Relatos de Anderian: Viaje de un heredero

17 de Octubre de 2012, a las 11:28 - Órewen
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8. Sólo el tiempo

La luz natural entraba por la ventana de su efímera habitación y las pequeñas flamas de las lámparas de aceite se habían extinguido ya, era un amanecer de suave calidez con una brisa fresca que recorría el valle y tocaba su rostro alborotándole también el cabello. Era una forma muy grata de regresar del mundo de los sueños y eso lo comprobó Ílhan, pero pronto todo eso quedó en segundo plano al tratar de levantarse, el dolor originado por la caída sufrida en la cueva se apoderó de su cuerpo.


Se quejó de sus dolencias y más de una vez se preguntaba si en la noche anterior había olvidado ese dolor, pues no recordaba haberlo sentido cuando abrió los ojos después de aquella terrible experiencia. Se puso de pie poco a poco y aunque no era tan fuerte como para dejarlo inmóvil, prefería sentir el mínimo posible. La luz dorada tocó su piel sintiendo al contacto un calor gentil y agradable, volteó hacia la ventana y como pudo se paró frente a ella para ver con sus propios ojos el valle.


Desde su ventana no lograba verlo por completo, lo que pudo observar fue que a la derecha había un conjunto pequeño de árboles de diversos tamaños, a lo lejos podía distinguir una hilera de montañas y en frente podía ver un camino de tierra que se perdía más adelante, al juzgar la forma en que se perdía podía suponer que él se encontraba en la cima de alguna colina pero no podía ver más.


-Buenos días-una dulce voz rompió el silencio.


-Buenos días-por un momento creyó ver a la reina Thraniziel, pero aquella mujer que estaba parada en el marco de la puerta lucía más joven- Soy Ílhan- se presentó, pues antes no la había visto.


-Soy Nerethed, princesa de Balfilias- respondió ella. Ahora entendía por qué el parecido con la reina, hubiera hecho una reverencia completa pero por el dolor sólo inclinó la cabeza.- ¿Te encuentras bien?- preguntó al notar la dificultad con la que se movía.


-Estaré bien, princesa-sonrió de lado- Estaba viendo el amanecer, aunque creo que no puedo observar mucho desde aquí- le comentó.


La princesa se acercó hasta quedar hombro a hombro con Ílhan y se detuvo a ver por la ventana, Ílhan dejó de ver hacia afuera para admirar a la joven princesa desde su andar hasta quedar cerca de él. En verdad que era la viva imagen de la reina, pero no tenía aquellos ojos llenos de estrellas que la caracterizaban, sin embargo, tenía una peculiaridad propia: su cabello a pesar de ser igual de castaño que el de su madre, le parecía ver que resplandecía ligeramente de un color dorado. Ésta volteó a verlo haciendo que él saliera de su análisis y le prestara atención.


-Es verdad, no se puede observar mucho-.

-Quisiera salir a ver bien el lugar- comentó con una sonrisa.


-Te guiaré a la salida-dijo la princesa con una sonrisa que iluminaba su rostro por muy pequeña que fuera.


Salieron juntos de la habitación o mejor dicho Ílhan le seguía los pasos a la princesa, trataba de disimular sus dolencias aunque eso significara que fuera más lento y ella tuviera que voltear para asegurarse que estuviera siguiéndola. Él no recordaba nada antes de entrar al cuarto, por lo que también se tomó la molestia de admirar cada detalle a su paso. Vio que su habitación daba a un pasillo con más puertas, a mitad de éste se encontraba una linda estancia y al frente una escalera que descendía a una recepción.


No sólo se fijaba en los alrededores sino que también en su guía, ella caminaba tan ligera que creía que con algún suave impulso del viento podría levantarse un poco del suelo, inclusive su cabello tenía un movimiento grácil que iba a la par.


-¿Sucede algo?-aquella pregunta lo sacó de su enajenación, la princesa ya le esperaba en la puerta principal y él aún no bajaba las escaleras.


-No había visto lo hermoso que es este lugar-se excusó mirando de un lado a otro. La princesa sólo lo veía, cosa que lo puso en una situación incómoda y se apresuró a bajar las escaleras desviando su mirada de la de ella.


-Te perderás de lo que resta del amanecer, si sigues caminando mientras observas cada detalle frente a ti- le dijo la princesa.


Ílhan no tuvo más remedio que aguantarse y caminar más rápido, puesto que en el tono de voz de la princesa podía percibir fastidio, pensó entonces que quizás era por lo despacio que andaba. Como si de una victoria se tratase eso le pareció cuando por fin llegó hasta donde estaba ella, en su interior gritaba sus quejas de dolor pues no se lo permitía hacerlo frente a la princesa.


Nerethed abrió la puerta y salió a esperar a Ílhan, algo que no tuvo que hacer por demasiado tiempo pues no tardó en llegar hasta ella.


-Seguro fue por andar de distraído que tardaba mucho-pensó ella.


Siguieron caminando hasta llegar al borde donde se perdía aquel camino que Ílhan había visto por la ventana, una vez ahí se detuvieron a admirar el paisaje. Sus ojos color miel no podían captar todo al mismo tiempo, su corazón se extasiaba y su rostro lo reflejaba quedándose con la boca abierta.


Efectivamente acertó en que se encontraba en la cima de una colina pero no sabía qué tan alta era, abajo habían otras seis colinas una más pequeña que la otra unidas por ese mismo camino de tierra hasta llegar a una extensa llanura verde, dividida por un camino que se perdía y más adelante por dos ríos con aguas centelleantes por la luz del sol.

También había fracciones de bosque desperdigados por todo el lugar, a la derecha las faldas de la sexta y cuarta colinas se perdían en la espesura de los árboles que a la vez unían con la elevación pedregosa; a la izquierda las faldas de la séptima, quinta y tercera colinas eran igualmente cubiertas por gran cantidad de árboles, y si prestaba más atención podía distinguir un pequeño lago entre ellos.


Su asombro creció al ver criaturas surcar los cielos claros y entonar sus sonidos habituales, que a su vez se convertían en ecos y llegaban hasta los oídos de Ílhan como una canción de la mañana, junto con el canto de las aves le parecía una canción de bienvenida.


-Estoy en Balfilias-alcanzó a decir entre sus risas de asombro, le parecía que aún estaba dentro de un sueño muy bello-¿Qué son esos?-preguntó ansioso a la princesa.


-Son hipogrifos-le respondió.


-Nunca había visto uno-confesó aún observando el espectáculo.


-Son nativos de este valle, no los encontrarás en otro lugar más que este- le respondió la princesa. Le sorprendía sus gestos de asombro, desde que le habló intentó ser lo más indiferente posible pero verlo como un niño ansioso de respuestas hacía que su corazón saltara alegre, y su indiferencia se esfumara. Su naturaleza no le permitía ser así, le pesaría en el corazón si lo hiciera por más tiempo.


Después del camino que dividía la llanura había un fino hilo de agua, que provenía de una cascada en la extensión montañosa donde se perdían las faldas de la sexta y cuarta colinas. Todo le parecía fantástico, fue un aprecio inmediato el que sintió por ese lugar.


-¡Auch!-se encogió del dolor, si no olvidara su triste situación no hubiera dado un profundo respiro, para percibir los distintos aromas que el viento traía de los fragantes árboles.


-Estarías muy bien-le recordó la princesa con ironía y cruzada de brazos.


-Lo siento, princesa. Tenía deseos de ver Balfilias en todo su esplendor-le dijo Ílhan. Recordó entonces que la vez anterior, sus deseos le habían traído como consecuencia una caída y una horrible pesadilla. Pero ahora era diferente, no había caída pero sí dolor y en lugar de una horrible pesadilla, se sentía en un sueño.


-Hay que descansar, Balfilias no se va a ir-rió la princesa y dicho esto le indicó el camino de vuelta.


 

Aún seguían en la espesura de Aritrel pues ambos no tenían fuerzas para seguir, más aun Argoreph después de usar sus energías en llevar a Ílhan en su espalda. En varios intervalos de tiempo descansaron, podría decirse que descansaban más de lo que caminaban.


-Ya vamos-le dijo Marduk al pequeño zorro.


A comparación de sus seguidores, Finrach estaba dotado de energía suficiente para correr alrededor de ellos y para apresurarlos, incluso parecía divertido pues movía su espesa cola con júbilo.


-Ese pequeño sí que tiene energías-apuntó Argoreph viendo cómo Finrach daba vueltas jugando con su cola- No me vendría mal un poco-.


-A mí tampoco, hace mucho que estamos caminando y no veo gran cambio. ¿Cuándo llegaremos?-.


-No lo sé-le confesó-Hace tanto tiempo que no voy, de hecho sólo fui una que otra vez con del rey-.


-¿Por eso varias temporadas salía de viaje?-.


-Así es, le hice compañía en sus primeros viajes-.


-He escuchado historias sobre Balfilias-dijo Marduk, recordando aquellos cuentos de su niñez.


-Ey pequeño, ¿a dónde vas?- le preguntó Argoreph al pequeño Finrach, el zorro se había adelantado demasiado como para dejarlos atrás y escapar de la luz que llevaba Marduk, no había volteado atrás ni titubeó por un momento antes de salir corriendo.


No hicieron mucho al respecto, simplemente se quedaron ahí parados al escuchar el andar de caballos aproximarse hacia ellos, sin que supieran ambos pensaron que serían personas conocidas por el zorro y por ende bien recibida. Se pararon frente a la luz cuatro caballos guiados por dos personas, la primera era el príncipe Dulanthir pero ellos no conocían a la otra persona; sin embargo Argoreph retrocedió dos pasos atrás, el impacto de ver el acompañante del príncipe fue grande.


-Por todos los cielos, un Quelpheras-murmuró para sí. Había leído de esta raza en libros de historia, describían entonces que los Quelpheras eran criaturas de gran belleza, sus orejas los estilizaban aún más por su forma terminada en punta, algo único en ellos, también apuntaban que eran de cabellos negros que a la luz tenían un reflejo ligeramente azulado. Otro punto que nombraban era su mirada turquesa, la cual era muy difícil de sostener pues podrían sentir cómo eran expuestos ante ellos, sin duda una cualidad peligrosa si se le combinara con su respetada habilidad.


Aquél frente a él era un ejemplo digno de un Quelpheras, tenía la belleza realzada por sus peculiares orejas en punta, su cabello negro era amarrado a una media cola, y en uno de los mechones que caían sobre sus hombros, resaltaba una fina trenza bellamente adornada; pero en lo primero que se quedó perplejo fue en su mirada turquesa, sintió que eran como espadas atravesando su ser de lo cual no podía defenderse.


-Sabes suficiente de mi gente como para temerme-le dijo acercándose más a él- Pero a pesar de que puedo conocer hasta el más profundo de tus miedos, no tomaré ventaja ni te convertiré en esclavo-.


-Tenías razón, Ossmeth. Qué bueno que no les hicimos una broma-dijo Dulanthir al ver a Argoreph.


-Esperen, no entiendo de lo que hablan-expresó Marduk después de ver aquella situación y con el total desconocimiento de lo que es un Quelpheras.


-Será un buen tema de conversación para el viaje-comentó Ossmeth, volviendo hacia los caballos y ofreciéndoles dos a Marduk y a Argoreph- Por cierto, deberemos comenzar desde las presentaciones-.


-Y sería mejor guardar esa luz, pronto amanecerá-apuntó el príncipe Dulanthir subiendo al caballo.



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