Quenta i tari sindarion

12 de Octubre de 2005, a las 22:27 - Nicole Almeida
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Capítulo 1: Recuerdos

La mañana avanzaba, los rayos de Anar acariciaban la verde hierba. La montañas oscuras al este ensombrecían las planicies. Los bosques poco espesos se extendían al este y al oeste ya nada había, el mar se lo había tragado todo. Allí, en el descampado, estaban dos figuras solitarias.

- Mirglin despierta!! – decía una mujer de cabellos negros y grises ojos mientras sacudía a su joven hija.

La muchacha se levantó en silencio. Era más alta que su madre, llevaba los largos cabellos castaños recogidos en trenzas, sus ojos eran como esmeraldas brillando bajo la luz de la luna y las estrellas y su rostro de suaves facciones tenía una extraña belleza élfica.

- Gilrin – dijo Mirglin dirigiéndose a su madre – Debemos continuar hoy??

- Si – dijo Gilrin – Estamos a sólo un par de días de Lindon. Mientras más pronto lleguemos más pronto veremos a nuestros parientes. O los has olvidado??

- No – dijo Mirglin secamente – Pero desde hace meses que no hacemos más que ir a Lindon.

- El mar nos pisa los talones – respondió Gilrin – Démonos prisa.

Se apresuraron a comer unas pocas provisiones que les quedaban y se pusieron en camino hacia el este. Llegaron rápidamente a Sarn Athrad y continuaron por el antiguo camino de los enanos, pero ninguna de las dos quería hablar. Su silenciosa caminata continuó hasta ponerse el sol. Entonces buscaron un sitio para dormir y encendieron una fogata. Se acomodaron lo mejor posible en una cueva que encontraron.

- Ahora debemos ir al norte – decía Gilrin – No tardaremos más de un día en encontrar a Bregil.

Habían caminado internándose en la región conocida como Thargelion o Lindon. La gente a la que buscaban debía estar al noroeste del monte Dolmed. El camino era corto y bien cuidado pues iba a las mansiones de los enanos en las montañas azules y los enanos pasaban por el con bastante frecuencia. Pero a Mirglin le preocupaba otra cosa. Durmieron sin ni siquiera darse las buenas noches, lo cual se había convertido en costumbre.

***

Era invierno en Neldoreth, el sol brillaba frío aún en el este. Un viento helado despertó a Mirglin y ella salió de la pequeña casa de madera a un claro de bosque. La casa era como una isla en un mar verde claro, había más casas de este tipo en los alrededores donde vivían otras gentes. Afuera estaba un elfo, claro que Mirglin no lo sabía porque nunca había visto uno. Era un elfo bastante inusual para ser un sinda, más se parecía a los Noldor pues era muy alto de cabellos negros como sus ojos. Pero una sombra de silencio y amargura cubría su mirada por eso lo llamaban Hendîn (1).

- Qué miras Cáno (2)?? – dijo Mirglin al elfo.

- Sabes que a Bregil le molesta que me digas así, Fuinedhel –dijo Hendîn mientras miraba con su vista élfica entre los árboles.

- Aún no me respondes – insistió Mirglin.

Hendîn se quedó en silencio un rato tratando de averiguar que era lo que estaba viendo - Hay fuego al noroeste – dijo al fin – Creo que son orcos.

En ese momento salió otro elfo de la casa. Este era muy diferente su hermano, Hendîn, porque era rubio y de ojos verdes como los de Mirglin.

- Orndil – dijo Hendîn sin dejar de mirar a lo lejos – Hay orcos cerca.

- Que mejor manera de empezar el día!! - dijo Orndil sarcásticamente. – Fuinedhel será mejor que vaya a dar aviso a Bregil.

- Pero quiero pelear atto (3) - dijo Mirglin.

- Todavía eres muy joven para pelear contra orcos – dijo Orndil, pero la miraba muy orgulloso.

Mirglin se iba a adentrar en el bosque bastante decepcionada cuando -Espera Fuinedhel!! Será mejor que tengas esto – decía Orndil mientras le entregaba a su hija una espada larga con empuñadura de mithril y perlas incrustadas. – Era de mi padre y de su abuelo antes de él. Se llamó Aranrúth, pero tu le encontrarás un nombre más apropiado para estos tiempos.

Tomando la espada corrió hacía la casa de Bregil que estaba a unos diez minutos de la suya. Bregil era pariente de Gilrin y era un hombre de gran valor, él había guiado a la poca gente que quedaba de la casa de Bëor hacía Neldoreth. No era cercano a la familia regente pero lo habían elegido como capitán. Cuando Mirglin llegó se encontró con que Bregil estaba preparando todo para un viaje, uno largo por lo que veía. Mirglin avanzó buscando a Bregil y lo encontró montando su caballo con algunos guerreros esperándolo.

- Mirglin, qué haces aquí?? – dijo al verla.

- Vengo a avisarte que hay una compañía de orcos al noroeste de aquí – respondió Mirglin aún de encontrar las cosas tal como estaban.

Bregil suspiró, su tiempo ya había pasado y la edad empezaba a pesarle. – Si mis exploradores los vieron ayer a la madrugada. Son muy numerosos, no podemos contra ellos. Partiremos lo antes posible hacia el este. – dijo.

- Pero… - comenzó Mirglin.

No hay tiempo para eso estarán aquí en menos de una hora. – dijo Bregil – Y si enviaron una avanzada estaremos en apuros. Regresa y prepárate para partir.

Bregil dio media vuelta y siguió organizando las cosas pero Mirglin se quedó fría, no se lo podía creer. “No podemos ceder así de simple nuestro hogar” pensaba mientras atravesaba de nuevo el trecho de bosque a su casa. Usualmente, cuando los orcos entraban en Neldoreth, eran eliminados rápida y limpiamente. Y casi siempre era Bregil el que no cedía ni aunque la razón no estuviera de su lado.

Al poco tiempo Mirglin notó que el silencio era sepulcral. Sabía que eso no era nunca una buena noticia, su padre se lo decía todo el tiempo “Cuando el silencio es mortal y no te deja respirar, entonces ten miedo y más cuidado que nunca porque la muerte esta rondando”. Caminó lo más sigilosamente que pudo como tratando de no perturbar el abrumador silencio.

Antes de llegar al claro vió las llamas que lamían la madera de su casa y muchos orcos alrededor. Ahora entendía lo que Bregil había dicho, eran demasiados y era sólo una avanzada. No dudo un instante en tensar el arco que andaba a llevar y puso flecha en mano apuntando al orco más cercano. El momento en que disparase la flecha les revelaría su posición y tendría que pelear. Se preparó, pero en ese momento una mano cubrió su boca y la obligó a  retroceder a la espesura del bosque.

- Fuinedhel – le susurró una voz conocida – No hagas ruido y sígueme.

Mirglin se dio la vuelta, era Hendîn. Pero el ya se estaba internando en el bosque. El elfo estaba herido cerca del cuello y Mirglin vió los restos de una flecha negro en su brazo derecho. Sangraba mucho.

- Cáno, no estás bien. Qué pasó?? – dijo Mirglin.

Hendîn notó el tono de preocupación en la voz de su sobrina. – Ya casi llegamos – dijo pero su visión se estaba nublando, resbaló y cayó. La suerte estuvo de su lado esa vez porque a tan sólo unos pasos estaba un claro donde estaban reunidos los sorprendidos por el ataque. Daewen, la aprendiz de Gilrin, corrió junto con otros a ayudar a Mirglin.

- Daewen, dónde está Gilrin?? – dijo Mirglin. Gilrin era la mejor curadora y además quería ver si estaba bien.

- Daewen?? – repitió Mirglin.

- Esta atendiendo a Orndil – respondió la curadora mientras se volvía a Hendîn para atenderlo. – Mejor ve a verlo pronto. – añadió Daewen muy tristemente.

Mirglin se sintió devastada, sabía lo que eso significaba. Unas lagrimas cruzaron su rostro lentamente y en silencio mientras caminaba a ver a su padre. Lo encontró acostado en un lecho de hojas, estaba muy mal herido. Aún Mirglin sabía que no sobreviviría. Gilrin estaba a su lado y parecía de piedra pues su rostro no tenía expresión alguna. Entonces Orndil la vió y sonrió.

- Fuinedhel, estas bien – dijo dificultosamente aunque aliviado – Yo no tuve la misma suerte. Mi hora esta próxima, tu lo sabes.

- No atto!! – las palabras escaparon de sus labios en un murmullo.

- Alégrate hija porque algo bueno llegará pronto por la costa – dijo Orndil porque en ese momento muy lejos de allí, cruzando el mar, en Tirion sobre Túna, Eärendil acababa de encontrar a Eönwe pero el corazón de Elwing se oscureció. – Me despido Fuinedhel…

Mirglin cerró los ojos de Orndil y se sentó a su lado. A esta hora llegó Bregil con otro grupo de gente. Mirglin oyó la agitación que preparaba el abandono del hogar, pero no se movió. Con una rapidez impresionante se estaban poniendo en camino.

Bregil se acercó a Mirglin que seguía a lado de su padre.

- Lamento tu perdida – dijo – Pero no podemos demorarnos. Debes seguir con nosotros.

- No podemos dejarlo así –dijo Mirglin tristemente – los orcos lo devorarán.

- Lo enterraremos en un lugar apropiado – dijo Bregil – Mis hombres se encargaran de su cuerpo. Ahora ven.

La muchacha se levantó y fue con Bregil. Se preguntaba como estaría Hendîn pero no se atrevía a decir nada temiendo lo peor. Mirglin caminaba a lado de Bregil hasta que un oscuro pensamiento se apoderó de ella.

- Donde esta Gilrin?? – dijo.

- Qué?! –exclamó Bregil sobresaltado. Había olvidado a Gilrin. – Por qué no está contigo??

- Estaba conmigo hace poco – respondió Mirglin abrumada – Pero no sé a donde ha ido.

- Cómo deje que esto pasara?? – dijo Bregil pasando se la mano por los cabellos negros salpicados de blanco. – Tal vez…

- Tal vez qué?? – dijo Mirglin impaciente.

- Puede que haya ido al Claro Marchito. – dijo – Sería un suicidio ir allí con tantos orcos rondando – añadió enseguida.

- Gilrin es muy hábil para andar con sigilo en los bosques, de ella aprendí yo – dijo Mirglin – Puede estar aún con vida. Dime a donde tengo que ir e iré en su busca.

- No puedo mandarte a ti!! – replicó Bregil.

- Entonces yo iré – respondió – aunque me tardaré más teniendo que encontrar el rastro.

Bregil la miró apenado – Si no puedo cambiar tu decisión por lo menos no te mandaré sin ayuda. Ve hacia el sur hasta que encuentres el Esgalduin, síguelo en dirección al poniente y no tardarás en encontrar un claro que da al río. Ese claro es inconfundible porque nada crece ahí desde que quemamos un grupo de orcos en esas hierbas. Se cuidadosa y con o sin Gilrin tienes que ir al este a Lindon al norte del monte Dolmed. Pueden tomar el camino de los enanos y llegarán rápidamente.

Mirglin se apresuró a coger algunas provisiones y partió sin que nadie lo notara, excepto Bregil. Se internó en el bosque siempre buscando los rastros que podían indicar si Gilrin seguía con vida. Se acercó al campamento orco a propósito para averiguar si había sido capturada. Trepó a un árbol para aproximarse más. Los orcos estaban recogiendo el botín, pero, por lo que oía, no habían tomado prisioneros.

Entonces Mirglin decidió escuchar el consejo de Bregil e ir al sur. No caminó mucho antes de encontrar las dulces aguas del Esgalduin. Siguió al oeste, y la noche caía y la luna se alzaba pero Mirglin no se desanimó. Después de unas horas cuando el alba ya empezaba a brillar, el bosque se abrió en un claro a su derecha. Había llegado al Claro Marchito donde en vez de suaves hierbas estaba una arena seca y aspera. No era un lugar muy amplio pero era definitivamente “La mancha de Neldoreth” pensó Mirglin. Gilrin estaba ahí sentada en la arena.

- Gilrin?? – dijo dudosa.

- Vamonos de aquí, Mirglin – respondió.

- No me vas a decir por qué te fuiste así?? – dijo Mirglin muy enfadada por la forma, tan simple y despreocupada, en la que hablaba su madre.

- No – dijo secamente Gilrin y con esto empezó a caminar al este.

Las cosas cambiaron de forma mientras Mirglin abría sus ojos  bruscamente, despertando de sus recuerdos.


1- Hendîn: Ojos Silenciosos
2- Cáno: Comandante
3- Atto: Papá


  
 

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