar mi corazón augura un crepúsculo de oro al finalizar el día. Escuchad amigos, es Erkebrand quien habla ahora.
- Hijos de Rohan y de otras naciones que habéis acudido a liberar a nuestros hermanos de Helm y al rey Theoden. - habló en voz muy alta mientras trotaba frente a las primeras líneas de caballería- En verdad os digo que hoy en Helm correrán ríos de sangre uruk que llegaran cual pestilente alcantarilla hasta las mismas puertas de Mordor. ¡Rohirrim! – Gritó mientras desenvainaba su espada- ¡recordemos a estas inmundas criaturas que Rohan vende cara su libertad! ¡Adelanteeeeee!.
El espíritu de Burzumgad se llenó de coraje, de vigor: era un orco, si, y ninguna otra cosa quería ser, pero un orco por fin libre, como alguna vez lo soñase su difunto padre, cuando depositó en sus manos juveniles esa cimitarra que aún hoy empuñaba, diciéndole:
- Hijo, que te sirva para obtener eso que yo jamás logre...
Entonces se lanzan como bravos Rohirrim a lomos de unos blancos corceles, mas rápidos que los de Lórien, y antes de cargar contra los orcos que apilaban sus lanzas, Abârmil parece ver un bosque que se mueve del Norte. Los uruks estaban acorralados.
 Adan desenvainó su espada mientras miraba a sus compañeros:
-Suerte - les dijo.
Arrollaron a las primeras filas de Uruks como una marea. Avanzaron entre ellos cortando cueros cabelludos y traspasando armaduras. Un montañés hizo tropezar el caballo de Adan con su lanza y cayó de él, rápidamente se incorporó, pero se vio rodeado de orcos. Ya se veía abandonando el mundo cuando pasó por mi lado Dimas:
-¡Monta!-le dijo el enano-¡si no te harán trozos de carne!
Rápidamente se encaramó a su caballo y miró a su alrededor. Lanceloth, entonces interceptó un dardo con su escudo que iba dirigido a Abârmil:
-Te debo la vida amigo, no lo olvidaré jamás- le respondió.
 Los Uruks parecían verdaderamente aterrados; Entonces dijo Abârmil:
-Los ucornos han venido, están destruyendo a los enemigos que intentan huir ¡la victoria es nuestra!
Y sin más palabras se lanzaron en pos del ejército de Saruman. Entonces, Abârmil se lleno de alegría, pues a su lado luchaba un rostro familiar; ¡Por Eru, era su señor, Halbarad! La alegría le invadió el corazón.
Mientras, del abismo de Helm unos cuantos jinetes se lanzaban contra los Uruks saliendo de la fortaleza, que eran el rey Theoden y sus jinetes, con un grito de guerra.
Burzumgad cayó del caballo, y cuando vio a Adan y Dimas montando los 2, le pareció un poco cómica la situación, aunque no era el momento oportuno, un orco le dijo la palabra ``traidor`` en la lengua negra y lo eliminó sin más. Mientras, un rohirrim que casi ve su cara antes que su uniforme, casi le ensarta.
Mientras, el orgulloso hijo de Durin manejaba con maestría artística su hacha de doble filo, logrando seccionar extremidades de los esbirros de Saruman a cada círculo que dibujaba en el aire. Su yelmo de mitrhil había dejado de resplandecer, pues sangre y restos de carne uruk hacían titilar su viejo esplendor otrora luminoso. Las murallas de cuerpos enemigos se derribaban al paso del que fuera capitán de la guardia real de Khazad-dûm entre gritos espantosos de dolor.



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