Relatos de Anderian: Viaje de un heredero

17 de Octubre de 2012, a las 11:28 - Órewen
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5. Despierta 

A pesar de ser una noche muy oscura, era una velada muy alegre allá en la cima de la colina más alta, se celebraba una reunión que hacía mucho se esperaba. Había risas y anécdotas que contar a los amigos, tanto de Ker Mirren como de Balfilias. El rey de los Meheri contaba las peripecias que había vivido-y sigue viviendo-con sus dos hijos, sobre cómo de pequeños se peleaban constantemente, hasta por que pasara una hoja frente a uno. La reina no podía estar más de acuerdo con ello, pues decía que no los podía separar y ni podían estar tranquilos, siempre uno tenía que ir a molestar al otro. La joven princesa no podía más que tratar de defenderse, se alegraba que esa noche su hermano estuviera aún de excursión en Aritrel, por lo que así no estaría discutiendo ahora mismo con él.


Los reyes de Ker Mirren disfrutaban esas anécdotas, y además frente a su hija, narraban cómo era de pequeña. Ella sólo se ponía colorada cuando decían que parecía una muñequita, ya que no era muy traviesa y se quedaba en el lugar donde la dejaran; o también protestaba, cuando hablaban de las veces que acudía a ellos para acusar a algún niño que la haya visto de una manera fea, según ella.


Sin duda les daba mucho gusto reencontrarse después de tanto tiempo. Por un momento todo era alegre, todas aquellas preocupaciones y angustias quedaban en segundo plano, no importaba nada de eso.


Había otro miembro más ahí, el príncipe de Nacelthora. Había partido hacía mucho tiempo de su tierra natal para ir a Ker Mirren y aprender de su gente, tiempo después y una vez obtenida la experiencia que buscaba, decidió ir a Balfilias y hacer lo mismo, desde entonces vivía ahí enamorado de la belleza de ese reino, además de la Meheri que encantó su corazón. Él era amigo de ambos reyes y responsable de que aquella reunión se hiciera posible. Y ellos estaban agradecidos.


La comida y la bebida se habían agotado, y no había más que platos y vasos vacíos en la mesa, en ese momento decidieron salir de la mansión a seguir conversando, ahí en el jardín que se alzaba frente al hogar de los reyes. El rey de Ker Mirren invitó a su amigo a una conversación más privada, por lo que se alejaron del grupo mientras conversaban de más aventuras.


-Me alegra mucho estar aquí. Siento cómo vuelvo a la vida estando aquí en Balfilias, se respira un aire de renuevo, algo que necesitaba por lo visto-dijo el rey de Ker Mirren.


-Describes bien lo que es Balfilias amigo mío-le respondió- Y las memorias que tienes de nuestra juventud florecerán, más cuando amanezca pues tendremos mucho que hacer-dijo con mirada cómplice, a lo que su amigo le respondió con una media sonrisa.


-Mi amada Nyvare se le ve contenta, y qué decir de mi pequeña Lahan-comentó al ver a su esposa e hija- Y pensar que me he estado perdiendo estos preciosos momentos con ellas. Mis amores.


-¿Qué quieres decir con ello, Ellfhrinel?-preguntó algo intrigado su amigo.


-Nuestro amigo Ossmeth hizo muy bien en traernos aquí-hizo una pausa y su mirada se dirigió hacia el cielo-Ay Adanthir, siento que me desvanezco con el paso del tiempo. Los problemas me importan tanto como ver una hoja caer, y eso ha afectado a mi Nyvare y mi Lahan. Pero estando aquí me siento como el de antes, y eso las anima-.


-Tal vez estando aquí recuerdes tu pasión por la justicia-dijo Adanthir, sujetando el hombro de su amigo alentándolo a luchar- Lo lograrás, sé que podrás derrotar la senescencia de tu ser-.


-Sólo espero que aún tenga tiempo y sea reversible. Además, también vengo a ver ciertas cosas con mis propios ojos, y si es posible a ayudar-.


Estas últimas palabras consternaron al rey Adanthir, por un momento se preguntó qué es lo que quería decir, y se lo hubiera preguntado de no ser porque algo lo interrumpió en ese instante.


-¡Ahí viene Dulanthir!-gritó Thraniziel, la esposa de Adanthir, viendo hacia el cielo una sombra que iba hacia el pequeño grupo. La alegría de verlo pronto se desvaneció, de eso se dieron cuenta los reyes, pues escucharon expresiones de asombro y preocupación por lo que decidieron ir a ver qué estaba pasando.


 

-Madre, necesito ayuda-dijo el recién llegado, bajando del hipogrifo y cargando algo que no lograban distinguir los presentes. En cuanto supieron que era un muchacho, su madre se acercó a aquél joven de cabellos dorados, tocó delicadamente su frente, y la alejó aterrada por la frialdad de su piel, debían hacer algo y pronto.


-Dulanthir, ¿por qué traes a un foráneo a nuestra casa?-le reprochó el padre que se aproximaba hacia donde se encontraba, observándolo directamente a los ojos.


-Padre, luchó contra un cuélebre y necesita ayuda-intentó explicarle pero el padre gruñó.


-Bien sabes que no se toleran ese tipo de acciones, y ahora que dices que necesita ayuda. No, él fue a encontrar su destino-finalizó aquél señor de los Meheri. Sus ojos grises estaban encendidos de coraje y su ceño se encontraba fruncido, dejaba claro que el muchacho no recibiría ayuda alguna. Parecía otro hombre, muy diferente al de un momento antes, y eso es lo que vio Ellfhrinel.


-No puedo creer lo que estás diciendo Adanthir-dijo su mujer, evitando alzar la voz y aún a lado del foráneo.


-Padre-volvió a hablar Dulanthir, con voz serena- Éste joven nos necesita-.


-Ayudaremos a este muchacho-sentenció su madre.


-Pero madre, es un extranjero-dijo la princesa en un tono despectivo- Mi padre dejó claro que no debíamos ayudarlos. Y tú lo sabes bien Dulanthir-.


-¡Lo sé Nerethed!-gritó Dulanthir y después continuó- Está luchando por su vida en estos momentos; además es el heredero de Táerhan, de quien sé falleció-sus palabras tuvieron diversos efectos, la mayoría de los presentes se entristecieron; pero Nerethed sólo desvió la mirada y Adanthir, su padre, no se inmutó en lo más mínimo.


-Has descubierto tu aversión, Adanthir. No eran sólo historias, tienes la semilla del desprecio en tu corazón y ha germinado, y está llegando a tu hija Nerethed. Por eso vine, a verlo con mis propios ojos y ciertamente con esto mi espíritu de justicia resurge. Si tú no pretendes ayudar a este pobre joven, yo lo haré- dichas estas palabras, Adanthir sólo vio a su amigo y se retiró del lugar. Ellfhrinel bajó la mirada ante la acción, y se enfocó mejor en el infortunado recién llegado.


-Está bajo el hechizo del cuélebre, no sé cuánto tiempo le quede-.


-Hiciste bien en traerlo, Dulanthir. Ahora deja esto en mis manos-dijo Ellfhrinel, sabía que no tenían mucho tiempo por lo que se apresuró en su intento de salvar al muchacho. Se inclinó ante el chico mientras su esposa e hija se situaban detrás de él tocándolo en la espalda, y tras un breve momento de meditación, habló al oído del susodicho-R’thîlya ania l’beath lan’an. Nadaie anialbe, myriad-recitó Ellfhrinel, palabras que provenían de un lenguaje lleno de poder, lenguaje nativo de su gente.


 

Sombras, desesperación e impotencia. Fueron cosas que estuvieron presentes la mayoría del tiempo, sentía que no podía despertar de esa pesadilla en la que ahora estaba viviendo. Voces, voces que hablaban palabras extrañas y sin sentido. Todo era borroso y le causaba terror. Caminaba o eso creía que estaba haciendo, pero lo hacía sin ningún rumbo o punto de referencia, tal vez caminaba en círculos o en zigzag pero eso no lo podía saber.


Cuando no podía más de la desesperación una luz tan intensa como la que vio antes de caer en el hechizo apareció en las alturas, como una estrella que iluminaba un camino que había sido invisible para él, de inmediato su corazón albergó esperanzas y siguió con premura el camino marcado por la luz blanca. El ambiente era como estar en medio de ráfagas de aire arrastrando tierra y arena, levantándolos hasta formar nubes marrones que trataban de obstruir el haz de luz. Pero ni eso podía opacar el blanco fulgor, permanecía constante y hacía crecer cada vez más la esperanza de Ílhan en aquella hora crucial para él.


Siguió así por mucho tiempo, pero el paisaje seguía igual. Sus esperanzas seguían ahí, pero pendían de un hilo muy fino, uno que lo separaba de la locura y el terror. Se preguntaba por cuánto tiempo más debía seguir ese camino, aquella dirección que lo alentaba a creer que tenía retorno, cuando la luz se debilitó y no dejó rastro alguno de su presencia.


-No, ¡no!-gritó Ílhan al encontrarse en la oscuridad nuevamente, cayó de rodillas y se encorvó en dirección al suelo. No quería seguir en ese horrible lugar.


Se estaba dejando vencer poco a poco, el frío que había en ese lugar de pronto le pareció más intenso, y entre sollozos notó que algo le molestaba, algo se encajaba en su piel. Buscó en sus ropas y se encontró con el anillo que había recibido, las sombras no opacaban su hermoso color dorado y su piedra roja relucía débilmente. Lo admiró por un momento y guardándolo con fuerza en el hueco de su mano, cerró los ojos por un momento; con los párpados cerrados, pudo percibir que había claridad y al abrir los ojos nuevamente constató que la luz había vuelto y esta vez se volvía cada vez más intensa, tanto que Ílhan creía que era un amanecer y sintió en su corazón el coraje y el ánimo suficientes para continuar persiguiendo ese camino.


Mientras estaba en su larga travesía, a lo lejos escuchó ecos de voces, no como aquellas de lenguajes extraños, sino voces que si bien no lograba entender sí lograba reconocer por un momento a quiénes les pertenecían. Sentía que estaba cerca, intentó despertar con todas las fuerzas que tenía, pero sólo lograba escuchar con un poco más de claridad, tanta que podía entender mejor lo que sucedía.


"Ílhan, despierta"


-¡Marduk!-gritó con una mezcla de alegría por escuchar a su amigo, y desesperación por no poder despertar.


"Está luchando con el hechizo"


Esa voz no la podía reconocer, después escuchó a Marduk pero esta vez era difícil interpretar qué es lo que trataba de decir, y de nuevo aquella voz desconocida volvió a hablar.


"Me lo llevaré a Balfilias"


Fue lo último que pudo escuchar, y fue la última vez que vio la luz pues se perdió entre las nubes de tierra y arena. Ya no sentía tanta desesperación, pero sí se sentía aún impotente por no poder despertar; no obstante, sabía bien que recibiría ayuda y eso lo tranquilizaba un poco pues aún seguía en las sombras.


Intentaba despertar pero era imposible, no sabía cómo hacerlo. Quería hacerlo por su cuenta, recordando su capacidad de derrotar al cuélebre, pero entonces volvía a él las memorias de cómo vaciló y eso lo trajo a esta situación en la que se encontraba. Le estaba pareciendo eterno el estar ahí, se aferraba al anillo con más fuerza pero las sombras eran más inquietantes, lo invadían en la gélida oscuridad que le hacía sentirse cansado de tanto tratar romper el encantamiento. Tenía aquella sensación en la cueva, los párpados pesados y su corazón latía cada vez menos, estaba cansado de seguir y por más que quisiera no podía continuar más, aquella oscuridad era más fuerte.


"Despierta, no te demores en la desesperación. Nosotros te ayudamos, escucha"


Lo escuchó claramente, no era un eco como la voz de Marduk, era tan presente como si lo tuviera frente a él. Era una voz serena y le inundaba de paz, era la voz de un hombre y se imaginaba que era un hombre de gran magnificencia, se sintió aliviado por escucharlo.


"No te demores en la desesperación, escucha"


La penumbra era cada vez menos densa y eso lo pudo ver con sus propios ojos, no había una luz pero se daba cuenta que se hacía claridad, la tormenta estaba cesando con cada palabra que pronunciaba aquél hombre.


"Despierta"


Cuando se hubo pronunciado la última letra de aquella palabra sintió que algo lo jalaba, que le arrastraba fuera de ese lugar tan horrible con una fuerza increíble. Dio una profunda bocanada de aire como si hubiese salido del agua y abrió los ojos. Encontró paz y serenidad por fin, había sido librado del sortilegio.



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