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elPeregrinoGris
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Desde: 13/03/2004

#513 Respondiendo a: Serke

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Sentía una cama debajo. ¿Una cama en las montañas? Realmente extraño. Me incorporé lentamente intentando recordar lo último que ocurrió. Pude recordar un golpe del dragón, pero el resto está sumido en la niebla. Abrí los ojos con lentitud y me los froté, pero no pude ver nada. Al moverme, n...

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Un rayo salió de mi vara y acertó al dragón en el pecho derribándolo. Tras un momento de silencio, todos rompimos en vítores y alabanzas, contentos por haber terminado con la bestia. Es ese momento, llegó el desastre. Los hijos de Garchôt volaban en círculos como en una especie de danza ancestral, tan antigua como la misma tierra. Un fuerte dolor acudió a mi cabeza al instante y me agaché protegiéndome con las manos.
Al mirar a mis compañeros, pude comprobar que todos estaban aturdidos e incluso algunos caían inconscientes al suelo. Haciendo un esfuerzo terrible, provoqué una intensa luz blanca, lo que provocó que la danza hipnótica de los dragones se mitigara. Me acerqué a ver a mis compañeros. Burzumgad, Rúmil y Gilford parecían
estar inconscientes y otros compañeros como Serke o Abârmil proferían quejidos lastimosos. Una mano me dio en la espalda. Me giré rápidamente, con la mano en la empuñadura de mi espada. Era Sállare que sorprendentemente se encontraba en mejor estado que sus compañeros.
[quote]-¿Han sido los dragones, no?[/quote]- preguntó ella.
Pero justo cuando iba a contestarle un gran estruendo nos alertó. Saqué a Glamdring de su funda. Brillaba con una luz intensa.
Cientos de orcos se acercaban por el estrecho camino. Llevaban extraños estandartes e iban tocando tambores y cuernos. A pesar de que tenía una buena vista, no lograba ver el final de aquel ejército. “Debe ser el que vimos en el cauce seco”, pensé para mis adentros. Enseguida comprendí que no se podía hacer nada. “Debemos buscar ayuda”, pensé. Me volví para decírselo a Sállare pero…ya no se encontraba allí.
Me escondí detrás de unos arbustos que habían sobrevivido a las llamas para observar. Los orcos se sorprendieron al ver al dragón muerto. El que parecía el líder dio la orden de detenerse al grupo y pronunció unas palabras que no logré descifrar. En ese momento, varios de los uruks se acercaron a mis compañeros los ataron y se los cargaron a la espalda.

Estuve siguiendo al ejército durante varias horas, siempre escondido para que no me vieran. Después unos cuantos uruks se llevaron a algunos miembros de la compañía por separado: Abârmil, Serke, Inglor y Dimas. Me dispuse a seguir a ese grupo, pues al ser más reducido las posibilidades de poder liberar a mis compañeros eran mayores. “Una vez liberados podremos ir a por los demás”, pensé.
Al cabo de un rato se introdujeron en lo que parecía una puerta en la roca de la montaña. Decidí esperar un rato para entrar en la cueva para no ser descubierto. Cuando entré me di cuenta de que se trataba de la entrada hecha por enanos mezquinos. Avancé por un pasillo estrecho durante bastante tiempo, sin escuchar a ningún orco. Al rato el camino torcía a la izquierda y daba a otro aún mayor que parecía ser el principal. El una de las paredes se podía leer en Khuzdul: “La grandeza de Nulukkhizidûn nunca decaerá” Seguí avanzando por varias galerías cada vez más despistado. De repente oí un ruido y saque mi espada, pero el arma no refulgía. Entonces, Abârmil apareció por el pasillo. Me fui con el y pronto nos juntamos con los otros miembros del grupo y varios montaraces, un elfo y una mujer. Dimas y Abârmil comenzaron a hablar con ellos, parece que se conocían.

[quote]-¡Gandalf! ¡Qué ha pasado! ¿Dónde están los demás?[/quote]- me inquirió Inglor.

[quote]-Ya habrá tiempo para explicaciones más adelante [/quote]- le dije al tiempo que le arrebataba la antorcha que llevaba en las manos.
[quote]- ¡Apartaos! [/quote] -exclamé, al tiempo que lanzaba la piedra contra una pared lo que provocó una explosión y la caida de parte del muro.
[quote]-Seguidme, por aquí[/quote]- les indiqué señalando la escalera que se veía tras el muro.

Y así fue como partimos hacia la búsqueda de el resto de nuestros compañeros, con varias personas más en nuestro grupo.
Mithrandir, Mithrandir, cantaban los elfos, ¡oh Peregrino Gris!. Pues así les gustaba llamarlo.

Soy la espada en la oscuridad. Soy el vigilante del Muro. Soy el fuego que arde contra el frío, la luz que trae el amanecer, el cuerno que despierta a los durmientes, el escudo qu...