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Ver tema#116 Respondiendo a: Unfeniön
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El gigante al que lanze la flecha cayo desplomado al suelo. Pero a diferencia de aquel enfrentamiento en el bar, su amigo no fue a ayudarle, sino que vino a por mi dentro de aquella cueva.
Corri durante varios minutos por las galerias de aquella cueva a la luz de la antorcha del hombre qu...
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Miré con ojos ansiosos el joven jabalí que traía el montaraz sobre los hombros. "Por una vez hace algo últi"-pensé.
Husmeé el aire. Alcohol? No, todavía no había bebido lo suficiente para... Miré a mi espalda y vi un grupo de unos quince hombres, reconocí a alguno, de hecho uno de ellos había sido robado por mí, oh, y otro, y otro. Se abalanzaban contra nosotros, mientras el elfo y el montaraz huían perseguidos por algunos de ellos, saqué mi espada corta y dispersé las brasas de la pequeña hoguera que habíamos encendido de una patada, dejandolo todo en penumbra. Tenía que llegar al caballo.
Sabía perfectamente donde estaba, así que aprovechando las sombras me confundí entre algunos árboles y miré alrededor. Oía gritos y algunos golpes no muy lejos de mí, pero mis ojos no estaban todavía habituados a la oscuridad.
Me agaché y poco a poco fui distinguiendo las siluetas de los caballos y de algunos hombres rodeándolos. Enfundé la espada y saqué y cargé la ballesta silenciosamente.
Apunté hacia una de las figuras que estaba en pie no muy lejos de un caballo. Apreté el gatillo, pero abrí los ojos sorprendido al no oír ningún alarido ni cuerpo desplomándose. Había fallado miserablemente. Puse otro virote en el arma. Esta vez se oyó un quejido y un cuerpo cayó al suelo. Las demás formas se movían confusas... Llegué a distinguir a unos 6 o 7 hombres.
Una ramita se rompió bajo mis pies, y se oyeron gritos que se dirigían hacia mí. Un golpe sordo y un forcejeo sonaron a unos metros y vi como el medio-elfo apenas podía desenvolverse, aunque su contrincante no era precisamente un sílfide. Saqué el cuchillo y con las dos manos se lo hundí en los riñones, alcanzándole bien hondo, pero aquel pobre diablo se sacudió con tal fuerza que me arrojó unos metros más allá.
-Inglor, por aquí -señalé unos arbustos al semielfo cuando conseguí incorporarme.
Miré con ojos ansiosos el joven jabalí que traía el montaraz sobre los hombros. "Por una vez hace algo últi"-pensé.
Husmeé el aire. Alcohol? No, todavía no había bebido lo suficiente para... Miré a mi espalda y vi un grupo de unos quince hombres, reconocí a alguno, de hecho uno de ellos había sido robado por mí, oh, y otro, y otro. Se abalanzaban contra nosotros, mientras el elfo y el montaraz huían perseguidos por algunos de ellos, saqué mi espada corta y dispersé las brasas de la pequeña hoguera que habíamos encendido de una patada, dejandolo todo en penumbra. Tenía que llegar al caballo.
Sabía perfectamente donde estaba, así que aprovechando las sombras me confundí entre algunos árboles y miré alrededor. Oía gritos y algunos golpes no muy lejos de mí, pero mis ojos no estaban todavía habituados a la oscuridad.
Me agaché y poco a poco fui distinguiendo las siluetas de los caballos y de algunos hombres rodeándolos. Enfundé la espada y saqué y cargé la ballesta silenciosamente.
Apunté hacia una de las figuras que estaba en pie no muy lejos de un caballo. Apreté el gatillo, pero abrí los ojos sorprendido al no oír ningún alarido ni cuerpo desplomándose. Había fallado miserablemente. Puse otro virote en el arma. Esta vez se oyó un quejido y un cuerpo cayó al suelo. Las demás formas se movían confusas... Llegué a distinguir a unos 6 o 7 hombres.
Una ramita se rompió bajo mis pies, y se oyeron gritos que se dirigían hacia mí. Un golpe sordo y un forcejeo sonaron a unos metros y vi como el medio-elfo apenas podía desenvolverse, aunque su contrincante no era precisamente un sílfide. Saqué el cuchillo y con las dos manos se lo hundí en los riñones, alcanzándole bien hondo, pero aquel pobre diablo se sacudió con tal fuerza que me arrojó unos metros más allá.
-Inglor, por aquí -señalé unos arbustos al semielfo cuando conseguí incorporarme.
"La vida tiene el sentido que nosotros le damos y en ello reside la grandeza del hombre" -Friedrich Nietszche.