Acción

Por fin había llegado al Bosque Verde, después de un largo y agotador viaje, más largo de lo esperado por culpa de cierto mapa desaparecido. Me encontraba sendado cerca de mi primo. Había sido una grata sorpresa encontrarlo.[quote-]¡Primo! ¿Qué haces aquí?- pregunté-[/quote]
[quote]Lo mismo que tú, espero- me respondío amablemente.[/quote]
Un grupo de elfos nos sentó en una larga mesa, presidida por el mismísimo Thranduil, que nos había envíado las cartas. Junto a mí había un elfo, otro rohirrim que conocía de vista cuando estaba en Rohan, mi primo al que hacía tiempo que no veía, un medio elfo, un montaraz y... un orco. No podía creer lo que veían mis ojos. ¡Un orco aquí! Su mera presencia me ponía los nervios tensos como una cuerda laud. Mi mano se acercaba crispada cada vez que el orco abría la boca. Parecía conocer a los otros compañeros, por lo menos a algunos, pero no podía confiar en él. El montaraz, llamado Abârmil, intentó entablar conversación conmigo al enterarse de que nací en Bree, me contó nuevas del Norte, pero al ver mi mirada asesina hacia Burzumgad desistió. Comía calladamente a la espera de algún incidente relacionado con el orco. Su raza era salvaje y no merecía el honor de sentarse en la misma mesa que los elfos y los humanos.

[quote]-¡Basta![/quote] La voz de Thranduil se elevó por encima del ruido de los comensales. Empezó ha hablarnos de nuestra misión. Nos dirigiríamos a Ered Mithrin para descubrir la causa de que las criaturas maléficas se estuvieran multiplicando y de paso rescatar a los prisioneros que tenían, si aún estaban vivos. Escuché con atención y sonriendo internamente. Por fin las criaturas del mal se volvían a encontrar en mi camino. Estaba deseando cercenar unas cuantas cabezas orcas, porque la que veía en aquel momento me estaa vedada... Thranduil nos despidió dándonos como regalo cuerda elfa, lembas y una paloma mensajera. Me ajusté la espada al cinto y cogí mi yelmo, era hora de partir.