Gilraen la Bella

27 de Septiembre de 2008, a las 14:07 - Oloriel
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Capítulo 2.

Un año había pasado y, extrañamente, el mundo estaba quieto y se dio una temporada de paz para los dúnedain, que se concedieron un tiempo para descansar de sus exploraciones y escaramuzas contra el enemigo y celebrar una noche importante, aquella en que Isil se hallaba más cerca de Arda en todo el año. Estos nobles hombres y mujeres dedicaban esta noche a festejar y recordar las glorias de la caída Númenor y reflexionar sobre la misión de los hombres del oeste en este lado de Endor.

Esa noche en que reinaba la paz, sólo en la casa de Dirhael había guerra…

- ¡¿Cómo que no irás?! Tus amigas se sentirán muy desilusionadas si eso pasa, además, ya eres una doncella y esta es una ocasión importante, sabes bien de que se trata!! ¡¡Tú irás, Gilraen!!- Pero entiende madre! ¿Me pides que me ponga bella?... yo no deseo ponerme bella para nadie… estoy cansada de que todos digan que tu hija es tan bonita, estoy cansada de que nadie vea más que eso… Turangdil y Kamthalión no son los únicos que tienen su orgullo! - …Pero vamos hermanita…no te pongas así….-dijo el hermano menor – debe haber algún muchacho que te agrade…- Kamthalión desolló a su hermano menor con la mirada al descubrir el grave gesto de enfado de la joven al oír las palabras de este-…. No, los detesto…- respondió con una voz sorprendentemente gélida- y gracias a la bendita Varda que mis hermanos son celosos y amenazan al primero de sus amigos que me mire, todos ellos quieren protegerme y me hacen sentir inútil- … Hermana…las personas que te amamos siempre queremos protegerte- dijo el mayor con dulzura – además, te perderás de las historias que te gustan tanto…- Si…lo lamento, he sido caprichosa…pero no me veré bella por nadie más que por mi…y para escuchar la historia de Númenor. ¡Madre! Iré a mi habitación a ponerme un vestido, cuando vuelva, trenza flores en mi cabello! - la joven desapareció en su habitación con una sonrisa.



La fiesta había comenzado, música alegre llenaba el campamento, los dúnedain con sus hermosas voces, tambores e instrumentos de viento y cuerda celebraban alrededor del fuego.

Gilraen se presentó al lugar con sus hermanos y su madre, el padre, hablaba animadamente con Arador, el capitán.

La muchacha sonreía, los músicos tocaban “El baile de las doncellas” y ella y sus amigas ya tenían edad para bailarlo. De inmediato fue con ellas y se unió a la animada danza.

De pronto, se percató de que todos cesaban lo que estaban haciendo, salvo los músicos, y dirigían sus miradas hacia la floresta, la joven no prestó mucha atención, hasta que vio que el heredero de Isildur y su padre recibían a un hombre con gran alegría. El viajero se quitó la capucha, Gilraen se detuvo, y sintió un calor súbito en sus mejillas y sus ojos brillaron con una luz inusitada. Era Arathorn, el hijo del capitán…entonces ella entendío porque hasta ahora no había encontrado hombre que le inspirara amor, es que Arathorn había estado luchando en el sur y ella no le conocía…

Se sintió inmensamente turbada, pero consiguió dominarse para cuando su padre los llamó a ella y sus hermanos a saludar al noble recién llegado.

- Nai Eru varyuva len heru- saludaron los jóvenes con una reverncia.

-¿Sois en verdad Kamthalión y Turangdil? ¡Cuánto habéis crecido!- dijo el hijo de Arador con sorpresa- Y esta es Gilraen- señaló el padre, acercando a su hija al hijo del capitán- probablemente no la recordéis, era muy pequeña cuando vos partisteis.

- Maara tulda hínarya heruelma (“bienvenido hijo de nuestro señor”)- fue el saludo de la muchacha. Arathorn le devolvió una sonrisa.

Ella estuvo algo desilusionada, pensaba que con su diplomacia podía granjearse al menos su saludo

-…Debe verme como sólo una niña… es lógico- pensó, sin entender aún el dolor de su corazón.

Gilraen habló muy poco durante el resto de la noche, sólo su madre se percató de lo que pasaba, pero calló. Luego de la comida, los dúnedain se sentaron junto a la hoguera y los más ancianos comenzaron las narraciones de la gloria y caída de Númenor, y a la joven le pareció que veía a Elros en los ojos del hijo del capitán.



Desde esa noche Gilraen cambió, Su risa ya no se escuchaba con la facilidad de antaño y salía de su casa sólo si era estrictamente necesario.

Se comenzó a acostumbrar al silencio y se hizo cada vez más reflexiva. Empezó a despuntar en ella una vanidad propia de su edad y de cada mujer que se sabe hermosa, pero sus encantos eran ocultos a los ojos de su pueblo, dado que había dejado de caminar por el campamento y el bosque.

Sus padres se preocuparon mucho por esta actitud de su hija, y para sacarla de este estado consiguieron para ella un taurina lómelindi (ruiseñor de madera), con la esperanza de que la música le pudiera animar, en efecto, la muchacha recuperó parte de su antigua alegría, pero permaneció nostálgica y no abandonó su casa. Se había volcado en su instrumento, llegando a tocarlo con maestría.

Un día, mientras la madre hacía las labores de la casa, escuchó que su hija interpretaba con apasionada y melancólica voz, una canción que rezaba así:



Ai! Melanyë , airitanyë henryat

(Ay! Yo amo, yo adoro sus ojos)

Ai! Melanye melrya!

(Ay! Yo amo su amor!)

Vanya Isil, nai elye hiruva!

(Maravillosa luna, ojalá tú lo encuentres)

I lelyaro, mahtaro.

¡Metyauvaro i mornië!

(Él viaja, lucha. ¡Pondrá fin a las sombras!)

Nérnya ná limpë or peunya

(Mi hombre es vino sobre mis labios)

Nernya ná lerya

(Mi hombre es libre)

Nernya ná saila

(Mi hombre es sabio)

Nernya ná polda

(Mi hombre es fuerte)

Ai! Melanyë melrya!

(Ay! Yo amo su amor!)



La mujer se preocupó, sabía lo que querían decir esas palabras, su hija estaba enamorada perdidamente, y en verdad, Gilraen también temía, Arathorn era ya mayor y estaba convencida de que jamás la vería si no como a una niña caprichosa -…Pero no es así!!!- pensó con dolor- Ya no soy una niña…por lo menos yo no me siento así, y no soy caprichosa, sólo…sólo tengo miedo…de verlo y que ni siquiera me mire…

El padre y los hermanos estaban sorprendidos -¿De dónde habrá sacado esa canción?- Debe ser élfica- contestó Kamthalión a su hermano.

- Muchachos, salgan un momento- pidió Ivorwen, quedándose a solas con su marido- ¿Qué pasa? ¿Por qué los has hecho salir? - …Nuestra niña se ha enamorado…esa canción la ha compuesto ella, con el instrumento que tú le trajiste…

Dirhael se levantó de la mesa, furioso- … Pero esa letra!!! – gruñó - ¿¡¡ De quién habla, Ivorwen?!! ¿¡Quién es él?! ¿¡Acaso ella ya….?! - ¡Basta esposo! La niña está en su habitación y hablas de ella como si no la conocieras.

Dirhael se dejo caer en su asiento, abatido - …Abrázame Ivorwen…perdóname- pidió. La dama se acercó tiernamente y lo hizo- No debes temer- dijo ella- si tu hija nada ha dicho de su amor, es porque aún no es siquiera correspondida, por eso sufre y se ha escondido del mundo y esa canción sólo es el sueño, la añorancia de aquel a quien jamás ha tenido…- Entonces…no sabes quien es su amado?- No, pero lo sabré y te lo diré, sólo si prometes no asustarla, no quiero que sufra más aún

- …Pero…- Ivorwen miró a su esposo con la fuerza que sólo da el tener la razón- …Esta bien- cedió él.



La canción se siguió escuchando y la voz de Gilraen sonaba poderosa y nostálgica, llegaba incluso al resto del campamento.

Arathorn detuvo sus quehaceres en la caballeriza al percatarse de la melodía.

- Ay! Bendito debe ser el hombre a quien una dama ame de esa forma! – suspiró sonriente.



Un buen día, Ivorwen entró a la habitación de su hija.

La miró, había crecido mucho durante los últimos meses. Entonces dijo - …Mi niña, ya pasará un año desde la última fiesta en honor a Isil y la caída Númenor…- Si madre- se limitó a contestar. – Y …un año desde que te encerraste en ti misma y no volviste a salir…- Gilraen abrió muy grandes sus ojos, había sido descubierta- ¿Quién es, hija?...Es el señor Arathorn verdad? Por eso temes y no paseas más al sol – la niña derramó una lágrima, lo que su madre decía era cierto-…Gilraen, ahora que amas no eres más una pequeña y debes saber cuidarte por ti misma, yo no te diré que le conquistes, pues ya es un hombre hecho y tú aún eres muy joven, pero si no sales de esta casa nunca más, acabarás por marchitarte y marchitar a tu pueblo, y tú le perderás sin haberle jamás ganado…

La muchacha miró a su madre, que mujer tan sabia era! Y en su corazón pidió a Varda la sabiduría que Ivorwen tenía.



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