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Ver tema#52 Respondiendo a: Entaguas
Acción
Aquello no me daba buena espina. Como capitán de una de las guardias fronterizas que vigilaban el bosque, me había negado a aquel descanso tan repentino. No sabía por qué Thranduil había ordenado tal cosa, pero bueno, qué importaba ahora; toda mi compañía estaba bailando, habían bebido basta...
Acción
Esta vez mis pasos me condujeron hasta una abarrotada taberna cerca del lindero oriental del bosque verde. La musica, los gritos de júbilo y las risas me invitaron a entrar a la posada, en cuyo interior se respiraba un ambiente de franca alegría. Entre las decenas de rostros que reían y cantaban divisé el afable rostro del Peregrino Gris, hacia quien me dirigí a saludar filtrándome entre la masa de felices borrachos de todas las razas. Me apresuré a convidarle a una jarra.
- Sin prisas, medio elfo, que la noche es joven.- me dijo el mago entre risas.
- ¡No hay que perder un segundo, Mithrandir, a beber se ha dicho!
Tres jarras después, asomaron en la taberna dos caras familiares, Abârmil y Burzumgad, a los que saludé con un entusiasta abrazo.
- Salud, amigo orco, ¿Oíste la fiesta desde Minas Morgul?- bromeé con Burzumgad- Y tu, Abârmil ¿por donde te as dejado caer últimamente? Esperad, contadmelo ahora, voy a repostar, dejadme que os traiga algo para reponer fuerzas- y guiñandoles un ojo a los camaradas me acerqué a la barra a por otras tres jarras. Después de chocar contra un enano que sorbía una voluminosa pinta y que de cuya espalda colgaba un martillo de guerra, hice señas al elfo de la barra para que me atendiera. Al volverme con las tres pintas en las manos, los cristales de las ventanas parecieron estallar y decenas de gritos empezaron a cargar el ambiente ya bastante saturado del establecimiento. Acudí hasta la firme voz de Abârmil (casi a ciegas, pues la cerveza me golpeaba el cerebro y mis sentidos empezaban a resentirse) y desenfundando mi viejo sable, con cuidado de no herir a ninguno de los alborotados tertulianos, le ayudé a levantar una de las mesas a modo de parapeto. Nos dispusimos a arremeter contra lo que parecían oscuras formas que irrumpían en la posada berreando y enarbolando pequeños sables.
- Estimado montaraz, la de mañana será una dura resaca... ¡A por ellos!- grité y comenzamos a arroyar a nuestro paso.
Esta vez mis pasos me condujeron hasta una abarrotada taberna cerca del lindero oriental del bosque verde. La musica, los gritos de júbilo y las risas me invitaron a entrar a la posada, en cuyo interior se respiraba un ambiente de franca alegría. Entre las decenas de rostros que reían y cantaban divisé el afable rostro del Peregrino Gris, hacia quien me dirigí a saludar filtrándome entre la masa de felices borrachos de todas las razas. Me apresuré a convidarle a una jarra.
- Sin prisas, medio elfo, que la noche es joven.- me dijo el mago entre risas.
- ¡No hay que perder un segundo, Mithrandir, a beber se ha dicho!
Tres jarras después, asomaron en la taberna dos caras familiares, Abârmil y Burzumgad, a los que saludé con un entusiasta abrazo.
- Salud, amigo orco, ¿Oíste la fiesta desde Minas Morgul?- bromeé con Burzumgad- Y tu, Abârmil ¿por donde te as dejado caer últimamente? Esperad, contadmelo ahora, voy a repostar, dejadme que os traiga algo para reponer fuerzas- y guiñandoles un ojo a los camaradas me acerqué a la barra a por otras tres jarras. Después de chocar contra un enano que sorbía una voluminosa pinta y que de cuya espalda colgaba un martillo de guerra, hice señas al elfo de la barra para que me atendiera. Al volverme con las tres pintas en las manos, los cristales de las ventanas parecieron estallar y decenas de gritos empezaron a cargar el ambiente ya bastante saturado del establecimiento. Acudí hasta la firme voz de Abârmil (casi a ciegas, pues la cerveza me golpeaba el cerebro y mis sentidos empezaban a resentirse) y desenfundando mi viejo sable, con cuidado de no herir a ninguno de los alborotados tertulianos, le ayudé a levantar una de las mesas a modo de parapeto. Nos dispusimos a arremeter contra lo que parecían oscuras formas que irrumpían en la posada berreando y enarbolando pequeños sables.
- Estimado montaraz, la de mañana será una dura resaca... ¡A por ellos!- grité y comenzamos a arroyar a nuestro paso.
-Si, es cierto- dijo la primera Voz. -Creo que deberíamos dar un nombre a esa comarca. ¿Cual sugiere?
- El Maletero se encargó de ello hace ya algún tiempo- dijo la segunda voz. - El tren de Niggle-Parish está a punto de salir: eso es lo que ha venido gritando durante años. Niggle-Parish. Le...
- El Maletero se encargó de ello hace ya algún tiempo- dijo la segunda voz. - El tren de Niggle-Parish está a punto de salir: eso es lo que ha venido gritando durante años. Niggle-Parish. Le...