El forastero de Treaselgard

28 de Febrero de 2004, a las 00:00 - Emanuel Ramos Peña
Relatos de Fantasía - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

Espero que les guste esta historia que a medida que avanza se vuelve más oscura y llena de tensión por los acontecimientos que ahí suceden. En los capitulos finales suceden tantas cosas tan rapido y al mismo tiempo que no podran pestañear y la piel la sentirán de gallina, bueno eso es lo que sentí cuando la escribía, jejeje. También se podrá ver como los personajes van evolucionando en la historia, como cambian a través de las experiencias que tendrán que vivir, quien vive y quien tendrá que morir en una historia de lucha épica y el horrendo secreto que esconde el castillo.

Quiero decir que me he inspirado y por qué no decirlo, copiado ciertas ideas de la literatura que he leido. Entre ellas, El Señor de los Anillos y otras más de fantasía, ciencia ficcion, drama... En fin, creo que he escrito un libro que reune todos los libros que he leido y he creado el libro perfecto que seria para mi...

Para cualquier comentario o crítica, escribidme a emanuelramosp@hotmail.com

Emanuel Ramos Peña


Kinryas, Nunus y Blodeuedd

Desolación.
El paisaje lucía enfermo.
Todo estaba destruido, solo se veían casas de piedra y madera que estaban totalmente destruidas y en llamas. La visión era muy pobre por la negrura del humo que se mezclaba con la densa y fría neblina. El ambiente era húmedo y terriblemente frió, congelaba cruelmente la carne y endurecía dolorosamente los músculos. Pero había algo mas, se respiraba una tensión en el aire, algo malsano en el ambiente que hacia mas pesado al aire. Había hostilidad en el ambiente. Maldad en el ambiente.
En el decrépito pueblo solo se escuchaba el murmuro crepitante de las llamas en que aun se encontraban algunas casas. Olía a muerte, a carne pútrida y chamuscada.  Avanzando entre las calles de tierra apisonada, se encontraba una mujer decapitada frente a una casa totalmente derrumbada, su rostro estaba mirando de lejos a su cuerpo decapitado con una expresión de conduelo.
Era un caos.
Entre los escombros de una de las casas, había una vieja madera quemada parcialmente. Tenía un fondo blanco y sobre este con letras negras y sencillas, decía la palabra Treaselgard. Mas adelante, en una que parecía haber sido una modesta cantina, ahora estaba totalmente destruida. Se podían distinguir tres cuerpos carbonizados y humeantes que se confundían con las llamas y cenizas de la construcción a punto de desplomarse.
El viento seguía soplando y la niebla seguía enfriando la piel. En las parcelas que estaban atrás de las casas, se encontraba el ganado muerto. Vacas, cerdos y aves esparcidos por los marchitos campos moteados de manchas de sangre. Todo parecía un desastre. Algo había sucedido en ese lugar, algo terriblemente malo había sucedido en ese lugar.
Pero la desolación continuaba por todas partes. Al lado de una casa que aun se encontraba en pie, había un pequeño niño muerto boca arriba con tres flechas clavadas en el torso, un pequeño charco de viscosa sangre había crecido bajo el. Mas adelante, un hombre mayor yacía en el suelo boca abajo, con un hacha hendida en medio de la espalda, aun tenia los ojos abiertos, aun tenia una expresión de pánico como si aun quisiera huir del lugar.
Cuerpos brutalmente masacrados aparecían por todas partes cual flores en primavera. Había cuerpos de mujeres, niños, hombres, ancianos, animales. Afuera de una pequeña capilla en la que solamente la pared lateral y una del fondo estaban frágilmente aún en pie, una mujer con un bebe y otros dos niños yacían tirados en el suelo entre charcos de sangre, con sus cuellos degollados. Al lado de ellos había muñones de carne ensangrentadaza, sin forma, sin identidad. Cadáveres descuartizados. Un anciano junto a una casa en llamas estaba en el suelo con ambas piernas cercenadas, arrancadas. Tenía jirones de piel y parte de músculos sanguinolentos colgándole bajo las rodillas, había marcas en la tierra húmeda que indicaban que había tratado de arrastrarse antes de morir.
En medio de lo que parecía ser una pequeña plazuela, entre las casas en llamas se encontraba una fuente pequeña donde el agua se había tornado rojiza y en la base de esta, había una gran mancha color rojo oscuro de sangre seca y coagulada, ahora liberando un terrible hedor que producía escozor en la nariz.
Pero todo estaba muerto. Todo parecía estar bajo una inmensa quietud, con una inquietante placidez. Solo silencio. Un abrumador silencio.
Después, un ligero sonido. Un pequeño y casi imperceptible sonido se escucho en el centro de la plazuela. Detrás de la fuente yacía alguien recargado en la base de esta. Una niña y... ¡Estaba viva!,  era la única persona en el lugar que daba señales de vida. Los ojos oscuros de la niña estaban inmensamente abiertos, estaban vidriosos, como si hubieran congelado alguna horrenda escena. Su mirada reflejaba el terror de ser el único testigo con vida de lo que allí había sucedido. Estaba malherida, tenía un costado manchado de sangre y su pequeño hombro estaba hinchado y de un color rojo oscuro de sangre y carne a punto de pudrirse. Tenía las ropas y el rostro sucios, estaba débil, pálida.
Le torturaba el hambre de no haber comido nada en días, tenia una endemoniada sed que le secaba la lengua y se la hacia pastosa. El frío le congelaba la piel. Estaba muriendo lentamente, pero esto no le preocupaba. Le preocupaba algo más. Tenía miedo, demasiado miedo. El pavor de haber visto todo el horror de sangre y demencia que había acabado con todo en ese lugar.
 Temía que volviera, quería largarse lo más pronto de ahí pero no podía moverse, no podía mover su brazo izquierdo y las piernas no le respondían. Alguien vendría a ayudarla. Alguien debería ayudarla.
De pronto escucho un sonido. Un sonido que provenía de unas casas derrumbadas y en llamas a su lado izquierdo. Pero era un ruido diferente, no era el viento ni las llamas. Trato de voltear hacia donde provenía el sonido pero no pudo hacerlo. Un dolor en el cuello hizo que soltara un agudo quejido de dolor.
De nuevo escucho el inquietante sonido, parecían ser pasos. Se escuchaba el crujir de ramas y piedras por las que parecía caminar el anónimo caminante. La niña de pronto sintió un frío escalofrío, un mal presentimiento. Trato de voltear pero no podía, debía conformarse con mirar de soslayo hacia lo que se acercaba.
En ese instante, unos maderos carbonizados se desplomaron en una casa que estaba a unos veinticinco metros. La casa estaba totalmente incendiada y las llamas parecían rascar el cielo con sus lenguas llameantes. Algo había mal en todo ello. Ella lo supo, su respiración se acelero violentamente, sentía la sangre fluir por sus venas con mas fuerza. Estaba paralizada y no podía huir.
Los ruidos continuaron pero no eran producto del derrumbe. Continuaron lentos y pesados. Eran pasos torpes, pasos torpes y sin aparente dirección. Entonces pudo ver algo y esto le hizo congelarle el corazón. Una sombra pareció sobresalir entre las llamas. Algo parecía estar moviéndose, algo parecía estar saliendo de entre las ruinas de la casa. De entre el fuego.
La niña estaba desesperada, sus fracasados intentos de moverse y salir de ahí solo le producían un dolor espantoso. La herida de su hombro era grave, aun le palpitaba, aun le ardía terriblemente. Comenzó a llorar, pero el llanto era débil, estaba demasiado débil aun para llorar. Comenzó a temblar frenéticamente al seguir escuchando los pasos de lo que salía de aquella casa. El humo y la niebla le impedían ver con claridad. ¡Por favor! ¡No quiero morir así! ¡No quiero morir así! Comenzó a sollozar la niña.
De entre las llamas salió una persona, era un hombre alto y robusto. Caminaba lentamente en su dirección, hacia la fuente. Pero algo no andaba bien en el, aunque la neblina no dejaba ver bien al hombre que se acercaba, ella notaba algo, había una extraña forma en su apacible caminar. Avanzaba en un total silencio, solo el ligero roce de los pliegues de sus ropas. Había algo anormal que no se pudo distinguir hasta que estaba solo a unos cuantos metros de ella.
¡Por favor! ¡A mi no! Se gritaba con desesperación la niña que lloraba y temblaba incontroladamente. Veía con impotencia como el hombre se acercaba hacia ella. Estaba aterrorizada, sus ojos parecían salirse grotescamente de sus cuencas.
 El hombre se seguía caminando lentamente, sin prisa. Entonces la niña vio con terror que el hombre tenía la piel quemada, ámpulas y pústulas le sobresalían de su rostro. Pero había algo más, el hombre tenia una grave herida en la cabeza, tenia el cráneo casi partido por la mitad, pero aun así estaba caminando suavemente, sin mostrar rastro de dolor o queja. Sus ojos parecían ser una espeluznante copia de ojos de un hombre, solo había demencia en ellos, estaban vacíos, perdidos. El hombre seguía caminando hacia ella, pero parecía mirar a la nada. Como si estuviera perdido en otro mundo.
Se acercaba cada vez más.
La niña sabía lo que le esperaba, respiraba agitadamente y lloraba entre sollozos desperados. Estaba paralizada por el terror de que el hombre estaba a un paso ante ella. El hombre sin expresión alguna en su rostro se inclino y con su mano torpe y ciega la dirigió hacia ella. No había duda, era el final. Los ojos de la niña parecieron abrillantarse por el pavor. Grito con todas sus fuerzas en un estridente alarido que envolvió todo el lugar. No sirvió de nada. Trato de moverse pero ya era muy tarde.

Bassanti se despertó agitadamente, estaba sudando y a la vez sentía frió. Ya había soñado esto varias veces, paro aun no se había acostumbrado, era espeluznante y siempre se despertaba nerviosa y con molesto miedo. Siempre era lo mismo.
Era de madrugada. Se levantó de su cama y se puso un albornoz, una especie de capa grande de lana obscura con capucha. Fue hasta la ventana de la pequeña casa y ahí se quedó un rato mirando hacia la oscuridad del bosque. Había luna llena y se podía apreciar un cielo azul rey tachonado de brillantes estrellas plateadas. Era una bonita noche, era bueno saber que estaba en casa. Aunque sabía que no por mucho tiempo, pronto debía dejar este lugar.
Salió de su casa para lavarse la cara en un tanque de madera que tenia al lado de la puerta. Al salir sintió la suave brisa que hacia murmurar a los enormes árboles que estaban a un costado de la casa. Al mojarse la cara y con la fresca brisa de la madrugada le dio un poco de frió, pero ahí se quedó. Bassanti estuvo mirando su reflejo en el agua del tanque, atrás de ella, estaba la brillante luna que se reflejaba de manera imperial sobre ella. Se quedó pensando. ¿Que significa? ¿Porque el mismo sueño de siempre? y además, ¿Por qué  Treaselgard? ¿Qué esta pasando?
Por lo regular ella nunca hacía mucho caso a sus presentimientos, pero este en particular, estos sueños, le causaban una irregular incomodidad. Eran más fuertes.
 El pensar en ello le daba un escalofrió que iba desde la espalda baja hasta la nuca, hacia que se le erizaran los vellos de la nuca. Todos estos sueños y pensamientos sobre destrucción la estaban acosando desde hace unos meses. Sentía que tenia que irse de su hogar para buscar respuestas, pero no sabía a quien preguntar ni a donde ir. Solo sabia que necesitaba irse a algún lado, no soportaba estar mas en ese lugar. Algo la forzaba a huir, quizás era el típico remordimiento de haber dejado su hogar y darle la espalda a su pueblo. Intentaba remendar el problema. Estaba delirando y... estaba cansada. Se fue a dormir.
 
Para el amanecer todo parecía estar bien, los típicos sonidos del campo comenzaban a aparecer a medida que el sol salía de entre las montañas. El canto de los pájaros, el balar de las ovejas, el suave rumor de las hojas bailar por el viento, el murmullo del agua del lago. Bassanti había dormido tranquila y se había levantado de buen humor.  Era octubre y en Herzendork, una zona boscosa del sureste del Ultimo Santuario, el clima era calido como si fuera aun verano. Todo el año se podía disfrutar de un clima agradable y de un paisaje lleno de árboles frondosos, lleno de lomas y hondonadas cubiertas de un fino pasto verde y un magnifico lago que estaba frente a su casa. Era el paraíso.
Como el clima era cálido, Bassanti se fue a bañar al lago que había enfrente de su casa. Todo era verde. Cruzo un lugar boscoso lleno de pinos y plantas silvestres, y después de una pequeña loma llego hasta donde estaba el lago. Grande y pacífico donde había enormes peces dorados que a veces servían de comida. Un lugar muy cómodo y agradable, era una pena tener que dejarlo pronto, pero así era la situación en la que se encontraba.

Bassanti era una mujer joven de veinticinco años, alta y esbelta, de piel olivácea y nariz pequeña. En su rostro presumía unos penetrantes ojos azules. Su cabello era rubio y lacio y le llegaba hasta los hombros. Pero esta apariencia frágil contrastaba con su excelente constitución física y gran fuerza debida al intenso entrenamiento y gran disciplina con la que había sido educada cuando vivía en las Islas Hermanadas.

Regresó de haberse bañado al poco rato, se vistió rápidamente, haciéndose una cola de caballo, se puso un pantalón ajustado café de piel volteada, unas botas de piel. Eran toscas y duras, le llegaban a las rodillas y protegían la pantorrilla por medio de armaduras metálicas. Se puso una especie de coraza ligera de piel endurecida para el pecho que le daba una libre movilidad de los brazos. Además de esto, en las piernas, a la altura del muslo, lleva unas bandas de piel ajustadas a sus piernas donde se guardaba cuchillos y otros utensilios. Guardó unas cuantas cosas en una alforja grande de piel que podría haber sido de venado, se la montó al hombro, agarró un largo carcaj hecho de madera donde llevaba unas treinta jabalinas delgadas de un metro de largo y con una cuerda se lo puso en la espalda. Por ultimo tomó su viejo escudo que era de color dorado en las orillas y en el centro era de un opaco color plateado. No era muy pesado y tenía algunas marcas de golpes y raspaduras.
Tomó sus cosas y se fue de ahí. Era un largo recorrido desde las bajas planicies de Herzendork hasta la prospera región de Erebos. Haría unos seis días a pie, un cansado trayecto que dejaría muerto a cualquiera, y mas si este viaje se hacia a pie. Pero no para ella, como una bien entrenada guerrera de las Islas, esto seria solamente un poco de lo que siempre practicaban a diario en su antiguo hogar, cuando servia a la legión de su Reino, una ciudad llamada Arskka.

Bassanti provenía de las reconocidas mujeres guerreras que viven en un grupo de tres islas muy próximas en el sur del Ultimo Santuario (Kinryas, Nunus y Blodeuedd), llamadas también las Islas Hermanadas, en el sur del mar de Brighantia, próximo al Vasto Océano. Bassanti había nacido en Kinryas, donde hay unas grandes montañas de la cordillera del Monte Gofannon, que permanece nevado durante todo el año y se eleva sobre la extensa y  exuberante vegetación de los bosques tropicales de las islas. Arskka tiene una cultura relativamente aislada. Se han adaptado durante siglos a la vida en el ambiente tropical, han construido ciudadelas de piedra donde protegen sus casas entre las bóvedas de los robustos árboles de la jungla.
Estas ciudades son una maravilla arquitectónica, por lo que es un orgullo para su aislado pueblo y las protegen celosamente. Los habitantes nativos nunca llevan extraños a las Islas, evitan que cualquier extraño pise sus tierras. Ellos, a diferencia de la mayoría de las culturas del Ultimo Santuario, no siguen los nombramientos de Zarpanitum, pero en cambio tienen una religión politeísta que se apega a los estrictos principios del Orden. Los pobladores de Arskka son gente que se dedica a la pesca, una de sus primeras ocupaciones que les hicieron tener contacto con dos de los principales Reinos del oeste y con las ciudades de Tekkeitsertok, en el este, cruzando las Aguas Muertas.
El metódico respeto por sus muertos hizo que construyeran el Cementerio de los Dioses, que se constituye en una bien definida jerarquía. Cada miembro sostiene un segmento en el balance del Orden. Este fuerte sentido del Orden maneja el pueblo las Islas para llevar a cabo tareas tanto en la grandeza como en lo minúsculo de sus acciones. Su principal deidad es Obatala que junto con Cerunnos, imponen las reglas de las estaciones y el clima. Después de estas deidades, hay un extenso número de menores dioses, cada uno con diferentes responsabilidades que influyen en cada día del pueblo de Arskka. Los sabios monjes de Arskka creen que este cementerio es un vestigio de la colonización que hicieron hace siglos. De acuerdo a los escritos hallados, esos mismos hombres compartían los mismos nombres de sus dioses, pero algunos aspectos y su cultura ha cambiado al pasar el tiempo.
En la cultura Arskka, solo las mujeres sirven como soldados, su intrínseca destreza superior y la ligera estructura corporal hacen que sean mejores para el combate en vegetaciones de bosque lluvioso, y de sus densas islas tropicales. Los hombres pueden ocupar cualquier tipo de posición en la comunidad, como el clero, gobierno, así como el mercadeo y las ocupaciones agrícolas.
Las guerreras de las Islas Hermanadas, además de distinguirse por su habilidad en el combate mano a mano, entrenan dentro de la jungla de sus nativas islas con el arco, lanza y jabalina, con una excelencia grandiosa, ya que en combinación de su rauda disciplina religiosa y por su demás ingeniosa creatividad al hacer armas, son unos combatientes temibles. Pero pesar de todo esto, son comunidades pacíficas que tratan ante todo, poder crear una inquebrantable paz.

Ahí se encontraba Bassanti, caminando hacia el noreste. Le gustaba mas caminar por la noche pese a arriesgarse a los obstáculos que podría tener al pisar piedras o ramas con que tropezarse o encontrarse con algún animal peligroso. De día podía seguir la dirección guiándose mas fácilmente por la luz del día, pero el calor y el cansancio la agotaban rápidamente, por eso prefería la noche y seguir el camino dado por las estrellas y la luna. Así es que mayormente caminaba de noche con la única iluminación que le daba la luna, y en el día se dedicaba a dormir debajo de una cómoda sombra de un árbol.
De noche tenia también la ventaja de que se podía cazar más fácilmente, ya que muchos animales estaban durmiendo, y siendo cautelosa, cuidando su posición respecto a la dirección del viento para evitar que los animales se den cuenta de su presencia y actuando con rapidez, era verdaderamente sencilla la caza.
La primera noche iba caminando entre la planicie de largas y cortantes espigas en una placida planicie cuando vio algo a lo lejos, resguardado por la oscuridad de la noche. Era un jabalí comiendo unas raíces
Bassanti no podía desaprovechar esta oportunidad, tenia hambre, había estado caminando durante algunas horas del día y casi la noche completa. Unas tres horas sobre la media noche habían transcurrido. Así es que se acerco lentamente al animal por la retaguardia, escondiéndose en un enorme montículo de piedras y tierra. Será fácil, solo con que no me escuche o si no lo echaré todo a perder, se decía a si misma Bassanti mientras sacaba lentamente una larga jabalina de su carcaj. Tenia que ser muy cuidadosa, había tenido una mala experiencia hace tiempo cuando fue atacada por un jabalí adulto, una hembra que protegía a sus hijos. Podían ser animales muy peligrosos, de eso no había ninguna duda.
Cuidadosamente se fue acercando, caminaba agachándose y escondiendo entre las espigas que volaban y se ondeaban lentamente con el viento. Sentía que hacia demasiado ruido al caminar, pero el jabalí aun no sabia de su presencia. Se acerco lo suficiente y se oculto de nuevo tras una enorme piedra. Entonces Bassanti se lanzo al ataque.
El jabalí nunca se percato de la extraña presencia hasta muy tarde, cuando le llego la primera jabalina que se le enterró estrepitosamente en un costado. El jabalí dio un estruendoso grito que rompió con lo silencioso de la noche, parecía como si el sonido se multiplicase.  El jabalí trato de atacar a la mujer y se abalanzó contra ella, aun con la lanza atravesada en su tronco arrastrándola cuando se movía. Ella salto hacia su derecha impulsada con la ayuda de la otra jabalina que tenia en la mano, cuando cayo, el jabalí enfurecido se volvió para embestirla. Estaba gruñendo y salivando furiosamente. Hilos de sangre le escurrían por la lanza hasta el suelo. Entonces se puso en marcha contra ella, pero Bassanti fue más rápida. Le asestó otra la lanza vertiginosamente en el cráneo. Los aullidos del animal se apagaron de pronto y el sonido quedo en el aire por algunos instantes.
El animal cayó de costado instantáneamente. Su cuerpo inerte le desencantaba toda la fuerza física que tenia cuando estaba vivo.

- Me voy a dar un buen festín después de todo - dijo en voz baja Bassanti que en realidad estaba entusiasmada por comer algo, su estomago estaba completamente vacío. Entonces fue hacia el cadáver del animal y le arranco bruscamente la jabalina que tenia clavada en el cráneo.



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