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Ver tema#536 Respondiendo a: Abârmil
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Las puertas se abrieron ante nuestros ojos produciendo un largo, suave y grave ruido al rozar contra el suelo rocoso. Entré tras Dimas con el arma desenfundada, temeroso de lo que pudiéramos encontrar en aquellas profundidades de la tierra. Una gran sala nos invitaba a pasar, aunque el paral...
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[quote]¡Vingilot![/quote]
Las puertas se abrieron. Abârmil acertó. En el otro lado, la oscuridad nos esperaba. Entré detrás de Inglor.
En aquella espesa y profunda oscuridad, apenas lograba ver nada. Intentaba andar con cuidado, sin embargo, pisé algo. Algo que crujió mucho. Me quedé como paralizado del terror temiendo que una flecha orca rozara mis mejillas. Aquel cargado aire, aquella oscuridad, mi corazón latía una y otra vez sin respiro, como presa de un terror al que ni si quiera me había enfrentado y del que había huído, al que apenas había visto, pero que solo una mirada detrás mía, había bastado para reconocerlo o para al menos, temer lo peor. Mis oscuros pensamientos de cuando había pasado por aquellas profundidades enturbiaban mi mente. Era solo un terror ocasional, que por fortuna, consiguía apartar de mi mente, para volver a la normalidad, pues no iba a dejar que aquellos tenebrosos recuerdos se apropiasen de mi cuerpo, volviéndome un ser débil.
En ese momento Gandalf iluminó el lugar. La presencia de una antigua masacre entre orcos y enanos mezquinos, antaño, estaba presente. De hecho, lo que había pisado, habían sido las costillas de un esqueleto enano. Escudos, hachas rotas y melladas. Pero aquella batalla la habían ganado los orcos, de eso no había duda.
Tras esto, Abârmil leyó un oscuro mensaje que había en la pared, de un tal orco, Leandro. Debido a los recientes problemas que hemos tenido..., aquella frase me causó un interrogante. ¿Acaso, aquel terror que había visto no era aliado de los orcos? De todos modos, quizás se refiriera a otros caminos. El había recorrido el camino de la izquierda. El del centro, no tenía ni idea. Y los que lo habían tomado, no los había vuelto a ver. Todavía recordaba a Baromir, un montaraz con el que bromeaban por su parecido con el hijo del antaño senescal de Gondor, Boromir. Aquella era la última vez que lo había visto, antes de cruzar la puerta del centro.
[quote]- Yo opinó igual que Abârmil. Obviamente, parecen fáciles, seguramente los orcos que los inventaron no tenían mucho cerebro. Pero en cuanto al primero, estoy muy confundido...- me callé un momento pensando en el acertijo y continué- Abârmil, yo te acompañaré en la guardia.[/quote]
Tras esto, me quedé pensativo un momento, en aquel acertijo. Obviamente, era el primero el que nos convenía tomar por las indicaciones del centinela Leandro. Repartí un poco de lembas también a la compañía. Finalmente, me di cuenta de que Inglor echaba una manta sobre la prisionera, que parecía haberse dormido en un rincón muy acongojada y temerosa.
Un saludo
[quote]¡Vingilot![/quote]
Las puertas se abrieron. Abârmil acertó. En el otro lado, la oscuridad nos esperaba. Entré detrás de Inglor.
En aquella espesa y profunda oscuridad, apenas lograba ver nada. Intentaba andar con cuidado, sin embargo, pisé algo. Algo que crujió mucho. Me quedé como paralizado del terror temiendo que una flecha orca rozara mis mejillas. Aquel cargado aire, aquella oscuridad, mi corazón latía una y otra vez sin respiro, como presa de un terror al que ni si quiera me había enfrentado y del que había huído, al que apenas había visto, pero que solo una mirada detrás mía, había bastado para reconocerlo o para al menos, temer lo peor. Mis oscuros pensamientos de cuando había pasado por aquellas profundidades enturbiaban mi mente. Era solo un terror ocasional, que por fortuna, consiguía apartar de mi mente, para volver a la normalidad, pues no iba a dejar que aquellos tenebrosos recuerdos se apropiasen de mi cuerpo, volviéndome un ser débil.
En ese momento Gandalf iluminó el lugar. La presencia de una antigua masacre entre orcos y enanos mezquinos, antaño, estaba presente. De hecho, lo que había pisado, habían sido las costillas de un esqueleto enano. Escudos, hachas rotas y melladas. Pero aquella batalla la habían ganado los orcos, de eso no había duda.
Tras esto, Abârmil leyó un oscuro mensaje que había en la pared, de un tal orco, Leandro. Debido a los recientes problemas que hemos tenido..., aquella frase me causó un interrogante. ¿Acaso, aquel terror que había visto no era aliado de los orcos? De todos modos, quizás se refiriera a otros caminos. El había recorrido el camino de la izquierda. El del centro, no tenía ni idea. Y los que lo habían tomado, no los había vuelto a ver. Todavía recordaba a Baromir, un montaraz con el que bromeaban por su parecido con el hijo del antaño senescal de Gondor, Boromir. Aquella era la última vez que lo había visto, antes de cruzar la puerta del centro.
[quote]- Yo opinó igual que Abârmil. Obviamente, parecen fáciles, seguramente los orcos que los inventaron no tenían mucho cerebro. Pero en cuanto al primero, estoy muy confundido...- me callé un momento pensando en el acertijo y continué- Abârmil, yo te acompañaré en la guardia.[/quote]
Tras esto, me quedé pensativo un momento, en aquel acertijo. Obviamente, era el primero el que nos convenía tomar por las indicaciones del centinela Leandro. Repartí un poco de lembas también a la compañía. Finalmente, me di cuenta de que Inglor echaba una manta sobre la prisionera, que parecía haberse dormido en un rincón muy acongojada y temerosa.
Un saludo

¡Oh Orofarnë, Lassemista, Carnimirië!
¡Oh hermoso fresno, sobre tu cabellera qué hermosas son las flores!
¡Oh fresno mío, te vi brillar en un día de verano!
Tu brillante corteza, tus leves hojas, tu voz tan fresca y dulce:
¡qué alta llevas en tu cabeza la corona de oro rojo!
Oh fresno muerto...
¡Oh hermoso fresno, sobre tu cabellera qué hermosas son las flores!
¡Oh fresno mío, te vi brillar en un día de verano!
Tu brillante corteza, tus leves hojas, tu voz tan fresca y dulce:
¡qué alta llevas en tu cabeza la corona de oro rojo!
Oh fresno muerto...