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Ver tema#457 Respondiendo a: Abârmil
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La decisión del grupo había sido tomada: Gandalf, Burzumgad y Rúmil irían por delante explorando el camino mientras el resto les seguiríamos a cierta distancia. Así pues nos pusimos en marcha. Tras andar un rato bajo los incesantes golpes de la airada tormenta, comprobamos que aquello era un...
Acción
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Al final acordamos continuar por el camino. La ventisca continuaba y el frío helaba hasta los huesos. Burzumgad y Rúmil, que se había unido al destacamento, iban oteando el suelo en busca de algún rastro.
[quote]- No hay muchas marcas de pisadas aquí me atrevería a asegurar que no es un sitio que frecuenten mucho los enemigos- dijo Rúmil tocando el suelo con las manos.
- No me extraña, pues de todos modos, todavía no nos hemos adentrado en las montañas. Además, aún estamos en el comienzo del viaje, pues podemos llegar hasta Angmar- le contesté yo. [/quote]
A medida que avanzábamos el camino se iba haciendo más y más estrecho hasta que, de repente, la ascensión terminó. Habíamos llegado al final de la rampa y, pudimos observar, varios metros más abajo el camino finalizaba en una puerta metálica que parecía la entrada misma a la montaña.
Rápidamente, descendimos hacia allí, mientras el resto del grupo nos esperaba arriba.
Súbitamente, los tres quedamos paralizados, pues la vieja puerta se abrió chirriando de tal manera que nos puso los pelos de punta.
[quote]- Habrá sido el viento…[/quote]
Dijo Burzumgad de una manera tan poco convincente que ni él mismo se lo creyó. “Esto no me gusta”, pensé, “no creo que haya sido el viento…”.
El ruido de la puerta había alarmado a los demás que bajaron corriendo hacia nosotros. Cuando atravesamos la puerta la oscuridad cayó sobre nosotros. En un primer momento parecía que no se veía nada pero cuando los ojos se acostumbraron pudimos observar la estancia. Se trataba de una sala circular con bastas paredes y un techo altísimo. De repente, otro ruido nos alteró. Era un ruido al principio estridente y luego grave, que parecía multiplicarse a una velocidad alarmante. Pronto comprendí lo que pasaba: era un ejército. Instintivamente todos nos llevamos la mano al arco o la empuñadura.
Cuando la desenvainé Glamdring sonó en mi mano: era un sonido de la batalla y de la lucha largo tiempo aguardadas.
En su filo una suave luz artificial brillaba y nos anticipaba el carácter de nuestro enemigo.
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Al final acordamos continuar por el camino. La ventisca continuaba y el frío helaba hasta los huesos. Burzumgad y Rúmil, que se había unido al destacamento, iban oteando el suelo en busca de algún rastro.
[quote]- No hay muchas marcas de pisadas aquí me atrevería a asegurar que no es un sitio que frecuenten mucho los enemigos- dijo Rúmil tocando el suelo con las manos.
- No me extraña, pues de todos modos, todavía no nos hemos adentrado en las montañas. Además, aún estamos en el comienzo del viaje, pues podemos llegar hasta Angmar- le contesté yo. [/quote]
A medida que avanzábamos el camino se iba haciendo más y más estrecho hasta que, de repente, la ascensión terminó. Habíamos llegado al final de la rampa y, pudimos observar, varios metros más abajo el camino finalizaba en una puerta metálica que parecía la entrada misma a la montaña.
Rápidamente, descendimos hacia allí, mientras el resto del grupo nos esperaba arriba.
Súbitamente, los tres quedamos paralizados, pues la vieja puerta se abrió chirriando de tal manera que nos puso los pelos de punta.
[quote]- Habrá sido el viento…[/quote]
Dijo Burzumgad de una manera tan poco convincente que ni él mismo se lo creyó. “Esto no me gusta”, pensé, “no creo que haya sido el viento…”.
El ruido de la puerta había alarmado a los demás que bajaron corriendo hacia nosotros. Cuando atravesamos la puerta la oscuridad cayó sobre nosotros. En un primer momento parecía que no se veía nada pero cuando los ojos se acostumbraron pudimos observar la estancia. Se trataba de una sala circular con bastas paredes y un techo altísimo. De repente, otro ruido nos alteró. Era un ruido al principio estridente y luego grave, que parecía multiplicarse a una velocidad alarmante. Pronto comprendí lo que pasaba: era un ejército. Instintivamente todos nos llevamos la mano al arco o la empuñadura.
Cuando la desenvainé Glamdring sonó en mi mano: era un sonido de la batalla y de la lucha largo tiempo aguardadas.
En su filo una suave luz artificial brillaba y nos anticipaba el carácter de nuestro enemigo.
Mithrandir, Mithrandir, cantaban los elfos, ¡oh Peregrino Gris!. Pues así les gustaba llamarlo.
Soy la espada en la oscuridad. Soy el vigilante del Muro. Soy el fuego que arde contra el frío, la luz que trae el amanecer, el cuerno que despierta a los durmientes, el escudo qu...
Soy la espada en la oscuridad. Soy el vigilante del Muro. Soy el fuego que arde contra el frío, la luz que trae el amanecer, el cuerno que despierta a los durmientes, el escudo qu...