El Archimago de Grislandia

18 de Mayo de 2003, a las 00:00 - Aitor E. Zuriaga
Relatos de Fantasía - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

Érase que se era un hermoso país llamado Tierralegre (por ponerle un nombre cualquiera). Tierralegre era un país muy bonito, con su solecito por aquí, y sus arbolitos por allá, y todas estas historias. Hasta que un día... ¡llegó un poderoso archimago del país vecino, Grislandia! Su nombre era Melegorg (por ejemplo), y les dijo a los habitantes de Tierralegre "O me servís u os mato, gusanos", poco más o menos, y de esta forma sometió a todos y cada uno de los lugareños. Pero ¡ajá!, un día un grupo de rebeldes se rebeló (por eso eran rebeldes) y fueron elegidos seis representantes de distintas castas para realizar la peligrosa misión de viajar a Grislandia, donde Melegorg tenía su guarida, ¡y derrotar al Archimago! La historia es algo pobre, pero es difícil inventar algo nuevo en este género...
Nuestra aventura comienza en una aldea, que por razones argumentales no hace falta que tenga nombre, pues los héroes de turno sólo van allí a descansar y comprar cosas. Ellos la llaman Aldea. Los seis héroes acababan de comenzar su misión, y salían de una rústica cabaña, una cabaña que no se sabía de quién era ni quién la había puesto ahí; simplemente estaba.
Uno de los héroes era un guerrero. Era pelirrojo, y tenía una larga coleta, y vestía de rojo y negro, con capa incluida, y portaba espada y escudo. Le habían explicado todo como si él fuera el protagonista, y de hecho él se pensaba que era el jefe, y que los demás sólo lo acompañaban para ayudarle en tareas menores, cuando en realidad este pobre era el último en enterarse de todo. Se le había dado el nombre de Guaperas.
Otro era un enano. Era bajo y rechoncho, como todos los enanos, y tenía una gran barba marrón, y vestía con mucha ropa y un enorme casco con cuernos, y esgrimía un hacha de descomunales proporciones (en verdad más grande que él, para demostrar que era más chulo que nadie). A él le habían engatusado con algo parecido, y le habían dicho que él era el héroe del siglo, y que se le asignarían cinco compañeros que le harían la función de sirvientes, y más cosas por el estilo. Se llamaba Michelines, y esto lo mosqueaba bastante.
El siguiente era un elfo. Era rubio y lucía un estúpido gorrito con una pluma, y vestía todo de verde, y luchaba con arco (y flechas, claro). Sus orejas eran largas y muy graciosas. Lo mismo que a los dos anteriores: "Tú serás el héroe legendario, bla bla bla... no nos defraudes, bla bla bla..., cinco pringados irán contigo, bla bla bla... y tal y cual". En realidad estaba ahí para dar alegría. Su nombre era Orejón.
La próxima era una amazona de la periferia. Su cabellera era larga y rubia, y blandía una gigantesca espada, y tenía MUY poca ropa y MUY mala leche. Estaba un poco loca, y había que ir con cuidado cuando se cabreaba. Ídem que los tres anteriores, y no lo llevaba muy bien, pero no sabía a quién rebanarle la cabeza porque desconocía quien era el responsable de la engañifa. La llamaban Tía Buena, y a menudo a su nombre lo acompañaba algún que otro silbido.
El quinto era un cabroncete. A diferencia de los anteriores, que eran buenos, o tiraban un poco más hacia la justicia, a éste se le había asignado la condición de "Malo". Era un mago entrado en años, de una antigua orden de magos malos, malvados y perversos (entre otras cosas también malas), y una larga túnica parda lo cubría de arriba abajo, y un capuchón tapaba parte de su cara de pocos amigos. Usaba un cayado mágico. Era el tipo de hombre que vendería a su madre por unas cuantas pociones (de hecho éste se la cambió a un amigo por una contra la caída del cabello). Los de su orden le habían comido el coco para que se llegara a pensar que si vencía al Archimago él y los de su casta se convertirían en los dueños del mundo, o algo así, y por ello era un egoísta de cuidado. Correspondía al nombre de Malasombra.
Y la última era una hechicera. Era morena y hermosa, y mientras que por una parte estaba tapada por una capa y una capucha (para quedar bien, como pura y tal), por otra iba vestida de una forma tan indecente que habría avergonzado a su pobre madre, pues dejaba casi al descubierto algunos de sus atributos más reseñables. Ésta era "Neutral", y le importaba un pimiento todo lo que pasaba; pero la habían mandado las de su casta, y encima en cualidad de jefa. Se le había dado el nombre de Pechugona, y no creáis que le hacía mucha gracia...
Una vez fuera de la cabaña, el guerrero Guaperas, algo desconcertado, habló:
-¿Quiénes sois vosotros y qué demonios estamos haciendo aquí? - preguntó - No me he enterado de nada porque han pasado los textos muy rápido...
-Bueno, la historia creo que va de que tenemos que vencer al Archimago de Grislandia - dijo Pechugona.
-¿Quién es ése?
-No lo sé, ni me importa. A mí todo eso me trae sin cuidado. Matémosle y ya está, ¿vale?
-¡Vale! Eso es lo que necesitaba saber. Ahora, como jefe, ya puedo guiaros sin problemas.
-Un momento, majo - dijo el enano Michelines - ¿Se puede saber por qué eres tú el jefe? A mí me han dicho que yo era el responsable de esta expedición.
-¡Ja! Lo mismo me han dicho a mí - contribuyó el elfo Orejón.
-¡Tú te callas, elfo!
-¡Cállate tú, enano gordinflón!
-Está claro que nos han tomado el pelo - anotó Tía Buena - No parece que haya un jefe predeterminado...
-¡Aquí no hay jefes que valgan! - exclamó Malasombra - Si no lo soy yo, no lo es nadie.
Seguidamente los seis comenzaron a discutir, pero al fin Guaperas apaciguó los ánimos.
-¡Vale, ya está bien! - dijo - Es un comienzo un poco raro éste... Me siento como si estuviera "programado". Aparecemos aquí saber nada de nada y... ¿Alguien se acuerda de lo que estábamos haciendo antes de salir de la cabaña?
-A mí me habían dicho que... - empezó el enano.
-¡Ya sabemos lo que te habían dicho, señor enano! A todos nos han dicho lo mismo. Pero, ¿te acuerdas del día en que te lo dijeron? ¿Tenéis imágenes mentales? ¿Recuerdos claros?
Los demás permanecieron callados unos instantes.
-Mmmm... A lo mejor tenemos alzheimer - sugirió Orejón.
-¡¿Los seis?!
-Sería un poco raro - dijo Pechugona - Que me cuelguen si el alzheimer es contagioso.
Malasombra sacó una cuerda, pero por razones argumentales la volvió a guardar.
-Será mejor dejar de retorcernos la mente y ponernos en marcha - dijo el guerrero - ¿Alguien tiene algo más que decir antes de partir?
-¡Yo! - respondió Tía Buena - No me gustan nuestros nombres. ¡Son machistas!
-¡Al menos no os han puesto insultos, como a nosotros! - se quejó Michelines.
-¿Qué clase de padres hemos tenido...? - dijo Orejón.
-Entonces yo debo tener suerte - rió el guerrero - Me llamo Guaperas - y al decir esto puso cara de seductor, sacando los morros y dando un beso al aire.
-¡Hmpf! No es tan guapo... - protestó el enano.
-Qué narices. Yo soy más guapo que él y me llamo Orejón. No hay derecho.
-¡Que te calles, elfo!
-¡Que te calles tú...!
-¡¿Ah, sí?! ¿Y por qué razón es más guapo el señorito, eh? - preguntó Guaperas con tono enojado.
-Porque sí. Los elfos somos más guapos, no le des más vueltas. ¡Alegría...!
-No, alegría no. Vamos a aclarar esto. ¡Eh, vosotras! - llamó a las mujeres - A ver, ¿quién os parece más guapo?
Pechugona no dijo nada. Pero Tía Buena dijo:
-El enano tiene un no sé qué...
Sorprendido, Michelines sonrió y le mostró a la amazona su asquerosa dentadura. Luego empezó a posar como un culturista. Casi al mismo tiempo Pechugona le guiñaba un ojo a Tía Buena, la cual retrocedía unos pasos con precaución.
-Vaya birria de gusto... - se lamentó Guaperas respecto al enano - ¡Vayámonos de una vez!
-Un momento - dijo Malasombra - Antes deberíamos comprar unas cuantas pociones en la Tienda de Objetos.
-Cierto. Pero estamos pobres. Habrá que rondar por los alrededores para pillar unas pocas pelas. ¡Vamos fuera de la Aldea!
Al intentar andar, algo extraño ocurrió. Guaperas vio que una misteriosa aureola de color verde fosforescente rodeaba sus pies.
-¡Hey! ¿Qué rayos es este círculo?
-¡Muévete!
-¡No puedo!
-Hay que esperar al cursor - dijo Orejón.
El elfo señaló al frente. Una flechita blanca flotaba en el aire. De repente, la flechita se movió hacia adelante y se oyó un "click". Guaperas, en contra de su voluntad, se vio andando hacia la flecha, y pronto estuvo en el lugar que ésta había señalado. Los otros lo siguieron a la vez, todos andando al mismo tiempo.
-Wow. ¿Así nos movemos? ¡Vaya un ridículo...!
La flecha clickeó de nuevo al frente y Guaperas acudió a ella. Los demás llegaron como un rebaño de ovejas.
-¿O sea que imitáis mis movimientos? - preguntó Guaperas.
-Eso parece.
-Ya, ya...
Guaperas levantó un brazo, y sus compañeros hicieron exactamente lo mismo. Luego dio un salto, y también esto lo imitaron. Después se puso a bailar una danza regional, y ni a esto pudieron resistirse. Finalmente se le ocurrió una idea corrupta, y se agachó, y los restantes héroes tuvieron que hacerlo a su vez, y así le pudo ver los pechos a Pechugona. Ésta se percató y le lanzó una bola de fuego al guerrero, quien se cubrió con su escudo. Y ahora pensaréis: "Pues vaya caca de hechizo que se para con un escudo, ¿no?". Y ahora digo yo: "Pues sí".
Salieron fuera de la aldea. No les hizo falta irse muy lejos, porque apenas hubieron salido se les acercó un duende maligno que Guaperas mató de un espadazo. La criatura soltó un saquito lleno de dinero. Al momento llegaron más, y no duraron ni un suspiro. De vez en cuando el extraño circulito cambiaba de personaje, lo que los desconcentraba bastante, pero ni eso les impidió enriquecerse a pasos agigantados.
-¡Ja, ja, ja! - rió Guaperas. Y esto es fácil de deducir, porque nadie va por ahí diciendo "Ja, ja, ja" - Pudiendo hacer esto, ¿para qué trabajar?
Es interesante señalar que, al día siguiente, un duende se dirigió al Tribunal de Justicia de la capital de Tierralegre denunciando que él sólo estaba dando una vuelta con su familia. ¡Lo mataron! Y soltó un saquito de dinero.
Al cabo de unas horas (eran avaros), consideraron que ya tenían suficiente dinero para proseguir con la aventura. Sin embargo, el enano Michelines se resistía a compartir su parte con los demás, y hubo que quitársela a la fuerza, y un hombre que pasaba por el lugar resultó herido de gravedad. Aun así, el enano se guardó unas cuantas monedas en los calzoncillos.
Tan desabrido como siempre, Malasombra se prestó para entrar en la Tienda de Objetos. Cuando entró se quedó bastante asombrado ("¡Eh!", dijo) al ver cómo sus compañeros se metían dentro de él, así, como quien no quiere la cosa. El malvado mago ya se pensaba historias raras, como que se habían ido a otro plano astral o algo así, cuando en realidad tan sólo era un recurso utilizado en estas aventuras para... no sé para qué exactamente, pero lo cierto es que se usa. El tendero parecía estar ya acostumbrado a este tipo de fenómenos, y no le prestó la más mínima atención. Malasombra se dirigió hasta él y, tras intercambiar las palabras justas y entregar varias piezas de oro de las que habían robado a los duendes, compró gran cantidad de pociones, veinticuatro rollos de papel higiénico y una figurita de porcelana. Después intentó matar al tendero para quedarse con la tienda entera, pero por razones argumentales no le fue posible hacerlo.
Salió al exterior, y de su cuerpo emergieron los otros cinco aventureros.
-¿Dónde estabais? - preguntó.
-A mí que me registren - respondió Guaperas - Bien. ¡En marcha!
Antes de partir, Orejón volvió a entrar en la Tienda de Objetos y compró una bolsa de matasuegras. Y ya por fin se dispusieron a iniciar el viaje a Grislandia.

Salieron nuevamente de la Aldea. Lo cierto es que nadie sabía muy bien hacia dónde tirar. En los alrededores estaba oscuro, lo cual no dejaba de ser extraño, pues aún no era demasiado tarde. No obstante, ninguno era capaz de distinguir lo que había en la lejanía. Encomendaron a Orejón que informara al grupo de lo que se veía en derredor, para saber que dirección tomar, dado que los elfos tienen mejor vista. A pesar de todo, ni Orejón veía más que el resto. Una luz se encendió en su cerebro, iluminando algunas neuronas.
-¡Ya sé! - dijo - Tenemos que andar hacia las zonas que están en negro para que se iluminen.
Esta explicación no resultó muy convincente, pero de alguna forma sentían que era lo que tenían que hacer, y por ello echaron a andar. En efecto, las zonas oscuras se esclarecían a medida que se acercaban a ellas.
Pronto se vieron (literalmente) andando por una bien delimitada senda. De momento era Guaperas el que llevaba el círculo, y los demás lo seguían; de vez en cuando Guaperas hacía bromas para dejarlos en ridículo. Por lo general el paseo era agradable, y los héroes disfrutaban del escaso paisaje que veían en torno a ellos, a ambos lados. "Bonitos gráficos", dijeron. Pero hubo ocasiones en las que salieron a su encuentro más duendes malignos, que por cierto eran bastante molestos, pues al salir de las zonas oscuras provocaban un susto repentino en los personajes protagonistas. A veces los mataban con un ataque súbito; otras veces los pisaban sin darse cuenta.
Al cabo de un rato se cruzaron con una familia que también paseaba por la senda, aunque en dirección contraria. Les preguntaron por el camino a Grislandia. Al parecer, había que cruzar un bosque antes de llegar a los lindes de Tierralegre. Antes de despedirse de la familia, el bromista Orejón sopló un matasuegras al oído de la abuela, y ésta se llevó un susto muy grande y se murió de un infarto. Su hija y sus nietos estaban bastante afligidos, y mentaron a los muertos del elfo, pero el yerno parecía animado. Por si acaso, Orejón echó a correr.
Varios días vagaron por la dichosa senda, la cual no acababa nunca (pero en el tiempo de juego esto transcurría en breves minutos, pues la aventura no era en tiempo real), y los al principio hermosos parajes ahora se hacían insufriblemente monótonos. Un día oyeron dos voces, que venían de las zonas negras. Una era una voz de hombre, grave y áspera, y un poco cascada; la otra era de mujer joven, dulce y armónica, como la de una princesa.
Tal y como habían imaginado, dos personas se dejaron ver en el camino. Una era un gigantesco bárbaro, musculoso y muy buen depilado, y su atuendo sólo constaba de un taparrabos, botas y una máscara con muchos cuernos que cubría su rostro por completo, y de cuya parte trasera caía una larga melena negra; portaba una imponente alabarda. El taparrabos era minúsculo, y parecía tener problemas para acoger a los genitales, por lo que el hombre no paraba de agarrarse disimuladamente la entrepierna. La otra era una bella muchacha, el aspecto de la cual recordaba mucho a una clériga, con una túnica blanca y radiante y un báculo terminado en una bola de cristal, o algo parecido para dar el pego. No podían conocer el color de su cabello, ya que del gorro que llevaba colgaban unos paños blancos que rodeaban su cabeza y solamente dejaban entrever su cara, una cara lindísima, especialmente los ojos, de un azul intenso. Nada más que comentar acerca de esta chica, salvo quizá el efímero detalle de que su piel era de color turquesa.
Ambos se plantaron como pasmarotes delante de nuestros héroes y se cruzaron de brazos, como esperando a que éstos empezaran la conversación. Guaperas tomó la iniciativa. Fue a decir algo, pero antes de hacerlo cuatro opciones aparecieron delante de él, a la altura de su cintura:

¿Cuales son vuestros nombres, nobles guerreros?
¿Qué os trae por estas tierras, viajeros?
Perdonad, ¿hacemos bien en seguir esta senda para llegar a Grislandia?
Sois caca de vaca.

-¡Elige la tercera! - exigió Pechugona.
-Sois caca de vaca - dijo Guaperas.
-¡Eh! ¿Eres tonto?
-¡Pero si yo no he hecho nada! Me han brotado las palabras en contra de mi voluntad.
-Oye, sin insultar... - respondió la aparentemente ofendida voz de mujer.
Pero había algo que no cuadraba. Miraron a la chica, pero ésta no movía los labios.
-He sido yo quien ha hablado - repitió la voz.
Miraron al bárbaro. ¡Era él! ¡El enorme bárbaro tenía voz de mujer! Los aventureros no pudieron contener sus carcajadas, y comenzaron a partirse de risa y a revolcarse por los suelos en las narices del bárbaro. Pechugona se tapó la cara con el capuchón para no parecer alegre, y a Malasombra, que quería aparentar ser un hombre serio, le estaba costando un esfuerzo inhumano aguantarse la risa y ya le caían lágrimas de los ojos. Los otros cuatro se llevaban la juerga padre.
-Eh, vale ya - dijo el bárbaro - Que ya es bastante desgracia que me hayan puesto esta voz como para que encima vosotros os cachondeéis...
-¡Oh! ¡Cuidado, que nos tira los tacones...! - rió Orejón.
-¡Pero...!
-¡Eh! - dijo Guaperas - ¡Que conste que me estoy poniendo cachondo! ¡Bwa, ja, ja, ja...!
-¡¡¡Silencio!!! - gritó el bárbaro, y blandió su alabarda y la clavó furioso en el suelo, cortando de golpe la guasa - Así me gusta. Soy Gilipuertas.
-¡¡¡AAAAAAAAAAAAH, JA, JA, JA, JAAAAA...!!!
Las risas se hicieron entonces más intensas y exageradas. Daba la impresión de que estaban compitiendo para ver quién reía más fuerte.
-¡Basta ya! - exclamó la mujer, pero claro, su voz era de hombre... - Seguro que mi voz también os hace gracia, pero nosotros no tenemos la culpa. Se nos han asignado estas voces y... ¡Maldita sea, dejad de reír!
-Pues vaya una presentación - dijo la dulce voz del bárbaro - No parece que nos tomen en serio, Zorrón.
-¡Zorrón! - repitió Guaperas.
-Así es - dijo la clériga - Nombre indigno e impropio, porque soy casta.
-¡Ay que me meo...! - decía Tía Buena.
Michelines comenzó a darse cabezazos contra el suelo. De no tener un casco tan duro, se habría abierto la crisma. Por su, parte, los dos personajes recién presentados se sentían realmente frustrados. Esto es lo que pasaba con estas aventuras personalizadas en las que puedes ponerle al personaje el nombre que quieras, elegir su voz, apariencia... Si Gilipuertas no hubiera tenido máscara, se habría visto cómo tenía los ojitos llorosos.
-¡Escuchadme bien, malditos! - exclamó Zorrón - ¡Como no me respetéis vais a saber lo que es bueno! Debéis saber que soy mala. Soy una sacerdotisa del Dios de la Destrucción.
-¿Qué Dios de la Destrucción? - preguntó Guaperas entre risa y risa.
-... Er... Mmm... Eso... Eso no importa... Por razones argumentales el nombre no importa.
-¡Lo que pasa es que no lo sabes! - dijo Gilipuertas.
-¡¿Cómo que no, grandullón descerebrado?!
Empezó entonces entre ambos una acalorada discusión, y era realmente gracioso verlos pelearse con las voces intercambiadas. Especialmente divertidos eran los momentos en que Gilipuertas con su grácil vocecilla, intercalaba alterado "¡Ay, que se me sale un huevo...!".
-Vale. Venís con nosotros - dijo al fin Guaperas - Pero porque sois la monda lironda.
-Pero si...
-Así podemos meternos con vosotros cuando estemos enfadados y todo eso.
Y así, sin previo aviso, Gilipuertas y Zorrón se vieron de repente unidos al grupo, sin saber de qué iba la cosa. Ellos, que tenían previsto aparecer en el camino para asaltar al primero que pasara, se encontraron inmersos en la aventura en contra de su voluntad. Por razones argumentales. Y eso que se pensaban que estaban en una partida on line...

Exactamente 17´72 segundos después, que para los héroes fueron 7 días y 16 horas, aproximadamente, llegaron al bosque del que les habían hablado aquella familia de la suegra delicada. Era de noche. El bosque era cutre salchichero, y la mayoría de los árboles estaban como pintados en unas paredes que hacían muy mal el papel de fondo y se emperraban en dar sensación de profundidad. Se adentraron y se apoyaron en una de estas paredes, tras lo cual encendieron una fogata.
-Hay que ver qué ratas son estos tipos - empezó Orejón, incómodo - Quieren hacernos creer que este bosque tiene miles de hectáreas, cuando te puedes dar cabezazos contra el decorado. No les habría costado nada incluir unas malditas 3D.
-Tienes toda la razón - asintió Tía Buena - ¿Sabes? Creo que es porque quieren sacar a la venta el juego en Navidad, que es cuando más se vende, y por eso se dan prisa y lo terminan todo de mala manera.
-No tengo ni idea de lo que estáis hablando - dijo Guaperas.
Entonces fue Michelines el que sintió que debía decir algo.
-Algo no anda bien - apuntó - Estoy seguro de que hace unos días yo no tenía esta voz. Hace unos días tenía la voz que ahora tiene él - señaló al guerrero - Y usaba manguales, en vez de esta hacha tan chula.
-Eso es curioso, - continuó el elfo - porque hace unos días yo tenía el pelo verde y era malo. Y tenía más puntos de experiencia. Me solían importar de otra partida. Cosas de la vida...
-Qué leches, yo ya me cargué al Archimago de Grislandia la semana pasada - prosiguió Pechugona - Te juro que no sé qué hago aquí otra vez.
Charlaban animadamente sobre esto cuando, ante el asombro de todos, Tía Buena extrajo un pollo frito de debajo de una piedra. Los demás se quedaron atónitos.
-¡¿C-Cómo has hecho eso?! - preguntó Guaperas.
-Oh, no tiene mayor complicación. Están dispersos por todo el territorio. Sirven para darnos energía.
-Yo ya me siento muy enérgico, pero tengo hambre - respondió el enano, y acto seguido levantó una piedra, pero en vez de un pollo se encontró a un alacrán, que le picó en la mano y se alejó con aires de grandeza.
Mientras tanto, Tía Buena comía como... como una amazona. Como un cerdo, vamos.
-Qué tía más basta... - le reprochó Guaperas - La verdad, prefiero a una princesa.
-Pues yo prefiero al enano - contestó la amazona, y le sonrió a Michelines.
El enano le devolvió la sonrisa con unos dientes llenos de porquería y un gusano salió del agujero de una muela y saludó al público con entusiasmo.
Satisfecha de su hallazgo, Tía Buena se puso en pie y dejó el lugar para buscar más comida. Michelines decidió seguirla para ligársela o violarla, ya que estaba seguro de que a la larga el resultado iba a ser el mismo, pero Pechugona se le adelantó, lo que le chafó sus libidinosos planes. Por otra parte, hacía un rato que Malasombra, Gilipuertas y Zorrón se habían ausentado. No es necesario decir adónde había ido cada uno, no enriquece para nada el argumento. El caso es que tan sólo se encontraban al lado del fuego el guerrero, el enano y el elfo cuando Malasombra regresó.
-¿Adónde habías ido? - le preguntó Guaperas.
-Estaba buscando un GUARDAR PUNTO.
-Ah, eso está bien, que alguien se preocupe de las cosas realmente importantes. Ahora, si me disculpáis un momentín, gentuza, tengo que ausentarme. Llevo una semana aguantándome.
Y desapareció detrás de unos arbustos mal hechos.
Malasombra abrió entonces el menú y comenzó a hacer un recuento de los items que tenían, entre que a Orejón le hacía mucha ilusión tocarle las narices a su orondo compañero. Sopló el matasuegras a su oído, y fijaos qué cosas que por una casualidad de la vida a la suegra de la mujer de Michelines, es decir, a la madre del enano, que se encontraba en las profundidades de la montaña con los suyos le dio un ataque al corazón y la palmó en ese mismo instante, tras lo cual los enanos echaron la culpa a los elfos, como era costumbre, y hubo una guerra, y murieron cientos, qué digo, miles de contendientes de ambas razas, y esto perduró durante varios siglos. Pero mientras tanto Orejón le tiraba confetti en la cabeza.
Guaperas salió de los arbustos.
-¿Alguien sabe por qué narices no puedo cagar? Nada, no hay manera de bajarme los pantalones. ¡Y tengo un apretón!
-Pues aprieta tus nalgas, compañero - le sugirió Orejón, que ahora se pegaba con Michelines - No podrás hacerlo hasta que acabe la partida. Debemos dar buena imagen.
-¿Qué? ¿Y cuánto dura una partida?
-Mmmm... Pues... Más de 100 horas, creo.
-!
-Mecagüen, si lo llego a saber no compro papel higiénico - se lamentó Malasombra.
Guaperas miraba la patética pelea infantil que se llevaban el elfo y el enano cuando un orco de dos metros salió de repente a su encuentro.
-¡Tachán! - dijo éste.
-¿Qué pasa contigo?
Guaperas no tardó en percatarse de que esto era un combate singular, un mano a mano, y esgrimió su espada con elegancia. Pero algo le sorprendió. El escenario prerrenderizado se convirtió con una velocidad alarmante en unas 3D mal hechas. Sin embargo no se entretuvo con tales cuestiones, sino que descargó un buen mandoble contra el torso del Orco. Éste sangró un poco, pero nada más. Curiosamente, después de eso el guerrero se quedó parado como un pasmarote, suponiendo un blanco perfecto para el Orco, que se puso las pilas y se vengó con otro bravo ataque, ante la desesperación de Guaperas, al que se le pusieron los pelos de punta en cuanto vio que no podía moverse. Perdió 37 puntos de vida. El Orco volvió a su posición inicial, desconcertado.
-¡Un momento! - pidió sudando de los nervios - Esto no venía en el contrato. ¡Me habían dicho que las batallas eran en tiempo real!
Miró a Orejón, que le daba un puñetazo a Michelines. Luego se quedaba parado y recibía uno del enano. Luego le tocaba otra vez y le dejaba un ojo morado. Luego se paraba de nuevo y recibía un tortazo en la boca. Así todo el rato.
-¡Pues algún imbécil ha cambiado el sistema de batalla en tiempo real por un sistema de batalla por turnos! - explicó el elfo mientras descargaba su puño en la mandíbula de Michelines.
-¡Y ahora es mi turno! - aportó el enano, y le dio un puñetazo en la nariz.
-¿Cómo por turnos, es una broma? - se asombró el Orco - ¡Eso no se lo va a tragar nadie!
-¡Me toca!
El Orco no se lo creía, y Guaperas tampoco estaba muy convencido, pero continuaron peleando como autómatas, como si alguien los estuviera controlando. Llegó un momento en que Guaperas recibió tanto que llenó hasta el final su barra de ataques especiales, tras lo cual corrió hacia el Orco en una escena muy chula en la que se mostraba uno de los mejores combos del guerrero, que consistía en dar un enorme salto, hacer unas piruetas en el aire y aterrizar con la espada en la garganta del enemigo.
-¡Alto ahí! - gritó el Orco al vérselo venir - ¡Exijo ver a los programadores! Esto es surrealista, no puede estar pasando... ¡No, espera! ¡¡¡Argh...!!!
-Hala, ya está.
Guaperas subió de nivel.
Y cuando la pantalla de bonificación terminó de hacer su trabajo, el Orco ya no estaba.

Cerca de allí (en verdad tan sólo a unos centímetros reales), Tía Buena se encargaba de quitar de en medio con una patada en la boca a unos lobos que le salían mientras intentaba por todos los medios de deshacerse de Pechugona, que ya parecía una lapa con tetas.
-¡Que me dejes en paz, bollera! - decía Tía Buena - No quiero nada contigo, ¿me oyes? ¡Te he dicho veinte veces que a mí me gustan los hombres!
-¿Y qué te hace pensar que voy detrás de ti, guapetona?
Pechugona intentaba pellizcarle el trasero cuando oyeron un escandaloso chillido de doncella en apuros que venía de no muy lejos. La persona responsable, por supuesto, era Gilipuertas.
A Tía Buena se le escapó una carcajada.
-¿Te imaginas a ése haciendo el amor? - rió.
Luego corrieron a su auxilio. Aunque a Pechugona le traía sin cuidado, claro, sólo trataba de seguir un hilo argumental.
Al cabo de poco dieron con él. A su lado estaba Zorrón.
-¡¡Idiota!! ¡Deja de gritar como una niña y pelea! ¡Vaya piltrafa de bárbaro estás hecho! ¿Vas a dejar que una señorita como yo haga todo el trabajo? - decía con una voz de camionero barrigudo de doscientos kilos que se ha metido un tonel de cerveza por vía intravenosa - ¡¡Me cago en tus muelas!!
Tanto la amazona como la hechicera cayeron rápido en la cuenta del porqué de los gritos. Hombre, es que habría que ser imbécil para no hacerlo. Es que había un dragón rojo ahí delante. No es por nada.
-Groar - dijo el Dragón. Si te lo imaginas en Dolby Surround impone bastante.
De súbito, los escenarios prerrenderizados se transformaron nuevamente en tridimensionales, y de la nada surgió una estridente canción de rock ´n´ roll duro, de las que te dan ganas de romper la guitarra al terminar. Primero se vio un primer plano del Dragón, que en este momento pensaba en dónde coño se había metido, y después un plano general de Gilipuertas y Zorrón en posición de ataque, los dos frente al Dragón.
El Dragón, que tenía capacidad más que suficiente para hablar y hasta para cantar en la ópera, estuvo apunto de decir algo, pero por razones argumentales se calló. En vez de eso, lanzó una impresionante llamarada de cuadraditos que se hacían pasar por fuego que le quitaron 87 puntos de vida al bárbaro y 112 a la clériga.
-¿Qué hacemos? - preguntó la encantadora voz de Gilipuertas.
-¿Luchar?
La línea de comandos apareció debajo de ellos.
-Te toca a ti - dijo Zorrón - Elige Atacar.
-¿Qué? ¿Y por qué no elijo Magia?
-Porque tú no tienes magias, idiota.
-¿Crees que con una alabarda puedo...?
-¡Claro que sí, míralo, pero si está cuadriculado! ¡Ataca!
Gilipuertas atacó. El Dragón le dio un zarpazo y lo mandó a tomar por saco.
Era el turno de Zorrón. Eligió Magia y luego Aliento de fuego. El Dragón se partió de risa cuando vio que lo atacaban con fuego. Porque era un dragón. Tras recibir unos puntos de vida que pensó que le vendrían muy bien para el fin de semana, le devolvió la pelota a la clériga y la dejó chamuscada.
-¿Te parece si salimos por patas, Gilipuertas?
-Ya te lo dije, Zorrón.
En un momento los dos salieron de la pantalla y entraron Tía Buena y Pechugona.
Todo con música rockera. Que no se os olvide.
-¡Hey!
-¡Eso es trampa!
Puesto que les tocaba atacar, hicieron un espectacular ataque combinado en el que la espada de la amazona se impregnó de hielo lanzado por la hechicera y rotaron alrededor del Dragón mientras le enfriaban los riñones y las cervicales. Hacían muy buena pareja, aunque a Tía Buena le fastidió mucho reconocerlo. Además, para rematar, la amazona hundió la helada espada en el dedo gordo de un pie del Dragón, y lo que no sabía es que el Dragón tenía un juanete. Le quitaron bastantes puntos de vida, algunos más de los que le habían otorgado antes por error, y esto no le gustó nada.
-Ahora sí que me habéis tocado los churumbeles - dijo cuando le llegó el turno. Luego se acordó de que le tenían prohibido hablar en mitad de la aventura, y dijo: -Groar - Como para querer arreglarlo. Se preparó para lanzar su ataque favorito, que afectaba a todos los miembros del grupo por igual, y además impresionaba mucho. Quería lucirse, para que después las revistas de videojuegos hablaran de él.
Comenzó a absorber partículas de fuego.
De pronto apareció Malasombra al lado de las dos mujeres, conformando así una fila de tres. Llevaba un bocadillo en la mano.
-Que alguien me diga qué está pasando aquí u os mato a todos. ¡Estaba muy a gusto comiéndome el bocata junto al fuego...!
Entonces vio al dragón. Le entró cagalera.
Tiró el bocadillo al suelo. Luego se puso muy nervioso y sacó la bolsa de los items. Por la cuenta que le traía, más le valía usar alguno rápido si no quería que el Dragón los achicharrara a los tres. Con las prisas sacó una poción venenosa, la primera que encontró, y se dispuso a recitar las palabras apropiadas para hacerla efectiva. Pero como vio que el Dragón iba a realizar su ataque de un momento a otro, se la tiró a la cabeza y se dio la vuelta.
-¡¡¡Vámonos de aquí!!!
En pocos segundos desaparecieron. Y aparecieron los tres restantes: Guaperas, Michelines y Orejón.
-¿Eh? ¿Qué pasa aquí? - dijo Guaperas.
-Oye, qué dragón más pixelado, ¿no? - señaló el elfo.
-¡¡¡Un dragón!!! - gritaron los tres al unísono.
Dieron media vuelta y echaron a correr. Pero no se movieron del sitio, porque en la parte superior de la pantalla aparecieron unas letras bien grandes en las que se leía "¡NO SE PUEDE ESCAPAR!". Así que, sin más remedio, se volvieron de nuevo para contemplar el panorama.
-¡¡¡Está apunto de lanzar un ataque!!! - gritó el enano.
Instintivamente le dieron la espalda al Dragón y echaron a correr otra vez, pero otra vez les puso eso de "¡NO SE PUEDE ESCAPAR!".
-¡Qué casualidad! - se quejó Orejón - ¡Tenemos todo el bosque para nosotros solos y no se puede escapar! ¡Os dije que este bosque estaba trucado!
-¡¡Como no nos lo carguemos rápido estamos muertos!! - exclamó Guaperas.
-¡¡¡AAAAAAAAHHH...!!!
-¡¡¡AAAAAAAAHHH...!!!
-¡¡¡AAAAAAAAHHH...!!!
Esto es lo que hacen las prisas. Orejón se equivocó y en vez de señalar con el cursor al Dragón señaló a Michelines, con lo que le metió una flecha en la frente. El enano, para vengarse, clickeó sobre Orejón y le dio un hachazo en las costillas. A su vez, el elfo se tomó represalias y le disparó a conciencia una flecha en los cataplines, por lo que el otro lo tiró al suelo y empezó a darle puñetazos y hachazos como un salvaje. Se estaban quitando ellos solos todos los puntos de vida.
-¡¡Hey, vosotros dos!! - los llamó Guaperas, desesperado - ¿Tenéis que poneros a pelear justo ahora? ¡¿Es ésa vuestra cooperación?! ¡¡Que va a atacar...!!
Orejón sacó un cuchillo largo que nadie sabía que tenía y cortó un cuerno del casco de Michelines, para posteriormente clavárselo en la barriga, ya que empezó a vocear que le sobraba mucha grasa. Michelines, por su parte, lo agarró de las orejas y empezó a estamparle su cabeza contra el suelo.
Guaperas ya no sabía qué hacer. Intentó aprovechar los últimos segundos que le quedaban antes de sufrir la ira del Dragón con un ataque desesperanzado en forma de carrera con un espadazo como guinda. Nada más hacerlo notó que el dragón ya había acabado de acumular sus partículas, y volvió corriendo a su sitio exactamente con la misma pose que hace un futbolista cuando le rompe las piernas al del otro equipo con la falta del siglo y luego levanta las manos diciendo "¡Si yo no he hecho ná...!". Se agazapó en su posición, esperando lo peor.
Y lo peor llegó, por supuesto. El Dragón fogueó una diabólica llamarada de pixels que los dejó a todos con 1 puntito de vida. Se quedaron hechos polvo.
-¿Qué os ha parecido eso, mequetrefes? ¿No ha estado mal, eh? Je, je... Er... quiero decir... em... Groar. Sí, eso.
-¡Orejón, corre, saca el elixir para rellenarnos la energía al máximo! - pidió el guerrero.
-¡Voy volando!
El elfo extrajo rápidamente del menú el elixir que tanta pasta les había costado y... se lo dio al Dragón.
Con lo que le regaló 10000 puntos de vida.
-Oops... Vaya, estoy que no doy una, ¿eh?
El Dragón casi se muere del cachondeo. Con todo eso podía hacerse camorrista de por vida.
-¡¡¡IDIOTA!!! - rugió Guaperas, y por cierto, enfadado no estaba tan guapo - ¡¡¡Ése era el único elixir que teníamos!!!
El enano comenzó a pegarle otra vez. Reanudaron la pelea.
Las próximas tres horas de juego transcurrieron bastante monótonas. Al principio el Dragón mató a Orejón y a Michelines de un solo golpe, y Guaperas revivió al elfo con una poción resucitadora; después mató a Guaperas, y muy a su pesar, Orejón hizo lo mismo con el enano; más tarde mató al elfo, y Michelines fue el encargado de hacer revivir al guerrero. Todo el rato así, mataba a dos y el restante se ocupaba de resucitar a uno de ellos, luego mataba a este último y uno de los resucitados tenía que revivir a alguno de los dos que quedaban. Así tres horas. Es que eso de tener 1 punto de vida contra un enemigo que tiene más de 10000... Menos mal que Malasombra hizo un buen trabajo en la Tienda de Objetos. Si no llega a ser por las pociones...
Pero llegó un momento en que, tras haber recuperado algo de energía, fue inevitable que de tanto cascarles se rellenasen sus barras de ataques especiales. Al final todo fue eso, hacer sus respectivos combos, uno detrás de otro, y asunto arreglado. Si es que en realidad era el primer boss con el que se topaban, uno de los más fáciles. En cualquier guía habría puesto que con uno o dos elixires no se tendría ningún problema en pasárselo. Ay, este Orejón...
Nada más hacerles los tres combos consecutivos, sucedió lo que diré a continuación. Resulta que los ocho miembros del grupo se reunieron y aliaron sus fuerzas para hacer un remate masivo del Dragón, que empezó a balbucear que él hablaba si le daba la gana y que quería revisar las condiciones del contrato. Comenzó Orejón, que disparó dos flechas, una en cada ojo; Tía Buena corrió y circundó la garra derecha mientras se la cortaba con su espada; Zorrón lanzó un hechizo de magia negra; Michelines hundió su hacha en el morro de la bestia, ahora en tierra; Pechugona recitó un conjuro acuático que lo dejó azul por unos instantes; Gilipuertas se subió espectacularmente al lomo del animal y descargó su alabarda en la cabeza; Malasombra formó una burbuja de luz amarilla y la hizo estallar contra él; y ya por último Guaperas cogió carrerilla y dando un salto clavó su espada en el corazón del Dragón, tras lo cual el animal cayó definitivamente.
Hecho esto cada uno realizó una pose heroica, y sonó una musiquita de victoria, que ya había sonado en otros momentos importantes de la aventura.
Lo siguiente que vieron fue la pantalla de bonificación, en el que cada uno subió un par de niveles y ganó varios puntos de experiencia, diferentemente repartidos, además de algunos ataques nuevos.
-¡¿Y el dinero?! - se alarmó Michelines.
Bueno, vale, y para finalizar se les incrementó con mucho el total de piezas de oro que poseían.
-Ah, menos mal...
Qué ratas son estos enanos...
-Qué, ha estado guay la secuencia de vídeo, ¿eh? - Orejón sopló un matasuegras - ¡¡Alegría!!
Michelines se le abalanzó encima y comenzó a partirle la cara.
Esta vez, Guaperas también se unió al club.

Tras un periodo de tiempo que a nadie le importa, porque las diferencias entre el tiempo vivido por ellos y el tiempo real empiezan a hacerse verdaderamente turbadoras, llegaron por fin a Grislandia. Grislandia era... bueno, era gris. Se suponía. No tan terrorífica como otros países malditos teñidos de negro, pero de todos modos no había ningún país negro cerca, así que Melegorg tuvo que conformarse con lo que había. Al menos aquí, el suelo era de color ceniza, y siempre estaba nublado. A veces hasta llovía. En serio.
Nuestros protagonistas no tenían la sensación de estar haciendo algo demasiado importante. Eran un grupo como cualquier otro, empezaron en una aldea vulgar y corriente, con una comedura de coco como las de costumbre, atravesaron un bosque sin nada de especial, lucharon con un dragón exactamente idéntico a todos los que aparecían en esta clase de aventuras... Excesivos tópicos. Pero bueno, allá iban. Ahora atravesaban una cordillera que en honor a la verdad estaba bastante lograda, aunque los picos más lejanos aparecían a golpes, y algunos por cierto eran algo geométricos, pero en fin, no estaban tan mal después de todo.
Montaban a caballo. Nadie sabe dónde ni cómo los consiguieron, simplemente un buen día aparecieron montando a caballo. Se podrían contar varias anécdotas acerca de estos animales, como que uno dio una coz y tiró a Michelines por un barranco, o que otro mordió una oreja del elfo confundiéndola con una zanahoria, o que un caballo se montó a otro, pero por razones argumentales tengo que callarme, ya que debe parecer que eran caballos de lo más normales, sin hacer nada interesante aparte de ser altivos.
A propósito, mataron algunos bichos. Ya se ha dicho que tenían pociones para montar un emporio.
-Qué cosas - dijo Guaperas - Es curioso, he venido otras veces por aquí y no había ningún país. Lo recuerdo, aquí había una playa muy bonita, de la que no podías pasar porque si te tirabas al agua llegaba un momento en que te parabas como si hubiera una pared invisible que no te dejaba continuar. Siempre me dio rabia, pero ahora la echo de menos. ¡Había una playa, no montañas! ¡Venga ya, hombre, esto no estaba aquí antes! ¿Quién ha puesto un país aquí en medio?
-Es que es una expansión - respondió Orejón. Los elfos se enteran de todo.
Aun así, teniendo en cuenta la misteriosa misión que se les había encomendado, no les extrañó demasiado encontrarse con montañas. La verdad, no esperaban toparse con un cartel que dijera Bienvenidos a Grislandia, ni con una taberna a la entrada del país que intentara venderles los platos propios de la gastronomía típica. Ni siquiera esperaban encontrar una aduana, aunque los responsables de ella fueran tipos grandes y feos. No, hombre, no, lo normal es que todo país maldito que se precie debe tener una barrera natural conformada por escarpadas montañas, o algo así. Vamos, digo yo. ¿No?
Pues las atravesaron, no sin algunas penurias, y un momento importante fue cuando dieron con un imponente torreón. Parecía tener un papel relevante en la aventura, y no tenía la pinta de que en él viviera un simpático campesino, o de que hubiera que pagar un precio para verlo por dentro. Más bien parecía hecho por gente mala. Y tampoco parecía tener precisamente toda la pinta de que su propietario se gastara el jornal en cortinas. Ya se sabe cómo son las torres de este tipo de historias: muy grandes, muy altas y muy feas. Imagínese por ejemplo como la torre en que es encerrado Lancelot en El caballero de la carreta, o si no se conoce esta obra como la torre de Saruman, de El Señor de los Anillos, que ahora está muy de moda. Pero mucho más pequeña, cuidao. Además, estaba algo ruinosa, y de vez en cuando se desprendían algunos pixels. Cómo no, un par de buitres aburridos merodeaban sobre ella. Así lo exigía el contrato. No era muy divertido, pero mejor eso que robar.
-Ah, muy bien. La choza del Archimago - ironizó Guaperas - Bueno, pues ya estamos aquí. ¿Qué hacemos ahora? ¿Tocamos el timbre?
-No hace falta - afirmó Orejón.
Luego cogió una piedra y la tiró a una ventana. Se oyó un jaleo ahí arriba. Al momento se asomó el Archimago frotándose la cabeza.
Lo malo de los rebeldes era que siempre se rebelaban. Siempre. No había rebelde que no se rebelara. Ya podías buscarte un miserable país en el culo del mundo que siempre encontrarías a un grupillo de rebeldes. Y seguro que se te rebelarían. Pero lo peor, lo realmente molesto de los rebeldes, es que siempre llegaban a la hora de la siesta. Porque como a cualquier otra persona, a Melegorg le gustaba echarse un poco después de comer, pero rara vez podía conciliar un sueñecito sin que alguien con ganas de salvar el mundo lo interrumpiera. Eran pesados, estos rebeldes. Nadie se paraba a pensar que si había sometido a un país era por ser muy poderoso, estaría bueno que esclavizaras a todo el mundo para que luego viniera la cuadrilla de turno y te mandara a freír espárragos, qué vergüenza. Hasta ahora habían intentado llamar su atención gritando, haciendo ruido con sus armas o tocando trompetas, pero nunca le habían tirado una piedra.
Como estaba algo adormilado se arregló un poco el pelo y se puso una bata antes de bajar a recibir a sus autoinvitados (ya que se habían invitado ellos solos). Por cierto, por razones argumentales debe parecer que la bata es una túnica de archimago, pero en realidad es una bata corriente y moliente, que quede claro. A los pocos minutos abrió la puerta y apareció en los escalones de la entrada. Tampoco es que dieran ganas de cagarse de miedo nada más verlo, porque este juego no es muy prestigioso. En realidad era un anciano sin barba, calvo por delante y melenudo por detrás, como Carlos Núñez pero en viejo y con el pelo blanco. De nuevo se frotó el chichón.
-Joder, qué puntería, me habéis dado en la frente - dijo - ¿Qué pasa, no podíais tocar el timbre como todo el mundo? - y lo señaló malhumorado - Hay un timbre, ¿sabéis?
-Matémosle ya, este tipo debe soltar mucha pasta - opinó Michelines.
-¿Vosotros... queréis matarme... a mí?
-Para eso hemos venido, buen hombre - respondió Guaperas.
-Ya, ya lo sé, sólo intentaba crear un poco de atmósfera.
-¿Quieres atmósfera? - replicó Tía Buena - Bien, te daré atmósfera. ¡Maldito cerdo, te voy a sacar las tripas para después comérmelas con patatas! ¡Eso es, bastardo, te abriré el corazón y te lo meteré por el culo! ¡Me cago en tu puta madre...!
-¡Ésa es mi chica! - exclamó Pechugona.
El Archimago quedó algo turbado.
-Anda... ¿De qué partida sois vosotros? Bueno, no estoy acostumbrado a este tipo de comentarios, pero yo también me cago en la tuya, supongo. ¿Es que no sabéis quién soy o qué?
-Eres el tío al que tenemos que cargarnos - respondió Guaperas - No hace falta que nos sermonees acerca de lo malo que eres y todo eso.
-Pero es que soy muy malo, ¿sabéis? Vamos, más malo imposible.
-¡Por eso te mataremos, bellaco! - intervino Gilipuertas.
-¿Eh? ¿Eso que ha hablado es un hombre?
-Y no creo que seas más malo que yo - le dijo Malasombra - Yo cambié a mi madre por una poción anticalvicie - relató con tono orgulloso. Luego se apartó un poco el capuchón - ¡Mira! ¡Mira qué cara de amargado tengo! ¡Supera eso!
-Yo también soy muy mala, que conste - apuntó Zorrón - Pero claro, como soy mujer no se me toma en serio... ¡Hmpf!
-¿Eh? ¿Eso que ha hablado es una mujer?
-Creo que lo estamos alargando demasiado - dijo Guaperas - ¡Eh, abuelo! ¿Qué te parece si nos pegamos ya?
-Por mí bien, ya habéis hablado todos. Bueno, sólo deciros eso, que pese a lo que opinen otros soy el malo indiscutible de esta aventura, y para eso me pagan, para hacer de malo maloso. Éste es nuestro primer encuentro. Se supone que si me ganáis huiré a un castillo abandonado hasta que me recupere de nuevo, o eso me han dicho, pero yo no me creo que me podáis ganar. Y bueno, si os gano yo... ya sabéis, os tenéis que morir. Más os vale que hayáis salvado la partida antes de venir aquí, porque si no tendréis que volver a atravesar las montañas. Pero os advierto que sois el tercer grupo de rebeldes que me viene hoy, y el tercero que me voy a cargar.
-Es que nosotros no somos un grupo cualquiera, jefe - replicó Guaperas.
-Eso dicen todos.
-También llaman todos al timbre y nosotros te hemos tirado una piedra en la chola - contestó Orejón - Un servidor, modestia aparte.
-Está bien, peleemos. No me van nada los elementos cómicos, y están apareciendo demasiados. Aunque supongo sabréis que en todas las aventuras al malo maloso se le escapa cuál es su punto débil antes de enfrentarse a los héroes, porque es obvio que si éstos no conocen su debilidad no van a poder derrotarlo. Pues bien, como malo maloso se me ha exigido que os deje caer así como quien no quiere la cosa cuál es mi punto débil. Y donde yo siempre cometo errores es en... eso... ¿sabéis?... así que... y luego... para... ay… muy fácil...
-¡¡¡¿Qué?!!! - exclamó Guaperas - ¡¡¿Qué pasa ahora?!!
-Porque de este modo... me dais un toque... seguro... huy qué pupita… así no os puedo matar... me afecta mucho...
-¡¡Están pasando los textos!!
-Je, je... en la cabeza... ¡pum!... un buen hechizo... cagüenmismuertos... nada complicado... corre corre que te pillo… espero que os sirva... me hago caquita… solucionado...
Orejón se dirigió al mundo en general.
-¡¡Malditos impacientes!! - aulló - ¡¿Es que tenéis que pasar los textos justo ahora que nos está explicando cuál es su punto débil?!
-Y eso es lo que hay - terminó el Archimago. A eso lo llamo yo dinamismo narrativo - ¿Comprendido?
-No - dijo Guaperas - ¿Puedes volverlo a explicar?
-En absoluto. Y ahora, ¡¡¡preparaos a morir!!!
-¡¿Qué?! ¡¿A-Alguien ha captado cuál es su punto débil?!
-Yo no he pillado nada.
-Tampoco.
-¡¡¡SOCORRO!!!
El Archimago de Grislandia lanzó un multirrayo y los mató a todos.
-¡Ja! Ya se lo advertí. Estos héroes se creen los amos del mundo - gruñó - Coño, ya me he desvelao...
En otro lugar cercano, los héroes reaparecían en un GUARDAR PUNTO.
-Eso nos pilló de sorpresa - dijo Guaperas - Vayamos otra vez, ésta seguro que ganamos.
Los volvió a matar. Volvieron a aparecer.
-Pues no. Dicen que a la tercera va la vencida.
De nuevo los mataron. De nuevo reaparecieron.
-Esto es un cachondeo.
Murieron. Reaparecieron.
-¿Game Over? Por encima de mi cadáver.
Muerte y resurrección.
-Otra vez, va.
Muerte y resurrección.
-Otra.
Muerte y resurrección.
-Otra.
Muerte y resurrección.
-La última.
Muerte y resurrección.
-Esta sí que sí.
Muerte y resurrección.
-Fijo.
-¿Alguien más se ha dado cuenta de que parecemos masocas?
Muerte y resurrección.
-¡¡¡Destinooooooooooooooo!!!
-¿QUÉ PASA? ¡NO ME DISTRAIGAS QUE ESTOY EN MEDIO DE UNA PARTIDA, TÍO!
-¡Estoy harto de tus necedades, Destino! Antes eras justo, y original, te esmerabas de verdad en dispensar la vida y la muerte. Pero desde que te regalaron ese absurdo juego de rol...
-RPG.
-¿Qué?
-ROLE PLAYING GAME.
-¡Me importa un bledo cómo se llame! Te está consumiendo la mente. ¿Dónde está tu imaginación? Desde que lo tienes te tomas muy a la ligera tu trabajo. Te tiene absorto. No puedes matar y resucitar a la gente simplemente por diversión. Hay cosas que se anteponen al placer, todos tenemos nuestras obligaciones. ¡Cumple tú con las tuyas y deja a un lado esas bobadas para mortales! ¡Vuelve a ser quien eras, Destino!
-OH, VAMOS, CONTI... ESTOY APUNTO DE PASARME AL ARCHIMAGO...
-¡Que te vayas!
Destino se levantó apesadumbrado de la silla. Se alejó lamentándose a regañadientes, y pronto se perdió en la lejanía de la Gran Sala. Una vez hubo desaparecido del todo, Contingencia ocupó su lugar, y miró con rabia la pantalla del monitor. Estuvo un momento contemplándola, pensativo. Luego apretó una tecla con decisión.

Torre del Archimago.
12:47 h.
Nivel 17
¿Estás seguro de que quieres borrar la partida? S/N


-Es hora de acabar con esto - dijo Contingencia con severidad.
Después pulsó la S.
-A buena hora voy a dejar que se pase más que yo, ¡ja!


  
 

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