Gilraen la Bella 27 de Septiembre de 2008, a las 14:07 - Oloriel Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace] Capítulo 4. Transcurrieron las semanas y Arthorn se hizo buen amigo de Turangdil y Kamthalión, no obstante pasaba más tiempo con la hermana de ellos. - Decidme Gilraen… ¿teméis a la muerte?- ¿Acaso vos le teméis señor? -…mh… ¿puedo pediros algo antes de responder?- la joven miró extrañada – Si os parece bien, desearía que dejáramos de tratarnos de vos, os considero una amiga y espero que tengáis esa confianza conmigo- Me parece bien- dijo ella sonriendo. - …Si, tengo miedo, he estado tantas veces cerca de la muerte… he visto morir a parte de mi familia, he visto caer amigos en la frontera, y yo mismo he estado unas cuantas veces a punto de morir y sufriendo mucho dolor- el semblante del hombre se volvió sombrío- y no sabemos que nos he deparado Mandos para el fin de nuestros días… Dime Gilraen… ¿temes tú? – No, yo no temo mi muerte, pues ella nos es desconocida, entonces…no tiene sentido temerle, además tengo esperanzas, Arda es tan hermosa y hemos luchado tanto en ella ¿para morir y desaparecer? No creo que ello ocurra, pues todo lo que el gran Eru y los Valar han hecho ha tenido una razón de ser, y aquello no la tendría- Me sorprendes…y me siento avergonzado de temer a la muerte frente a ti…- dijo Arathorn cabizbajo- ¡¡No por favor!! No te sientas así- dijo ella sonriendo dulce- de ese modo tu lucha se ve enaltecida, temes y aún así combates, vences dos enemigos, tu miedo y las sombras, eso te hace admirable. Y hay una muerte a la que temo, la de aquellos a quienes amo… - Y… ¿A quienes ama la bella Gilraen?...- hubo un incómodo silencio, la joven se sonrojó levemente- ¿Acaso esa respuesta no es obvia? Todos saben a quienes amo, incluso tú- sus ojos brillaban y por ello bajó la vista. Para evitar toda aclaración a su respuesta se adelantó unos pasos y allí, en el silencio de la arboleda comenzó a cantar aquella canción por la cual su madre descubrió su amor. Arathorn se sobresaltó, era aquella misma melodía que había deseado fuera compuesta para él… podía ser acaso?? Debía aclararlo. - ¡Ay mi hermosa amiga, eres sabia como una mujer que ha tenido muchos hijos, y aún más! ¡Sabías en tu corazón que me pondría celoso!... ¿Cuál es el dichoso muchacho que ha inspirado aquella letra? - Te aseguro que ya no es un muchacho y no estoy segura de que se sepa dichoso… Ya no necesitaba ninguna otra palabra para confirmarlo. Arathorn sonrió como nunca antes había sonreído, quiso acercarse a ella, pero la doncella continuó caminando, sin mirar atrás, ninguno de los dos habló… no hacía falta. Esa tarde lo haría, estaba decidido, pero aún así, jamás se había sentido tan nervioso, ni aún enfrentando los peligros del sur-este. Llamó a la puerta, quien acudió fue Gilraen…estaba hermosa…sabía lo que pasaría. - ¡Ah, señor! ¿Buscáis a mis hermanos?- dijo haciéndose la indiferente, él en cambio le habló con dulzura – No, es a tus padres a quienes busco… Ella no pudo contener una gran sonrisa, llamó a sus progenitores y fue corriendo a su cuarto para posicionarse tras la puerta, no quería perder detalle. - ¿Qué os trae a nuestra casa señor?-preguntó Ivorwen con una dulce picardía en sus ojos. -...Señores, vos sois nobles entre los dúneidan, y vuestra sabiduría y generosidad es reconocida por nuestro pueblo...y es a estas cualidades vuestras que he venido a apelar. De la gracia que os pediré depende el destino de nuestra gente y de Númenor, como un día dijo vuestra hija, pero no es menor que la ambición del mismo Beren...Desearía cortejar a vuestra hija libremente, para ello os pido me sea prometida en matrimonio... Dirhael tomo aire con un suspiro- Aunque Gilraen ya no es una niña, aún faltan cuatro años para que sea una doncella casadera...- ¡Esperaré todo el tiempo que sea necesario! Pero os digo, jamás tomaría a otra por esposa, nunca esperaría engendrar un hijo que venga de otra mujer... El padre calló, sabía lo que eso significaba, no habría un heredero para la sangre del oeste, ni esperanzas para los dúnedain-Arathorn, sois un gran señor, y nuestro futuro capitán, pero la alegría de mi hija no se compara con nada ante mis ojos, aunque se tratare de las futuras generaciones de toda Endor -... Pero, si es eso lo que yo quisiera darle, nada más que la misma alegría que habéis brindado vos mismo a vuestra esposa, por la alegría de vuestra hija sería capaz de sacrificar mi propia vida y enfrentar al mismo Morgoth que yace bajo el imperio de los Valar! – Pero ¿Serías capaz de vivir por ella?...- preguntó Dirhael, sintiendo en su alma una profecía en las palabras que pronunció. -...¡¡¡Ahhhh!!- suspiró este- Ya que esperareis a que mi hija cumpla la edad propicia para el matrimonio, le daré esperanzas a los dúnedain... amadla con mi consentimiento, ¡pero esperad para casaros! No sea que una unión apresurada sea el sufrimiento de Gilraen y no deje esperanzas para ella ni nuestra familia, pues las lágrimas de sus ojos son para nosotros peor mal que la sombra! En un inesperado gesto de agradecimiento, Arathorn se inclinó ante Dirhael y besó su mano- ¡No os extrañéis señor! – dijo al ver la turbación en el rostro del hombre- ¡Os juró que este es el gesto que merecéis de un hombre agradecido que algún día será también vuestro hijo! El padre se enterneció, pues vio tras la severidad de aquel heredero y más allá de su talante grave y algo arrogante, la humildad y la bondad de un corazón que es puro. -¡¡Ivorwen!! Trae a nuestra hija por favor, es hora de que converse a solas con este señor. 1 2 3 4 5   Tweet   subir