Acción

Doy un puñetazo con mi mano diestra al primer trasgo que se tropieza conmigo.

- ¡Ja! Puede que hacha no tenga, pero sigo teniendo fuerza!

Los enemigos se cuentan por docenas, agarro la pierna de uno de ellos y lo tumbo violentamente al suelo. Como si de un muñeco de paja se tratara, este cae como un plomo y empiezo a sacudirlo, una y otra vez. Cuando lo dejo fuera de combate, me giro y miro hacia atrás, descubriendo que estoy a tiempo de esquivar la afilada espada de un malvado oriental. Me lanzo de bruces al suelo, evitando así ser herido. Sin embargo, mi oponente está atento y no me deja ir. "Maldición! Debo pensar algo rápido!". Pero no hay tiempo, el salvaje está a dos pasos de mí. Me levanto rápidamente, dispuesto a ofrecer defensa y con los puños levantados. Todo pasa muy rápido; en cuestion de un segundo, veo al otro enano indicandome la posición de una hacha. "Bién! Aule bendiga a los enanos!!"
Hago una finta para esquivar de nuevo la setocada del oriental y me abalanzo sobre el arma, aprovechando el impulso para hacer un giro de 180 grados y darle con la recién adquirida hacha en toda la cara.

- Uno menos... - susurro, con una sonrisa en los labios.

De pronto, habiendo derribado ya a otros enemigos, centro mi atención en el compatriota enano que me prestó ayuda antes. Está herido y con un orco encima.

- Cuidado! - grito, con mi hacha levantada y correindo hacia allí.