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Ver tema#460 Respondiendo a: Maelor
Acción
Después de acordar que nos aventuraríamos por el sendero y decidir que lo conveniente sería que un pequeño grupo se adelantase para explorar el camino. Gandalf, Burzumgad y Rúmil se ofrecieron voluntarios para dicha encomienda, mientras que los demás los seguiríamos un poco más atrasados. Lo...
Acción
La montaña no daba tregua a aquella variopinta comunidad de hombres, dúnadan, elfos, enanos, un mago, una dama y un orco. El rugido del viento contra las faldas de las rugosas cumbres impedían olvidar la dureza y el rigor inherentes a las Ered Mithrin o Montañas Grises. El frío y las briznas de nieve obligaba a todos caminar juntos, al abrigo de las paredes calizas de la cordillera. Al grupo les precedían Gandalf, Rúmil y Burzumgad. Tras una considerable caminata emprendieron la escalada de un sinuoso y tortuoso sendero. Al coronar la cima, el poco aliento que les quedaba se vio sobresaltado por la visión de lo que parecía una misteriosa cueva, habitáculo, celda o quien sabe si portón de entrada hacia el interior de las oscuridades de la montaña. Sea como fuere la visión desconcertó a los más, pero generó cierta alegría en los enanos, únicos que parecían disfrutar de aquel peregrinar por los roquedales de las sempiternas Ered Mihtrin.
[quote]- Amigos, ¡cuándo entenderéis que las galerías de las montañas excavadas por mis antepasados nos pueden ahorrar caminos y vientos!- expresó Dimas con una sonrisa irónica ante la mirada de pasmo de Serke[/quote]
Casi sin mediar palabra el peregrino gris, Burzumgad y Rúmil se adentraron en aquella especie de celda. Al abrir su herrumbrosa puerta un chirrido estremecedor pareció despertar a la montaña de un sueño milenario. El ruido estremeció a todos. Sólo Gilford denotaba ansiedad por entrar. Al punto uno a uno se introdujeron en aquel lugar. Por un momento el viento dejó de silbar y el silencio se hizo.
[quote]- Ya supuse antes de entrar que aquí no encontraría la mano de los arquitectos de mi pueblo- Sentenció Dimas al comprobar lo irregular de aquella pequeña y oscura habitación.
- Comienzo a echar de menos las planicies de Rohan -concluyó Barin con un tono de nostalgia hacia su tierra.
[/quote]
Las cavilaciones del grupo se vieron interrumpidas por un sonido harto estridente y millares de voces y pisadas. Sin duda se trataba de una especie de ejército. Inglor pegó inmediatamente el oído a la pared y corroboró con perspicacia de dunadan lo que todos suponíamos. Las palabras del medio elfo hicieron a todos descubrir sus armas. Dimas, acarició la empuñadura de su hacha de mitrhil, casi centelleante en la oscuridad.
[quote]- Escuchad -intervino a continuación Abarmil, dado también a la batalla en lugares angostos, como buen montaraz que era- deberíamos salir de este lugar. Aunque podríamos retener a nuestros enemigos un tiempo creo que estamos en desigualdad. Sería prudente subir hacia alguna de las grietas que se atisban en la oscuridad y huir con el concurso de Burzumgad.
- ¡um, um, um!- respondió Burzumgad husmeando con la nariz hacia el lugar del que procedía la algazara-. Si mi olfato no me falla lo que nos espera es una aprisco ingente de Uruks. No hay tiempo que perder.
- Creo que es lo más acertado -terció Dimas, hijo de Thranios-. Es seguro que encontremos alguna galería que nos de tiempo para organizarnos.
- ¡Decídanse pronto caballeros, no hay tiempo que perder! -expresó Sarelle, hasta ahora acongojada por el griterío.
[/quote]
Las miradas se dirigieron a Burzumgad, que comenzó a trepar por las irregulares paredes de aquella estancia maldita.
La montaña no daba tregua a aquella variopinta comunidad de hombres, dúnadan, elfos, enanos, un mago, una dama y un orco. El rugido del viento contra las faldas de las rugosas cumbres impedían olvidar la dureza y el rigor inherentes a las Ered Mithrin o Montañas Grises. El frío y las briznas de nieve obligaba a todos caminar juntos, al abrigo de las paredes calizas de la cordillera. Al grupo les precedían Gandalf, Rúmil y Burzumgad. Tras una considerable caminata emprendieron la escalada de un sinuoso y tortuoso sendero. Al coronar la cima, el poco aliento que les quedaba se vio sobresaltado por la visión de lo que parecía una misteriosa cueva, habitáculo, celda o quien sabe si portón de entrada hacia el interior de las oscuridades de la montaña. Sea como fuere la visión desconcertó a los más, pero generó cierta alegría en los enanos, únicos que parecían disfrutar de aquel peregrinar por los roquedales de las sempiternas Ered Mihtrin.
[quote]- Amigos, ¡cuándo entenderéis que las galerías de las montañas excavadas por mis antepasados nos pueden ahorrar caminos y vientos!- expresó Dimas con una sonrisa irónica ante la mirada de pasmo de Serke[/quote]
Casi sin mediar palabra el peregrino gris, Burzumgad y Rúmil se adentraron en aquella especie de celda. Al abrir su herrumbrosa puerta un chirrido estremecedor pareció despertar a la montaña de un sueño milenario. El ruido estremeció a todos. Sólo Gilford denotaba ansiedad por entrar. Al punto uno a uno se introdujeron en aquel lugar. Por un momento el viento dejó de silbar y el silencio se hizo.
[quote]- Ya supuse antes de entrar que aquí no encontraría la mano de los arquitectos de mi pueblo- Sentenció Dimas al comprobar lo irregular de aquella pequeña y oscura habitación.
- Comienzo a echar de menos las planicies de Rohan -concluyó Barin con un tono de nostalgia hacia su tierra.
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Las cavilaciones del grupo se vieron interrumpidas por un sonido harto estridente y millares de voces y pisadas. Sin duda se trataba de una especie de ejército. Inglor pegó inmediatamente el oído a la pared y corroboró con perspicacia de dunadan lo que todos suponíamos. Las palabras del medio elfo hicieron a todos descubrir sus armas. Dimas, acarició la empuñadura de su hacha de mitrhil, casi centelleante en la oscuridad.
[quote]- Escuchad -intervino a continuación Abarmil, dado también a la batalla en lugares angostos, como buen montaraz que era- deberíamos salir de este lugar. Aunque podríamos retener a nuestros enemigos un tiempo creo que estamos en desigualdad. Sería prudente subir hacia alguna de las grietas que se atisban en la oscuridad y huir con el concurso de Burzumgad.
- ¡um, um, um!- respondió Burzumgad husmeando con la nariz hacia el lugar del que procedía la algazara-. Si mi olfato no me falla lo que nos espera es una aprisco ingente de Uruks. No hay tiempo que perder.
- Creo que es lo más acertado -terció Dimas, hijo de Thranios-. Es seguro que encontremos alguna galería que nos de tiempo para organizarnos.
- ¡Decídanse pronto caballeros, no hay tiempo que perder! -expresó Sarelle, hasta ahora acongojada por el griterío.
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Las miradas se dirigieron a Burzumgad, que comenzó a trepar por las irregulares paredes de aquella estancia maldita.
"Así lucharemos a la sombra"- dijo Dieneces en las Termópilas al saber que los persas harían una nube con sus flechas.