Nimedhel

Bueno, pasando a lo que es mi historia os diré que está dividida en cuatro partes: la primera nos habla de los largos años de peregrinaje y el doloroso camino que recorrieron los antepasados de una bella princesa: Nimedhel, la blanquísima y bella Señora de los Elfos Errantes, la segunda trata de la infancia y juventud de un valiente príncipe elfo: Legolas. La tercera nos refiere a los acontecimientos que tienen lugar en el Bosque Verde (o Negro) luego de la llegada de los Elfos errantes (o lo que quedó de ellos en la Tierra Media). Por último, la cuarta parte trata desde la partida de Legolas del Bosque hacia Rivendel, donde es elegido por Elrond para integrar la Comunidad del Anillo, hasta que la Sombra es vencida y Aragorn es coronado, sin obviar por supuesto la amistad que lo une a Gimli y los numerosos diálogos que tienen en el camino. Ah, sí, olvidaba el Epílogo, pero ¿de qué trata esto? Pues... para saberlo debéis empezar a leer...

P.D. Si alguien tuviese alguna duda, comentario, aporte, crítica o queja, me gustaría que me escribiesen a haleth_go@yahoo.es

Caranfind, una bella y prudente Señora Elfa era la esposa de Harmírion, fuerte Señor y uno de los mejores capitanes de un poderoso ejército, valiente y hermoso. Tales eran estos Señores Elfos, poderosos y bellos, de una gran sabiduría y cólera terrible en la batalla, grandes en un antiguo linaje de nobles y bravos caballeros. Mucho antes que sufrieran el largo exilio, vivían en un amplio palacio y eran miembros distinguidos de la corte. Allí se hacían obras de maravilla, entre la alegría y las risas, el sonido del viento y de las arpas élficas.      

Como ya ha sido contado en muchas historias, numerosas guerras y pleitos dividieron a los Elfos en varios clanes, algunos más numerosos y fuertes que otros, este era pues un pueblo menguado, vivieron en paz por un breve tiempo, pero la tranquilidad y la alegría no duró para siempre, las continuas contiendas los obligaron a errar sin un rumbo fijo, al fin se ubicaron en una sencilla ciudad, pero a ésta también la alcanzó la sombra y la ciudad ardió y los Elfos que fueron tomados por sorpresa no sobrevivieron, muchos de ellos perecieron y otros fueron arrastrados hasta las oscuras cavernas del Enemigo. Demonios y criaturas de toda clase azotaron la zona y muy pocos pudieron escapar, llevados por túneles secretos. Mas no fueron muchos los que consiguieron ponerse a salvo, algunos perdieron el camino, espantados por bestias repugnantes y demonios terribles. Estos Elfos se defendieron como mejor pudieron, liderados por el valiente capitán Harmírion, derribaron un oscuro demonio echo de fuego y sombra. Mas era tarde, la ciudad entera había caído y los principales señores se perdieron.      

Mucho tiempo lloraron la ruina de su reino, los lamentos competían con el fuerte viento y lo vencían. Al fin, lejos del hogar y separados de sus seres queridos, decidieron errar por los amplios y profundos parajes aún desconocidos por ellos, exploraron las montañas y los ríos y los valles y las quebradas, pero nunca encontraron algo siquiera parecido a su propia casa. Estos Elfos no pasaban del ciento, guiados siempre por Harmírion, anduvieron mucho tiempo así, cantando la antigua y breve gloria de su ciudad.   

Luego de largos años de peregrinaje, cuando el Mundo había cambiado y numerosas guerras se habían librado contra la creciente Oscuridad, los Señores trajeron al mundo un hermoso hijo: Mirluin, el de los ojos como el zafiro. Bellísimo, de cabellos oscuros como la noche y una mirada fría y aguda, había heredado la fuerza del padre y tenía un temperamento feroz cuando luchaba, pues aún en su camino tuvieron que enfrentar oscuras bestias y repugnantes criaturas, pero ninguna lo suficientemente fuerte para derribar al gigantesco Harmírion o al habilísimo Mirluin, cuyas solas voces hacían huir a las criaturas oscuras más osadas. Muchísimos años después nació Rilrómen, de cabellos dorados y brillantes como la salida del Sol, la fuente de su alegría infinita siempre fue un misterio para todos. Al poco tiempo llegó al mundo Linorn, rubio, sereno y muy paciente, y nunca en la Tierras yermas se escuchó voz más hermosa que la suya. Pasó el tiempo y los hijos de Caranfind eran cada vez más hermosos y más hábiles, Rilrómen deshacía la paciencia de Mirluin, quien ya era muy mayor y muy grave, haciendo malabares con un par de cuchillos que su padre hizo especialmente para él, mientras que el dulce Linorn, el más parecido en carácter a la madre, se divertía viendo a Mirluin persiguiendo sin piedad a Rilrómen, ¡incluso a caballo!. Linorn, el más pacífico de los hermanos, prefería aventurarse solo en los Bosques en busca de quién sabe qué, o quién, canturreando palabras que sólo él comprendía. Eran años de paz, cuando nació la última de ellos: Vannië, retrato de su madre, su cabello era como el fuego y sus ojos tenían un brillo como la plata. Muy hermosa y hábil, creció entre viajes y aventuras, hablando con las aves y aprendiendo de ellas a descubrir los secretos de sus voces e interpretar los susurros del viento.

Transcurrieron así muchos años de paz, los Elfos otrora errantes se habían establecido en un rico valle al final de un cañón que colindaba con fuertes montañas. Al otro extremo de este cañón había un pequeño, aunque rico, reino de Hombres, cuyo soberano tenía tratos con el Señor de estos Elfos. Mientras los últimos habitasen el extremo occidental del cañón, los Hombres no tendrían por qué preocuparse por los lobos de las montañas, pues los guerreros Elfos se encargaban bien de ellos, mientras que el rey debía prometer que a nadie avisaría sobre el paradero de estos Elfos, pues no les gustaría ser molestados. Durante tres reinados de Hombres habitaron el valle, y tres fueron los reyes que repitieron la promesa a los Elfos escondidos. Y mientras el tiempo pasaba para los Hombres, las historias sobre un alto Señor Elfo que vivía al final del cañón con un pueblo de hermosas gentes y grandes caballos pasaron a ser historias de viejas o a formar parte de canciones de niños. Y para los Elfos, así pasó el tiempo: entre cantos y cacerías, música, vino, fiestas y grandes aventuras, la última de ellas, antes de los largos años de paz, fue la persecución de una manada de lobos muy fiera, guiados por malvados orcos, que acecharon hasta las tierras yermas, donde los Elfos casi los exterminan por completo. Luego de tal cacería, orcos, trasgos y lobos, juraron venganza y largo tiempo permanecieron encerrados en frías cavernas a la espera del momento oportuno.