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LIBROS El "EpÃlogo" (18 de Abril de 2002, a las 15:53)
Una cosa es el EpÃlogo, y otra diferente los Apéndices. Éstos últimos se publicaron junto con El Retorno del Rey (aunque en la edición castellana aparecieron separados); pero el EpÃlogo no se publicó con ESdlA. Apareció mucho después, en La historia de "El Señor de los Anillos", y más exactamente en "El fin de la Tercera Edad".
El EpÃlogo es éste, al la versión más elaborada de las dos que tiene:
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EpÃlogo
EL FINAL DEL LIBRO
Una noche de marzo de 1436 Maese Samsagaz Gamyi estaba en su estudio de Bolsón Cerrado. Se hallaba sentado a su viejo escritorio, y con muchas pausas para pensar escribÃa con su mano lenta y redonda en hojas de papel sueltas. Sobre un atril a su lado habÃa un gran libro rojo manuscrito.
Poco antes habÃa estado leyéndoselo a su familia. Pues era un dÃa especial: el cumpleaños de su hija Elanor. Aquella noche antes de la cena habÃa llegado por fin hasta el final del Libro. El prolongado avance a través de los muchos capÃtulos, aun con omisiones que habÃa considerado aconsejables, le habÃa llevado algunos meses, ya que sólo leÃa en voz alta en los dÃas importantes. En la lectura del cumpleaños, junto con Elanor estaban el joven Frodo, Rosita y los pequeños Merry y Pippin; pero no los otros niños. El Libro Rojo aún no era para ellos, y se hallaban seguros en la cama. Rizos de Oro tenÃa cinco años, ya que en su predicción Frodo habÃa cometido un pequeño error, y Rizos de Oro nació después de Pippin. Pero no era la última del linaje, pues parecÃa probable que Samsagaz y Rosita rivalizaran con el viejo Gerontius Tuk en el número de hijos y lo superaran igual que lo habÃa superado Bilbo en el número de años. Estaba el pequeño Ham, y Margarita, y PrÃmula aún en la cuna.
Ahora Sam "disfrutaba de un poco de tranquilidad". La cena habÃa terminado. Sólo Elanor estaba con él, todavÃa levantada porque era su cumpleaños. PermanecÃa sentada en silencio, mirando el fuego, y de vez en cuando a su padre. Era una hermosa muchacha, más blanca de piel y más esbelta que la mayorÃa de las doncellas hobbits, y el fuego de la chimenea centelleaba en su cabello rojo dorado. A ella habÃa descendido, por un don si no por herencia, un recuerdo de la gracia élfica.
-¿Qué estás haciendo, querido papá Sam? -preguntó al fin-. Dijiste que ibas a descansar, y esperaba que hablaras conmigo.
-Aguarda sólo un momento, Elanorellë -dijo Sam cuando ella se le acercó, lo rodeó con los brazos y escudriñó por encima de su hombro.
-Parece Preguntas y Respuestas -comentó ella.
-Y eso es -afirmó Sam-. El señor Frodo dejó las últimas páginas del Libro para mÃ, pero todavÃa no me he atrevido a tocarlas. Aún sigo tomando notas, como habrÃa dicho el viejo señor Bilbo. Aquà están todas las muchas preguntas que Mamá Rosa y tú y los niños me habéis hecho, y yo estoy escribiendo las respuestas, cuando las conozco. La mayorÃa de las preguntas son tuyas, ya que sólo tú has oÃdo el Libro entero en más de una ocasión.
-Tres veces -dijo Elanor, mirando la página cuidadosamente escrita que habÃa bajo la mano de Sam.
P. Enanos, etc. El joven Frodo dice que son los que más le gustan. ¿Qué le pasó a Gimli? ¿Se han abierto de nuevo las Minas de Moria? ¿Queda algún Orco?
R. Gimli: regresó para trabajar para el Rey, como dijo, y trajo a muchos de su pueblo del Norte, y trabajaron en Gondor tanto tiempo que se acostumbraron y se establecieron allÃ, en las Montañas Blancas, no lejos de la Ciudad. Una vez al año Gimli va a las Cavernas Centelleantes. ¿Cómo lo sé? Información del señor Peregrin, que a menudo vuelve a Minas Tirith, donde está muy bien considerado.
Moria: no he oÃdo ninguna noticia. Quizá la predicción sobre Durin no se cumplirá en nuestra época. Los lugares oscuros aún necesitan mucha limpieza. Creo que harán falta muchos problemas y hazañas osadas para expulsar a las criaturas malévola de los recintos de Moria. La verdad es que quedan muchos Orcos en esos parajes. Probablemente nunca nos libraremos del todo de ellos.
P. Legolas. ¿Regresó junto al Rey? ¿Se quedará all�
R. SÃ, lo hizo. Fue al sur con Gimli, y con él llevó a muchos de su pueblo del Gran Bosque Verde (asà lo llaman ahora). Dicen que era maravilloso ver a las compañÃas de Enanos y de Elfos viajar juntos. Los Elfos han hecho la Ciudad, y la tierra donde vive el PrÃncipe Faramir, más hermosa que nunca. SÃ, Legolas se quedará allÃ, por lo menos mientras permanezca Gimli; pero creo que algún dÃa irá al Mar. Todo esto me lo contó el señor Meriadoc, ya que él ha visitado a la Dama Éowyn en su casa blanca.
P. Caballos. Merry está interesado en ellos; muchas ganas de tener un poney propio. ¿Cuántos caballos perdieron los Jinetes en las batallas, y tienen más ahora? ¿Qué le pasó al caballo de Legolas? ¿Qué hizo Gandalf con SombragrÃs?
R. SombragrÃs fue en la Nave Blanca con Gandalf, desde luego. Yo mismo lo vi. También vi a Legolas dejar libre al suyo para que galopara de regreso a Rohan desde Isengard. El señor Meriadoc dice que no sabe cuántos caballos se perdieron; pero ahora hay más que nunca en Rohan, porque ya nadie los roba. Los Jinetes también tienen muchos poneys, sobre todo en el Valle Sagrado: blancos, pardos y grises. El año próximo cuando vuelva de una visita al Rey Éomer piensa traerle uno a su tocayo.
P. Ents. A Elanor le gustarÃa oÃr más sobre ellos. ¿Qué vio Legolas en Fangorn; y ve ahora alguna vez a Bárbol? La pequeña Rosita está muy preocupada por las Ents-mujeres. Las busca cada vez que entra en un bosque. ¿Las encontrarán alguna vez? Le gustarÃa que sÃ.
R. Legolas y Gimli no han contado lo que vieron, por lo menos hasta donde yo sé. No he o+do de nadie que haya visto a un Ent desde aquellos dÃas. Los Ents son muy secretos, y no les gusta mucho la gente, pequeña o grande. A mà también me gustarÃa que encontraran a las Ents-mujeres; pero me temo que el problema es demasiado antiguo y profundo para que las gentes de la Comarca lo puedan arreglar. Creo que, quizá las Ents-mujeres no quieren que las encuentren; y tal vez los Ents se hayan cansado de buscar.
-Bueno, querida -dijo Sam-, esto es todo por hoy. -Suspiró-. No es adecuado entrar en el Libro de esta manera. No se parece en nada a la historia tal como la escribió el señor Frodo. Pero, de algún modo, tendré que hacer uno o dos capÃtulos con un estilo apropiado. Quizá me ayude el señor Meriadoc. Escribe muy bien, y está haciendo un libro espléndido sobre plantas.
-No escribas más esta noche. ¡Cuéntame, papá Sam! -dijo Elanor, y lo llevó a un asiento junto al fuego-. Háblame -dijo cuando se sentaron muy juntos con la luz suave y dorada en el rostro-, háblame de Lórien. ¿TodavÃa crece mi flor allÃ, papá Sam?
-Bueno, querida, Celeborn todavÃa vive entre sus árboles y sus Elfos, y no me cabe ninguna duda de que tu flor aún crece allÃ. Aunque ahora te tengo a ti para mirate, y ya no la anhelo tanto.
-Pero yo no quiero mirarme a mÃ, papá Sam. Quiero ver otras cosas. Quiero ver la colina de Amroth donde el Rey conoció a Arwen, y los árboles de plata, y la pequeña y blanca niphredil y la elanor dorada en la hierba que siempre es verde. Y quiero oÃr canar a los Elfos.
-Entonces, quizás algún dÃa lo hagas, Elanor. Yo decÃa lo mismo cuando tenÃa tu edad, y bastante después, y parecÃa que no habÃa esperanzas. Y sin embargo las vi, y las oÃ.
-TemÃa que todos se fueran en barcos, papá Sam. Entonces pronto aquà no quedarÃa ninguno; y entonces los lugares serÃan sólo lugares, y...
-¿Y qué, Elanorellë?
-Y la luz habrÃa desaparecido.
-Lo sé -dijo Sam-. La luz está desapareciendo, Elanorellë. Pero no se apagará aún. Ahora creo que nunca se apagará del todo, ya que te tengo a ti para hablar. Pues ahora me parece que la gente que nunca la ha visto la puede recordar. Y sin embargo -suspiró-, no es lo mismo que verla de verdad, como yo la vi.
-¿Como estar de verdad en una historia? -dijo Elanor-. Una historia es muy distinta, incluso cuando se trata de lo que sucedió. ¡Me gustarÃa poder volver a los dÃas antiguos!
-La gente como nosotros lo desea a menudo -dijo Sam-. Tú llegaste al final de una gran Edad, Elanorellë; pero aunque ha acabado, las cosas, como nosotros decimos, no terminan tan de repente. Son más como una puesta de sol invernal. Casi todos los Altos Elfos se fueron con Elrond. Pero no todos; y aquellos que no se fueron todavÃa aguardarán un tiempo. Y los otros, los que pertenecen aquÃ, durarán aun más. TodavÃa te quedan cosas por ver, y tal vez las veas antes de lo que esperas.
Elanor guardó silencio durante un rato antes de volver a hablar.
-Al principio no entendà lo que querÃa decir Celeborn cuando se despidió del Rey -dijo-. Pero creo que ahora sÃ. Él sabÃa que la Dama Arwen se quedarÃa, pero que Galadriel lo abandonarÃa. Creo que fue muy triste para él. Y para ti, querido papá Sam. -Buscó su mano, y la mano cetrina de él apretó los dedos finos de ella-. Pues también se fue tu tesoro. Me alegro de que Frodo del Anillo me viera, pero me gustarÃa poder recordar haberlo visto yo.
-Fue triste, Elanorellë -dijo Sam, besándole el pelo-. Lo fue, pero no lo es ahora. ¿Por qué? Bueno, por una cosa, porque el señor Frodo ha ido a donde la luz élfica no está desapareciendo; y se merecÃa su recompensa. Pero yo también he tenido la mÃa. Tengo un montón de tesoros. Soy un hobbit muy rico. Y hay otro motivo que te diré al oÃdo, un secreto que nunca he contado a nadie, y que aún no he escrito en el Libro. Antes de irse, el señor Frodo dijo que quizá llegarÃa mi hora. Creo que aún no nos hemos dicho adiós para siempre. Pero puedo esperar. En cualquier caso, es algo que he aprendido de los Elfos. Ellos no se preocupan tanto por el tiempo. Y por eso creo que Celeborn todavÃa es feliz entre sus árboles, a la manera élfica. Cuando se canse podrá irse.
-Y cuando tú te canses, te irás, papá Sam. Te irás a los Puertos con los Elfos. Entonces yo iré contigo. No me separaré de ti, como Arwen de Elrond.
-Tal vez, tal vez -dijo Sam, besándola con suavidad-. Y tal vez no. La elección de Lúthien y Arwen les llega a muchos, Elanorellë, o algo parecido; y no es prudente decidir antes de tiempo. Y ahora, querida, creo que es hora de irse a la cama para una joven de quince primaveras. Además, tengo cosas que hablar com Mamá Rosa.
Elanor se puso en pie y pasó ligeramente la mano por el rizado pelo castaño de Sam, aunque ya moteado de gris.
-Buenas noches, papá Sam. Pero...
-No quiero un buenas noches, pero -dijo Sam.
-Iba a decir, pero, ¿no me la enseñarás primero?
-¿Enseñarte qué, querida?
-La carta del Rey, por supuesto. Ya hace más de una semana que la recibiste.
Sam se incorporó.
-¡Santo cielo! -exclamó-. ¡Cómo se repiten las historias! Y te pagan con tu propia moneda y todo. ¡Cómo espiábamos al pobre seño Frodo! Y ahora los nuestros nos espÃan a nosotros, sin más ánimo de hacer daño que el que tenÃamos nosotros, espero. Pero, ¿cómo sabes lo de la carta?
-No hubo necesidad de espiar -dijo Elanor-. Si querÃas mantenerla en secreto, no fuiste lo suficientemente cauto. Llegó con el correo de la Cuaderna del Sur a primeras horas del miércoles de la semana pasada. Te vi re cogerla. Toda envuelta en seda blanca y cerrada con grandes sellos negros: cualquiera que hubiera oÃdo el Libro habrÃa adivinado que era del Rey. ¿Son buenas nuevas? ¿No vas a enseñármela, papá Sam?
-Bueno, ya que sabes tanto, será mejor que te enteres de todo -dijo Sam-. Pero aquà no hay conspiraciones. Si te la enseño te unirás al bando de los adultos y tendrás que jugar limpio. Se lo contaré a los otros cuando yo lo decida. Va a venir el Rey.
-¿Aqu� -gritó Elanor-. ¿A Bolsón Cerrado?
-No, querida -repuso Sam-. Pero vuelve de nuevo al norte, algo que no ha hecho desde que tú eras una cosita pequeña. Pero ahora su casa está lista. No vendrá a la Comarca, ya que ha dado órdenes de que después de aquellos Rufianes nadie de la Gente Grande entre en esta Tierra, y él no quebrantará sus propias leyes. Pero cabalgará hasta el Puente. Y ha enviado una invitación especial para cada uno de nosotros, con su propio nombre.
Sam se acercó a un cajón, lo abrió y sacó un pergamino del estuche. Estaba escrito a dos columnas con hermosas letras de plata sobre un fondo negro. Lo desenrolló y colocó una vela junto a él sobre el escritorio, para que Elanor pudiera verlo.
-¡Qué magnÃfico! -exclamó ella-. Sé leer el Lenguaje Llano, pero, ¿qué pone en el otro lado? Creo que es élfico, pero aún no me has enseñado más que unas pocas palabras élficas.
-SÃ, está escrito en un tipo de élfico que usa la gente importante de Gondor -dijo Sam-. Lo he descifrado, por lo menos lo suficiente para asegurarme de que pone lo mismo, sólo que cambia nuestros nombres a élfico. El tuyo es el mismo en los dos idiomas, Elanor, porque tu nombre es élfico. Pero Frodo es Iorhael, y Rosa es Meril, y Merry es Gelir, y Pippin es Cordof, y Rizos de Oro es Glorfinniel, y Hamfast es Barovorn, y Margarita es Eirien. Asà que ahora ya lo sabes.
-¡Es maravilloso! -exclamó ella-. Ahora todos tenemos nombres élficos. ¡Qué espléndido final para mi cumpleaños! Pero, ¿cuál es el tuyo, papá Sam? No lo mencionaste.
-Bueno, es más bien peculiar -dijo Sam-. Porque en la parte élfica, por si debes saberlo, el Rey dice: "Maese Perhael que deberÃa ser llamado Panthael". Y eso significa: Samsagaz que deberÃa ser llamado Completamente-sagaz. Asà que ahora ya sabes lo que piensa el Rey de tu viejo padre.
-No más de lo que yo pienso, papá Sam, Perhael-adar queridÃsimo -dijo Elanor-. Pero dice el dos de abril, ¡sólo una semana a partir de hoy! ¿Cuándo partiremos? DeberÃamos ir preparándonos. ¿Qué ropa nos pondremos?
-Todo eso debes preguntárselo a Mamá Rosa -dijo Sam-. Pero nos hemos estado preparando. Recibimos noticias de ello hace mucho tiempo; y si no dijimos nada fue sólo porque no querÃamos que perdierais el sueño por la noche, todavÃa no. Y todos llevaréis ropas hermosas, e iremos en un carruaje.
-¿He de hacer tres reverencias a sólo una? -preguntó Elanor.
-Con una bastará, una para el Rey y una para la Reina -contestó Sam-. Porque aunque no lo dice en la carta, Elanorellë, creo que la Reina estará presente. Y cuando la hayas visto, querida, sabrás qué aspecto tiene una dama de los Elfos, con la salvedad de que ninguna es tan hermosa. Y habrá más, ya que me sorprenderÃa si el Rey no nos invita a su gran casa junto al Lago del Crepúsculo. Y allà estarán Elladan y Elrohir, quienes aún viven en Rivendel... y con ellos habrá Elfos, Elanorellë, y cantarán junto al agua bajo el crepúsculo. Por eso te dije que tal vez los vieras antes de lo que creÃas.
Elanor no dijo nada, pero se quedó en pie mirando el fuego, y sus ojos brillaban como estrellas. Al fin dejó escapar un suspiro y se movió.
-¿Cuánto tiempo nos quedaremos? -preguntó-. Supongo que tendremos que volver, ¿no?
-SÃ, y, de algún modo, querremos volver -dijo Sam-. Pero quizá nos quedemos hasta la cosecha del heno, momento en el que deberé estar aquÃ. Buenas noches, Elanorellë. Y ahora duerme hasta que salga el sol. No te hará falta soñar.
-Buenas noches, papá Sam. Y no trabajes más. Porque sé cómo debe ser tu capÃtulo. Escribe la charla que hemos tenido... pero no esta noche.
Le dio un beso y salió de la habitación; y a Sam le pareció que el fuego ardÃa menos tras su partida.
Las estrellas brillaban en un cielo despejado y oscuro. Era el segundo dÃa de la brillante y despejada temporada que llegaba cada año a la Comarca a finales de marzo, y que cada año era bienvenida y alabada como algo sorprendente para la estación. Todos los niños estaban ya en la cama. Era tarde, pero aquà y allá las luces aún centelleaban en Hobbiton y en las casas que moteaban la campiña envuelta en la noche
Maese Samsagaz estaba de pie en la puerta y miraba hacia el este. Acercó a la Señora Rosa y le pasó un brazo por los hombros.
-¡Veinticinco de marzo! -dijo-. Este mismo dÃa, hace diecisiete años, querida esposa, creà que no volverÃa a verte jamás. Pero no perdà la esperanza.
-Yo nunca albergué ninguna, Sam -dijo ella-, no hasta aquel mismo dÃa; y entonces, de pronto, me sentà esperanzada. Era el mediodÃa y estaba tan contenta que me puse a cantar. Y mi madre dijo: "¡Silencio, muchacha! Hay rufianes por los alrededores". Y yo le dije: "¡Que vengan! Su tiempo se acaba. Sam vuelve". Y volviste.
-Volvà -dijo Sam-. Al lugar más amado del mundo. A mi Rosa y mi jardÃn.
Entraron en la casa y Sam cerró la puerta. Pero al hacerlo de repente oyó, profundos y agitados, el suspiro y el murmullo del Mar sobre las costas de la Tierra Media.
Gwaihir (Maia)
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"Si fui entonces, mi amor, iré de nuevo, dondequiera que estés. Tú eres todo lo que tengo, mi verdadero amor. Tú eres la Dama más valiente, el navegante más osado. Eres mÃa. Navegaste por mÃ. Eres mi dama, la Dama que llevó El Alma."
(Cordwainer Smith, "La Dama que llevó El Alma")
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