Acción

El viaje continuaba por el largo camino empedrado y me sorprendía de la resistencia que mi caballo había demostrado durante todo el trayecto, y parecía no cansarse todavía. Sin embargo, el largo y pesado camino que teníamos que completar se hacía llevadero con las bromas de los compañeros:

-La abstinencia es muy mala –le decía Aravir a Ulbar al ver como volteaba la cantimplora en busca de algún resto de bebida.

-Espero que Gondor esté tan bien provisto de bebida de buena calidad, tal y como recuerdo – decía Ulbar con un aire un tanto soñador, lo que provocaba las risas de todos.

Aunque la verdad era que el camino se iba acortando cada vez más, de hecho ya habíamos cruzado el río Isen y por tanto estábamos en territorio de Gondor, pero la senda no se había acabado. Hasta Minas Anor todavía quedaba un trecho, y ahora discutían si ir por la costa o seguir el camino empedrado.
-Hummm... ¿Iremos por camino hasta Minas Anor o bordearemos las montañas para ir por costa?
Ulbar responde:
-Propongo que vayamos por costa, siempre que haya tabernas en medio.
-¿Tabernas? ¿Quien necesita tabernas mientras haya orcos?- replica Ibaldoin.
-Iremos por el camino. –respondo yo. – En mi opinión, es más seguro y tenemos menos probabilidades de perdernos. –Namsis asiente mientras dice:
-Propongo lo mismo.
-Pues ya está, una cosa menos por solucionar...-concluye Ibaldoin.

También nos informa Ulbar sobre el rey de Gondor, y yo le escucho con atención pues no conozco casi nada acerca del regente, tan sólo algunas palabras que había escuchado hacía tiempo.

En ese momento siento unos golpes suaves en la parte de atrás de la capucha y miro hacia atrás para comprobar qué es, no veo nada sospechoso y vuelvo a mirar hacia delante, de nuevo esos golpes, ya llegan a ser molestos, con el rabillo del ojo veo a Aravir al parecer no haciendo nada, y a Namsis mirándole con tono reprobador. No le doy más la espalda a Aravir y esto parece acabar con los golpecitos. Tras un rato de descanso, me pongo en pie y comienzo a poner de nuevo la montura a mi caballo y recoger mis cosas, y poco a poco los demás me imitan.

Cuando todo está preparado continuamos el camino a través de las inmensas praderas de esta tierra, a un ritmo no muy rápido para no forzar a los caballos, pero sin pausa. Tanto tiempo cabalgando hacia Gondor, ya ansiaba llegar para ver cómo era.