Relatos de Anderian: Viaje de un heredero

17 de Octubre de 2012, a las 11:28 - Órewen
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2. Nuevos días de paz

El sol del mediodía se situaba sobre de ellos, su calor era suave al igual que la intensidad de sus rayos, era un sol un tanto pálido por las nubes que estaban de paso. El verde inundaba gran parte del paisaje, un círculo se encontraba escaso en la cima achatada de una colina, sólo tierra y unas cuantas piedras de gran tamaño alrededor, las dos figuras ahí presentes podrían pasar desapercibidas, por sus armaduras de cuero. Las dos hojas de metal chocaron con fuerza entre ellas, sus superficies reflejaban la imagen inversa de sus portadores, ambos se encontraban inmersos en la batalla por lo que sus miradas se cruzaban fugazmente. Una de las hojas se deslizó sobre la otra obligándola a inclinarse y caer sin más al suelo desnudo de verdor.

-He ganado-dijo el joven de cabello castaño con la punta de su espada a unos cuantos centímetros de la garganta de su oponente.

-Lo admito Marduk, ganaste de nuevo- el castaño bajó la cabeza al mismo tiempo que enfundaba su espada al costado derecho.

-Ílhan-dio un suspiro y lo vio a los ojos-No soy el único que entrará a esa cueva. Necesito que te propongas la victoria, no malgastes tu tiempo en pensamientos negativos que te hacen creer que no puedes-el chico de cabello rubio desvió su mirada, observando el verdoso paisaje que les proporcionaba Aritrel.

Lejos hacia el norte se alzaba Falot Sohrel, la larga cadena de montañas. No podían verse sus puntas por las nubes bajas que les rodeaban, ni tampoco su final, pues la cadena seguía más al norte y se perdía en el horizonte. Uno de los límites del bosque era hasta las faldas de las montañas más cercanas. Entonces Ílhan apartó su vista de ese paisaje y se dirigió más hacia el sur, hacia donde se vería su hogar, allá cerca de las costas.
Su hogar. Las cosas se habían puesto difíciles, desde que el rey Táerhan no volvió de su viaje. Su pueblo entero sufría un gran tormento debido a una temible creatura, que exigía comida a cambio de no atacar el reino; cansado de esta situación, el rey fue a enfrentar a la creatura, llevando consigo los mejores hombres, los más capaces para llevar a cabo tan difícil tarea. Sus últimas palabras fueron:

“Nuestro verdugo no verá más la luz del alba, su garganta sentirá el filo de la espada y el frío que anuncia la muerte. A partir de mañana, nuevos días de paz y armonía llegarán.”

Ese mañana no llegó. Todo el pueblo estaba angustiado por la ausencia de su monarca, pero nadie se atrevía a internarse en los senderos del Aritrel, no había heredero que le sucediese, ni algún valiente dispuesto a traer a su rey de regreso. Nadie creía que podrían hacer semejante hazaña, a pesar de que el Universo entero fuera capaz de hacer realidad sus propósitos con sólo creer en ello, su inconveniente era que los dominaba la mente y no creían que el Universo hiciera caso a sus deseos. Ése era el problema existencial de cualquier Vannan, tener la capacidad de hacer todo y no creer que pueda ser posible. Ni Ílhan escapaba de ello.

Se preguntaba el por qué se había dejado llevar por su amigo, por qué Marduk había decidido que lo acompañara a ese viaje, él no era lo suficientemente fuerte como para poder vencerlo en una simple batalla de entrenamiento, mucho menos lograría conseguir una victoria contra una creatura. Debió escoger a alguien más, alguien más fuerte, más capaz; Marduk una vez le dijo que, de todos los Vannan que había en el pueblo, él era el único que no era tan cerrado de mente. Bien, no estaba tan seguro de lograr encontrar al rey, pero al menos haría el intento.

-Yo puedo-

Seguía inmerso en la quietud del paisaje, Marduk le hizo compañía con la mirada puesta en nada, parecía que se encontraba sumergido en sus pensamientos, sin embargo, la calma se rompió. El vuelo de una bandada de pájaros fue lo que atrajo su atención, algo había en su manera de volar, denotaba el apuro por irse pronto de ese lugar. Fruncieron el entrecejo, la duda les provocaba que sus corazones empezaran a palpitar más deprisa, sus cuerpos experimentaron una serie de escalofríos que los cubrió completamente, como el paso del viento helado, además de una momentánea parálisis. El eco de gritos en la lejanía se expandió rápidamente, Ílhan ahogó un grito, sus rodillas empezaron a temblar al igual que el resto de su cuerpo, ya sabían hacia dónde dirigirse, sin embargo, no se encontraba preparado para el momento.

-Vamos, de seguro el rey está peleando contra el animal-lo agarró del brazo con fuerza y sin prestar atención a su amigo, haló de él para que se diera prisa. La pendiente era suave y no había piedras que obstruyeran su paso, iban corriendo a la mayor velocidad que podían alcanzar, en breve pisaban ya el suelo del bosque.

Las nubes se habían retirado y la luz del sol se filtraba por los espacios entre los árboles, todo estaba perfectamente iluminado con matices dorados, el suelo era plano y firme, cubierto por una capa de hojas secas, algunas ramas y una que otra piedrecilla. Mientras corrían, el sonido de la batalla se hacía más nítido.

-Ya estamos cerca-jadeó Marduk, corriendo con más velocidad,  Ílhan trataba de seguir su paso; los dos sentían cómo la adrenalina circulaba por sus venas, y el cansancio apenas podía sentirse, disminuía con cada zancada que daban. Ya estaban a unos metros de distancia.

Marduk sintió que le impedían seguir más, algo se aferró fuertemente a su abdomen empujándolo hacia atrás y dejándolo sin aliento. Cayó de espaldas al suelo, Ílhan sintió lo mismo y se encontró también en el suelo, tosiendo. Se sentaron tratando de recuperar el aliento.

-¿Qué hacen aquí muchachos? Es demasiado peligroso estar aquí-gruñó el soldado-.

-Vinimos a ayudar-su voz era entrecortada aún por el golpe en su abdomen, se puso de pie, al igual que Ílhan.

Otro grito, el soldado volteó y después los miró de nuevo, sus ojos iban de un lado al otro, pensaba en lo que debía de hacer pronto-Está bien, vamos, es hora-sujetó con más fuerza su espada, Ílhan y Marduk desenfundaron las suyas.

Avanzaron hasta llegar a una hondonada, dentro de la misma había una cueva de gran tamaño y enfrente se alzaban dos rocas en forma de gruesos colmillos que custodiaban la entrada, como dos guardianes silenciosos, a su alrededor y por todo el camino que llevaba hasta la cueva, estaba repleto de piedras y algunos cuerpos de hombres recién caídos. Era el campo de batalla. Detrás de los grandes guardianes había más hombres esperando la señal para atacar, entre ellos destacaba uno. En la entrada estaba su oponente: una serpiente de gran tamaño, con un par de alas de murciélago a su espalda y dos pares de cuernos que describían una ondulación en su estructura. La inmensa serpiente se percató de los tres hombres que acababan de llegar al lugar del combate, su pesado cuerpo rastrero se fue desplazando hasta ellos, sin embargo, antes de acercarse siquiera a unos metros, los hombres salieron a su encuentro.

Las escamas color negro brillante de la serpiente alada estaban tan endurecidas, que los ataques de los hombres no le hacían más que simples rasguños, corrompiendo su uniformidad con escamas deformadas y carentes de brillo. En tanto, Ílhan y compañía bajaban presurosamente la pendiente, cubriéndose de la mirada del animal al pasar por detrás de una de las enormes rocas en forma de colmillo. La enorme víbora rotó su pesado cuerpo y, con su larga cola, lanzó al aire a aquellos hombres que intentaban lastimarla con sus espadas.

-¡Valor mis soldados, valor!-exclamó una voz entre todo el ruido, tratando de sobresalir y alentar a sus aliados. Ílhan pudo constatar que ahí se encontraba el rey, estaba a tan sólo unos metros de él, su armadura era del color de la madera con detalles dorados y en su yelmo había grabado un sol en la frente.

La serpiente alada centró su atención en aquél valiente hombre, éste se dio cuenta del cambio y alzó su espada y escudo para iniciar un combate contra aquél adversario. El reptil se abalanzó contra el rey Táerhan, el cual esquivó a sólo segundos, la cabeza del animal azotó contra el suelo empedrado con demasiada fuerza que la tierra se levantó y las piedras más pequeñas salieron volando, se reincorporó dejando de lado el gran hueco en la tierra que hizo con su boca. Buscó con su mirada al rey, estaba a un lado de él, sin dudarlo volvió a embestirlo una vez más; el escudo del rey, un objeto redondo con un sol similar al de su casco, cayó de su brazo hecho pedazos por la embestida. Entonces habiendo visto a ese hombre en el suelo, gritando por su brazo roto, lo apresó en sus fauces y con fuerza lo arrojó contra una de las piedras guardianes, cayendo cerca de donde se encontraba Marduk

-¡Rey Táerhan!-gritó uno de los soldados y fue hasta donde él. El resto de los hombres se alzaron en un grito de furia y se dirigieron hacia la enorme serpiente, con espadas en mano listos para atacar, sin embargo, nuevamente la larga cola los lanzó al aire con un solo movimiento, quedando aturdidos por semejante golpe.

Volvió de nuevo su atención hacia el rey, ahora protegido por Marduk y aquél soldado quienes esperaban a defender a su rey. Ílhan observaba la gran creatura y después a su amigo, quizás sufriría el mismo destino que el monarca.

-Yo puedo-

De entre las piedras encontró una del tamaño de su puño, era pesada pero estaba seguro que si sus pensamientos se centraran en dar con el blanco, resultaría tal cual. La alzó por encima de su hombro y la lanzó hacia el ojo de la víbora.

-¡Oye tú! ¡Por aquí!-gritó Ílhan mientras que el animal gritaba también, pero de dolor. Habiendo dejado de gritar buscó aquél que le había atacado, sacando su lengua bífida una y otra vez, el insolente se encontraba al otro lado, junto a la otra gran piedra, portando un escudo y una espada, tal cual su oponente anterior, sólo que más joven y quizás más débil.

-¿Tú quién eres para atreverte a enfrentarme? ¿Crees que podrás derrotarme?-le habló en pensamientos la serpiente mirándole fijamente a los ojos.

-Yo…soy Ílhan y vengo a derrotarte-le respondió el joven de ojos color miel, su amigo observaba cómo se perdía en la mirada rojiza y trató de avisarle de no caer ante el encantamiento, pero él no podía escuchar nada, sólo las palabras venenosas.

-¿Eres hijo del rey? ¿Cargas con un título?-.

-No, mis padres se han ido hace años. Soy sólo un aldeano-volvió a responder, sin resistirse.

-Así que eres uno más del montón, ni siquiera ostentas un título de nobleza. Muchos han intentado vencerme, nobles, caballeros, incluso tu rey, todos incapaces de hacerlo. Y ahora te encuentras frente a mí, creyendo que un aldeano podrá hacer lo que nadie de ellos logró en su momento-.

-Yo…-tambaleaba en lo que creía que era posible, en su habilidad, su escudo cayó. La serpiente seguía mirándolo fijamente y ahora se aproximaba más a él, exhibiendo su lengua bífida de vez en vez.

-No tienes posibilidades, eres débil y yo muy fuerte. Has venido hasta tu propia tumba y yo he de darte muerte-finalizada la frase abrió sus enormes fauces, listas para engullir al pobre muchacho inmóvil.

-¡Ílhan!-la voz de su amigo por fin pudo volverlo a traer al mundo real, parpadeó un par de veces y vio la serpiente que estaba por comérselo.

-Te equivocas, ésta será tu muerte-sentenció y con un rápido movimiento de manos golpeó por un lado las fauces de la serpiente, azotándola contra el suelo.

Al encontrarse tendida miró hacia arriba, cruzándose con la mirada de su adversario, bajó hasta la mano donde empuñaba la espada, intentaría dar otro golpe; con su cabeza, en un rápido movimiento de supervivencia y no de lucha, golpeó el cuerpo de Ílhan tumbándolo al suelo pedregoso, ahora se hallaba mirando desde arriba al muchacho. De nuevo se arrojó en dirección al joven de cabellos dorados, con las enormes fauces abiertas para darle fin de una vez por todas, pasmada se dio cuenta que había fallado al chocar duramente contra el suelo, Ílhan había rodado fuera de su alcance antes de tiempo, ahora  volvía a comer polvo y piedras. Exhausta y aturdida por el golpe, se dispuso a buscar a su objetivo que había desaparecido de su vista, sintió estocadas en su cola, eran Marduk y Argoreph que intentaban ayudar a Ílhan; al verlos pensó en arrojarlos lejos pero luego cambió de parecer, y con su cola moviéndose ágilmente atrapó a ambos hombres con su cuerpo constrictor, aplastándolos como una tortura lenta.

Sin que nadie se percatara, ni siquiera la mismísima serpiente, un fuerte golpe sacudió su cuerpo dejando atónitos tanto al animal como a sus presas. Ílhan se encontraba de pie a un lado del reptil, con las manos puestas en la espada y ésta a su vez se perdía entre la carne de la creatura, el filo de la espada había atravesado su garganta, hiriéndole mortalmente. Ílhan permaneció inmóvil, viendo cómo el cuerpo del bífido se retorcía y sus alas se batían hasta quedar sin vida, soltó su espada, lo había logrado, había vencido al cuélebre. El rey había observado todo el acontecimiento y por un momento vio en él algo único, sus anhelos no fueron en vano, lanzó un lamento de dolor que fue escuchado por el joven victorioso.

-Rey Táerhan-dijo Ílhan al acercarse hasta él, se encontraba muy mal-¡Hay que llevarlo de regreso a Veleryon pronto!-gritó a Argoreph, junto con Marduk se liberaba del cuerpo sin vida del cuélebre.

-Es tarde Ílhan, estoy quebrado y no aguantaré el viaje de regreso a casa-su voz era cada vez más débil y le costaba pronunciar palabra alguna.

-Veleryon llorará la pérdida de su rey y no habrá quien le sustituya-.

-En realidad sí lo hay. Se me ha revelado y lo he visto pelear frente a mis ojos; ahora en mi lecho de muerte, mi más profundo anhelo se ha cumplido. Veleryon perderá un rey, pero no estará desamparado-se quitó su guante derecho despojándose de un anillo de oro: tenía un sol con un rubí en el centro y ocho rayos de luz, seis en forma de flama y los otros dos entrelazándose hasta tocar el otro lado del sol-Verá nuevos días de paz y armonía junto a su rey Ílhan-y los ojos del rey se cerraron para no volverse a abrir nunca más.



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