Antes de abandonar la Tierra Media

05 de Febrero de 2004, a las 00:00 - Lena del Bosque
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El verano se acercaba a su fin y la gente que vivía junto al gran río aún descansaba de un día duro, sentados sobre la hierba húmeda y perfumada esperaban la puesta del sol. En la distancia el azul claro del mar se fundía con el cielo que cambia de colores a medida que pasaban los minutos; algunos niños corrían en frenéticas persecuciones reproduciendo en sus juegos infantiles los combates que sus antepasados habían vivido y que ahora se relataban como la historia legendaria de la ultima gran guerra que había visto la Tierra Media para expulsar el mal del este.

En medio de la calma y de las risas de los niños una joven doncella de apenas dieciséis primaveras sentada junto a la orilla del Anduin descansaba en su soledad; muchos de sus amigos la llamaban para que se uniera a sus conversaciones, pero su carácter apacible, reservado y melancólico ganaba ante la tentación de una diversión que ella considera frívola. Hacía no más de un año que el Rey Elessar había muerto y su hijo Eldarion había asumido el trono. Durante su corta vida su abuela le había relatado las grandes hazañas que había realizado el rey para desterrar el mal de la tierra. En su interior ella había admirado realmente a su soberano y había deseado conocerle en persona pero eso era un sueño que ahora nunca se iba a cumplir.

La tarde dio paso a la noche y retornó a su hogar; su camino se iluminó con la entrada de la Luna y pronto estaba junto al fuego leyendo un antiguo relato sobre los hombres del este, fuertes y salvajes pero que ahora vivían en paz y hasta habían progresado en todos los sentidos. En ese momento entró su abuela y se acomodó en su silla, la nieta se apresuró a su lado y se recostó a sus pies. Le pidió que le contase nuevamente la historia del último Rey de Númenor o sobre la Tercera Edad o sobre los elfos que según los habitantes de la Tierra Media se habían marchado para siempre. Su abuela le dijo que no le contaría ni uno ni lo otro pero al mismo tiempo algo sobre eso, era la ultima historia que le contaría porque su fuerza abandonaba su cuerpo y deseaba abrir su corazón a su nieta antes de partir. Y comenzó:

- Sucedió hace tantos años que ahora cuando lo recuerdo me parece un sueño:  yo tenia tu misma edad cuando ocurrió. La guerra del este había llegado hasta nuestras tierras y los Haradrim habían logrado derrotarnos y esclavizar a muchos, pero mi padre lideraba al ultimo puñado de hombres libres y manteníamos férreas defensas. Habíamos soportado unas cuantas semanas a la espera de la ayuda del norte pero sabíamos que Gondor estaba sitiada y que eran ellos los que esperaban nuestra ayuda. La esperanza decayó y los enemigos tomaron todos los barcos y se prepararon para remontar el Anduin y ayudar al poder del mal. Todo parecía perdido hasta que una noche como esta, me encontraba fuera de nuestro escondite y mirando los barcos fúnebres prontos a partir, ya que nuestra suerte estaba echada y no valía la pena seguir escondiéndose. En ese momento el ambiente a mi alrededor se tornó frío como la muerte y ante mis ojos apareció un ejército de almas: todos grises, todos develados, todos muertos; gritando palabras de guerra que venían de otro mundo. Pero a la cabeza de ellos venía en caballos remontando el campo llenos de furia y velocidad, una compañía de hombres vivos y el que iba a la cabeza levantando la voz más alta que todos juntos gritó a los espectros para que cumplan un juramento que yo no entendí. El ejército de las tinieblas pasó tan cerca de mí que me quedé paralizada del temor, pero ellos solo se dirigían a atacar a los siervos del mal y así lo hicieron.

En aquella noche mi padre y los demás hombres se encogieron de temor y yo salí al campo de batalla y ellos me siguieron tal vez por vergüenza o tal vez por mi, el corazón me latía fuertemente y me sentía feliz mas allá del miedo. El capitán de aquellos hombres quien después fue coronado como nuestro Rey gritaba para que todos defendieran sus tierras y sus palabras llegaron a mi alma y corrí para prestar ayuda.

Era una jovencita impetuosa y no podía medir mi fuerza contra ninguno de los enemigos y aquella noche casi perdí la vida, aunque también toda esperanza. Había corrido tanto que me encontraba cerca de los muelles, ahí me di cuenta de mi error; decidí retornar junto a mi padre, pero un hombre salvaje jalándome de mis brazos quiso impedírmelo. Grité y creí que era mi fin porque vi su cuchillo cerca de mi cuello, pero tres flechas venidas de la nada lo derribaron. Nuevamente quedé paralizada del terror pero curiosa de mi salvador, quien me tomó de la mano y me guió hasta un agujero camuflado por sacos y barriles. Me dijo que me quedara allí hasta el amanecer. Y pude verle el rostro: no era un hombre:  Le pregunté torpemente - ¿qué sois? - Él me sonrió y me dijo - un elfo - y partió tan veloz que lo perdí de vista, sin embargo permanecí oculta hasta el amanecer tal como él me dijo.

Desperté por los gritos de júbilo de los hombres del pueblo y salí al exterior, ningún guerrero del ejército del otro mundo estaba allí ahora y me alegró. Busqué con mi mirada al elfo que me había salvado la vida la noche anterior, pero no lo vi hasta que los barcos empezaron a zarpar. Allí en la proa de un barco estaba parado, miraba el horizonte hacia el mar, movió la cabeza, me miró y sonrió, su mirada se me quedó en el alma y en mi corazón. Yo nunca había visto a un elfo y nunca volvería a ver otro. Los barcos partieron y yo esperé desde ese día todas las tardes cuando los barcos retornan del norte junto al muelle pero él nunca regresó. 

La guerra terminó y conocí a tu abuelo y seguí esperando hasta que los años se quedaron en mi cabello, nunca le conté esto a tu abuelo, nunca le conté nada a nadie hasta ahora sobre él. Después de años escuché que los elfos habitaban cerca de Minas Tirith en los bosques de Ithilien y aunque deseaba buscarlo no lo hice, tenia un esposo y una familia a quien cuidar. Aun así el tiempo no ha podido borrar de mi mente su recuerdo ni el sonido de su voz. Muchas veces me he preguntado cuál sería su nombre y me angustiaba no saberlo. Aunque me salvó la vida no tuve la oportunidad de agradecerle -

La anciana suspiró y se quedó dormida de inmediato, su joven nieta la cubrió con una manta y sintió tristeza por lo que su abuela había ocultado por tantos años a su esposo y a sus hijos. El amor que nunca tuvo la oportunidad de florecer. Una esperanza deshecha tanto como la suya de conocer al Rey Elessar. Su abuela murió aquella noche y toda la familia lloró por su partida y revivieron su vida con muchas historias, pero ella ya sabia la única historia que había significado algo para su abuela y nunca la contaría a nadie.

Caminó hasta los muelles y miró hacia el Norte esperando lo que su abuela esperó toda su vida pero no pasó nada, recorrió sola la orilla hasta alejarse del poblado, apoyó su delicado cuerpo en la hierba y se quedó dormida.

Cuando despertó la noche estaba muy avanzada y solo las estrellas y la luna la acompañaban; renegando consigo misma decidió volver sobre sus pasos, y cual no sería su sorpresa de ver en el Río un hermoso barco plateado por la luz de la luna o tal vez por su propia madera surcando hacia el mar. Su mirada quedó clavada en él como por un sortilegio, la nave se desplazaba ligera y dentro de ella pudo ver a dos extraños: reconoció a un enano anciano con una expresión de infinita alegría mezcla de tristeza, hablando con una persona que parecía un hombre encapuchado. Ambos notaron su presencia y la miraron. La joven doncella apenas pudo pronunciar palabra y solo atino a decir - ¿a dónde vais? - Se arrepintió de decir aquello por ser muy obvia la respuesta pero esperó angustiada que los viajeros le respondiesen.
- Vamos al Oeste y más allá - habló el enano misterioso y su compañero permaneció en silencio.
La joven deseaba verle mejor, una corazonada inundaba su ser, la esperanza de su abuela se hizo suya y gritó desesperada: - ¿sois un elfo? -
El enano miró interrogante a su compañero y el encapuchado se levantó y le dijo a la doncella - Lo soy, pero ¿cómo me has reconocido? ¿Habéis visto alguno de mi raza por aquí? -
La joven no respondió. Sus ojos veían lo que su amada abuela había ansiado ver durante toda su vida: Su corazón se lo decía: era él, el guerrero que salvó su vida cuando tenia su misma edad. Unas lagrimas se formaron en sus ojos y cayeron inconscientemente parada frente a los desconocidos. Pensó para sí: "Es la ultima oportunidad... nunca más volveré a verle como ella. Hace muchos años que la gente de esta parte de la Tierra no ha visto uno y yo jamás me imaginé que fueran en verdad tan hermosos. Pero no te reconocí" Gritó: - Mi abuela me contó sobre vos -
Un viento del norte impulsó el barco y éste empezó a ir con mayor velocidad: El elfo se quedó mirándola apenas un rato más y dijo:  - Me alegra que aún la gente que pudo conocernos cuente sobre nosotros a sus hijos -
- Solo sobre vos - gritó desesperada, mientras corría a la par de la embarcación.
El Elfo la miró extrañado y sonrió mientras recordaba haber visto aquella misma mirada de la joven tiempo atrás durante el asalto a los barcos en el Pelargir, cuando una jovencita parecida a ella se encontraba en medio de la batalla a punto de ser muerta por uno de los hombres salvajes. Pero su embarcación se deslizaba rápidamente y solo pudo decirle - Recuerdo a tu abuela, si eres tú la nieta de la doncella del campo de batalla que estuvo a punto de morir, me alegra que su descendiente conozca la historia de aquel día. Pero ahora el tiempo apresura como ves, y vos sois en verdad la última persona a quien veo antes de dejar la Tierra Media. ¡Adiós bella dama! -
La jovencita corría tras la embarcación sollozando y sus palabras se anudaron en su garganta, no podía decirle que su abuela había vivido su vida añorando verle de nuevo, juntando fuerzas gritó: - ¡Vuestro nombre! -
- ¡Legolas! -  alcanzó a gritar el elfo.
La muchacha no cabía en su alegría y parada en la orilla recordando las últimas palabras de su abuela gritó al elfo desde el corazón - ¡Gracias!

 

Por Lena del Bosque


  
 

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