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Entaguas
Entaguas
Desde: 21/04/2005

#1 Respondiendo a: Entaguas

Sí, con letras grandes, para que nadie se le pase .
Bueno, con la anterior aventura pasada terminada ya, me gustaría intentar hacer otra aventura, esta vez esperando un poco más de participación femenina también.
El sistema de representación sera igual que en la anterior aventura, esta vez voy a...

NARRACIÓN 9ª

La tenue, clara y rojiza luz del amanecer se extendió, iluminando la zona en una cuestión de segundos. El rojo sol parecía brillar con especial intensidad, como si en sus rayos rojizos quisiera advertir de algo a los aventureros.
El Peregrino alzó sus manos y Alion, la paloma, con el pergamino atado a su pata, salió volando rápidamente. Barin miró que todos sus compañeros le miraban y se rió para sí; al fin y al cabo, Barin era quién más cariño le había cogido a la paloma. Esperaba volver a verla, al igual que todos los demás, pues era su única y posible posibilidad ayuda.
- Bien. Nos fiaremos de tu olfato Burzumgad, guíanos.- dijo Rúmil, mientras toda la compañía se adentraba en el camino de la izquierda. Presumiblemente, una neblina densa se había extendido por ese camino justo en ese momento, mientras los rojizos rayos del sol hacían brillar el camino de la derecha.
‘’Indeseables personajes’’- pensaba Burzumgad a la par que guiaba con su olfato por el camino. La niebla lo ocultaba casi todo, pero según avanzaron pronto la niebla solo les cubrió de la cintura para abajo. Todo aquello era muy extraño y perturbaba muchos, parecían que no podían ver lo que estaban pisando… o lo que iban a pisar. En cuanto al camino, era muy estrecho. La compañía avanzaba con un silencio sepulcral, a la par que avispados y con las manos en la espada, preparados para cualquier sorpresa que pudiera salirse al camino. Sin embargo, a pesar de lo lento que se les hacía el camino, este no tardó en abrirse cual cascada. Ante ellos se hallaba un siniestro bosque, que también estaba cubierto por la espesa y baja niebla. Burzumgad volvió a olfatear el aire, pero no tenía nada claro. Allí, en aquel lugar, miles de olores se mezclaban y algunos le llegaban lejanos como un recuerdo, otros en cambio parecían estar cerca, justo a su lado; pero había un olor, intenso y no muy agradable, que no le pasaba desapercibido. Y sabía que ese olor no era de ningún amigo.
- Aquí nos conduce este camino- dijo Abârmil- no parece un bosque muy hospitalario ni acogedor, pero temo que ya es demasiado tarde para volvernos para atrás, y tengo la sensación de que el camino de la derecha tampoco nos iba a llevar a otro sitio mejor.
- En efecto, Abârmil, sin embargo, aquí hay un olor extraño y persuasivo; no sé lo que es, pero no creo que sea nada bueno. Compañeros, tal vez sea este uno de los peores peligros con los que nos encontremos; con el peligro de la duda.
La compañía calló y pensó, aunque Gandalf no tardó en hablar sabiamente:
- ¿Por qué habría que dudar ahora que hemos llegado hacia aquí, sanos y de una pieza?
Todos se miraron y finalmente asintieron, y con el mismo sigilo y silencio sepulcral se adentraron en el bosque. Todos estaban bastante nerviosos, y había que tener bien unos nervios de acero en aquel siniestro bosque. Los matorrales se alzaban por doquier al igual que los troncos desgarrados y quemados; aunque también había unos árboles gigantescos y cuya cima no lograban ver la compañía.
- Esto es muy extraño. El aire de este lugar no trae buenos recuerdos, los árboles son crueles y no les agrada la presencia de forasteros como nosotros- dijo Rúmil- ¡Estad atentos compañeros! ¡Agrupémonos, tal vez un paso más y nos encontraremos con el inminente peligro que por ahora dormita en este tenebroso lugar!
Toda la compañía se agrupó temerosa, mientras desenvainaban sus espadas y colocaban flechas en el arco. De repente, la niebla empezó a alejarse de la compañía… para acercarse súbitamente, cual marea furiosa; había allí, un espíritu maligno, un ser oscuro y malévolo que los había descubierto. En ese momento, Gandalf se lanzó contra la marea de niebla y toda la compañía se quedo patidifusa mientras la niebla los engullía…
De repente, todos volvieron a abrir los ojos; la niebla había desaparecido. Gandalf se levantaba del suelo, mientras su bastón brillaba como el rojizo sol del amanecer.
- ¿Qué demonios ha sido eso?- dijo Inglor preocupado.
Pero lo peor estaba por llegar. Una figura oscura y malévola se alzaba en una roca, imponiendo respeto, cual halcón que esta a punto de lanzarse sobre unas indefensas ratas. El oscuro y siniestro ser extendió sus alas y gritó de una forma bestial, y su espectacular grito hizo eco por una eternidad en la montaña. El ser era grande; era un dragón alado, espectacular y temible como hace mucho tiempo la Tierra Media jamás había visto. Sus ojos eran rojos y helaban la sangre, su rugido hizo levantar el vuelo a muchos pájaros, y sus alas membranosas oscuras y tenebrosas, cual manto oscuro. Su cuerpo era grande y negro, aunque con una rapidez asombrosa que dejo helada a la compañía voló para arriba. Rúmil y los demás dispararon unas cuantas flechas, pero la mayoría no acertaron, y las que dieron, no parecieron hacerle mucho daño. El dragón volvió a posarse sobre la piedra, y se irguió amenazante, mientras reía siniestramente, y escupió fuego de su negra boca, sus afilados dientes enrojecieron. La compañía se agachó y nadie resulto ni si quiera rozado por el fatal aliento del dragón.
Y en el horizonte, varias figuras negras y gigantescas se acercaban a una velocidad que parecían cortar el viento…
- Malditos mortales, morid bajo el fatal aliento de Garchôt y sus hijos...- dijo la siniestra voz del dragón, que puso los pelos de punta a todos.
La compañía se mira. No hay tiempo para discutir.

Creo que ya está bien de esperar...

Un saludo

PD: A ver como solucionáis el problema del dragón. Al principio tenía pensado que no os topaseis con dragones en esta narración y fuera en la 10, pero ya alguién comentó que había dado clases para enfrentarse a los dragones, y espero que las ponga en práctica .
¡Oh Orofarnë, Lassemista, Carnimirië!
¡Oh hermoso fresno, sobre tu cabellera qué hermosas son las flores!
¡Oh fresno mío, te vi brillar en un día de verano!
Tu brillante corteza, tus leves hojas, tu voz tan fresca y dulce:
¡qué alta llevas en tu cabeza la corona de oro rojo!
Oh fresno muerto...