I noldolanta, la caida de un sabio

23 de Enero de 2005, a las 22:24 - Lothmë
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

Esta historia fue fruto de una larga investigación que hice para una defensa de razas, como actividad que realizamos con un grupo de amigos que gusta de Tolkien ("La Comarca"), el objetivo de esta actividad era defender una raza, desde el punto de vista de uno de sus miembros, no resulto muy bien que digamos, pero desde entonces esta historia, o digamos versión de la historia, me vino rondando la mente, atormentandome, y al fin ahora ve la luz.

Bueno, como siempre, cualquier duda, pregunta o comentario que deseen hacer sobre este relato, escribanme a lothme@hotmail.com.


Rojas y fieras ardían las teas en medio de la nueva oscuridad que envolvía a Túna. Ni una estrella en el oscuro cielo de Eldamar, ninguna luz que aliviase nuestra terrible pérdida.

Alrededor de la hermosa Tirion todo era silencio y hasta el tiempo detuvo su curso para escuchar las palabras de quien sufría aún más que todos nosotros juntos, del que había perdido lo que más amaba, de aquel que no debiera encontrarse allí, palabras... que cambiarían el rumbo de nuestras vidas, por siempre.

- Oh Noldor, pueblo valiente y sabio, porque derramáis más lágrimas al océano de dolor que ya inunda este aciago día, tal vez hoy hayamos sido heridos hasta lo más profundo de nuestra alma. Mas decidme, el porque de tanto vano llanto, acaso vosotros deseáis seguir lamentándoos por siempre en esta oscura tierra mientras el responsable de tan cruel dolor ríe de nuestra pena. Dejaréis huir impune al Gran Enemigo Negro, sus manos rebosantes de nuestros tesoros, bañadas en la sangre de nuestro rey, podréis acaso seguir pasivos, esperando y temiendo en vuestros hogares un nuevo y funesto golpe que el Enemigo trame, estaréis acaso en calma, podréis vivir en paz mientras sabéis que más sangre inocente será derramada sin recibir castigo alguno. Es suficiente! Ya bastante dolor nos ha traído la pasividad de los Valar, los Poderes en su infinita sabiduría nos piden calma ahora, mas mirad que su sabiduría solo ha servido para liberar a su propio verdugo, ahora el bello Oro y Plata de Valinor han sido extinguidos, su bella luz oscurecida por obra de aquel en cuyo arrepentimiento ellos confiaron, pues ya bien conocidos eran sus crímenes; por Su benevolente mano hemos caído todos. Ya desde los lejanos días en Cuiviénen conocimos su maldad, y la sombra que oscurecía las estrellas fue siempre obra de sus manos, tal vez fue apresado y vivió bajo la pesada carga de Angainor, por un tiempo, mas luego fue liberado para andar libre entre nosotros a pesar del odio y veneno que siempre destiló hacia los Eldar. Nuestro dolor proviene de la excesiva piedad de los Señores de Occidente, pues acaso creéis vosotros que Manwë Súlimo, en su infinita sabiduría ignoraba los secretos designios del Negro Corazón de quién fue su hermano en el pensamiento del Único, yo lo dudo. Los Valar nos trajeron al Bienaventurado Reino para librarnos de la oscuridad de Endor, o eso dijeron, mas por ventura que jamás conocimos oscuridad más amarga. Decidme si acaso por dejar nuestro hogar de dulces aguas bajo las estrellas del cielo, por abandonar a tantos de nuestros hermanos en un momento de locura, o por recorrer tan dura travesía en busca de la Luz que fue, acaso por ello nos vimos librados de las oscuras argucias del Enemigo... Una vez este fue un Reino de Luz, luz negada a la bella Endor, más ahora todo es sombra, que esperáis todavía, oh Noldor, seguiréis acaso en la bella Tirion esperando que llegue la justicia. Que justicia estáis esperando. Mirad ahora a quienes se nombraron nuestros salvadores... tal vez nuestras manos no sean tan poderosas, pero estas al menos no tiemblan cuando de tomar una acción se trata, ni se conforman con lamentarse mientras la venganza las reclama. Vamos, pueblo mío, vosotros tampoco tenéis ningún temor, tras Morgoth iremos... aún hasta el fin del mundo.

Cual hechizo de ciega cólera sus palabras inflamaron los corazones en Túna reunidos, el ansia de partir nublando las mentes. Mas entonces conciliadora y serena se alzó una voz, que cual agua fresca resonó en la colina, voz que sabíamos no sería por todos escuchada.

- Fieras son tus palabras, hermano mío, más las palabras precipitadas generalmente traen poco consejo. Un gran dolor nos embarga, es cierto, y yo más que nadie se que Melkor nos ha hecho un daño irreparable. Más nada conseguiremos siguiéndole con nuestra cólera, los Valar, admitís vos, son más sabios y poderosos que nosotros, dejemos pues que su consejo nos ayude y apoye en este cruel momento, y juntos conseguiríamos enfrentar mejor el poder del Enemigo que se alza ante nosotros. Atacarlo solos e intempestivamente no sería lo más sensato, pues grande es el peligro que nos espera. Morgoth no ésta sólo, y aún nuestras más poderosas armas no conseguirán mucho contra su gran poder. Sabemos bien que ninguno entre este valiente pueblo se arredra ante ello; más ante todo debemos esperar el veredicto de los Poderes, vos no debéis rebelaros a Su voluntad, aunque en medio de tu dolor ya lo hayas hecho, más por favor hermano aquieta tu espíritu y ten calma...

- Hermano, dices, más pareciera que él que ha caído fuera para ti sólo un extraño. El gran rey de los Noldor Finwë ha muerto en Formenos, por si lo ignorabas. MI padre cayó a manos del Melkor Morgoth que vuestros sabios Poderes liberaron, él fue y robó los Silmarilli junto a todo lo que era de nuestro rey, el único que valientemente resistió el poder del Enemigo Oscuro, a quién hasta ellos, vuestros “Grandes Poderes” temen, hermano. Pues Morgoth fue en el principio uno más de ellos, que digo, el mayor de entre ellos. Y si ahora un gran dolor nos embarga es con la anuencia de su parentela; quien mejor que ellos para reconocer en los intrincados vericuetos de su mente, toda la maldad que, os aseguro, ya hace mucho planeaba. Vuestros Poderes fueron también quienes dejaron escapar al Enemigo una vez conocidos todos sus planes, ahora mismo, decidme que bien hacen mientras ociosos se sientan en el Máhanaxar, también ellos lamentándose frente al seco Ezellohar. Ahora cuando la Gran Oscuridad ha huido hacia Endor, arrebatando a Valinor su luz, decidme que otra razón puede retenerlos aquí sino es el miedo, como es posible que no hagan nada, mientras el culpable de tanto dolor vaga impune. Ahora, vos seguís pidiendo calma, seguís esperando confiado el sabio consejo de los Grandes Poderes...No habláis como un hijo de Finwë, hermano, y si vos y vuestra cobarde “Hermosa” sangre teméis enfrentaros en combate al Morgoth, vengando a tu rey y padre, yo y mi sangre aquí presente no lo hacemos. – Terribles y frías destellaron las ocho espadas al resplandor de las antorchas, pronunciando un juramento lleno de odio y venganza, juramento inquebrantable de llegar aún hasta los más remotos confines de Arda para destruir al asesino, sin que nada, ni nadie pudiera interponerse entre ellos y las Grandes Joyas arrebatadas.

Largo y tortuoso fue el debate, más no basto para apaciguar los corazones. Llanto y cólera, odio y tristeza, dolor... y venganza, todo dentro nuestro. Estar calmados ya era imposible, inútil conformarse con lamentar lo perdido, cómo no hacer nada mientras el ladrón y asesino pasea a sus anchas. No existía modo, ni perdón, tregua u olvido.

Largas se extendían las millas entre Eldamar y Endor, largo y tortuoso el camino de la venganza. Mas nada detendría a los Noldor aún en tan oscura senda...

Grande era la hueste que marchaba al Norte..., demasiado grande para atravesar el ancho océano, sin ayuda... Alqualondë, puerto amigo, se erguía en el camino, cual nueva luz de esperanza. Pero en tiempos oscuros, aún el amigo niega ayuda al amigo, y aquellos que mucho recibieron no deseaban dar... No, en contra de la voluntad de los Valar.

- Vosotros antaño amigos, osáis negar una mano amiga a quien tanto os ayudo, ahora cuando nuestro apuro es tan grande. No, vosotros no negasteis la antigua amistad de los tiempos de la marcha, cuando llegasteis aquí los últimos, Teleri de corazón flaco. Vosotros no estaríais siquiera aquí en “Vuestro Hogar” de no ser por las súplicas de Finwë, vuestro amigo, a los Grandes Poderes. Vuestras hermosas moradas serían solo chozas, de no ser por la obra y maestría de las manos Noldorin, Decidme quién cavó vuestro puerto y talló vuestros muros. Quienes crearon la belleza del ópalo, diamante y cristal que adornan vuestras playas. Más aún así deseáis ignorar tan larga unión, preferís negar el necesario auxilio a quién se acerca a vos en la hora de la necesidad. Justa es nuestra causa, más la venganza por la cruel muerte de vuestro amigo, no es razón suficiente para moveros de vuestros cómodos hogares. Cobardes, creéis que así vuestras hermosas costas se verán libres del ataque del Gran Enemigo. Sí, preferís quedaros en la seguridad del Puerto de los Cisnes dejando a vuestros hermanos librados a su suerte, no es así Señor de los Lindar. Muy bien, si deseáis continuar bajo el seguro manto protector de los Poderes ignorando la sangre derramada por vuestros amigos, hacedlo, seguid viviendo vuestras tranquilas y pacíficas vidas, los Noldor no somos quien para impedíroslo. Sí vosotros preferís una eternidad de sometimiento a los Valar, si apreciáis más a los Grandes Poderes que al amigo en desgracia, lo entendemos. Si decís que no fuimos los Noldor quienes os enseñamos el arte de vuestras hermosas naves, no os juzgamos, vosotros tampoco nos enseñasteis el arte de la piedra, metal y orfebrería antes de recibir nuestros hermosos presentes. Seguid aquí en el bello Alqualondë si lo deseáis, no deseamos que vosotros os opongáis a la Poderosa voluntad de los Valar. Continuad pues, Teleri, con vuestras placenteras vidas, nosotros también seguiremos tranquilamente nuestro camino. Lamento alguna vez haberos considerado amigos...

Así pues la avanzada de los Noldor se alejó, más no todos estaban tranquilos... Negros pensamientos rondaban la mente del Gran Príncipe de los Noldor: el dolor inconmensurable de su pérdida, ansia de pronta venganza, el odio irracional contra el Poderoso Enemigo, ira por la falsedad del amigo, el silencio de los Poderes en los que una vez creyó... Oscuros pensamientos roían su mente, sombrías ideas y terribles presagios llenaron su alma...Y él, Curufinwë Señor de los Eldar, finalmente cayó en la sombra.

Nadie lo reconoció entonces, pues una nueva voz habló por sus labios, los ojos ardiendo con un fuego reciente. Un Espíritu de Fuego que por fin había despertado.

- A los barcos... dijo Feänor irguiéndose delante nuestro.

Mas la llama del saber y la razón que ardía antaño, la más grande luz de Sabiduría que iluminaba a los Noldor, se había extinguido en él... para siempre.


  
 

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