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dimasalang
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Desde: 14/09/2004

#175 Respondiendo a: Rúmil Är-Feinield

Acción

Proseguíamos nuestro camino por las orillas del río del Bosque como nos indico Thranduil para llegar a la posada. Ya saliendo del Bosque Verde Abârmil rompió el silencio preguntándose que seria lo que el codicioso rey élfo ansiaba tanto encontrar… A todos nos asaltaron las dudas en aquel mom...

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Atrás parecían haber quedado para siempre los días de inquietud y amargura, pero también de aventuras y de recorrer el ancho mundo. Era esto precisamente lo que pensaba el viejo guerrero Dimasalang -más conocido entre los suyos como Dimas, hijo de Thranios- mientras escribía y releía sus memorias de viaje y vivencias en la hermosa Tierra Media al calor de la hoguera, el humo de la pipa y el fuerte sabor de los negros licores de Erebor. Tal placidez era compartida con su esposa Dugna y sus hijos Zanar y Ankar, vástagos ansiosos por seguir las huellas de su idolatrado padre.
En verdad Dimas cada amanecer miraba con nostalgia hacia el horizonte, deseando salir a ver mundo y a no tener más techo que las estrechas. Sabía que se debía a su familia y a su trabajo de capitán en las cavernosas moradas de las Colinas de Hierro, pero también ansiaba salir otra vez más. Tal deseo llegó inesperadamente una fresca mañana otoñal. A su casa llegó un emisario de Thranduil rogando al enano se uniera a una peligrosa misión en la que se mencionaban tesoros, apriscos de orcos y dragones. Según parece el padre del célebre Legolas había oído de las andanzas del aguerrido soldado durante la guerra del Anillo y quería contar con su valor y destreza para la misión en ciernes. Es verdad que Dimas escuchó con fruición y añoranza el relato, pero en principio se hubo de negar por estar entonces muy ocupado con la instrucción de la recién creada milicia de Dáin Pie de Hierro, falange de fornidos enanos al servicio de Dimas para la defensa de las extensas colinas de Hierro. No obstante días después, y tras haber hablado largamente con su esposa Dugna y logrado su pláceme, creyó que podría servir a su pueblo acudiendo a la misión. Sólo oír pronunciar la existencia de dragones y tesoros le había animado vivamente, siquiera por emular de algún modo la aventura de Thorin, Escudo de Roble, y Bilbo en la montaña solitaria contra Smaug.
Así las cosas Dimas sacó brillo una vez más a su hacha de doble filo con inscripciones rúnicas y según las indicaciones que se le había dado puso rumbo a una posada a la salida del Bosque Verde. Al llegar, el posadero le indicó que tenía reserva en la habitación 13, donde se habría de encontrar con otras personas. Una vez dentro se encontró con Gandalf, con quien había coincidido en la batalla del Pelennor, varios elfos y montaraces y un enano, Gilford.
[quote]-Bien –observó Dimas tras las presentaciones –supongo que todos estamos aquí para lo mismo. Según explicáis aún falta gente por venir.[/quote]
Mientras esperaban todos departieron sobre el motivo de su viaje y propósitos. Ni que decir que a Dimas le emocionó ver a otro de su pueblo en el grupo, a quien habló de su vida e inquirió sobre la suya. Igual procedimiento siguió con el peregrino Gris y con la dama Sarelle.
Entretenidos estaban en saludarse cuando al poco sonó la aldaba de la puerta de la habitación. El peregrino gris les dio paso. En ella entraron Burzumgad, Abarmil y Barin en primer lugar, lo que emocionó enormemente a Dimas que corrió a abrazarse a ellos.
[quote]-¡Ya sabía yo que no tardaríamos en unir nuestras armas- expresó jubiloso el hijo de Thranios mientras se abrazaba a ellos.[/quote]
Inmediatamente le fueron presentados los acompañantes: Serke, su primo - quien llamó la atención del enano por no citarse su nombre- y un medio elfo llamado Inglor
[quote]- ¡Un placer camaradas! Junto a mí están Gandalf, el enano Gilford la guerrera Sarelle y más allá otros compañeros elfos y montaraces[/quote]
Dimas preguntó por antiguos compañeros como Aikánaro, Farahir o Lanceloth. Pero no hubo tiempo para más entretenimiento pues uno de los altos elfos explicó los planes a los que se habría de someter el grupo y la necesidad de partir inmediatamente. Al rato comenzó el turno de guardias. Dimas comenzó a charlar animadamente con Burzumgad y de la misión que tiempo atrás les uniera en dichas y desdichas. Difícil conciliar el sueño con tanta compañía y con tantas cosas que contar y que oir.
"Así lucharemos a la sombra"- dijo Dieneces en las Termópilas al saber que los persas harían una nube con sus flechas.