La venganza de la araña

01 de Noviembre de 2003, a las 00:00 - Mazo Terhun
Relatos de Fantasía - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

Capítulo1: Presagios

Thaer y Dunuhuet estaban abrazados. Observaban a sus hijos de nueve años, que dormían como troncos.  Thaer se giró hacia su mujer y su bigote se torció en una sonrisa: "tener unos hijos tan dormilones tiene sus ventajas, nuca se despiertan, por mucho ruido que se haga."  Dunuhuet besó a su marido y este respondió con pasión. Llevaban casi quince años juntos y se seguían queriendo como el primer día. Ambos estaban ya cercanos a los cuarenta aunque se mantenían en buena forma. El parto de los gemelos no había afectado mucho a la hermosa figura de Dunuhuet. Quizás esta tuviese alguna arruga al sonreír o en la frente, pero poca cosa. Thaer podía haber ganado un par de kilos, pero no se le notaban. Algunas canas daban toques blancos a su rubio bigote y a su pelo pero  seguía siendo dorado en su mayor parte. Aun se sentían jóvenes y su amor se había forjado en un horno de peligros y aventuras. Una vez en su habitación empezaron a besarse y acariciarse frenéticamente. De pronto Dunuhuet paró y se quedó mirando algo.  Thaer  giró la cabeza y vio en el vano de la ventana una enorme y peluda araña. "¿Qué demonios hace ese asqueroso bicho en esta época y con el viento que hace fuera de su guarida y lo que es peor,  en nuestra ventana?". Se preguntó en voz alta Dunuhuet. Thaer miró a la criatura. Tuvo la  extraña impresión de que ella también le miraba y eso le traía antiguos y funestos recuerdos. Dunuhuet se levantó de la cama y abrió la ventana y se dispuso a golpear al bicho con un jarrón pero de pronto y para pasmo de Thaer la cogió con la mano. "Está muerta, es solo un cadáver seco arrastrado por el viento". La guerrera la arrojó fuera y cerró la ventana. Al volver a la cama preguntó a su marido: "¿Dónde nos habíamos quedado?". Un buen trecho de noche después Thaer permanecía despierto, observando el exterior por la ventana. El viento había cesado. De pronto una araña se encaramó al vano de la ventana  y apoyó sus patas delanteras en el cristal. Thaer cerró los ojos y agitó la cabeza. Cuando los abrió de nuevo la araña no estaba allí. "Has dejado volar la imaginación", se dijo. Finalmente se durmió hasta que ya amanecido lo despertaron unos golpes en la puerta de su casa.

Kivan estaba solo en mitad de la nieve. Miro el cielo estrellado y se llevó una mano a la frente. No recordaba como había llegado allí. Tras él estaba uno de los bosques que rodean la aldea de Nothva Raglaw. Reconocía el lugar, mas no sabia que hacía allí.  Podía ver, pues esta noche hacía luna llena. Miro a su alrededor; algo le decía que no estaba solo. Echó mano a su cadera y se dio cuenta de que estaba desarmado. A pocos pasos de él vio una figura. No sabía si no la había visto antes o si acaba de materializarse allí de la nada. A Kivan se le hizo un nudo en el estómago y empezó a sentir miedo. Era una mujer atractiva, de rostro ovalado, ojos grises, labios hermosos y pelo negro hasta los hombros. Tenia un cuello recto y firme, solo truncado por una horrible y sanguinolenta herida. No es que a Kivan le diesen miedo las mujeres, mas si  los fantasmas y sabia que estaba delante de uno y no del fantasma de un desconocido si no del alma en pena de una compañera suya muerta hace tres años: Morwen, mujer de su amigo y compañero Kethwyd, también muerto intentando vengarla. La espectral figura le miró a los ojos y comenzó a derramar lagrimas de sangre. Kivan se quedó paralizado. "Debéis salvarle, sí no ya a su cuerpo al menos a su espíritu. Debéis matarlo y que no pueda volver a causar más mal. Tú eras su amigo, ayúdale, te lo ruego...". La imagen se hizo borrosa y Kivan sintió un gran vértigo. No podía ver nada. Despertó sobresaltado y cubierto de sudor en su cama. Escucho la suave respiración de su mujer cerca de él y se tranquilizó. "Solo ha sido una pesadilla, solo eso... aunque muy real". Acarició el pelo rubio y sedoso de Leowyn y se levantó para tomar el aire. Se colocó un abrigo y salió a la puerta de su casa. El frío viento le golpeó de lleno. Mientras volvía a recordar la pesadilla una poderosa ráfaga de viento lo empujó hacia atrás. Kivan miro hacia las Montañas Nubladas   y tuvo un mal presentimiento. Con un escalofrío volvió al calor de su casa y de su esposa. Paso el resto de la noche en vela, pensando en el sueño y en lo parecido que era a una lejana carcajada el sonido del viento en las ventanas. 

Por la mañana un muchacho llamó a la puerta de Kivan y le dijo que el thain Thaer quería verle. Al ver que se dirigían fuera del pueblo Kivan preguntó el motivo y el joven  dijo que su padre es un pastor y que esta mañana una de sus ovejas escapó de la cerca  y la encontraron caída dentro de una fosa. Kivan se extrañó: "¿para esto me hacen llamar?. Aun me quedan unas  semanas de vacaciones. En fin...". Cuando salieron fuera de los bosques vio a Thaer cerca de un montón de tierra removida y nieve. Henrik estaba allí, el rostro oculto y los brazos cruzados.  Se saludaron con una inclinación de cabeza. Thaer parecía abstraído mirando la fosa abierta. Cerca de él un pastor se rascaba la cabeza. Kivan se acercó a Thaer y preguntó: "¿Quién a hecho este boquete?". Era una fosa de varios metros de diámetro y un par de ellos de fondo. Thaer lo miró con el rostro lleno de preocupación y dijo: "la gente del pueblo lo hizo hace dos años para enterrar los cuerpos de los sectarios de la araña que nos atacaron cuando íbamos a socorrer al culto de Sonotor, ¿recuerdas?. Consiguieron llevarse a Galmod y a mí me hirieron de gravedad aunque acabamos con trece de ellos.". Thaer señaló tras el montón de tierra y Kivan se acercó allí. Vio huellas en la nieve y se agachó para verlas mejor. Henrik preguntó: "y ahora han profanado la fosa para llevarse las armas que pudiesen tener, supongo... pero ¿y los cuerpos?". Kivan vio más  o menos una docena de rastros que se dirigían hacia las montañas. Eran de guerreros con armaduras pesadas, de eso no había duda. Se alzó con un suspiro y dijo a Henrik: "la fosa ha sido abierta desde dentro. Como ya sabes a veces el mal no descansa ni muerto. Estos hombres fueron nuestros enemigos y mucho me temo que pronto tendremos noticias de ellos". El pastor se sobresaltó al escuchar las palabras de Kivan y dijo: "pero eso es imposible, los muertos no pueden volver a la vida". Thaer se giró y le contestó con el rostro sombrío: "tienes razón, los muertos no pueden vivir de nuevo, más estos ya están muertos". Tras eso se encaminó hacia el pueblo seguido por Henrik. El nórdico se crujió los nudillos ruidosamente y pensó: "ya era hora de que hubiese algo de acción, este pueblo es demasiado aburrido para mí...". Kivan apretó los dientes y los siguió mientras se decía a sí mismo: "Se acabaron las vacaciones".

Gil Mor se hallaba en un balcón de la torre de los astrólogos de Arthedain. La gran ciudad amurallada se veía desde la altura. El frío viento invernal le calaba hasta los huesos. En su apuesto rostro había preocupación. Tenía el ceño fruncido mientras observaba el cielo. De pronto lo vio. Una estrella fugaz caía hacia el este. Rápidamente tomó un telescopio e intentó seguir su trayectoria. No le gustó lo que vio. Volvió hacia dentro y consultó con algunos astrólogos y sabios que aun estaban allí.  Sacaron varios mapas astrales y uno de ellos, que había observado a la estrella marcó un punto. El erudito afirmó: "esa estrella ha caído desde aquí, la misma parte del cielo donde brillaba la estrella negra que se extinguió hace unos años." Tras varios y complicados cálculos los astrólogos determinaron donde podía haber caído. Desplegaron un mapa pero antes de que alguno dijese nada, Gil Mor señaló un punto: "Me temo que habrá caído aquí." "Es posible", afirmó un estudioso de los cielos. El dedo del mentalista, que se hallaba  en las laderas orientales del norte de las Montañas Nubladas, empezó a temblar.

El viento del invierno golpeaba las almenas del castillo de Bregor Eldanar. Gilagaroth se arrebujó en la gruesa capa de pieles y siguió andando entre los adormecidos guardias. No podía dormir bien esta noche y se encontraba en vela. Los fantasmas del pasado no le dejaban descansar. El recuerdo de su hermano le vino a la mente. Ambos participaron en un ataque contra una secta en Umbar, que planeaba asesinar al señor de los corsarios. Durante el ataque lucharon codo con codo hasta que un grupo de enemigos los separaron como una cuña y mataron a su hermano menor. Loco de ira siguió luchando hasta que terminó la batalla. Entre los prisioneros se hallaba un alto cargo de los fanáticos. Se lanzó sobre él y lo mató, pese a que sus superiores le gritaron que parara. Uno de ellos intentó contenerlo pero acabó herido de gravedad. Cuando pudo recuperar el control se dio cuenta que ya solo tenía dos opciones: la muerte o el exilio.  Antes de que lo apresaran huyó de allí y embarcó hacia el norte, sabiendo que la mayoría de esos sectarios habían huido hacia allí. Así acabó junto con Bregor y sus compañeros. Finalmente consiguieron acabar con el líder de la secta. Al menos su hermano fue vengado. Se tocó la pierna derecha y recordó como hace ya unos años durante la defensa de una fortaleza fronteriza un guerrero  se la destrozó de un hachazo. Cuando despertó en una habitación del castillo de Bregor se hallaba sanado y con la pierna intacta. Le contaron que había sido curado por el agua de una fuente  secreta y que ese don solo podía ser otorgado una vez en la vida.  Piensa devolver los favores que le han hecho, aunque le vaya la vida en ello. Volvió a la cama e intentó conciliar el sueño mas las escenas de la muerte de su hermano no lo abandonaban. Se volvió a levantar y bajó a echar un trago. Mientras bajaba por las escaleras tenuemente iluminadas pensaba: "¿por qué, hermano, me acosas esta noche? ¿Acaso tu alma no descansa en paz? ¿No fuiste vengado?". De pronto escuchó un golpe tras él. El viento había abierto la ventana de su cuarto. Parecía como si trajese una risa lúgubre en su seno.

Bregor y Ardhan se encontraban  sentados en cómodos sillones a la lumbre de una chimenea. Un par de sabuesos dormitaban cerca. El fuego iluminaba el rostro tuerto y marcado del caballero de Gondor, y el hermoso y sonriente del noble Arthedaini. Se hallaban bebiendo unas copas de licor mientras charlaban sobre viejas batallas.  Sin embargo estos recuerdos siempre están llenos de tristeza por los compañeros caídos. Bregor suspiró profundamente y dio un gran trago. Mientras el líquido le recorría la garganta y calentaba el estómago recordó a Lamalas y a Kethwyd. Miró el único y brillante ojo de Ardhan y le preguntó: "¿por que el Mal corrompe tan rápidamente?". La cara de Ardhan se deformó aun más con una mueca de sorpresa. Quedó pensativo y respondió: "a veces nos dejamos llevar por nuestros sentimientos más oscuros: codicia, poder, ansia de venganza... Podemos pensar que lo que hacemos está bien, pero una vez que el corazón se tuerce y no recupera rápido su camino, cae en la oscuridad. Aquel que no sabe distinguir la justicia de la venganza o no controla su poder, es presa fácil." Bregor sonrió, alejando los recuerdos funestos y se levantó para irse a la cama. Ardhan decidió quedarse un rato más, sumido en sus propios pensamientos. Se tocó el parche que le cubría la vacía cuenca de su ojo derecho y murmuró: "la venganza, la venganza..." En ese momento apareció Gilagaroth. Se miraron en silencio y el corsario se sentó en un banco cercano tras coger una botella de vino. "Maldita sea, ¿es que nadie puede dormir esta  noche en este castillo?". "Debe ser la luna llena... o ese condenado viento." Se levantó al poco de consumirse el último tronco y se fue a dormir. Gilagaroth quedó solo en la estancia iluminada por la mortecina luz de las brasas. Terminó la copa y al levantarse golpeó sin querer la botella que rodó y cayó por el borde de la mesa. Al caer al suelo se rompió  formando  un pequeño charco carmesí. A Gilagaroth le pareció un charco de sangre. La sangre de su hermano.

Anarduabar se encontraba inquieto. Había tenido un sueño en el que revivió su enfrentamiento con Nozgoth, señor de los guerreros de la araña. Vio como el brujo destruía su poderosa maza y como le destrozaba con un conjuro el brazo derecho hasta dejárselo en los huesos. En ese momento pareció Fingil. Esta hermosa doncella había sido rescatada por él y un grupo de aventureros (Kivan, Ardhan, Gilagaroth y otros ya muertos) de una secreta fortaleza en Dagorlad.  El padre de la muchacha se sacrificó en la lucha con un mago para que pudiesen escapar. Consiguió acabar con el brujo pero quedó herido de muerte. En su agonía confió el cuidado de su hija a Anarduabar y este aceptó. La muchacha le contó poco después una antigua historia por la cual su familia estaba condenada a enfrentarse a Nozgoth y sus malvados secuaces, hasta que algún día  encontrasen a alguien capaz de destruirlo. Para ello Fingil acabó como guardiana de la espada de su familia, forjada en Numenor por orden del rey Aldarion para un antepasado suyo que le había salvado la vida. Esa espada debía ser usada para acabar con Nozgoth, un hombre- demonio de oscuros poderes, llamado el devorador de almas. Ella había quedado como último miembro de su familia. Cuando Anarduabar y sus amigos consiguieron encontrar el templo de la araña ella los acompañó y nadie pudo convencerla de lo contrario. En ese momento, cuando Anarduabar se veía derrotado apareció envuelta en una intensa luz dorada.  El demonio medio hombre- medio araña, prole de Ungoliant, retrocedió al reconocer el arma. Mas se dispuso a atacar. Fingil se arrojó a suelo, esquivando la hoja del brujo, ya que la magia de este parecía inútil contra ella. Desde el suelo lanzó la espada a Anarduabar. Este la recogió con su mano izquierda y de un fuerte golpe atravesó al monstruo y lo mató. Poco después consiguió curarse de sus heridas y recuperar el uso del brazo gracias a un agua sagrada que Bregor y sus amigos tenían. Mas en su hombro derecho quedó una marca que lo atestiguaba según Fingil como el elegido. De la unión de ambos, de su estirpe, vendría la ruina total de los seguidores de Nozgoth ya que algunos pudieron huir y esconderse tras la caída de su líder. Anarduabar se rascó el hombro derecho. Sabía que la extraña sensación que tenia sólo significaba una cosa: peligro. Miró a su esposa y se dio cuenta que esta lo miraba a él hace algún tiempo; sus hermosos ojos verdes brillaban en la oscuridad. Ella se incorporó y le echó los brazos por el cuello: "yo también lo siento, esposo mío, el mal se remueve una vez más y me temo que pronto nos encontremos luchando contra el último coletazo de maldad de los guerreros de la araña, mas estoy segura de que aun tardara algo en manifestarse. Cuando se acerquen lo sabremos, la marca que ambos poseemos nos avisará, y esa misma marca es la señal de que hagan lo que hagan nuca podrán vencer." Anarduabar miró a una esquina de su habitación. Allí descansaba la enorme armadura que fuera otrora de su padre,  que era un sectario, el capitán de la guardia del templo y él mismo lo venció y por ello los sectarios lo asesinaron tras su derrota. En la oscuridad parecía completamente negra, mas su mitad izquierda se revelaba azul oscuro bajo el sol. Una capa de seda negra la envolvía en un aura de silencio y oscuridad. El escudo y la gran hacha de dos filos de su familia reposaban a sus pies, ambos con los mismos colores. Sobre el peto descansaba el medallón dorado de su padre, un circulo con una araña dentro. Coronando la armadura un yelmo en forma de cabeza de araña.  Estos objetos habían sido forjados por sus enemigos y  los llevaba como mofa hacia ellos y como recordatorio de su padre. En una habitación secreta cercana descansaba la espada de Tor, un arma fabulosa forjada en Numenor, herencia de familia de Fingil y por tanto ahora suya.  Estaba seguro que pronto la desenvainaría  y sus enemigos se lamentarían de haberse alzado de nuevo.

La luna llena se reflejaba en la superficie del lago. Cerca de allí un  resquebrajado monolito de piedra se alzaba hacia las estrellas, sobresaliendo del suelo cubierto de nieve. A pesar del frío y de la ventisca,  las aguas del lago estaban en calma. En pleno invierno deberían estar heladas, pero sus aguas permanecían como en una primavera esplendorosa. En mitad de la nevada una figura más negra que la noche se alzaba sobre una roca en la orilla. Parecía inerte y estaba cubierta con grandes trozos de nieve, como si hubiera muerto de pie. En el cielo apareció una pequeña línea de fuego. Poco a poco se fue acercando hasta que una pequeña piedra negra envuelta en llamas cayó en el lago.  Las aguas hirvieron y una enorme cantidad de agua se elevó hacia el cielo. Cuando la columna de agua desapareció solo quedó un objeto, flotando a unos metros de la superficie: era una espada de hoja curva, de aspecto siniestro y manchada de sangre. Empezó a girar y se lanzó en dirección a la figura misteriosa. Esta extendió una mano y la cerró  en torno a la empuñadura del arma como si recogerla así fuera algo natural. En sus ojos apareció un brillo amarillento. Alzó su mirada al cielo y de su garganta escapó una carcajada demencial mientras levantaba el arma hacia la luna. Las colinas cercanas amplificaron el sonido hasta el infinito.  La nieve empezó a removerse y de ella surgieron decenas de figuras con armaduras de aspecto aterrador y grandes yelmos en forma de criaturas de pesadilla. En sus ojos brillaba una luz terrorífica. Una de ellas llevaba un gran escudo negro y sin adornos, que brillaba levemente, reflejando la luz de la noche. En su cabeza no había yelmo y dejaba al descubierto un cráneo cubierto de piel seca. En sus cuencas titilaba una luz amarilla. Todas las figuras se dirigieron hacia el misterioso personaje que empuñaba la cimitarra. Cuando estuvieron a unos pocos pasos se arrodillaron ante él. La hoja del lago inundó a los guerreros muertos con una luz oscura. Sus rostros recuperaron el aspecto que debieron tener en vida, aunque sus ojos seguían brillando siniestramente. La figura que la empuñaba usó su mano izquierda para alzar la horrenda mascara en forma de cabeza insectoide negra y plateada, con ocho rubíes que simulaban los ojos de un arácnido, que le cubría la cara. El cráneo descompuesto se llenó con la ilusión de una nueva vida y un rostro apareció. Su cuerpo pareció crecer en tamaño y en fortaleza. Era la cara de un hombre de mediana edad, con una leve barba castaño oscura. Sobre una nariz recta había una cicatriz que la deformaba levemente. Otra cicatriz le llegaba desde la ceja  izquierda hasta la mejilla, aunque el ojo permanecía intacto, brillando con su extraña luz amarilla. Desde la frente  surgía un mechón de pelo de color cobrizo, que destacaba en el resto de su melena castaño oscura. Una cota de mallas negra envolvía su cuerpo y una vaina enjoyada estaba colgaba de su costado. Con una reverencia envainó la espada. Los demás espectros lo miraban sin inmutarse. El siniestro guerrero se giró hacia las Montañas Nubladas, en cuyas estribaciones este descansaba el valle. Una amplia sonrisa surgió de su rostro.  Los guerreros alzaron sus armas. En la oscuridad de la noche, el oculto valle se llenó con cientos de  pequeñas luces amarillas, cual fuegos fatuos que solo presagian una cosa al viajero que se los encuentra: la muerte.



1 2 3 4

  
 

subir

Películas y Fan Film
Tolkien y su obra
Fenómenos: trabajos de los fans
 Noticias
 Multimedia
 Fenopaedia
 Reportajes
 Taller de Fans
 Relatos
 Música
 Humor
Rol, Juegos, Videojuegos, Cartas, etc.
Otras obras de Fantasía y Ciencia-Ficción

Ayuda a mantener esta web




Nombre: 
Clave: 


Entrar en el Mapa de la Tierra Media con Google Maps

Mapa de la Tierra Media con Google Maps
Colaboramos con: Doce Moradas, Ted Nasmith, John Howe.
Miembro de TheOneRing.net Community - RSS Feed Add to Google
Qui�nes somos/Notas legalesCont�ctanosEnl�zanos
Elfenomeno.com
Noticias Tolkien - El Señor de los AnillosReportajes, ensayos y relatos sobre la obra de TolkienFenopaedia: La Enciclopedia Tolkien Online de Elfenomeno.comFotogramas, ilustraciones, maquetas y todos los trabajos relacionados con Tolkien, El Silmarillion, El Señor de los Anillos, etc.Tienda Amazon - Elfenomeno.com name=Foro Tolkien - El Señor de los Anillos