Dagor Dagorath

02 de Septiembre de 2007, a las 21:32 - El_Nigromante
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Capitulo I: Despedidas y batallas:

Era el 1504 de la Cuarta Edad, cuando el Rey de Gondor y Arnor, Bârazar, cayó en una terrible enfermedad. No había remedio para este mal, y era cuestión de tiempo para que el Reino Unificado quedara desprovisto de su Rey. El joven Senescal, Boromir, gobernaba el Reino mientras el Rey agonizaba. Morthion, el hijo de Bârazar, no podía tomar derechos para gobernar todavía, no mientras su padre no aceptara. "Me pondré bien" decía con una voz agonizante, pero todos sabían que eso no pasaría.

Ahora bien, Morthion era muy versado en las artes, y gustaba de la historia antigua. Conocía paso a paso lo ocurrido en la Guerra del Anillo, y sobre todo en las guerras contra los orcos de Moria y la limpieza del Bosque Negro, llevadas a cabo por el cuarto Rey de Gondor, descendiente de Eldarion hijo de Elessar. Sabía hablar la lengua élfica, ya olvidada en esos tiempos, y entendía el lenguaje de los Rohirrim. Cada vez que podía viajaba a Rohan, o a Dol Amroth, y le gustaba pasar tiempo solo caminando. Su adolescencia la vivió en Ithilien, en la casa del Senescal, en Emyn Arnen, ya que su padre obligo a niños y mujeres a dejar Osgiliath, nadie sabia porque, y Morthion siempre se lo preguntaba a su padre, sin obtener respuesta.

Cuando Morthion cumplió 20 años, entro en la herencia de los reyes, y ese mismo año el padre de Boromir murió. Boromir pasó a ser el senescal mas joven en la historia del Reino, incluso de los días de la Tercera Edad. Bârazar noto entonces que le quedaba poco tiempo de vida, y comenzó a educar a su hijo para que gobernara dignamente. Y así transcurrieron 2 años en los que Morthion aprendió todo de su padre, y a pesar de eso no se sentía preparado.

Una noche Morthion estaba en Osgiliath y salio a caminar un rato, después de cenar con Boromir. Esa tarde había estado leyendo escritos de la Tercera Edad, como acostumbraba hacer. Le sorprendía el hecho de tener sangre élfica en las venas, la que heredó de la Princesa Árwen. El nunca había visto un elfo, ya que todos se habían marchado de Arda, como se decía, navegando en blancas Naves. Solo algunos quedaban en el norte, en el Bosque Verde, sin embargo en Ithilien ya no quedaban. Pero todavía se podía ver un poco de arquitectura élfica, si te adentrabas en los bosques. Hacia un mes que Morthion había encontrado una casa élfica mientras exploraba a caballo, cerca de la Encrucijada. No era muy grande, pero era muy hermosa. En ella encontró una capa élfica, de un gris verdoso, y con una capucha y un broche con forma de una hoja de plata. La guardo secretamente, ya que esas cosas eran escasas ya en la Tierra Media. Mientras Morthion iba pensando en todo esto, llego a la ribera oeste del Anduin, muy cerca del puente. Se acerco vacilando a la orilla, y le pareció ver una luz extraña que venia del agua, en la orilla. Cuando llego allí, se acerco y tomo una especie de bola de cristal, muy hermosa y llamativa. Supo de inmediato que era un palantir, una Piedra Vidente, ya que había uno igual en el Salón del Rey, al lado de su moribundo padre. Pero no podía ser el mismo. Por otro lado, no se sabía donde estaban todas las Piedras Videntes. Una estaba Minas Tirith, la otra en Osgiliath, junto al Rey. Había otra en Annuminas y otra en Emyn Arnen. La última de la que se sabía su paradero estaba en Dol Amroth. Pero según tenia entendido Morthion, había siete palantir, entonces este perfectamente podía ser uno de los dos que estaban perdidos. Morthion se fue rápido esa noche, y al llegar a su habitación, comenzó a escrutar la Piedra. Los primero que vio fue una torre, una gran Torre Blanca. Luego vio una gran planicie, muy extensa, y un grupo de luces a lo lejos. Supo entonces que estaba viendo Osgiliath, y los campos del Pelennor, desde la Torre de Ecthelion. Luego la visión se esfumo, y vio una ciudad, al lado de un gran lago. Era Annuminas, y estaba observando la ciudad y el Lago Nenuial. Pero de pronto apareció la cara de un anciano, con larga barba parda y un sombrero marrón. Una voz le hablo en su cabeza, y esas palabras le quedaron en la memoria para siempre. Debía partir. Debía dejar todo lo que tenia, irse a un viaje del que quizás no volvería, pero tenia que hacerlo. Las palabras del anciano Radagast habían sido claras.

Al amanecer Morthion se levanto y recordó todo lo que había visto y oído mientras veía la Piedra.
Vio la mochila que había preparado la noche anterior, apresuradamente, y el estomago le dio un vuelco de preocupación. ¿Como se iría sin que nadie lo notara? Decidió contarle a Boromir, para que lo encubriera y pudiera partir lo antes posible. Radagast le había dicho que confiara en pocos, pero el conocía a Boromir, y sabia que este lo ayudaría. Bajó al Gran Salón, y no encontró a Boromir. Tampoco estaba en el asiento de los Senescales, al lado del trono. Le pregunto a uno de los guardias; "esta en la habitación de su padre, señor" respondió este. Una sospecha lo hizo dudar. Temía lo peor. Y cuando llego al lecho de su padre, vio a Boromir con la mano del Rey sostenida.
-Murió durante la noche- dijo con una voz temblorosa. Más allá de la pena, una sensación de vacío le quedo dentro a Morthion. Había perdido a su padre y ahora debía dejar su hogar. - Morthion, eres el Rey ahora. Pero debes partir. No puedes perder tiempo.- Morthion miro a su amigo incrédulo. ¿Como podía saberlo?
-Lo se todo.- dijo Boromir al ver la expresión de Morthion- me lo contó tu padre antes de morir.
-Pero...Como... ¿El lo sabia?
-Si. Tenía contactos con el mago, mediante las palantir. Morthion, no se que hay detrás de todo esto, pero entiendo lo suficiente para saber que no hay tiempo que perder. Si Radagast recurrió a ti, será por algo. Confía en él. Vete, yo arreglaré todo. Según tu padre, Radagast buscará gente confiable para ayudarme a reinar. Soy solo un Senescal, no el Rey. Llévate a Andúril y el palantir, así nos mantendremos comunicados.
-Si, prepare todo ayer. Solo me falta la espada. Iré primero a Rohan. Creo que podré ir hacia el norte desde Édoras, para llegar a Lórien.
-Si, es lo mejor.
Se despidieron y Morthion corrió a su habitación. Tomo su mochila y se puso la capa élfica. Cuando llego a los establos, noto que su caballo estaba preparado para partir. Y así fue como el último Rey de Gondor partió de Osgiliath. Lo que él no sabia es que nunca volvería a esa ciudad. Cruzo el Pelennor y se dirigió al noroeste, rumbo a Rohan. Estaba llegando a la puerta norte del Rammas cuando notó que esta estaba cerrándose, y había mucha agitación. De pronto escucho gritos y aullidos. Al llegar vio algo que nunca había visto en su corta vida. Eran huargos, y los soldados de Gondor luchaban contra los más de cincuenta lobos que venían hacia los muros.
-¡Viene el príncipe!- grito el vigía, apostado en el muro. Los arqueros giraron, y el jefe de la compañía avanzo hacia su Señor.- Son muchos. Hace diez minutos enviamos un mensajero a Minas Tirith. Si no los detenemos al anochecer nos aplastarán.
Morthion estaba preocupado. Nunca había estado en una batalla, y sabía que ningún soldado que encontrara tendría experiencia. Vaciló un momento, pero de pronto se incorporó decidido;-No cedan. Volveré lo más rápido que pueda. Luchen con todas sus energías-. Y dicho esto apeó al caballo y se dirigió al Sur, a Minas Tirith.

Al llegar a las puertas de la ciudad iba saliendo una compañía de cincuenta jinetes. Los comandaba el hijo del Senescal de Minas Tirith, conocido de Morthion desde la infancia, aunque nunca se habían llevado bien.-¡Apresúrate Bombaruth, los soldados del Rammas están perdiendo terreno!- le advirtió Morthion, pero Bombaruth estaba sorprendido de encontrar a su nuevo Rey en la ciudad.
-Me enteré de lo de tu padre, Morthion -dijo con un dejo de indiferencia -Supongo que al ser ahora el Rey, podrás comandar la Segunda Compañía, que esta a punto de salir.- Siguió con un tono bastante arrogante como para hablarle así a su nuevo Monarca. Morthion lo miro fijamente, y los soldados que estaban alrededor notaron la lucha interior que se estaba librando entre esas dos personas.
-Guárdate esas palabras para cuando yo no esté, si no quieres perder tu autoridad.- Respondió Morthion serenamente, aunque con un pequeño tono de desagrado.- Mejor que te apresures, o perderemos los muros. Iré a buscar a la Segunda Compañía.- Giró el caballo y se dirigió al segundo nivel de la ciudad."Pobre imbécil", pensaba mientras cabalgaba. Al llegar al segundo nivel, había unos cuarenta jinetes listos para partir. -¡Formen una fila! Tres adelante, y síganme.- Anunció Morthion rápidamente. Al salir de la ciudad dio la orden, y los cuarenta y un jinetes comenzaron a correr como un trueno repentino en un día claro. Los muros estaban cada vez mas cerca, y una sensación extraña invadió a Morthion. Era su primera batalla, estaba comandando una tropa de cuarenta jinetes, y todo lo que le había ocurrido desde la noche anterior le paso por la cabeza como un torbellino del que no podía escapar. Un grito lo hizo incorporarse-¡Vienen mas!- gritaban los arqueros apostados en los muros. Morthion desenvainó a Andúril, y la hoja brillo a la luz del sol, como si renaciera después de mucho tiempo de olvido. Y de pronto, como si se hubiera acelerado el tiempo, llego al campo de batalla. No había solo huargos, sino también orcos, con grandes troncos, avanzando hacia la puerta, para usarlos de ariete. Aunque el número de soldados gondoriános era similar al de orcos, ellos llevaban la ventaja de todos modos, ya que en Gondor nunca había habido batallas, desde las Guerras de Moria y el Bosque Negro. Pero no los orcos. Estas criaturas estaban hechas para pelear, y si no había a quien matar, se mataban incluso entre ellos.
Morthion vio a Bombaruth luchando frente a las puertas con unos treinta hombres, mientras los demás soldados avanzaban hacia el oeste, arrinconado a los orcos. Luego advirtió que venían algunos por el este, y hacia allá llevo a los jinetes. Desbarataron las líneas enemigas, con los arqueros de los muros apoyándolos, y comenzaron a luchar. Al rato llegaron las tropas de Bombaruth a ayudar, pero los orcos seguían llegando. Pero de súbito, en la hora mas reñida del combate, se escucho una fuerte explosión, seguida de un destello en la parte norte del campo de batalla. El ruido de espadas y lanzas se detuvo, y todos entraron en pánico. De pronto otra explosión, mas cerca de los muros, muy cerca de donde estaba Morthion. Los orcos empezaron a gritar, y emprendieron la retirada. Los huargos comenzaron a correr hacia las montañas y el polvo se levanto, creando una cortina donde no se podía ver nada. Morthion se incorporo, cansado, y vio hacia el sitio donde se había producido la segunda explosión. Había un pequeño cráter, y fuera de este, en el borde, había un anciano de larga barba, con un báculo y ropas pardas. A su izquierda estaba un Enano de barba castaña, y con un hacha de dos manos. A la derecha del anciano estaba una Élfa muy hermosa, de largos cabellos, vestida de verde y con un gran arco élfico.
-Ese ultimo estuvo excepcionalmente bien, mease Radagast- dijo el enano como quien comenta el clima.
-Gracias, señor Enano. Aunque de verdad estoy perdiendo la práctica. Ah!, es Morthion- dijo dirigiéndose al joven que tenia al otro lado del cráter.- Así que decidiste hacerme caso, a pesar de lo que podría ocurrirte. Ya me lo esperaba de ti. Tu padre hablaba muy bien sobre ti.
-Así que este es.-Dijo la élfa sin preocuparse de que la escucharan. El Enano lo miro extrañado
-Debe ser el. Fíjate, lleva la capa.
-Tienes razón- corroboró la élfa, con un tono de respeto hacia el Enano.
-¿Radagast? ¿Como puede ser que estés aquí si anoche estabas en Lórien?-dijo Morthion sorprendido. El anciano lo miro y comenzó a reír.
-Tengo métodos muy efectivos de transporte, Señor Rey de Gondor. Y será mejor que se apresure, que tenemos un largo viaje por recorrer.
Morthion iba a responder cuando escucho la fría voz de Bombaruth detrás de él.
-¿Así que te vas, Rey? ¿Abandonas a tu pueblo ahora que los orcos han vuelto a aparecer?
Morthion lo miro confuso, pero la élfa respondió antes.
-No te metas en lo que no entiendes, humano. El pobre ya tiene preocupaciones mucho mas importantes que dar ordenes a tontos como tu.
-¿Que puede ser mas importante que ser el Rey de Gondor? Tonta, tú eres la que no sabe nada.-Y dicho esto desenvainó su espada. Pero la élfa fue más rápida, y ya tenía una flecha y el arco, apuntado a la cabeza de Bombaruth. El enano se incorporo, con el hacha preparada, pero Radagast se puso entre ellos y el sorprendido capitán gondoriano.
-¡Vanimeldë! ¡Balin! Ya se ha derramado mucha sangre hoy. No vinimos a matar hombres, recuérdenlo.
La élfa y el enano bajaron las armas y se miraron ceñudos.
-Vamos, Morthion- dijo el mago- debemos irnos ya. Toma tu caballo, nosotros tenemos unos mas allá.- Y dicho esto se dio vuelta y fue hacia una colina al norte. El enano y la élfa lo imitaron, y cuando Morthion los siguió, un grito de odio le llego a los oídos.- ¡Traidor! Te juro que pagaras por esto, Morthion.- Le grito Bombaruth mientras el Rey se alejaba de los muros de su país, con tres extraños, a un viaje del que no se sabía el fin.



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