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Ver tema#602 Respondiendo a: Aravir
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Ya he soplado el cuerno... miquel parece ansioso y ulbar se rie de la situacion, entaguas prepara sus flechas, Delior solo esta callado como siempre aunque alerta...tomo mi anket y lo empuño con fuerza, miro a mis compañeros con seriedad...
-Espero que este viaje no acabe aqui, esper...
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Aravir hace sonar con fuerza a Anket con la esperanza de que a fararwyn, gandalf y faramund no les molesten. Como era de esperar, entre la espesa niebla van apareciendo poco a poco los orcos, primero unas pequeñas y oscuras siluetas, que se van agrupando, hasta formar una gran marea rodeándonos; orcos de todos los tamaños, pues hay algunos que no son simples orcos, y entre ellos distingos a grandes y poderosos uruks. Distingo al parecer un gran orco que identifico como el jefe, aunque dudo de mi vista, pues parece humano, pues llego a verle una pequeña barba negra, por muy orco que parezca su aspecto; tal vez sea un dundelino. En todo caso, un troll se avalanza sobre nosotros, Aravir lanza su daga pero no parece hacerle mucho daño, y los orcos también caen sobre nosotros frenéticamente y furiosos. Llegó la hora de la batalla, y me entregó a ella con todo el valor y coraje que puedo. Disparó unas pocas flechas, reservando tres, no se, pero me da la sensación de que necesitaré alguna. Las flechas que me han dado Delior parecen buenas, aunque no hacen el mismo daño que las élficas; penetran con más facilidad en el cuerpo del enemigo causándo más dolor, pero no son mortales necesariamente.
Acto seguido desenvaino mi espada y me uno a la carga con el resto de mis camaradas. Un orco intenta incrustar su hacha en mi cabeza, pero con un rápido movimiento de mi espada hago que su cabeza salga volando. Detrás de él varios trasgos gritan de furia y se avalanzan contra mí, y cada uno de ellos mató con diestra y fiereza.
Poco a poco, avanzó entre los enemigos, rápido y mortal, abriéndome paso, dejando un camino de sangre y miembros enemigos. Pronto mi cabeza no llega a ver a mis camaradas, y temo por ellos. Intento retroceder pero en ese momento me encuentro cara a cara contra el troll, aunque este tiene una pequeña hacha incrustrada en la cabeza y se debate furioso entre la vida y la muerte. Yo me impulso y saltó hacia su cabeza, y subido en él, le sueltó las tres flechas para rematarlo. Antes de volver a saltar al suelo, veo como mis compañeros libran una lucha encarnizada, y como empiezan a sufrir. Veo el cuerno de Aravir tirado en el suelo, y lo hago sonar con fuerza.
- ¡Venid por mí, malditos bastardos!
Un coro de gritos grutales me responden, y los orcos se dirigen hacia mí cual marea incesante, y los comanda su jefe, que sin dudas ya, veo que es un dundelino.
- ¡Huíd e id junto a los refuerzos! ¡No os preocupéis por mí, se apañármelas solo!-les gritó a mis compañeros, quiénes observan asombrados como todos los orcos del lugar se dirigen hacia mí. Parecen tener predilección por los elfos, esos orcos. Yo no hago más que seguir provocándoles y retroceder poco a poco, sin plantarles cara, pues solo pretendo alejarlos de mis compañeros.
Aravir hace sonar con fuerza a Anket con la esperanza de que a fararwyn, gandalf y faramund no les molesten. Como era de esperar, entre la espesa niebla van apareciendo poco a poco los orcos, primero unas pequeñas y oscuras siluetas, que se van agrupando, hasta formar una gran marea rodeándonos; orcos de todos los tamaños, pues hay algunos que no son simples orcos, y entre ellos distingos a grandes y poderosos uruks. Distingo al parecer un gran orco que identifico como el jefe, aunque dudo de mi vista, pues parece humano, pues llego a verle una pequeña barba negra, por muy orco que parezca su aspecto; tal vez sea un dundelino. En todo caso, un troll se avalanza sobre nosotros, Aravir lanza su daga pero no parece hacerle mucho daño, y los orcos también caen sobre nosotros frenéticamente y furiosos. Llegó la hora de la batalla, y me entregó a ella con todo el valor y coraje que puedo. Disparó unas pocas flechas, reservando tres, no se, pero me da la sensación de que necesitaré alguna. Las flechas que me han dado Delior parecen buenas, aunque no hacen el mismo daño que las élficas; penetran con más facilidad en el cuerpo del enemigo causándo más dolor, pero no son mortales necesariamente.
Acto seguido desenvaino mi espada y me uno a la carga con el resto de mis camaradas. Un orco intenta incrustar su hacha en mi cabeza, pero con un rápido movimiento de mi espada hago que su cabeza salga volando. Detrás de él varios trasgos gritan de furia y se avalanzan contra mí, y cada uno de ellos mató con diestra y fiereza.
Poco a poco, avanzó entre los enemigos, rápido y mortal, abriéndome paso, dejando un camino de sangre y miembros enemigos. Pronto mi cabeza no llega a ver a mis camaradas, y temo por ellos. Intento retroceder pero en ese momento me encuentro cara a cara contra el troll, aunque este tiene una pequeña hacha incrustrada en la cabeza y se debate furioso entre la vida y la muerte. Yo me impulso y saltó hacia su cabeza, y subido en él, le sueltó las tres flechas para rematarlo. Antes de volver a saltar al suelo, veo como mis compañeros libran una lucha encarnizada, y como empiezan a sufrir. Veo el cuerno de Aravir tirado en el suelo, y lo hago sonar con fuerza.
- ¡Venid por mí, malditos bastardos!
Un coro de gritos grutales me responden, y los orcos se dirigen hacia mí cual marea incesante, y los comanda su jefe, que sin dudas ya, veo que es un dundelino.
- ¡Huíd e id junto a los refuerzos! ¡No os preocupéis por mí, se apañármelas solo!-les gritó a mis compañeros, quiénes observan asombrados como todos los orcos del lugar se dirigen hacia mí. Parecen tener predilección por los elfos, esos orcos. Yo no hago más que seguir provocándoles y retroceder poco a poco, sin plantarles cara, pues solo pretendo alejarlos de mis compañeros.
¡Oh Orofarnë, Lassemista, Carnimirië!
¡Oh hermoso fresno, sobre tu cabellera qué hermosas son las flores!
¡Oh fresno mío, te vi brillar en un día de verano!
Tu brillante corteza, tus leves hojas, tu voz tan fresca y dulce:
¡qué alta llevas en tu cabeza la corona de oro rojo!
Oh fresno muerto...
¡Oh hermoso fresno, sobre tu cabellera qué hermosas son las flores!
¡Oh fresno mío, te vi brillar en un día de verano!
Tu brillante corteza, tus leves hojas, tu voz tan fresca y dulce:
¡qué alta llevas en tu cabeza la corona de oro rojo!
Oh fresno muerto...