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GENERAL
Voy....
(13 de Febrero de 2003, a las 21:23)

Aunque mejor te pongo un trozo mas o menos extebso porque puede variar dependiendo de la edicion.
Pg325
Ante las murallas de Minas Tirith quedaba pues un ancho espacio abierto, flanqueado en todos los costados por los caballeros y los soldados de Cóndor y de Rohan, y por la gente de la ciudad y de todos los confines del país. Hubo un silencio en la multitud cuando de entre las huestes se adelantaron los Dúnedain, de gris y plata; y al frente de ellos avanzó lentamente el Señor Aragorn. Vestía cota de malla negra,
cinturón de plata y un largo manto blanquísimo sujeto al cuello por una gema verde que centelleaba desde lejos; pero llevaba la cabeza descubierta, salvo una estrella en la frente sujeta por una fina banda de plata. Con él estaban Eomer de Rohan, y el Príncipe Imrahil, y Gandalf, todo vestido de blanco, y cuatro figuras pequeñas que a muchos dejaron mudos de asombro.
—No, mujer, no son niños —le dijo loreth a su prima de Imloth Melui—. Son Periain, del lejano país de los Medianos, y príncipes de gran fama, dicen. Si lo sabré yo, que tuve que atender en las Casas a uno de ellos. Son pequeños, sí, pero valientes. Figúrate, prima: uno de ellos, acompañado sólo por su escudero, entró en la Tierra Tenebrosa, y allí luchó con el Señor Oscuro, y le prendió fuego a la Torre ¿puedes creerlo? O al menos ésa es la voz que corre por la ciudad. Ha de ser aquél, el que camina con nuestro Rey, el Señor Piedra de Elfo. Son amigos entrañables, por lo que he oído. Y el Señor Piedra de Elfo es una maravilla: un poco duro cuando de hablar se trata, es cierto, pero tiene lo que se dice un corazón de oro; y manos de Curador. «Las manos del rey son manos que curan», eso dije yo; y así fue como se descubrió todo. Y Mithrandir me dijo: «loreth, los hombres recordarán largo tiempo tus palabras, y...»
Pero loreth no pudo seguir instruyendo a su prima del campo, porque de pronto, a un solo toque de trompeta, hubo un silencio de muerte. Desde la Puerta se adelantaron entonces Faramir y Húrin de las Llaves, y sólo ellos, aunque cuatro hombres iban detrás luciendo el yelmo de cimera alta y la armadura de la ciudadela, y transportaban un gran cofre de lehethron negro con guarniciones de plata.
Al encontrarse con Aragorn en el centro del círculo, Faramir se arrodilló ante él y dijo:
—El último Senescal de Cóndor solicita licencia para renunciar a su mandato. —Y le tendió una vara blanca; pero Aragorn tomó la vara y se la devolvió, diciendo:
—Tu mandato no ha terminado, y tuyo será y de tus herederos mientras mi estirpe no se haya extinguido. ¡Cumple ahora tus obligaciones! Entonces Faramir se levantó y habló con voz clara:
—¡Hombres de Cóndor, escuchad ahora al Senescal del Reino! He aquí que alguien ha venido por fin a reivindicar derechos de realeza. Ved aquí a Aragorn hijo de Arathorn, jefe de los Dúnedain de Arnor, Capitán del Ejército del Oeste, portador de la Estrella del Norte, el que empuña la Espada que fue forjada de nuevo, aquel cuyas manos traen la curación, Piedra de Elfo, Elessar de la estirpe de Valandil, hijo de Isildur, hijo de Elendil de Númenor. ¿Lo queréis por Rey y deseáis que entre en la ciudad y habite entre vosotros?
Y el Ejército todo y el pueblo entero gritaron sí con una sola voz.
Y loreth le dijo a su prima:
—Esto no es más que una de las ceremonias de la ciudad, prima;
porque como te iba diciendo, él ya había entrado; y me dijo... —Y en seguida tuvo que callar, porque Faramir hablaba de nuevo.
—Hombres de Cóndor, los sabios versados en las tradiciones dicen que la costumbre de antaño era que el Rey recibiese la corona de manos de su padre, antes que él muriera; y si esto no era posible, él mismo iba a buscarla a la tumba del padre; no obstante, puesto que en este caso el ceremonial ha de ser diferente, e invocando mi autoridad de Senescal, he traído hoy aquí de Rath Diñen la corona de Earnur, el último Rey, que vivió en la época de nuestros antepasados remotos.
Entonces los guardias se adelantaron, y Faramir abrió el cofre, y levantó una corona antigua. Tenía la forma de los yelmos de los Guardias de la Ciudadela, pero era más espléndida y enteramente blanca, y las alas laterales de perlas y de plata imitaban las alas de un ave marina, pues aquél era el emblema de los Reyes venidos de los Mares; y tenía engarzadas siete gemas de diamante, y alta en el centro brillaba una sola gema cuya luz se alzaba como una llama.
Aragorn tomó la corona en sus manos, y levantándola en alto, dijo:
—Et Earello Endorenna utúlien. Sinome maruvan ar Híldinyar tenn'Ambarmetta!
Eran las palabras que había pronunciado Elendil al llegar a los Mares en alas del viento: «Del Gran Mar he llegado a la Tierra Media. Y ésta será mi morada, y la de mis descendientes, hasta el fin del mundo.»

Pg332
—No por mucho tiempo ya —dijo Gandalf—. Mi tiempo era la Tercera Edad. Yo era el Enemigo de Sauron; y mi tarea ha concluido. Pronto habré de partir. En adelante, el peso recaerá sobre ti y los tuyos.
—Pero yo moriré —dijo Aragorn—. Porque soy un mortal, y aunque siendo quien soy y de la pura estirpe del Oeste tendré una vida mucho más larga que los demás mortales, esto es sólo un breve momento; y cuando aquellos que ahora están en los vientres de las madres hayan nacido y envejecido, también a mí me llegará la vejez. ¿Y quién gobernará entonces a Gondor y a quienes aman a esta ciudad como a una reina, si mi deseo no se cumple? En el Patio del Manantial el Árbol está aún marchito y estéril. ¿Cuándo veré la señal de que algún día cambiarán las cosas?
—Aparta la mirada del mundo verde, y vuélvela hacia todo cuanto parece yermo y frío —dijo Gandalf.
Y Aragorn volvió la cabeza, y vio a sus espaldas una pendiente rocosa que descendía desde la orilla de la nieve; y mientras miraba advirtió que algo crecía en medio del desierto; y bajó hasta allí, y vio que en el borde mismo de la nieve despuntaba el retoño de un árbol de apenas tres pies de altura. Ya tenía hojas jóvenes largas y delicadas, oscuras en la faz, plateadas en el dorso, y la copa esbelta estaba coronada por un pequeño racimo de flores, cuyos pétalos blancos resplandecían como la nieve al sol. Aragorn exclamó entonces:
— Ye! titúvienyest! ¡Lo he encontrado! ¡Mira! Un retoño del más anciano de los Arboles. Mas ¿cómo ha crecido aquí? Porque no ha de tener ni siete años.
Y Gandalf se acercó, y lo miró, y dijo:
—Es en verdad un retoño de la estirpe de Nimioth el hermoso; semilla de Galathilion, fruto de Telperion, el más anciano de los Arboles, el de los muchos nombres. ¿Quién puede decir cómo ha llegado aquí, a la hora señalada? Pero este lugar es un antiguo sagrario, y antes de la extinción de los Reyes, antes que el Árbol se agostara en el Patio, uno de sus frutos fue sin duda depositado aquí. Porque aunque se ha dicho que el fruto del Árbol rara vez madura, la vida que late en él puede permanecer aletargada largos años, y nadie puede prever el momento en que habrá de despertar. Recuerda mis palabras. Porque si alguna vez un fruto del Árbol entra en sazón, tendrás que plantarlo, para que la estirpe no desaparezca del mundo para siempre. Aquí sobrevivió, escondido en la montaña, mientras la estirpe de Elendil sobrevivía oculta en los desiertos del Norte. Pero la de Nimloth es más antigua que la tuya, Rey Elessar.
Entonces Aragorn posó suavemente la mano en el retoño, y he aquí que parecía estar apenas hundido en la tierra, y lo levantó sin dañarlo, y lo llevó consigo a la ciudadela. Y el Árbol marchito fue arrancado de
raíz, pero con reverencia; y no lo quemaron: lo llevaron a Rath Diñen, y allí lo depositaron, para que reposara en el silencio. Y Aragorn plantó el árbol nuevo en el patio al pie del Manantial, y pronto empezó a crecer, vigoroso y lozano, y cuando llegó el mes de junio estaba cubierto de flores.
—La señal ha llegado —dijo Aragorn, y el día ya no está lejos.
Y apostó centinelas en las murallas.
Era la víspera del Solsticio de Verano, y unos mensajeros llegaron desde Amon Din a la ciudad, anunciando que una espléndida cabalgata venía del norte, y se acercaba a los muros del Pelennor. Y el Rey dijo:
—Han llegado al fin. Que toda la ciudad se prepare.
Y esa misma noche, víspera del Día de Pleno Verano, cuando el cielo era azul como el zafiro y las estrellas blancas aparecían en el este, y el oeste era todavía dorado, y el aire fragante y fresco, los jinetes llegaron por el camino del norte a las Puertas de Minas Tirith. A la cabeza cabalgaban Elrohir y Elladan con un estandarte de plata; los seguían Glorfindel y Erestor y la gente de la casa de Rivendel, y detrás de ellos venían la Dama Galadriel y Celeborn, Señor de Lothlórien, montados en corceles blancos, con mantos grises, y gemas blancas en los cabellos; y por último el Señor Elrond, poderoso entre los elfos y los hombres, llevando el cetro de Annúminas, y junto a él, montada en un palafrén gris, cabalgaba la hija de Elrond, Arwen, Estrella de la Tarde de su pueblo.
Y Frodo al verla llegar resplandeciente a la luz del atardecer, con las estrellas en la frente y envuelta en una dulce fragancia, quedó maravillado, y le dijo a Gandalf:
—¡Al fin comprendo por qué hemos esperado! Esto es el fin. Ahora no sólo el día será bienamado, también la noche será bienaventurada y hermosa, y desaparecerán todos los temores.
Entonces el Rey les dio la bienvenida, y los huéspedes se apearon de los caballos, y Elrond dejó el cetro, y puso en la mano del Rey la mano de su hija, y así juntos se encaminaron a la Ciudad Alta, mientras en el cielo florecían las estrellas. Y en la Ciudad de los Reyes, en el día del solsticio de verano, Aragorn, Rey Elessar, desposó a Arwen Undómiel, y así culminó la historia de una larga espera y muchos trabajos.

Hay esta espero que te sirva de ayuda.


Otto (Enano)

Senescal (2195 mensajes)


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